La ciudad de Zante está situada á la orilla del mar al pie de una montaña. Su puerto es muy seguro, pero poco cómodo. Contiene 12,000 habitantes, de los que 1,000 son judíos. Dos obispos, uno griego y otro romano, tienen allí su residencia. Esta ciudad es muy rica y comercial, y las mugeres no salen aqui jamás sin ir encubiertas ó enmascaradas.
En Cérigo, la antigua Citeres, no quedan mas recuerdos de Venus que un prodigioso numero de tórtolas. Las rocas estériles que la rodean harían acusar de falsos á los poetas, si penetrando en el interior no se encontrasen frescos y risueños valles que justifican sus elogios.
En Cérigo, la antigua Citeres, no quedan mas recuerdos de Venus que un prodigioso numero de tórtolas. Las rocas estériles que la rodean harían acusar de falsos á los poetas, si penetrando en el interior no se encontrasen frescos y risueños valles que justifican sus elogios.
AUSTRIA.
El imperio del Austria es una monarquía federativa, compuesta de pueblos germanos, eslavos, magyares (húngaros) é italianos. El pais mas allá del Ens, fué la cuna de este estado, y aquí, en tiempo de Carlo—Magno, por los años de 800, fué donde sé levantaron lineas de fortificacion para defender las comarcas Sudeste de Alemania, contra la incursion de las huestes asiáticas que llegaron á ser el orígen del margraviato de Austria. Mas tarde (1156) mas allá del Ens se unió á este margraviato, que entonces se erigió en ducado. Pero los grandes desenvolvimientos que tomó el Austria despues, y que la hicieron subir al primer rango de las potencias europeas, solo datan desde 1282, época en que ahogó á la casa de Habsburgo. Esta dinastía se unió á los paises llamados mas tarde el Circulo de Austria, y obtuvo en 1438 la corona electiva del imperio romano—germánico. En 1453 el ducado de Austria, recibió el título de archiducado, y cuando en 1526 la Bohemia y la Hungría se sometieron voluntariamente á la dinastía de los Habsburgo, se elevó al rango de monarquía europea. La casa de Austria—Lorena conservó este rango en la paz de Aquisgran de 1748 y consolidó la unidad de sus estados erigiéndose (1804) el Austria en imperio hereditario, y haciendo valer su preponderancia en el congreso de Viena en 1815.
Lo mismo sucede á los imperios que á los hombres. Los unos no se elevan sino á fuerza de valor y perseverancia; sin auxilios esteriores, dominan las circunstancias, aun las mas desfavorables, y se mantienen en una posicion ventajosa; otros, por el contrario, por sola su posicion y casi sin esfuerzos, se encuentran como destinados de antemano, y alcanzan al primer salto el mismo puesto á donde los primeros no han podido llegar sino á fuerza de trabajo. Esta es la historia del imperio austriaco. Colocado entre una porcion de la Alemania, la mas atrasada, y la parte mas culta de Europa, designada por las conquistas de Carlo Magno para el cetro imperial, broquel alzado entre la Europa y los osmanlis, y ayudada por todos para resistirles, secundada, sobre todo, por el temor de la Francia, á quien hacia contrapeso en el sistema que despues se ha llamado equilibrio europeo, el Austria ha visto aumentar rápidamente su importancia y sus posesiones. Hoy día, á pesar de algunos florones arrancados á su corona, el Austria estiende su imperio sobre la Lombardía arrebatada á la Italia; sobra la Gallitzia arrancada á la Polonia, á esa Polonia, uno de cuyos hijos salvó á Viena del furor de los turcos; sobre el Tirol; sobre las diversas razas de la Hungría; sobre las razas slavas de la Bohemia; sobre los rudos marineros de la Dalmacia, y sobre los tristes restos de la encantadora Venecia. Poco ha faltado para que en nuestros dias ese dilatado imperio caiga hecho pedazos, y vea desmembrarse uno por uno los estados que lo componen, quedando reducido el soberano de tan vastos dominios, el descendiente de la casa de Hapsburgo, á la pobre herencia del antiguo ducado de Austria. Sobre esto tomamos lo siguiente de una obra que se está publicando hoy en esta córte.
