que es perpétuo el duque de Villahermosa. La de San Lorenzo, alzada sobre el solar de la casa en que vivió este santo mártir, es de tres naves, y tiene diez capillas. Fué reedificada en el siglo XVII. La universidad, ocupada hoy por el instituto de segunda enseñanza, es un edificio de poca elevación; y encierra, ademas de las dependencias necesarias, un muy estenso patio. Fué construido en 1690, derribado el antiguo, que había servido de palacio á los reyes de Aragón. Este establecimiento de enseñanza es el mas antiguo de España, pues debe su erección al célebre Sertorio, 11 años antes de Jesucristo, y la restauración á Pedro IV el Ceremonioso. Cuando aun era universidad, le estaban incorporados los colegios mayores de San Vicente y Santiago, y el seminario conciliar. La casa consistorial es un edificio gradioso, asi como el teatro nuevo, que puede contener mil y cien personas. Entre las casas particulares, ocupan el primer lugar la de los Abarcas, la del conde de Guara, la de Lastanosa y la del marqués de Nibiano. Tiene la ciudad diez plazas, trece plazuelas, y cincuenta y dos calles, y comprende cuatro parroquias, cinco conventos de religiosas, un instituto de segunda enseñanza, un hospital civil, una casa de misericordia, dos teatros y varios paseos. Hubo hasta diez conventos de frailes. Huesca es capital de una estensa provincia compuesta de ocho partidos judiciales, cuatro ciudades, cincuenta y siete villas, quinientos sesenta y ocho lugares y cuarenta y ocho aldeas, que constituyen seiscientos sesenta ayuntamientos. Su obispado abraza ciento diez y nueve parroquias y ciento quince pueblos, y el partido judicial á que da nombre, una ciudad, seis villas, noventa y un lugares y dos aldeas. La población de Huesca es de 10,576 habitantes.
Antes de dejar esta noble ciudad tan rica en recuerdos, debemos decir dos palabras de su famosa campana.
Merced á la grande influencia que ejercía en Aragón don Pedro Tizón, conde de Monteagudo, fué proclamado rey por los años de 1136 don Ramiro II, llamado el Monge, por muerte de su hermano don Alfonso el Batallador. Naturalmente pacífico y ageno á las adversidades que sufría el reino, á consecuencia de las guerras que sostenía contra los navarros, los castellanos y los moros, siguió una conducta tan indolente y fatal á los intereses del pueblo y de su misma corona, que la nobleza aragonesa no pudo menos de resentirse y de manifestarse en abierta oposición contra un régimen que tan mal se avenía con los intereses del pais. Siempre que los nobles se acercaban al rey y le hacian ver las tristes consecuencias de su reprensible lentitud en circunstancias tan azarosas, el monarca ensordecía, y solamente hablaba de la fundación de algunos monasterios, al mismo tiempo que los navarros y los castellanos avanzaban animosos y llevaban sus armas victoriosas por las fronteras de Aragón.
La mayor parte de la nobleza se retiró á sus respectivos castillos, y pretendió defenderse por su propia cuenta. Organizaron los aragoneses sus haces de vasallos, mercenarios y aventureros, y como no vivían mas que del robo y del pillage, cada señor feudal se entregó sin hallar dique, á todo género de degradaciones y desafueros, cuya desastrosa conducta imitaron los plebeyos, y Aragón se vio en poco tiempo desastrosa víctima de los suyos y de los agenos.
Cansado el rey de las continuas quejas de los pueblos, convocó Córtes en Huesca para oponer sus armas contra el navarro y el castellano; habló en ellas á los diputados de levantar una milicia numerosa, y terminó su discurso con el ofrecimiento de hacer una campana tan grande, que su sonido se oyese en toda España. Los nobles dedujeron de esta conclusion, que don Ramiro en todo pensaba menos en libertar al reino de las calamidades que le agoviaban, y en su consecuencia le abandonaron.
El rey de Castilla, que pretendía á la sazón, no solo la corona del monarca aragonés, sino también la del soberano de Navarra, fundado en el derecho de ser nieto del rey don Sancho el Mayor, desplegó sus mejores medios para obtenerlas, y rompiendo por la Rioja se apoderó de todos los castillos y plazas fuertes que se alzaban entre Villorado y Calahorra, Nájera, Logroño, Arnedo y Viguera, y revolviendo después sobre Aragón, amenazó llevarlo todo á sangre y fuego sino se le rendian los pueblos y castillos que encontraba durante su belicoso tránsito.
Tal era la situación en que se encontraba Aragón cuando sucedió lo que seguidamente vamos á referir.
Don Pedro Tizón, conde de Monteagudo, y favorito de don Ramiro, había mirado á la esposa de su rey con ojos del amor; viendo que la reina no daba la debida solución á este geroglífico amoroso, determinó ser mas esplícito con ella, y aprovechándose del gran favor que tenia con los regios personages, se introdujo en la cámara de doña Inés (que asi se llamaba la reina) y la requirió de amores en términos bastantemente licenciosos para que aquella no demostrase su justa indignación por tan grande desacato.
Sin embargo, con la indiferencia propia de un corazón generoso que perdona la ofensa, mandó la reina á Monteagudo que se retirase y desistiera de su loco propósito; mas éste, lejos de acatar tan razonada determinación, insistió en su loco propósito, y aseguró á la princesa que se vengaría sino daba una benéfica acogida á sus pretensiones. Al mismo tiempo recordó á la reina sus antiguos amores con el conde de Atares, personage que disfrutaba todavía del distinguido favor de doña Inés, y esta preferencia, que no traspasaba los límites de una especial consideración, debida al lisonjero recuerdo de días mas venturosos, la interpretaba el de Tizón, como un favor criminal que hacia que la reina faltase á sus deberes de buena esposa.
Prometió revelar al rey el misterioso arcano, y doña Inés, después de haber desmentido solemnemente la calumniosa suposición de su atrevido pretensor, le mandó de nuevo que se alejara, asegurándole llena de noble energía, que despreciaba sus injuriosas acusaciones.
Monteagudo obedeció esta vez, y se ausentó de la regia cámara, sustentando en su mente el proyecto mas atroz de venganza.
La coincidencia de estarse fraguando una conspiración contra el rey Monge, y de la cual tenia Tizón conocimiento, y la de ser el conde de Atares el destinado á suceder á don Ramiro, favorecieron su fatal propósito; se presentó al rey diciéndole que tenia un doble rival, que aspiraba nada menos que á arrebatarle el honor y el trono, y pronunció el nombre del conde de Atares.
—La reina, añadió maliciosamente, tal vez os diga que yo he aspirado á iguales favores; pero contemplad esa respuesta como una venganza por parte de la
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