guarnecida con diez torreones. Tenia de elevación treinta varas, y de espesor tres, y había ademas un segundo recinto que rodeaba al primero, Dentro de este fortísimo castillo se alzaba la iglesia, capillas, palacio del abad, casas de canónigos y dependientes. Todo esto desapareció en 1845, á impulsos de un incendio, y de la demolición, quedando no mas que un montón de escombros de lo que fué monasterio, y conservándose únicamente la iglesia, que no es ya la de Sancho Ramirez, que también desapareció entre las llamas en 1477, sino una construida entonces. Esta conserva de notable el altar mayor, todo de alabastro, presente del infante don Alonso, hijo de Femando el Católico, y muchas reliquias de santos. Tenia Montearagon un abad con jurisdicción exenta, tres canónigos, que eran regulares de San Agustín, seis racioneros y cuatro beneficiados. Las rentas ascendían á 40,000 ducados.
La posición de Huesca es en una pequeña colina en el centro de una fértil y estensa llanura denominada la Hoya, y á la ribera derecha del rio Isuela. El origen de esta ciudad es remotísimo y desconocido. Desde los primeros tiempos aparece formando el límite entre los vascones y los ilergetes, y perteneciente á estos últimos, con el nombre de Osca. El célebre Sertorio quiso formar de esta ciudad una segunda Roma, y en ella erigió un senado á imitación del romano, y fundó varios establecimientos de pública utilidad. Llevaba entonces el título de Ciudad vencedora, y en ella se acuñaba moneda de la que restan aun repetidas muestras. Los godos la ennoblecieron con silla episcopal, y los moros la tuvieron en grande estima, y la denominaban Weschka, siendo á la sazón plaza muy fuerte, y figurando notablemente sus walies en las contiendas que dividían á aquellos. Cuando los mas de los gobernadores sacudieron el yugo de Córdoba, el de Huesca fué uno de ellos, y tomó el dictado de emir, equivalente al de rey. Sancho Ramirez la puso un estrecho cerco en 1094 , y Ebn–Hud, rey de Huesca, se defendió valerosamente y pidió socorro á Alfonso IV, que lo era de Castilla. Este no tuvo reparo en concedérselo, enviando á un conde llamado don Sancho para que corriese las tierras de Navarra, que eran también pertenencia del rey de Aragón, el que envió contra él á sus dos hijos don Pedro y don Alfonso, que hicieron retroceder á los castellanos, y el sitio de Huesca continuó con ardor. Un dia, el 4 de junio, que el valeroso Sancho Ramirez recorría los puntos avanzados de su campamento, observando los muros para determinar el asalto, alzó el brazo señalando un parage que le parecía mas á propósito, y en aquel instante una flecha disparada por los sitiados vino á clavarse en el costado, causando al rey una herida mortal. Conducido á su tienda de campaña, que se alzaba á corta distancia en un sitio señalado hasta hoy, y llamado el Pueyo de Sancho, no permitió le estrajesen la flecha homicida hasta que sus hijos y los próceres del reino, juraron en sus manos solemnemente no alzar el cerco sin apoderarse de Huesca. Pronunciado tan memorable juramento, el rey se arrancó la flecha y espiró en el instante. Su cuerpo fué conducido á Montearagon. Cumplieron los infantes su promesa, estrecharon el sitio mas y mas, y Ebn–Hud, apurado hasta el estremo, pidió auxilio á Abd–el–Melek, emir ó rey de Zaragoza, el cual acudió con grandes fuerzas, entre las que figuraban los Sahebes, moros de Játiva y Denia, y algunos cristianos acaudillados por don García, conde de Cabra. Pedro I, hijo y sucesor de Sancho Ramirez, salió al encuentro con una parte de su ejército, y en los campos de Alcoraz, no lejos de Huesca, y en el mismo sitio donde hoy se alza la iglesia de San Jorge, se dio el 18 de noviembre del citado año de 1096, una de las mas señaladas batallas. El infante don Alfonso mandaba la vanguardia, las alas, Lizana y Bacalla, y el rey el centro. Duró el combate hasta cerrar la noche, y los moros fueron vencidos, y tuvieron, según algunos historiadores, hasta 40,000 muertos, entre ellos cuatro gefes ó capitanes, á los que los escritores dan el nombre de reyes.
Nueve dias después de esta batalla, las banderas cristianas ondeaban en los muros de Huesca. Don Ramiro el Monge reunió Cortes en esta ciudad en 1136, é hizo quitar la vida á quince de los principales miembros de la nobleza aragonesa. El mismo monarca, después de su abdicación, se retiró á Huesca, donde murió en 1147. Celebráronse aqui Córtes en 1162, 1179, 1218, 1219, 1221, 1247 y 1286. Durante la última guerra, los campos de esta ciudad fueron teatro de sangrienta batalla el 25 de mayo de 1837, en la que la victoria quedó indecisa, teniendo de pérdida el ejército de la reina, ademas de los generales Iribarren y Leon muertos, cuatrocientas bajas, no siendo menor la de los carlistas. Las armas de Huesca consisten en un guerrero á caballo con lanza en mano, que algunos creen representa á San Jorge, cuatro cabezas de reyes moros, y el lema Urbi–Victrix–Osca. Fué patria de muchos hombres notables, como los santos Orencio, Paciencia, Lorenzo y Vicente, don Martin Clerignet, obispo y escritor, don Vicente de Lastanosa, etc., etc. Conserva Huesca algunos restos de sus antiguas murallas, que estaban fortalecidas con noventa y nueve torres. La catedral, que es magnífica, ocupa la misma área que la antigua mezquita; fué empezada á renovar el año 1300, y se terminó en 1515. Es en figura de cruz, cuyo largo es de 254 palmos, y de ancho 214 , y contiene veinte y cinco capillas, de las que es la de mas mérito, la denominada mayor. Hay en ella uno de los mas bellos retablos que se conocen por su materia, que es de alabastro, y por el primor, elegancia y buen gusto con que está ejecutado. Pertenece al género gótico, y es obra del siglo XVI. El coro es también suntuoso, y se compone de ochenta y cinco sillas. Igualmente posee esta gran iglesia un rico archivo. El clero consta de un obispo, siete dignidades, diez y ocho canónigos y ocho racioneros. Después de la catedral, merece mención particular la histórica iglesia de San Pedro el Viejo, que fué desde mas antiguo de un monasterio de benedictinos, dependiente del de la misma orden de San Ponce de Tomeras, en Francia, y antes iglesia mozárabe. Aqui fué donde tomó la cogulla el rey don Ramiro el Monge, y donde falleció. Su primera arquitectura, del tiempo de los godos, desapareció con repetidas restauraciones, y en el dia la parte material de este antiquísima templo es poco notable. Conserva, sin embargo, un claustro, en el que hay varias capillas que guardan sepulcros de ricos hombres, y en una de ellas, titulalada de San Bartolomé, se ve una urna con bajos relieves de fábrica romana, que encierra el cadáver de Ramiro, y á pocos pasos, en una caja de madera, el de Alfonso I el Batallador, conducido de Montearagon en 1815. Tiene esta iglesia un capitulo compuesto de un prior y siete racioneros, uno de los
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