«Antes de ocuparnos del actual emperador de Austria, que ha subido al tronó en nuestros días, es preciso presentar á grandes rasgos, como en un panorama, los notables sucesos que desde 1841 pusieron en conmocion á toda la Europa, amagando hundir la poderosa monarquía, á cuyo frente ha estado durante tantos años Fernando I, tio del emperador reinante, y á los cuales debe su exaltacion al imperio por abdicacion de aquel. Tres sucesos impertantes ocurridos á mediados del año 1847 tenian en espectacion á toda la Europa, y hacian augurar siniestramente sobre la suerte de la misma á los grandes pensadores y políticos de los gabinetes mas distantes del foco del movimiento: era el primero la agitacion en sentido democrático que se notaba en toda la Italia, producida inocentemente por el gefe de la cristiandad desde los primeros dias de su advenimiento á la silla pontificia; era el segundo la violenta agitacion democrática que habia tambien cundido y minado á toda la Confederacion Helvética; era, en fin, el tercero, el estremecimiento, menos ostensible, pero no menos hondo, que como una chispa eléctrica iba apoderándose de varias capitales de Alemania.
»Italia fué la primera que enarboló el estandarte, porque esa nacion era el centro de las cabezas mas volcánicas y de los mas entusiastas corazones; Roma fué el foco, y toda la Italia se convirtió en una inmensa hoguera. Un nombre y un suceso eran la fórmula, la esplicacion de todo aquel movimiento: Pio IX y la reforma. Dos monarcas, acaso mas bien por debilidad que poseidos del espíritu liberal y de progreso del siglo, inscribieron sus nombres junto al del nuevo pontífice, bordado entre laureles en las banderas de los italianos: Cárlos Alberto, rey de Cerdeña, y el gran duque de Toscana Leopoldo II eran esos monarcas. Parma y Módena, contrariadas por sus príncipes, se exasperaron, haciendo arreciar la tormenta con su sed de reformas.
»Milan, oprimida por el férreo brazo del viejo general Radetzki, protestó ingeniosamente y de una manera indirecta contra su intolerable administracion: unas cuantas cajas de té impuestas violentamente á unos sóbrios americanos produjeron la independencia de los Estados Unidos de América; el tabaco, impuesto por el Austria á los milaneses, por poco produce tambien su emancipacion de aquella gran potencia. Radetzki exigia, Milan protestaba; la lucha fué, pues, necesaria: á la ira, á las persecuciones, á los malos tratamientos, á los continuos desmanes y desafueros del feld—mariscal austriaco respondió el pacifico vecindario de Milan con el valor y heroismo dignos de su noble causa, acreditados con su sangre en las calles y en las plazas de su hermosa ciudad; la exasperacion llegó al último grado, siendo esos y posteriores desastres el prólogo del tremendo drama político que ha poco presenció atónita la Europa.
