los trámites de este fenómeno son igualmente incomprensibles: pero esto poco que sabemos de ellos, basta para poder asegurar que lo que el entendimiento percibe es el objeto mismo, y no una tercera entidad, llámese imagen ó como quiera, colocada entre el cuerpo y el entendimiento.
Pero si el doctor Reíd se muestra tan reservado y prudente en la cuestión de las causas, no se manifiesta menos indagador y laborioso en el análisis de los efectos, y seguro en un terreno firme como el que le presentan los hechos, sabe inventarlos con la mayor exactitud, seguir su encadenamiento y descubrir el influjo que ejercen unos en otros. La historia que triza del fenómeno de la percepción es como la que podría trazar un fisiólogo de uno de los fenómenos de nuestra organización física. Vamos á bosquejarla con la posible concision.
La sensación y la percepción de los objetos esteriores por los sentidos, se miran generalmente como un hecho solo y único, siendo en efecto dos hechos diversos. En el uso ordinario de la vida no se cree necesario distinguirlos, y los sistemas de filosofía propenden á confundir uno con otro. Proviene este error de la insuficiencia del lenguaje. Como nos servimos ordinariamente de la misma espresion para designar la percepción y la sensación, nos inclinamos á creer que son dos cosas de la misma naturaleza. Estas dos frases, por ejemplo, siento un dolor, veo un árbol, son muy diferentes: la primera designa una sensación, y la segunda una percepción. El análisis gramatical de ambas es el mismo, porque se componen de un verbo activo y de un régimen. Sin embargo, si consideramos las cosas que significan, encontraremos que, en la primera, la distinción, no es real, sino gramatical, y que en la segunda, la distinción es gramatical y real. La espresion siento un dolor, da á entender que el acto de sentir no es lo mismo que lo que se siente, y en realidad no hay tal diferencia. La espresien pensar un pensamiento seria absurda, porque no significaría mas que el verbo pensar. Del mismo modo sentir un dolor, no significa mas que estar dolorido. Lo que decimos del dolor, debe aplicarse á todos los hechos psicológicos que no son mas que sensaciones. Es muy difícil esplicar esta doctrina con ejemplos, porque hay muy pocas de nuestras sensaciones que tengan nombres especiales, y todas las que los tienen se confunden generalmente con la cosa que designan, y con la cual tienen cierta conexión. Sin embargo, cuando reflexionamos en la sensación sola y aislada, cuando la separamos de las otras cosas con que se liga en nuestra imaginación, nos parece que no puede existir sino en un ser que siente, y que no puede distinguirse del acto del espíritu por el cual se siente. La percepción, al contrario, tiene un objeto distinto y separado del acto por el cual el objeto es percibido y este objeto puede existir, percíbase ó no se perciba. Estas dos cosas, no solo se distinguen entre sí, sino que son de una naturaleza absolutamente diversa. Percibo un árbol: en este hecho hay dos cosas, el objeto perciba el acto en virtud del cual se percibe. El objeto se compone de un tronco, de ramas y de follage, y el acto del espíritu carece de todas estas cosas. Tengo el convencimiento íntimo de este acto de mi espíritu, y puedo fijar en él mi atención; pero es demasiado sencillo para poder ser analizado, y no hallo espresiones que le sean propias y convenientes. Nada veo que se le parezca, sino es el recuerdo del árbol: pero este recuerdo no es la percepción misma. Sé que en el recuerdo no hay presencia del objeto; sé que la percepción encierra dos cosas: la concepción de la forma ó figura del objeto, y la persuasion íntima de su existencia presente; sé ademas que esta persuasion no nace de una argumentación sutil, ni de un raciocinio profundo, sino que es un efecto inmediato de mi constitucion actual.
