Pero entre todos descuella el padre Juan de Mariana, el primero que se atrevió á escribir una historia general de España, y cuyo sobresaliente mérito exige una especial mención. Mariana, que nació en 1586 y falleció en 1623, consagró su dilatada vida de ochenta y tres años á estudios graves, filosóficos é históricos, Mariana escribió su famoso tratado De rege el regis institutione que fué quemado por el parlamento de París: ademas un tratado sobre la alteración de la moneda, y algunas otras obras; pero la que levantó mas alto su nombre es la Historia general de España. Escribió este libro primitivamente en latin y lo tradujo después al castellano, por temor, como él dice, de que la traducción se hiciese por personas poco versadas. No juzgaremos este trabajo filosóficamente, porque Mariana lo hizo con arreglo al espíritu de su época: diremos únicamente que su estilo es sencillo y magestuoso á un tiempo mismo, y su dicción tiene propiedad y vigor. Sin embargo, peca de falta de exactitud en las descripciones, de difuso en la pintura de los caracteres, y de prolijidad y afectación en las arengas que pone en boca de los personages. Como quiera, y á pesar de sus defectos, lo colosal de la obra que acometió y llevó á cabo, le eleva por encima de todo y justifica el título que mereció de príncipe de los historiadores. Pero aunque en menor escala y en empresas de menos aliento que la de Mariana, florecieron historiadores de mérito quizás superior; tales son don Francisco Manuel de Melo, autor de la Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña en tiempo de Felipe IV; don Diego Hurtado de Mendoza, autor de la Historia de la guerra contra los moriscos de Granada, y don Francisco de Moncada, que escribió la Espedicion de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos. Sentimos que no nos sea dado detenernos á juzgar á estos escritores como su mérito lo exige: diremos, sin embargo, que bajo el punto de vista del estilo, no tienen rival en su tiempo, habidas en cuenta las dotes que distinguen á cada una. Después de estos merecen ser nombrados don Antonio Solis, autor de la Historia de la conquista, población y progresos de la América Septentrional, conocida con el nombre de Nueva España, obra que se señala por su lenguaje florido, y por las galas de imaginación. Verdad es que aun en este concepto tiene faltas; pero debemos admirar que no sean mas en número, si atendemos á que Solís la escribió en el reinado de Carlos II, época de completa degeneración literaria. Citaremos, por último, á Pedro Megia, á Carlos Coloma, á Diego Perez de Hita, á Sandoval por su Historia de Carlos V; á Gil Gonzalez Davila, por la de Felipe III, á Gonzalo Céspedes y Meneses, por la de Felipe IV, escusándonos de añadir mas nombres á esta lista, que podríamos prolongar mucho. Todos estos escritores florecieron en los siglos XVI y XVII, tan célebres para España bajo todos aspectos. En el siglo XVIII, siglo de sin igual atonía literaria, cultivaron, sin embargo, la prosa con mas ó menos buen éxito, varios escritores, entre los cuales nos haremos cargo de los mas importantes. El marqués de San Felipe escribió sus Comentarios de la guerra de sucesión. Esta obra se lee con gusto por la animación y vida con que se refieren los hechos, y aunque tiene defectos de estilo y es bastante incorrecta, agrada y entretiene. Don Diego Torres de Villaroel, escribió sus Sueños, alcanzaron gran boga en su tiempo, pero cuyo mal gusto les condenó al olvido muy pronto. El monge benedictino fray Benito Gerónimo Feijóo, fué un escritor muy laborioso é instruido, y en su Teatro crítico como en sus Cartas eruditas, se elevó sobre las preocupaciones de su época. Sus escritos, que entonces admiraban por la novedad, y que indudablemente poseían un mérito relativo, no tienen hoy valor á nuestros ojos ni por el fondo ni por la forma. El jesuita José Francisco de Isla, escritor satírico, publicó varios escritos, contándose principalmente entre ellos la novela titulada Fray Gerundio de Campazas, obra escrita con gracia y chiste, aunque algo pesada. Finalmente, se distinguieron entre los progresistas del siglo XVIII don José Cadalso con sus Eruditos á la violeta; don Gregorio Mayans y Sisear: Forner con su Oración apológica por la España; el padre Flores por su España sagrada; Campomanes, Cabarrus, Jovellanos y otros por varios escritos muy estimables. En lo que llevamos del presente siglo, han aparecido buenas obras en prosa: nos limitaremos á citar Los varones de Castilla, por Quintana; Hernan Perez del Pulgar, por Martinez de la Rosa; la Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, por Toreno, absteniéndose de mencionar otros por los motivos que indicamos en otro lugar.
Después de la precedente reseña de nuestra literatura estética en verso y prosa, debemos añadir para terminar este cuadro breves indicaciones sobre el cultivo de los varios ramos del saber, ó sea sobre la literatura científica. Fuerza es confesar, que si la España puede presentar modelos de literatura que sostengan el paralelo con los demas pueblos de Europa y que hasta eclipsen á la mayor parte de ellos, no sucede asi en orden á las ciencias, las cuales por causas que sería muy prolijo aducir, merecieron menos atención de nuestros talentos. Prescindiendo de la época goda, en la que floreció San Isidoro y otros eclesiásticos distinguidos por su saber, asi como de la época de la reconquista, en la que si bien los árabes cultivaron las ciencias y artes, los españoles ocuparon la mayor parte de su vitalidad en el trabajo de la reconquista, nos fijaremos en los tiempos en que ya llevados de vencida los árabes, pudo España con mas sosiego crear sus establecimientos de enseñanza científica.
En el ramo de la filología poseemos menos notables que otros pueblos, porque como dejamos dicho atrás, conservaron nuestros mayores tal apego al latin, como lengua científica, que embarazó el desenvolvimiento de nuestro idioma patrio. Entre los sabios que se distinguieron en el siglo XVI en este ramo, se encuentran Antonio de Nebrija, conocedor profundo de las lenguas antiguas: Luis Vives, muerto en 1540, autor de importantísimas obras, y entro ellas de una colección muy erudita, titulada De disciplina, Libri XX, y Agustín de Zaragoza, obispo de Tarragona. En los siglos sucesivos se distinguen el padre Sanchez, catedrático de Salamanca; el jesuita La Cerda, los cuales hicieron utilísimos estudios en las lenguas, y sobre todo en la latina. Después Azara, Campomanes, Casiri, Velazquez, Castro, Valbuena y otros. En el siglo presente han tomado mucho vuelo estos estudios, y los nombres de Salvá, Hermosilla, Quintana, Gayangos y otros mas modernos que pudiéramos citar, son una prueba de los últimos adelantos.
Los ramos del saber mas cultivados en España han sido la teología y la jurisprudencia. En cuanto á la
Después de la precedente reseña de nuestra literatura estética en verso y prosa, debemos añadir para terminar este cuadro breves indicaciones sobre el cultivo de los varios ramos del saber, ó sea sobre la literatura científica. Fuerza es confesar, que si la España puede presentar modelos de literatura que sostengan el paralelo con los demas pueblos de Europa y que hasta eclipsen á la mayor parte de ellos, no sucede asi en orden á las ciencias, las cuales por causas que sería muy prolijo aducir, merecieron menos atención de nuestros talentos. Prescindiendo de la época goda, en la que floreció San Isidoro y otros eclesiásticos distinguidos por su saber, asi como de la época de la reconquista, en la que si bien los árabes cultivaron las ciencias y artes, los españoles ocuparon la mayor parte de su vitalidad en el trabajo de la reconquista, nos fijaremos en los tiempos en que ya llevados de vencida los árabes, pudo España con mas sosiego crear sus establecimientos de enseñanza científica.
En el ramo de la filología poseemos menos notables que otros pueblos, porque como dejamos dicho atrás, conservaron nuestros mayores tal apego al latin, como lengua científica, que embarazó el desenvolvimiento de nuestro idioma patrio. Entre los sabios que se distinguieron en el siglo XVI en este ramo, se encuentran Antonio de Nebrija, conocedor profundo de las lenguas antiguas: Luis Vives, muerto en 1540, autor de importantísimas obras, y entro ellas de una colección muy erudita, titulada De disciplina, Libri XX, y Agustín de Zaragoza, obispo de Tarragona. En los siglos sucesivos se distinguen el padre Sanchez, catedrático de Salamanca; el jesuita La Cerda, los cuales hicieron utilísimos estudios en las lenguas, y sobre todo en la latina. Después Azara, Campomanes, Casiri, Velazquez, Castro, Valbuena y otros. En el siglo presente han tomado mucho vuelo estos estudios, y los nombres de Salvá, Hermosilla, Quintana, Gayangos y otros mas modernos que pudiéramos citar, son una prueba de los últimos adelantos.
Los ramos del saber mas cultivados en España han sido la teología y la jurisprudencia. En cuanto á la
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