martes, noviembre 27, 2007

Viage ilustrado (Pág. 119)

zarlos no se habia usado mas que de medios insuficientes; cuando asomaban se les combatia, pero siempre vencedores ó vencidos, dejaban sangrientos vestigios de su tránsito por los pueblos de Alemania Enrique fué el primero que ideó la organizacion de un plan de defensa permanente con el objeto de pre­servar para siempre al imperio de tan temibles inva­siones. Para satisfacer estos proyectos, fundó y fortifi­có algunas ciudades, interesando á una parte de la nobleza para establecer en ellas su domicilio, pudién­dose citar entre las poblaciones muradas las de Geslar, Quedlimburgo, Brandeburgo, Schleswig y otras. Regularizó el servicio militar afiliando bajo sus ban­deras la novena parte de sus vasallos sajones; empleándolos en las fortificaciones de que hablamos poco ha, é imponiendo á los que se dedicaban al cultivo la obligacion de proveer á la subsistencia de los demas, y de una gavilla de insubordinados facinerosos sin gefe ni organizacion, que habian comenzado por ra­teros durante la guerra, y concluido por ser ladrones, consiguió formar escelentes tropas, y con ellas una especie de legion que se acantonó en Merseburgo, habiendo sido mas tarde muy útil al imperio. No olvido el colocar en las fronteras á los margraves (condes de la Marca) con encargo especial de conte­ner las incursiones de los bárbaros. No de otra suerte se crearon á espensas de los eslavos los margraviados de Norte—Sajonia en 926, de Misnia en 929 y de Schleswig en 931.
No tardaron en producir su fruto tan sabias insti­tuciones, palpándose materialmente las consecuencias en la dependencia que se vió obligada la Bohemia á reconocer respecto de Germania y en la destruccion de los proyectos de los húngaros, reducidos á des­truir las fuertes barreras que se les oponian, ensayo peligroso, que pagaron con 40,000 hombres, muer­tos en la batalla de Merseburgo dada en 833.
No satisfecho con defender tan hábilmente sus es­tados, los ensanchaba al propio tiempo, y en 925 aprovechándose de las turbulencias que bajo el reina­do de Cárlos el Simple conmovieron á la Francia, sub­yugó la Lorena, desmembró de sus dominios la Alsa­cia agregándola á la Suabia, y entregando el resto al duque Gisleberto, cuya fidelidad afianzó con otorgar­le en matrimonio por esposa á su hija Gerberga. Des­graciadamente su muerte acaecida en 936, dió en tierra con sus planes, cuando preparaba una espedicion á la Italia.
Oton su hijo, fué elegido y coronado en Aquisgram, inaugurando su reinado con hacer sentir a los grandes de un modo severo el peso y la influencia de su autoridad naciente. Desterró y multó en una dieta congregada en 937 á Everardo, duque de la Francia Rhiniana, por haber talado la Sajonia, pero irritado éste, hizo causa comun con Tasmar, hermano consanguíneo de Oton, alzando la enseña de la rebelion y apoderándose de la fortaleza de Ersburgo; mas persiguiéndolos Oton, fué muerto Tasmar y muchos de sus cómplices condenados á muerte y ejecutados. No de­jaba de la mano la prosecucion del plan de su padre contra los bárbaros, y una nueva batalla en Merseburgo, mas encarnizada que la primera, obligó á los húngaros á contenerse para siempre en sus limites, y por lo que respecta á Bohemia, fué subyugada completamente en 950, vino á ser tributaria de la Alema­nia y á convertirse al culto cristiano.
Una revolucion amagaba la Italia , presa de una completa anarquía; los sarracenos, dueños de las islas Baleares, de Córcega, Cerdeña y Sicilia, pirateaban en las costas de la Península, sin que recordasen los pueblos parapetados en sus muros, que existía un rei­no de Italia; pero los príncipes, aunque escasos en fuerza y valimiento, se disputaban el titulo precario de rey. Hugo fué el primero que lo adquirió en 931, espulsando á Berenguer II, marqués de Ivrea, que se vió obligado á acogerse bajo el amparo de Oton, y es­te lo socorrió hasta el punto de poder penetrar otra vez en Italia, si bien con el disgusto de ver la administracion general del reino en manos de una dieta que confirió el titulo de rey á Lotario, hijo de Hugo; pero no tardó mucho tiempo en morir envenenado, segun dicen por Berenger, prorumpiendo sus viuda Adelaida en las mas amargas quejas dirigidas á Oton.
No dejó éste escapar la ocasion que se le presen­taba de una guerra que podía atraer sobre los príncipes alemanes la corona imperial. Atravesó en 951 los Alpes, sin que le fuese preciso hacer uso de las armas se enseñoreó de aquel país, fué proclamado rey en Pavía, y casó con Adelaida. Volviendo su atencion hácia Alemania las guerras civiles, acordó la paz con Berenguer, que le rindió pleito homenage en Augsburgo, y le hizo cesion de la Marca Trevisana.
Nueve años consumió Oton en sofocar las guerras intestinas, la rebelion de sus hijos, y las incursiones de los húngaros, al fin de los cuales llamado por Juan XII contra Berenger atravesó de nuevo los Alpes, conquistó el Norte de Italia sin resistencia, depuso á Berenger en una dieta, y fué coronado segun­da vez como rey de Italia en Milan; en seguida se adelantó hasta Roma en compañía de la princesa Ade­laida; recibiendo entrambos de mano del mismo Juan XII la corona imperial en 2 de febrero del año 962.
No bien se habia alejado Oton, cuando ya Juan XII arrepentido de cuanto habia hecho, puso ahinco en la próxima vuelta de Berenger, pero prevenido de todo esto Oton, hizo cuanto pudo para que fuera depuesto y nombrado en su lugar Leon VIII en 963, quien prendió á Berenger enviándolo á morir á Alemania.
Juan XII volvió á ocupar el pontificado á su vez, y depuso á su predecesor Leon VIII, pero protegido este por Oton, tuvo semejante amparo la suficiente fuerza para devolverlo á Roma; pero como acababa de morir Juan XII, recayó la cólera del emperador sobre su sucesor Benito V, que fué desposeído y con­ducido á Alemania, reintegrando á su vez á Leon VIII en el puesto que anteriormente habia ocupado.
Pero no duró mucho tiempo esta tranquilidad, pues en 967, nuevas turbulencias que agitaban á Ro­ma hicieron necesaria la presencia de Oton en Italia, á donde había sido llamado. Muerto Leon VIII, le ha­bía sucedido Juan XIII, hechura del emperador, que arrojado por los romanos, se habia refugiado á Campa­nia y solicitado auxilio de los alemanes; pero mientras estos llegaban, aparentó dejarse vencer por el arre­pentimiento de los romanos, volvió á entrar en la ciudad y con el auxilio de Oton ejercitó con sus enemi­gos la mas crueles venganzas.
Oton, dueño del Norte y del centro de Italia, tra­tó de agregar á su dominacion la parte meridional, principiando por recibir homenage de los príncipes de Benevento y Cápua; solicitó de Niceforo Focas, empe­rador de Oriente, la mano de Teofanía, hija de Roma-

1 comentario:

Francisco Méndez S. dijo...

hola: felicitaciones por tu trabajo, es muy importante vrescatar estas obras.
Saludos