La série de raciocinios y de inducciones con las cuales el autor destruye la teoría qué se propone combatir, está considerada en él dia como una obra maestra de lógica y sutileza. El autor examina el modo de obrar de los sentidos uno á uno, y en todos ellos describe la imposibilidad de que sirvan de conductores á otra cosa que no sea la conmoción nerviosa. Pero ¿en qué se parece este hecho puramente fisiológico al objeto que le promueve? Si el objeto del pensamiento es una imagen del cuerpo de que procede, entonces todos los cuerpos están continuamente despidiendo sus propias imágenes, y estas vagan en él espacio, como las partículas del vapor ó como los fluidos impalpables de de que se compone el aire atmosférico. Millones de hombres ven, en una noche clara, el disco de la luna: luego el astro ha lanzado de sí millones de imágenes de su forma, de su color y de su figura, y ademas otros millones de imágenes capaces de ser vistas por otros millones de hombres que estuviesen presentes. Este absurdo no es una inferencia deducida del sistema por sus antagonistas: es un principio adoptado por sus mismos sostenedores. No hay ninguno de ellos que no se vea precisado á recibir como dogma la opinion de Lucrecio:
Principio hoc dico: rerum simulacra vagan, Multamodis, rnultis in cunetas undiqae parléis I enuiaquee facile inter se junguntur in auris Obvia cum veniunt.
Asi, pues, los simulacros de las cosas tienen una existencia real y positiva: porque si no la tuvieran, ¿cómo podrian entrar en el alma? ¿cómo podrían ser objetos del pensamiento? O si efectivamente se introducen en nuestro ser interior ¿cómo es que desaparecen cuando dejamos de pensar en ellas? ¿en qué se convierten? Y si se aniquilan ¿cómo es que vuelven á nacer cuando la memoria nos retraza las impresiones pasadas? Ese edificio, ese árbol, ese mar en que estoy pensando ahora mismo, que creo tener delante de los ojos, aunque separado de aquellos objetos por una gran distancia ¿son los simulacros del edificio, del arboló del mar, que vi hace muchos años? ¿Y qué ha sido de ellos, cuando he estado pensando en otras cosas, ó recibiendo otras impresiones?
Con estos raciocinios y otros no menos poderosos ataca el autor el sistema ideal, pulverizándolo en tales términos, que ningún escritor grave ha osado defender su causa, aunque no han faltado filósofos posteriores que han seguido fundando sus teorías en aquella misma hipótesis. Es verdad que el doctor Reid no sustituye ninguna otra esplicacion á la que le parece tan ilusoria y vana; y en verdad conocía sobradamente los límites prescritos á la investigación filosófica, para pensar en emplear tan inútilmente su trabajo. Lo que únicamente le ha parecido necesaria hacer, es referior el hecho, desnudo de toda impresión teórica, á fin de que los estudiosos no se dejen estraviar por palabras que nada significan, y de arrancar á los sabios la confesión de que, en cuanto al modo de proceder de la naturaleza en el fenómeno de apercepción, están tan atrasados como el vulgo. Este resultado puede parecer de poca importancia: pero la verdad es que uno de los mas apreciables efectos de una sana filosofía, es manifestar al hombre la limitación de sus facultades, y el punto en que han de detenerse sus investigaciones. Los más asombrosos descubrimientos que se han hecho en la ciencia son otras tantas revelaciones de nuestra ignorancia, porque al mismo tiempo que lisonjean nuestro amor propio, cuando queremos avanzar hacia los hechos últimos y universales, los encona tramos en un abismo de misterios, absolutamente impenetrable, y Cuya entrada nos está prohibida. Donde quiera que dirijamos nuestras indagaciones, sea á la anatomía y fisiología de los animales y de las plantas, sea á las atracciones y repulsiones químicas-, sea á los movimientos de los cuerpos celestes, perpétuamante y en todas las partes