miércoles, marzo 18, 2009

Viage ilustrado (Pág. 370)

del sensualismo y del escolaticismo. Pero siendo el objeto de este arículo dar una idea de la filosofía escocesa, y concretada esta, en el actual plan de estudios de las universidades de aquel pais, en las opiniones de Bugald Stewart, no desempeñaríamos cumplidamente nuestro propósito sino nos detuviésemos en las que le son mas peculiares, y las que mas señaladamente distinguen la escuela que ha fundado de todas las que han dominado en las aulas de Europa. Entren ellas merece una mención particular su análisis de la abstracción, porque le da lugar á examinar la ruidosa cuestión de las ideas generales, problema que dividió á los escolásticos en realistas y nominales, y que ocupó la atención de los sabios durante toda la edad media. ¿Cuál es la naturaleza de la idea qué corresponde á un término general? Cuando pienso en un objeto particular que he percibido antes, como tal persona, tal árbol, tal montaña, puedo comprender lo que se entiende por pintura ó representación de aquellos objetos, y por tanto, en estos casos la teoría de fantasmas ó representaciones, ya que no sea satisfactoria, es á lo menos inteligible. Pero ¿cómo puede aplicarse ésta esplicacion á la operación que ejerzo cuando empleo las voces amigo, árbol y montaña como términos genéricos? Aquí no hay imágenes, ni fantasmas, porque no hay individuos, y por consiguiente, lo que está entonces presente á mi espíritu, no puede ser imagen ni representación; debe ser una cosa muy distinta. Los platónicos, y antes que ellos, los pitagóricos, pensaron que aunque estas ideas universales no están copiadas de objetos perceptibles por los sentidos, tienen sin embargo una existencia independiente del alma humana, y no deben confundirse con el entendimiento en que se representan, como las cosas esternas no deben confundirse con los sentidos que reciben sus impresiones; que, como todos los individuos que componen un genero deben poseer algo en comun, y que por está sola circunstancia reciben un mismo nombre, este algo comun forma la idea de cada uno, y es el objeto del entendimiento cuando piensa en el género. Decian también que la idea comun á pesar de su union inseparable con una muchedumbre de individuos diferentes, es, en sí misma, una é indivisible. En la mayor parte de estos puntos, la filosofía de Aristóteles parece haber coincidido con la de Platón. Sin embargo, el lenguaje que estos dos filósofos emplearon es diferente, y da á sus doctrinas el aspecto de mayor diversidad que la que realmente existe entre ellas. Mientras Platón, dejándose llevar por su amor á lo maravilloso, insistía en la incomprensible union de la esencia ó idea en un número de individuos, sin multiplicación ni separación, Aristóteles, mas cauto y deseoso de esplicar con mas exactitud, se contentaba con decir que todos los individuos se componen de materia y forma, y la circunstancia que los hace pertenecer al mismo género es la posesión de la misma forma. Pero los dos filósofos convenían en que, como la materia ó la naturaleza individual de los objetos se percibe por los sentidos, asi la idea general, ó la esencia, ó la forma, se percibe por el entendimiento, y que si la primera es la que mas generalmente llama la atención del vulgo, la segunda es el objeto de las meditaciones del sabio. Ademas de esto, Platón sostenía que las ideas de las formas de todas las cosas existen desde ab eterno, y que estas ideas son los ejemplos ó modelos de todas las cosas creadas, mientras que Aristóteles enseñaba, que aunque la materia puede existir sin forma, la forma no puede existir sin materia. Los estóicos se apartaban de estos sistemas, y esplicaban las ideas universales de un modo muy semejante al de los nominales de tiempos posteriores, Los eclécticos de la escuela de Alejandría, procuraron conciliar las opiniones de los platónicos y de los aristotélicos, pero inutilizadas estas tentativas, abandonaron la empresa, y se contentaron con estudiar y perfeccionar las clasificaciones de los universales que habian hecho de los antiguos, sin empeñarse en discusiones metafísicas acerca de su naturaleza. Porfirio, con especialidad, aunque nos dice que ha trabajado mucho en el asunto, en su introducción á la Categoría de Aristóteles, confiesa que es materia demasiado difícil y oscura, y se niega á responder á esta pregunta, que encierra en sí toda la sustancia del problema. «Si los géneros y las especies existen en la naturaleza, ó son solamente concepciones del alma, y, dado que existan en la naturaleza, si son inherentes á los objetos de los sentidos ó están separados de ellos.» Este pasage de Porfirio es, según nuestro autor, una gran curiosidad, pues por una singular reunion de circunstancias ha servido á perpetuar una controversia que el autor quería desterrar de la region de la filosofía, como perfectamente ilusoria é inútil. En medio de los desórdenes producidos por las irrupciones de los bárbaros, el conocimiento de la lengua griega desapreció casi enteramente del uso común, y los estudios de los filósofos se redujeron á las versiones latinas de dialética de Aristóteles, y á la introducción ya mencionada de Porfirio. En hombres aficionados á sutilezas y cuestiones intrincadas, es probable que ya el citado pasage de aquel filósofo contribuiría mas bien á escitar que á enfriar la curiosidad, y el resultado fué que la controversia á que se refiere fué el asunto favorito de la discusión escolástica por espacio de siglos. La opinion predominante fué que los universales no existen antes ni después de las cosas, sino con ellas: esto es, que las ideas universales no tienen una existencia separada de la de los objetos; que no son concepciones del alma, como decian los estóicos, sino que están desde la eternidad inseparablemente unidas con la materia de que los objetos están formados. Tal fué la teoría generalmente recibida hasta el siglo XI: entonces Roscelino alzó el estandarte de la revolución contra el escolasticismo y lo atacó en su cuartel general, que era la doctrina de los universales, dando de este fenómeno mental una esplicacion que propagó por toda Europa, con gran éxito, el célebre Pedro Abelardo. Asi se dividieron los sabios en dos campos hostiles. Los partidarios de la antigua teoría se llamaron realistas, porque creían que las ideas universales eran cosas, y los de la moderna nominalistas, porque creian que eran nombres. Dugald Stewart se adhiere á esta opinion, pero su modo de resolver el problema es muy diverso del que adoptaron los discípulos de Roscelino.
Sabido es que los nombres comunes fueron en su origen nombres propios; que el primero que llamó á cierta producción de la naturaleza árbol, determinó el primer individuo de esta clase que se presentó á sus ojos, y que si luego dio el mismo nombre á otro individuo, fué porque halló cualidades que eran comunes á uno y a otro. El nombre común ó genérico no es, pues, otra cosa que la designación de una ó muchas cualidades comunes á un número mayor ó menor de individuos. Infiérese de aquí, que con respecto á los individuos del mismo género hay dos clases de

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