No solamente se distingue la percepción de la sensación, sino también del conocimiento de las cosas sensibles que adquirimos por medio del raciocinio. La percepción no raciocina: la persuasion que nos inspira, y que siempre le acompaña, es simplemente efecto del instinto. Pero hay muchas cosas en los objetos sensibles, que podemos inferir del que estamos percibiendo Estas inferencias sacadas por el raciocinio, deben distinguirse de lo que es pura y simplemente percibido. Percibo la luna redonda, del mismo modo exactamente que la percibe un pastor: pero después de haber reflexionado sobre todas sus apariencias, infiero que es esférica, lo cual ya no es efecto de la percepción simple, sino de la reflexion. La simple percepción es con respecto á las consecuencias sacadas por la razón, lo que los axiomas matemáticos son con respecto á las proposiciones. No puedo demostrar que dos cantidades iguales á una tercera son iguales entre sí, como no puedo demostrar que este árbol que estoy mirando tenga una existencia real. Pero por la constitución de mi naturaleza, siento que este axioma me arrastra y me fuerza á darle mi asentimiento, y que, por las mismas leyes, la percepción de un árbol encierra en sí de tal modo la persuasion de su existencia que no puedo negarme á creerla. Todo raciocinio se funda en un principio. Los primeros principios del raciocinio matemático, son los axiomas y las definiciones, y los primeros principios de todos nuestros raciocinios acerca de las existencias del mundo esterior, son las percepciones. Los primeros principios de toda especie de raciocinio son dones de la naturaleza, y su autoridad es igual á la de la razón: asi, pues, no es estraño que se sustraigan al examen, y que se burlen de todas las sutilezas de la lógica. ¿Por qué damos entera fé á una consecuencia bien sacada de las premisas? Lo ignoramos. ¿Por qué nos fiamos á las percepciones? Lo ignoramos igualmente.
Tal es la esplicacion queda el doctor Reíd del acto de la percepción: veamos ahora su opinion sobre el modo de proceder de la naturaleza en este acto. La percepción, ya lo hemos visto, no raciocina. Sin embargo, la naturaleza ha querido que se verifique por ciertos instrumentos y medios que intervienen entre el objeto y la percepción, y estos medios son los que determinan y regularizan todas nuestras percepciones. Primeramente, si el objeto no toca inmediatamente el órgano del sentido, v si no hay entre ellos un punto de contacto, es preciso que haya algo que los separe. Por consiguiente, los rayos de la luz en la vision, las vibraciones de un aire elástico en el oido, las emanaciones de las partículas olorosas en el olfato, deben pasar del objeto al órgano, sin lo cual no habria percepcion. En segundo lugar, es preciso que reciba una acción o una impresión, por la aplicacion inmediata, ya del objeto, ya de ese algo que se encuentra entre uno y otro. En tercer, los nervios que salen del cerebro y van á parar al órgano, deben también recibir una cierta impresión, que será escitada por la misma que el que el órgano ha recibido, y los ner–
Pero si el doctor Reíd se muestra tan reservado y prudente en la cuestión de las causas, no se manifiesta menos indagador y laborioso en el análisis de los efectos, y seguro en un terreno firme como el que le presentan los hechos, sabe inventarlos con la mayor exactitud, seguir su encadenamiento y descubrir el influjo que ejercen unos en otros. La historia que triza del fenómeno de la percepción es como la que podría trazar un fisiólogo de uno de los fenómenos de nuestra organización física. Vamos á bosquejarla con la posible concision.
La sensación y la percepción de los objetos esteriores por los sentidos, se miran generalmente como un hecho solo y único, siendo en efecto dos hechos diversos. En el uso ordinario de la vida no se cree necesario distinguirlos, y los sistemas de filosofía propenden á confundir uno con otro. Proviene este error de la insuficiencia del lenguaje. Como nos servimos ordinariamente de la misma espresion para designar la percepción y la sensación, nos inclinamos á creer que son dos cosas de la misma naturaleza. Estas dos frases, por ejemplo, siento un dolor, veo un árbol, son muy diferentes: la primera designa una sensación, y la segunda una percepción. El análisis gramatical de ambas es el mismo, porque se componen de un verbo activo y de un régimen. Sin embargo, si consideramos las cosas que significan, encontraremos que, en la primera, la distinción, no es real, sino gramatical, y que en la segunda, la distinción es gramatical y real. La espresion siento un dolor, da á entender que el acto de sentir no es lo mismo que lo que se siente, y en realidad no hay tal diferencia. La espresien pensar un pensamiento seria absurda, porque no significaría mas que el verbo pensar. Del mismo modo sentir un dolor, no significa mas que estar dolorido. Lo