domingo, mayo 06, 2012

Viage ilustrado (Pág. 639)

Santo Cristo, se ve el suntuoso enterramiento del fundador don Juan Fernandez de Heredia, gran maestre de la orden de San Juan (1). También encierra esta iglesia el sepulcro del cardenal García. Convertida en fortaleza durante la última guerra, se trasladó la parroquia al convento de San Agustín, donde aun permanece. Es de una nave y de moderna arquitectura, y en ella se halla sepultado el general Pardillas, muerto á lanzadas en la acción de Maella el 1.° de octubre de 1838. Hubo en Caspe cuatro conventos de religiosos y uno de capuchinas, que aun existe, como también varias ermitas, un hospital de caridad, y un fuerte de reducidas dimensiones, en lo que fué antes convento de la orden de San Juan y palacio del bailio. El término de Caspe es muy feraz, y produce aceite en abundancia, cereales, vino y seda. El número de habitantes es de 7,500. Caspe es cabeza de partido judicial, y este se compone de ocho villas y dos lugares, regidos por diez ayuntamientos. En esta población se refiere la siguiente historia, como sucedida hace pocos años.
Engracia era una joven muy bella, hija única de un rico labrador, amable y alegre, pero que á diferencia de las mas de sus paisanas, no ostentaba la constancia entre sus buenas propiedades. Casi será inútil decir, que como era tan buen partido, tenia muchos pretendientes, por lo que las rondallas delante de su ventana, se repetían sin cesar, y siguiendo la costumbre de la tierra, cada uno de ellos la dedicaba con frecuencia jotas y letrillas nuevas. Uno había llamado Valero, que era el mas tenaz de todos; hombre brutal y torpe, sus rondallas nada contenían de nuevo en punto a cantares, pero eran mas asiduas que ningunas otras, y se componían de mayor número de panderos y guitarras. Engracia, festiva y coqueta, las admitía con sonrisa como todas las demás, sin manifestar preferencia. Últimamente, siendo Valero un chico bien acomodado, por haberle su padre nombrado heredero (2) al morir, fué el elegido por los padres de la niña para ser su esposo, y ella consintió sin repugnancia. Hacíanse los preparativos de la boda, cuando llegó á Caspe desgraciadamente, Alonsico, hermano menor de Valero, cabo de lanceros de la guardia real, de figura esbelta y amable carácter, el cual al presentarse hizo variar el aspecto de los negocios. La novia, acostumbrada á no ver á su alrededor sino rostros atezados por el sol, manos encallecidas en el trabajo, y modales toscos, se enamoró perdidamente del joven militar, que usaba un vistoso uniforme, un bonito sable que sabia arrastrar con gracia, y que ostentaba lindos bigotes rubios. Inútiles fueron cuantos medios pusieron en planta los padres de Engracia, para que no anulase la primera elección: aquella les aseguró enérgicamente que no se casaria jamás con otro hombre que con Alonsico, el cual por su parte, también amaba á Engracia. Valero defendió sus derechos según le aconsejaban sus cortos alcances, pero inútilmente, y al terminar la última conferencia que tuvo con su ingrata prometida, la dijo: Chica, tú harás lo que quieras, pero acuérdate que yo soy tres veces bruto, la una porque soy aragonés, la otra porque soy de la tierra, baja, y la otra por que soy de Caspe, y asi el día menos pensao haré una barbaridad... No te digo mas. Poco tiempo después se celebraba el casamiento de Engracia y Alonsico, en una masada (3) propia de los padres de la novia, y Valero, al parecer resignado con su desgracia, era uno de los convidados. Reinaba la mayor alegría en el banquete nupcial, cuando aquel se levantó y dirigiéndose á un cuarto contiguo llamó á Engracia, diciéndola quería regalarla una cosica. Acudió esta sin recelo, y en el instante Valero la sepultó su navaja en el corazón diciéndola: ¿pensabas que no me habia de vengar? Fué el golpe tan repentino y tan bien dirigido que la víctima cayó sin dar un gemido y sin que se apercibiesen los que estaban á la mesa en la habitación inmediata. Valero llamó en seguida á su hermano con voz tranquila y aun cariñosa, y apenas llegó éste, cerró la puerta, le mostró el reciente cadáver, y le dijo: Ahí la tienes... hasta hoy nadie se ha reido de Valero, ahora veremos si eres hombre ó si los soldados no sirven mas que para andar pintando la mona y luciendo el sable. Al pronunciar estas palabras le puso en la mano una navaja, y con la suya ensangrentada, le acometió furiosamente. Momentos no mas duró aquel terrible duelo, y Alonsico cayó traspasado de cien heridas. Valero se dejo conducir sin resistencia á la presencia del juez, y contestó con sangre fria á sus interrogatorios. Muy poco tiempo después en la plaza del Mercado de. Zaragoza, se veia alzada una horca rodeada de soldados y de una inmensa multitud que aguardaba al reo. Era este Valero, que en sus últimos momentos no desmintió la ferocidad que formaba la parte principal de su carácter. Sentado ya en el mas alto escalón, y teniendo al cuello el fatal dogal, habló con voz tranquila al pueblo diciendo: «No penséis que me traen aqui por ladrón, solamente por haberme vengado de una infame que me faltó y de un pícaro de un hermano mio. No me arrepiento de lo que...» Aqui el verdugo cumplió con su oficio, y Valero espió su fratricidio.
De Caspe á Mequinenza hay seis leguas de mal camino. Después de pasar el Ebro en una barca se llega á este pueblo, del que se encuentra en la historia mención antigua, con el nombre de Octogesia, y donde los partidarios de Pompeyo colocaron un puente de barcal para trasladarse á la Celtiberia, pais en que tenían muchos partidarios, y aunque César (como él mismo asegura en sus comentarios) quiso anticiparse, no pudo lograrlo por hallarse ocupados todos los pasos. Los moros destruyeron esta población en 809, que reedificaron después, y que recobró en 1133 el rey de Castilla don Alfonso VII, el Emperador. El año 1184 pasó al señorío del conde de Urgel, y luego vino posteriormente á parar en el de los duques de Medinaceli, como marqués de Aytona. Cuando las disen–

(1) Fué uno de los mas brillantes ornamentos de esta ínclita orden de caballería, y natural de Aragón. Electo maestre en 1576, dio un gran ejemplo de magnanimidad. Cautivado por los turcos, ofreció la orden por su rescate una gran suma, la devolución del castillo de Patrás, y que tres de los principales caballeros quedarían en rehenes en tanto se cumplían estas condiciones; mas Heredia lo rehusó decididamente, y prefirió quedar tres años mas entre, cadenas, hasta qué le rescató su familia. Murió en Francia, y su cadáver fué traslado á Caspe.
(2) En Aragón subsiste la ley ó antigua costumbre de que el padre nombra por heredero al hijo que le parece, sin pender los demás hermanos exigir nada. Si el padre no elige, entonces se divide su herencia entre todos sus hijos por partes iguales como en Castilla.
(3) Este nombre se da en Aragón alas caserías ó casas de campo.

No hay comentarios: