viernes, julio 02, 2010

Viage ilustrado (Pág. 482)

diez años ó sea hasta 1615, pocos meses, antes de su muerte. Ningún libro de su género ha alcanzado mas general y duradera fama que el Quijote. Otras obras merecieron aplausos en su tiempo para ser después condenadas al olvido: el Quijote, como espresion de lo que hay permante y fijo en la naturaleza del hombre y de la sociedad, como todas las obras artísticas fundadas sobre la verdad invariable, no ha desmerecido de su crédito á través de los años y de las geneciones, porque Cervantes ni fué imitador, ni se dejó influir por el espíritu pasagero de su época, sino que consultando á la naturaleza y cediendo á su propia inspiración, espresó la verdad y la belleza en si mismas. Por eso en su libro se encuentra manejada la fábula en todas sus variedades, desde lo mas quimérico hasta lo mas positivo y vulgar: en él se encuentran puestas en juego todas las pasiones: en él se hallan los mas altos principios de moral y de filosofía; en él se retratan todas las clases y todos los géneros de vida. Por eso no hay nadie que no encuentre pábulo en su lectura. En cuanto á la intención de la obra, asunto de que tanto se han ocupado los críticos, no aceptaremos la que muchos exagerados entusiastas han atribuido á su autor; porque sabemos que el genio obra por impulso mas que por conciencia reflexiva, y que acaso sin saberlo formula y espresa las necesidades de la sociedad. El estilo del Quijote es admirable, y sin sus encantos no hubiera podido este libro conservar siempre vivo el entusiasmo con que se lee. A pesar de ser tan vulgarmente conocido, citaremos algún trozo como muestra.
Tomemos el de la aventura de los carneros.
«En estos coloquios iban don Quijote y su escudero, cuando vió don Quijote que por el camino que iban venia hacia ellos una grande y espesa polvareda, y en viéndola se volvió á Sancho y le dijo: este es el dia, oh Sancho, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte: este es el dia, digo, en que se ha de mostrar tanto como en otro alguno el valor de mi brazo, y en el que tengo de hacer obras que queden escritas en el libro de la fama por lodos los venideros siglos. ¿Ves aquella polvareda que alli se levanta, Sancho? pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército de diversas é innumerables gentes que alli vienen marchando. —A esa cuenta dos deben de ser, dijo Sancho, porque de esta parte contraria se levanta asi mesmo otra semejante polvareda. Volvió á mirarlo don Quijote y vio que asi era la verdad, y alegrándose sobre manera, pensó sin duda alguna que eran dos ejércitos que venian á embestirle... Y con tanto ahinco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho lo vino á creer y á decirle:—Señor , ¿pues qué hemos de hacer nosotros?—¿Qué? dijo don Quijote, favorecer y ayudar á los menesterosos y desvalidos: y has de saber, Sancho, que este que viene por nuestro frente, le conduce y guia el grande emperador Alifanfarron, señor de la grande isla Trapobana: este otro que á mis espaldas marcha, es el de su enemigo, el rey de los garamantas, Pentapolin, etc.»
Ademas del Quijote escribió Cervantes su Viage al Parnaso, Persiles y Segismunda, Galatea, que ya hemos mencionado, las Semanas del jardin, El Bernardo, y las Novelas ejemplares. A propósito de estas, dice el señor Gil de Zarate en la obra que antes citamos, lo siguiente: «Cervantes, durante el discurso de su azarosa vida, había observado las costumbres de los diferentes paises á donde la suerte le condujo y presenciado una infinidad de sucesos que inflamaban su fantasía: su pluma, aunque tanto tiempo ociosa, no lo estuvo á tal punto que no trasladase al papel pinturas fieles de aquellas costumbres, rápidos bosquejos de las aventuras que presenciaba, ó de las invenciones que los sucesos le inspiraban. Ya en avanzada edad reunió estos materiales y dio á luz con ellos doce novelas que llamó ejemplares, las primeras de su género que se publicaron en España originales, y que son todavía las mejores, á pesar de haber sido imitadas por grandes escritores como Lope, Montalvan, Tirso, Solorzano y otros. Con efecto, las novelas son de lo mas bello que ha salido de la pluma de Cervantes; invención, interés, caracteres bien diseñados, descripciones magníficas, crítica amena, variedad suma, lenguaje inimitable, todo se encuentra en ellas; ya en La gitanilla de Madrid presenta un cuadro animado de esta raza particular y que tanto ha abundado en España: ya en Rinconete y Cortadillo describe las costumbres de los ladrones de Sevilla; ya en los perros Cipion y Berganza critica los engaños y arterías de las brujas y hechiceras; ya en El licenciado Vidriera se burla de otras preocupaciones de diferentes especies; ya, en fin, remontándose mas, refiere interesantes sucesos de amores en El amante liberal, La fuerza de la sangre y La española inglesa. A pesar de que muchas de estas historias han perdido la novedad que al tiempo de su publicación tendrían, se leen con placer, debiendo su principal atractivo á los encantos del estilo.»
Basta del género novelesco. Y para concluir este cuadro de la literatura estética haremos mérito rápidamente de los principales escritores en diferentes géneros. La naturaleza de este artículo nos forzará á limitarnos á una brevísima reseña de los mas notables. Como escritores moralistas y críticos antes del siglo XVIII, debemos mencionar á Palacios Rubios, Fernán Perez de Oliva, Francisco Cervantes de Salazar, Fray don Antonio de Guevara; Pedro de Rhua, que fué conocido con el nombre del bachiller Rhua; Luis Megia, y Francisco de Villalobos; y en mas elevada escala á Antonio Perez, el secretario de Felipe II, famoso ya como político, aunque no lo fuese como escritor, al mismo Quevedo, de quien hemos hablado repetidas veces: á don Diego de Saavedra Fajardo, tan conocido por sus Empresas políticas y por su República literaria; al venerable maestro don Juan de Avila, escritor sagrado de conciencia y de verdad; á Fray Luis de Granada, príncipe de la elocuencia religiosa, y cuyas Meditaciones son una obra de relevante mérito: á Fray Luis de Leon, que no solo cultivó el verso sino también la prosa, como se ve en los Nombres de Cristo y otras obras; á San Juan de la Cruz: al padre Malón de Chaide; á Santa Teresa de Jesús, no menos admirable como escritora que como muger, y cuyas obras: El discurso de la vida, El camino de perfección, El Libro de las fundaciones y El castillo interior revelan su alma ardiente y elevada: y á Fray Diego de Estella, escritor erudito, aunque difuso á veces, autor de la Vanidad del mundo y de algunos otros trabajos, absteniéndonos de citar á otros muchísimos. Como escritores notables por su estilo en el género histórico, han florecido entre otros, Ambrosio de Morales, Flavian de Ocampo, Esteban de Garibay, Gerónimo Zurita, autor de los Anales históricos de la corona de Aragón,

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