que decimos del dolor, debe aplicarse á todos los hechos psicológicos que no son mas que sensaciones. Es muy difícil esplicar esta doctrina con ejemplos, porque hay muy pocas de nuestras sensaciones que tengan nombres especiales, y todas las que los tienen se confunden generalmente con la cosa que designan, y con la cual tienen cierta conexión. Sin embargo, cuando reflexionamos en la sensación sola y aislada, cuando la separamos de las otras cosas con que se liga en nuestra imaginación, nos parece que no puede existir sino en un ser que siente, y que no puede distinguirse del acto del espíritu por el cual se siente. La percepción, al contrario, tiene un objeto distinto y separado del acto por el cual el objeto es percibido y este objeto puede existir, percíbase ó no se perciba. Estas dos cosas, no solo se distinguen entre sí, sino que son de una naturaleza absolutamente diversa. Percibo un árbol: en este hecho hay dos cosas, el objeto perciba el acto en virtud del cual se percibe. El objeto se compone de un tronco, de ramas y de follage, y el acto del espíritu carece de todas estas cosas. Tengo el convencimiento íntimo de este acto de mi espíritu, y puedo fijar en él mi atención; pero es demasiado sencillo para poder ser analizado, y no hallo espresiones que le sean propias y convenientes. Nada veo que se le parezca, sino es el recuerdo del árbol: pero este recuerdo no es la percepción misma. Sé que en el recuerdo no hay presencia del objeto; sé que la percepción encierra dos cosas: la concepción de la forma ó figura del objeto, y la persuasion íntima de su existencia presente; sé ademas que esta persuasion no nace de una argumentación sutil, ni de un raciocinio profundo, sino que es un efecto inmediato de mi constitucion actual.
No solamente se distingue la percepción de la sensación, sino también del conocimiento de las cosas sensibles que adquirimos por medio del raciocinio. La percepción no raciocina: la persuasion que nos inspira, y que siempre le acompaña, es simplemente efecto del instinto. Pero hay muchas cosas en los objetos sensibles, que podemos inferir del que estamos percibiendo Estas inferencias sacadas por el raciocinio, deben distinguirse de lo que es pura y simplemente percibido. Percibo la luna redonda, del mismo modo exactamente que la percibe un pastor: pero después de haber reflexionado sobre todas sus apariencias, infiero que es esférica, lo cual ya no es efecto de la percepción simple, sino de la reflexion. La simple percepción es con respecto á las consecuencias sacadas por la razón, lo que los axiomas matemáticos son con respecto á las proposiciones. No puedo demostrar que dos cantidades iguales á una tercera son iguales entre sí, como no puedo demostrar que este árbol que estoy mirando tenga una existencia real. Pero por la constitución de mi naturaleza, siento que este axioma me arrastra y me fuerza á darle mi asentimiento, y que, por las mismas leyes, la percepción de un árbol encierra en sí de tal modo la persuasion de su existencia que no puedo negarme á creerla. Todo raciocinio se funda en un principio. Los primeros principios del raciocinio matemático, son los axiomas y las definiciones, y los primeros principios de todos nuestros raciocinios acerca de las existencias del mundo esterior, son las percepciones. Los primeros principios de toda especie de raciocinio son dones de la naturaleza, y su autoridad es igual á la de la razón: asi, pues, no es estraño que se sustraigan al examen, y que se burlen de todas las sutilezas de la lógica. ¿Por qué damos entera fé á una consecuencia bien sacada de las premisas? Lo ignoramos. ¿Por qué nos fiamos á las percepciones? Lo ignoramos igualmente.
Tal es la esplicacion queda el doctor Reíd del acto de la percepción: veamos ahora su opinion sobre el modo de proceder de la naturaleza en este acto. La percepción, ya lo hemos visto, no raciocina. Sin embargo, la naturaleza ha querido que se verifique por ciertos instrumentos y medios que intervienen entre el objeto y la percepción, y estos medios son los que determinan y regularizan todas nuestras percepciones. Primeramente, si el objeto no toca inmediatamente el órgano del sentido, v si no hay entre ellos un punto de contacto, es preciso que haya algo que los separe. Por consiguiente, los rayos de la luz en la vision, las vibraciones de un aire elástico en el oido, las emanaciones de las partículas olorosas en el olfato, deben pasar del objeto al órgano, sin lo cual no habria percepcion. En segundo lugar, es preciso que reciba una acción o una impresión, por la aplicacion inmediata, ya del objeto, ya de ese algo que se encuentra entre uno y otro. En tercer, los nervios que salen del cerebro y van á parar al órgano, deben también recibir una cierta impresión, que será escitada por la misma que el que el órgano ha recibido, y los ner–
No hay comentarios:
Publicar un comentario