viernes, noviembre 16, 2007

Viage ilustrado (Pág. 112)

exigió de su rey un parlamento como base de una nueva constitucion, y como garantías políticas, la li­bertad de conciencia y de la prensa, armas para el pueblo, la abolicion de todo privilegio y la garantía especial del trabajo: como consecuencia de estas peticiones, el rey Guillermo decretó en 2 de marzo si­guiente la abolicion de la censura. Los grandes duca­dos de Hesse-Darmstadt y de Baden tenian las mismas exigencias, y entretanto la dieta de Francfort hacia una convocatoria general á los estados alemanes. Dos dias despues de abolida la censura por el rey Guiller­mo, el senado y el burgo—maestre declaraban oficial­mente la libertad de imprenta en Francfort, Wurtemberg, Hesse, Nasau y Baden; mientras que por su parte el rey de Baviera reconocia la república france­sa, y varias ciudades de Prusia elevaban á su sobera­no los deseos de que estaba animado el pueblo y toda la Alemania en favor de la regeneracion, señalándole el rumbo que debia tomar.
»Los recientes sucesos de la capital de Francia, atravesando el Rhin, el Danubio y el Vístula pusieron en conmocion á las Sajonias, Prusia, Austria, Polonia, Hungría y Bohemia. Toda la Alemania se halla­ba en fermentacion, y entre mil opuestos dictámenes y encontradas pretensiones surgió unánimemente un pensamiento político, la reorganizacion del imperio germánico, salvando la unidad alemana bajo la forma de una confederacion libre y poderosa; pero se oponian á estos deseos los soberanos de Prusia y Austria, que de acuerdo con el emperador de Rusia empren­dieron la organizacion de respetables armamentos. A poco el rey de Prusia conocia que se hallaba en la necesidad de variar de marcha política, y brindó á la Confederacion germánica con su mas activa cooperacion, convocando entretanto la dieta de sus estados
»Ya en esto Viena tenia libertad de imprenta y milicia ciudadana, y el Austria habia proclamado la constitucion. En la capital había estallado sublevacion popular, á cuyo frente se hallaban los estudiantes, habiendo quedado por éstos la victoria, y huido para salvar su vida el príncipe de Metternich. Poco despues el reino Lombardo—veneto sacudía con desesperado esfuerzo el pesado yugo de los austriacos; los milaneses se batian como leones, tanto, que á los como dios de una horrorosa lucha, solos 1,000 hombres, valientes hasta la temeridad, arrojaron de todos sus fuertes á 16,000 austriacos, forzándoles á ir á es­conder su ignominia, junto con el viejo Radetzki, á las márgenes del Mincio. Milan recobró entonces su independencia y creó un gobierno provisional. Venecia se muestra hermana de la opulenta Milan, recordando los dias de gloria en que su pabellon ondeaba victorioso en las aguas del Mediterráneo, y se erige en república.
»Recelosos con razon los milaneses por ver ocupado todavía el suelo lombardo por los soldados del Austria, imploraron el socorro de sus hermanos de Italia, y Roma y el Piamonte, y Nápoles y Sicilia con la Toscana les prestaron su apoyo inmediatamente en defensa de la libertad de Italia: todas esas fuerzas marcharon guiadas por un príncipe, el rey Cárlos Al­berto, que al tomar el mando del ejército coaligado recibió la bendicion del pontífice. Presentóse al ene­migo, y tuvo lugar la lucha lo mismo en las márge­nes del Adige y del Nuncio, que bajo las murallas de Mántua y de Verona.
»En el ducado de Posen, en Gallitzia y en Varsovia, como igualmente en las tres Polonias, rusa, aus­triaca y prusiana, proclamaron la nacionalidad polaca, creyendo con esto el emperador de Austria ceñir á sus sienes la corona de Polonia.
»Asi las cosas, vióse el emperador de Austria obligado á destacar considerables fuerzas con el fin de sofocar la insurreccion de los lombardos, y entre tanto la Hungría, emancipándose del yugo austriaco, puso en el caso á la dieta, á los grandes y al mismo duque palatino de buscar un asilo en Viena, estinguió el feudalismo, declaróse independiente del Austria y concluyó por proclamar al archiduque Esteban. Las dietas de los pequeños estados alemanes estaban reunidas á fin de organizar sus respectivos estados, y la general de Francfort se ocupaba en establecer las ba­ses de ha gran confederacion alemana; mas no pu­diendo marchar de acuerdo, no habiendo la menor armonía entre esos estados, porque unos se contenta­ban con la monarquía, mientras los otros proclamaban la república, concluyeron por hostilizarse mútuamente los mismos que anhelaban formar una confederacion.
»Seguia la guerra encendida entre los italianos coligados, á los cuales se habia unido una legion suiza, y los austriacos: hubo varios choques en los campos de Mántua y de Verona y en las riberas del Adige, y al fin los confederados alcanzaron un seña­lado triunfo sobre sus enemigos, haciéndose dueños del importante punto de Pastrengo. Seguía la Alema­nia trabajando por medio de la dieta de Francfort en la constitucion del nuevo imperio germánico, mientras que el emperador de Austria, fiel á su política, hizo llover bombas sin piedad por espacio de dos horas y media sobre la antigua y libre ciudad de Cracovia, desarmó la guardia nacional y lanzó de la ciudad á todos los infelices emigrados polacos. El Austria seguia conmovida con las asonadas populares, en las que re­presentaban el primer papel los estudiantes, viéndose al fin obligado el gobierno á conceder el sufragio uni­versal, y á convocar una asamblea constituyente. De repente un suceso nuevo sorprende los ánimos de los habitantes de la capital de Viena: el emperador Fer­nando I habia desaparecido, y tardó algunos dias en saberse que habia fijado su residencia en Inspruck; Fernando I desarrolló desde el punto de su nueva re­sidencia una gran energía, como lo acredita la órden de clausura que espidió contra la universidad de Vie­na, la que prevenía la disolucion de la borrascosa legion académica, y la invitacion hecha al cuerpo diplomático para que se trasladara á Inspruck. Entre­tanto en Viena fermentaban los ánimos violentamente, viendo el empeño del emperador de continuar en su nueva córte, y habiendo llegado á entender los habitantes de aquella capital que se aproximaban á ella tres regimientos, todo lo cual era infalible presagio de funestos y cercanos disturbios. La estincion de la legion académica y la entrega que ésta hizo de sus ar­ma fué la causa del rompimiento. Por do quiera los estudiantes y los obreros de consuno levantaban barri­cadas, y todos corrian en busca de armas; la guardia nacional llegó á tomar una parte activa, y al fin vi­nieron á las manos el pueblo y la tropa, luchando con encarnecimiento todo un día: los soldados fueron ven­cidos, y el pueblo de Viena vió con orgullo que se accedia á cuanto solicitaba.
»El emperador pensó en regresar á su antigua córte, y lo manifestó á sus pueblos en una proclama, lo cual tuvo efecto entre los vítores de sus súbditos; é

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