notamos los efectos de una fuerza que no puede pertenecer á la materia. Estamos colocados en el centro dé un círculo, que nos es dado recorrer hasta la periferia; pero allí está la línea que nos es imposible traspasar. Esta línea forma la separación entré el campo abierto á la investigación física, y aquella region desconocida, de cuya existencia estamos seguros, por la revelación y por lo teología natural, pero cuyas maravillas no nos han sido reveladas. Hasta que vino al mundo Bacon, la ciencia aspiraba sin cesar á penetrar en aquellas honduras, y uno de los grandes servicios que aquel gran hombre hizo á la posteridad fué determinar el punto en que deben detenerse nuestros esfuerzos, y en que deja de ser provechoso toda trabajo mental. Tan útil es el análisis, aplicado á las especulaciones que caen bajo su jurisdicción, como peligroso cuando se estravia en teorías necesariamente imperfectas, por carecer el hombre de los medios indispensables para cimentarlas en bases sólidas. Una sblueion ingeniosa ó plausible de una dificultad insuperable, deslumbra el entendimiento, y lo induce á recibir como realidad lo que no es mas que un aborto de la imaginación. En estos casos, el deber del sabio es quitar la máscara á la impostura, indicando le que puede y lo que no puede ser esplicado por la razón. Cuando se dice á una persona poco familiarizada con los estudios metafísicos, que en el caso de la acción voluntaria, el alma emite cierto fluido invisible hacia el órgano que se mueve, ó que, en el caso de la percepción , la existencia y las cualidades de los objetos estemos, se dan á conocer al entendimiento por medio de especies, imágenes ó fantasmas, que se presentan al alma en el sensorio, no halla obstáculo en creer que la comunicación entre el alma y el cuerpo no es un misterio tan oscuro y tan inaccesible como generalmente se supone. En la actualidad, todos los fisiólogos están plenamente convencidos de que el fluido invisible es una quimera, y de la imposibilidad de hallar él punto de conexión entre el acto de la voluntad y el movimiento de los músculos: pero, por muy estraño que parezca, hasta que apareció en la escena de la filosofía el doctor Reid, á nadie se habia ocurrido romper el yugo del lenguaje hipotético que se empleaba al tratar de la percepción y hacer patente la dificultad en toda su desnudez por medio de una simple narración del hecho. ¿Y qué ha producido este descubrimiento? Nada mas que esto; él entendimiento del hombre está Conformado de tal manera, que á ciertas impresiones producidas en los órganos por los objetos, corresponden ciertas modificaciones intelectuales ¿qué se ha dado el nombre de sensaciones; estas tienen tan poca conexión con las cualidades de las cosas, como las palabras de un idioma con los objetos significados por ellas; á cada sensación sigue inmediatamente la percepción de la existencia y de las cualidades del cuerpo que originó la sensación. Todos
Principio hoc dico: rerum simulacra vagan, Multamodis, rnultis in cunetas undiqae parléis I enuiaquee facile inter se junguntur in auris Obvia cum veniunt.
Asi, pues, los simulacros de las cosas tienen una existencia real y positiva: porque si no la tuvieran, ¿cómo podrian entrar en el alma? ¿cómo podrían ser objetos del pensamiento? O si efectivamente se introducen en nuestro ser interior ¿cómo es que desaparecen cuando dejamos de pensar en ellas? ¿en qué se convierten? Y si se aniquilan ¿cómo es que vuelven á nacer cuando la memoria nos retraza las impresiones pasadas? Ese edificio, ese árbol, ese mar en que estoy pensando ahora mismo, que creo tener delante de los ojos, aunque separado de aquellos objetos por una gran distancia ¿son los simulacros del edificio, del arboló del mar, que vi hace muchos años? ¿Y qué ha sido de ellos, cuando he estado pensando en otras cosas, ó recibiendo otras impresiones?