»Los pequeños estados de Alemania correspondieron sucesivamente al movimiento liberal. Wurternberg
Lo mismo sucede á los imperios que á los hombres. Los unos no se elevan sino á fuerza de valor y perseverancia; sin auxilios esteriores, dominan las circunstancias, aun las mas desfavorables, y se mantienen en una posicion ventajosa; otros, por el contrario, por sola su posicion y casi sin esfuerzos, se encuentran como destinados de antemano, y alcanzan al primer salto el mismo puesto á donde los primeros no han podido llegar sino á fuerza de trabajo. Esta es la historia del imperio austriaco. Colocado entre una porcion de la Alemania, la mas atrasada, y la parte mas culta de Europa, designada por las conquistas de Carlo Magno para el cetro imperial, broquel alzado entre la Europa y los osmanlis, y ayudada por todos para resistirles, secundada, sobre todo, por el temor de la Francia, á quien hacia contrapeso en el sistema que despues se ha llamado equilibrio europeo, el Austria ha visto aumentar rápidamente su importancia y sus posesiones. Hoy día, á pesar de algunos florones arrancados á su corona, el Austria estiende su imperio sobre la Lombardía arrebatada á la Italia; sobra la Gallitzia arrancada á la Polonia, á esa Polonia, uno de cuyos hijos salvó á Viena del furor de los turcos; sobre el Tirol; sobre las diversas razas de la Hungría; sobre las razas slavas de la Bohemia; sobre los rudos marineros de la Dalmacia, y sobre los tristes restos de la encantadora Venecia. Poco ha faltado para que en nuestros dias ese dilatado imperio caiga hecho pedazos, y vea desmembrarse uno por uno los estados que lo componen, quedando reducido el soberano de tan vastos dominios, el descendiente de la casa de Hapsburgo, á la pobre herencia del antiguo ducado de Austria. Sobre esto tomamos lo siguiente de una obra que se está publicando hoy en esta córte.
«Antes de ocuparnos del actual emperador de Austria, que ha subido al tronó en nuestros días, es preciso presentar á grandes rasgos, como en un panorama, los notables sucesos que desde 1841 pusieron en conmocion á toda la Europa, amagando hundir la poderosa monarquía, á cuyo frente ha estado durante tantos años Fernando I, tio del emperador reinante, y á los cuales debe su exaltacion al imperio por abdicacion de aquel. Tres sucesos impertantes ocurridos á mediados del año 1847 tenian en espectacion á toda la Europa, y hacian augurar siniestramente sobre la suerte de la misma á los grandes pensadores y políticos de los gabinetes mas distantes del foco del movimiento: era el primero la agitacion en sentido democrático que se notaba en toda la Italia, producida inocentemente por el gefe de la cristiandad desde los primeros dias de su advenimiento á la silla pontificia; era el segundo la violenta agitacion democrática que habia tambien cundido y minado á toda la Confederacion Helvética; era, en fin, el tercero, el estremecimiento, menos ostensible, pero no menos hondo, que como una chispa eléctrica iba apoderándose de varias capitales de Alemania.
»Italia fué la primera que enarboló el estandarte, porque esa nacion era el centro de las cabezas mas volcánicas y de los mas entusiastas corazones; Roma fué el foco, y toda la Italia se convirtió en una inmensa hoguera. Un nombre y un suceso eran la fórmula, la esplicacion de todo aquel movimiento: Pio IX y la reforma. Dos monarcas, acaso mas bien por debilidad que poseidos del espíritu liberal y de progreso del siglo, inscribieron sus nombres junto al del nuevo pontífice, bordado entre laureles en las banderas de los italianos: Cárlos Alberto, rey de Cerdeña, y el gran duque de Toscana Leopoldo II eran esos monarcas. Parma y Módena, contrariadas por sus príncipes, se exasperaron, haciendo arreciar la tormenta con su sed de reformas.
»Milan, oprimida por el férreo brazo del viejo general Radetzki, protestó ingeniosamente y de una manera indirecta contra su intolerable administracion: unas cuantas cajas de té impuestas violentamente á unos sóbrios americanos produjeron la independencia de los Estados Unidos de América; el tabaco, impuesto por el Austria á los milaneses, por poco produce tambien su emancipacion de aquella gran potencia. Radetzki exigia, Milan protestaba; la lucha fué, pues, necesaria: á la ira, á las persecuciones, á los malos tratamientos, á los continuos desmanes y desafueros del feld—mariscal austriaco respondió el pacifico vecindario de Milan con el valor y heroismo dignos de su noble causa, acreditados con su sangre en las calles y en las plazas de su hermosa ciudad; la exasperacion llegó al último grado, siendo esos y posteriores desastres el prólogo del tremendo drama político que ha poco presenció atónita la Europa.
»Los pequeños estados de Alemania correspondieron sucesivamente al movimiento liberal. Wurternberg
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