jueves, noviembre 08, 2007

Viage ilustrado (Pág. 105)

mo, se toma la lira, y algunos convidados se levantan para bailar; en medio de la alegría y bullicio del festin se coronan de flores y esparcen muchos ramos tam­bien sobre la mesa.
La lira y la guitarra son los instrumentos favoritos de los griegos, y los pastores tocan ademas de estos instrumentos la gaita.
Los griegos tienen al baile tanta aficion como á la música, y como sus antepasados, tienen danzas que recuerdan algunos acontecimientos, donde espresan los sentimientos de que están animados. Sé ve todavía en la Grecia cuadrillas de bailarines cogidos de las manos y corriendo por las calles y los campos, que recuerdan las antiguas danzas que formaban parte del culto público. «Yo he visto, dice un viagero, en la isla de los Príncipes, donde tienen los griegos un pozo comun, reunirse las muchachas para sacar agua y for­mar alrededor de él danzas que acompañaban con el canto; al principio el aire es tierno y pausado, y poco á poco se vuelve vivo y animado; la que dirige la danza, designa el número de figuras y vueltas, cuya variedad es sumamente agradable.»
En las ciudades se observan todavía las fiestas de Céres. Cuando se aproxima el tiempo de la cosecha, van á visitar los campos bailando al son de la lira, y vuelven con la cabeza adornada de algunas espigas que entrelazan en los cabellos. El dia destinado para la cosecha vuelven al campo, tambien bailando y con la hoz colgada á la espalda. El que toca la lira, ento­na un canto, al que responden en coro, y hasta el ruido que produce la hoz cortando el trigo favorece á la armonía de esta música.
Las danzas en honor de Flora se repiten tambien todos los años en la isla de los Príncipes y en otras partes: las mugeres van el día primero de mayo á danzar á la pradera y á coger flores, con las que se adornan de la cabeza á los pies. La que dirige la dan­za, que es siempre mas bonita que las demas, repre­senta á Flora y á la primavera, cuya vuelta anuncia el himno que cantan. Una de las muchachas entona estas palabras: ¡Seais bien venida, ninfa, diosa del mes de mayo! y el coro repite á cada copla: ¡Diosa del mes de mayo! ¡diosa del mes de mayo! La música de este himno es tierna, llena de espresion y de sentimiento, y todo en esta danza pinta los encantos de Flora y las dulzuras de la primavera.
Para aprender estos bailes no se necesita maestro; las madres en el seno de su familia enseñan á sus ni­ños la misma danza que á ellas las enseñaron; ellas bailan con sus hijos, y al mismo tiempo les cantan la historia de que el baile es objeto.
Las islas de la Grecia, ó como decian los antiguos, del Archipielago, ofrecen costumbres no menos inte­resantes que las de la Livadia ó la Morea. Estas islas son numerosas, y los antiguos las dividian en Cycladas y Sporadas; las islas Cycladas ó Circulares son las que forman una especie de círculo alrededor de la isla de Delos, y las Sporadas ó Esparcidas las que están diseminadas lejos de Delos en el Archipiélago. Muchas de ellas no son mas que rocas inhabitadas, y las que tienen habitantes pueden considerarse como desiertas, si se compara su poblacion actual con la del tiempo en que la Grecia gozaba de todo su esplendor.
Las principales son cerca de cuarenta. La mas grande y al mismo tiempo la primera que se presenta por el lado de Europa es Candía, célebre mil trescien­tos años antes de la era cristiana, bajo el nombre de Creta. Esta isla tiene cerca de 60 leguas de longitud y 20 de latitud. En los tiempos de su gloria, cuando las leyes de Minos estaban aun en todo su vigor, contenia hasta cien ciudades. Su posicion parece asegu­rarla el imperio y el comercio del Mediterráneo, es­tando á igual distancia de la Europa, del Asia y del Africa. Algunos de sus puertos son seguros y espaciosos, y sería fácil alli preparar espediciones para estas tres partes del mundo.
El monte Ida, famoso por, el nacimiento de Júpi­ter, no es mas que una cordillera de rocas esteriles, cubiertas de nieve la mayor parte del año Candía, capital de la isla, está en el mismo sitio donde se elevaba en otro tiempo la antigua Heraclea. La muralla que la rodea tiene una legua de circuito, y esta en muy buen estado y defendida por anchos fosos. Esta ciudad, cuando pertenecía á los venecianos era rica, populosa y muy comercial.
Gortyna, ciudad antiquísima, está como á jornada media de Candía, hácia el lado opuesto de la isla y a cinco leguas del mar. Homero habla de ella como de una ciudad poderosa, rodeada de murallas; pero hoy no se puede formar una idea de su pasado esplendor mas que por los montones de ruinas que la cubren. Cerca de ella corre un pequeño rio llamado el Letheo, y en sus alrededores puede visitarse aun el famoso la­berinto, donde Teseo mató al Minotauro. Sigamos á Savary, que penetró en las revueltas de este laberin­to en 1779.
«El camino que conduce desde Gortyna á este liugar memorable, dice, es áspero y escarpado, y nos obligó á subir por espacio de una hora. Nosotros ha­bíamos llevado el hilo de Ariadna, es decir, un bra­mante de 800 metros de longitud, el cual atamos á la puerta, en la que tambien colocamos dos genízaros con órden de no dejar entrar á nadie. Para penetrar en esta tenebrosa mansion, cada uno de nosotros llevaba una gran antorcha. Dos griegos llevaban el ovi­llo de bramante, que desliaban ó recogían segun las circunstancias. Al momento nos estraviamos en dife­rentes calles sin salida, y fué necesario volver otra vez al punto de partida, y al fin encontramos el ca­mino verdadero que está entrando á la derecha. Des­de aquí se sube por un sendero estrecho, teniendo que ir arrastrándose con pies y manos por espacio de unos 100 pasos, á causa de lo bajo de la bóveda. Al cabo de este estrecho conducto el techo se elevó de pronto y pudimos seguir marchando de pie. En medio de las espesas tinieblas que nos rodeaban, de las nu­merosas sendas que por todas partes atraviesan y se cruzan en diferentes sentidos, los dos griegos que ha­bíamos alquilado temblaban de terror, el sudor corría por sus frentes, y no querían avanzar á menos que no fuéramos nosotros delante.
»Las calles que recorrimos tienen ordinariamente de 2 á 3 metros de altura y lo mismo de ancho. Todas son talladas á cincel en la roca, cuyas piedras, de un pardo oscuro, están colocadas en capas horizontales. En algunos sitios enormes pedazos de estas piedras, medio desprendidos de la bóveda, parecen próximos á caerse, y era necesario arrastrarse para pasar por debajo, con peligro de ser aplastados por su caida. Los terremotos, tan frecuentes en la isla de Creta, son sin duda los que han ocasionado estos es­tragos.
»Después de habernos paseado largo tiempo en la espantosa cueva del Minotauro, llegamos á la estre—

1 comentario:

Francisco Méndez S. dijo...

Hola: excelente tu relato viage ilustrado, muy ameno e ilustrativo. Debo confesar que no lo he leido todo, ya que apenas hoy descubrí tu blog, pero lo que he leido me gustó.
Saludos