Con estos raciocinios y otros no menos poderosos ataca el autor el sistema ideal, pulverizándolo en tales términos, que ningún escritor grave ha osado defender su causa, aunque no han faltado filósofos posteriores que han seguido fundando sus teorías en aquella misma hipótesis. Es verdad que el doctor Reid no sustituye ninguna otra esplicacion á la que le parece tan ilusoria y vana; y en verdad conocía sobradamente los límites prescritos á la investigación filosófica, para pensar en emplear tan inútilmente su trabajo. Lo que únicamente le ha parecido necesaria hacer, es referior el hecho, desnudo de toda impresión teórica, á fin de que los estudiosos no se dejen estraviar por palabras que nada significan, y de arrancar á los sabios la confesión de que, en cuanto al modo de proceder de la naturaleza en el fenómeno de apercepción, están tan atrasados como el vulgo. Este resultado puede parecer de poca importancia: pero la verdad es que uno de los mas apreciables efectos de una sana filosofía, es manifestar al hombre la limitación de sus facultades, y el punto en que han de detenerse sus investigaciones. Los más asombrosos descubrimientos que se han hecho en la ciencia son otras tantas revelaciones de nuestra ignorancia, porque al mismo tiempo que lisonjean nuestro amor propio, cuando queremos avanzar hacia los hechos últimos y universales, los encona tramos en un abismo de misterios, absolutamente impenetrable, y Cuya entrada nos está prohibida. Donde quiera que dirijamos nuestras indagaciones, sea á la anatomía y fisiología de los animales y de las plantas, sea á las atracciones y repulsiones químicas-, sea á los movimientos de los cuerpos celestes, perpétuamante y en todas las partes notamos los efectos de una fuerza que no puede pertenecer á la materia. Estamos colocados en el centro dé un círculo, que nos es dado recorrer hasta la periferia; pero allí está la línea que nos es imposible traspasar. Esta línea forma la separación entré el campo abierto á la investigación física, y aquella region desconocida, de cuya existencia estamos seguros, por la revelación y por lo teología natural, pero cuyas maravillas no nos han sido reveladas. Hasta que vino al mundo Bacon, la ciencia aspiraba sin cesar á penetrar en aquellas honduras, y uno de los grandes servicios que aquel gran hombre hizo á la posteridad fué determinar el punto en que deben detenerse nuestros esfuerzos, y en que deja de ser provechoso toda trabajo mental. Tan útil es el análisis, aplicado á las especulaciones que caen bajo su jurisdicción, como peligroso cuando se estravia en teorías necesariamente imperfectas, por carecer el hombre de los medios indispensables para cimentarlas en bases sólidas. Una sblueion ingeniosa ó plausible de una dificultad insuperable, deslumbra el entendimiento, y lo induce á recibir como realidad lo que no es mas que un aborto de la imaginación. En estos casos, el deber del sabio es quitar la máscara á la impostura, indicando le que puede y lo que no puede ser esplicado por la razón. Cuando se dice á una persona poco familiarizada con los estudios metafísicos, que en el caso de la acción voluntaria, el alma emite cierto fluido invisible hacia el órgano que se mueve, ó que, en el caso de la percepción , la existencia y las cualidades de los objetos estemos, se dan á conocer al entendimiento por medio de especies, imágenes ó fantasmas, que se presentan al alma en el sensorio, no halla obstáculo en creer que la comunicación entre el alma y el cuerpo no es un misterio tan oscuro y tan inaccesible como generalmente se supone. En la actualidad, todos los fisiólogos están plenamente convencidos de que el fluido invisible es una quimera, y de la imposibilidad de hallar él punto de conexión entre el acto de la voluntad y el movimiento de los músculos: pero, por muy estraño que parezca, hasta que apareció en la escena de la filosofía el doctor Reid, á nadie se habia ocurrido romper el yugo del lenguaje hipotético que se empleaba al tratar de la percepción y hacer patente la dificultad en toda su desnudez por medio de una simple narración del hecho. ¿Y qué ha producido este descubrimiento? Nada mas que esto; él entendimiento del hombre está Conformado de tal manera, que á ciertas impresiones producidas en los órganos por los objetos, corresponden ciertas modificaciones intelectuales ¿qué se ha dado el nombre de sensaciones; estas tienen tan poca conexión con las cualidades de las cosas, como las palabras de un idioma con los objetos significados por ellas; á cada sensación sigue inmediatamente la percepción de la existencia y de las cualidades del cuerpo que originó la sensación. Todos
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