existentes en el espacio, ó como existentes en el tiempo. En el primer caso, lo que se investiga es la composición de la sustancia: en el segundo, las alteraciones ó mudanzas que presenta. El primero de estos dos puntos de vista, es muy sencillo, porque su objeto no es mas que descubrir lo que está realmente á nuestra vista en el momento de observación. Esta indagación se dirige á los elementos ó cuerpos separados que existen juntos en las sustancias que consideramos, ó que mas bien las constituyen ocupando el espacio que asignamos á cada agregación imaginaria. Miramos como una sustancia individual aquellos elementos, no porque tengan en la naturaleza una unidad absoluta, puesto que los átomos elementales, por continuos ó próximos que estén entre si, tienen una existencia tan verdaderamente independiente ó separada, como si hubieran sido creados á inmensas distancias unos de otros; sino en virtud de una unidad, relativa á nuestra incapacidad de observarlos en su separación. Este primer ramo de la investigación científica, debe su origen á la imperfección de nuestros órganos, y lo mas que podemos obtener de ella, es un conocimiento mas ó menos perfecto de lo que ha estado á nuestra vista durante el tiempo de la observación. La segunda clase de investigación, que es la que se refiere á la investigación, que es la que se refiere á la sucesión de los fenómenos, tiene diferente origen, puesto que la mas alta perfección de nuestros sentidos, no podría descubrirnos sino lo que es en el momento de la percepción, pero no lo que ha sido antes ni lo que será después, y no hay nada en las propiedades de los cuerpos, que pueda, sin el socorro de la esperiencia, hacernos capaces de preveer las alteraciones que en ellos han de ocurrir. El fundamento de toda investigacion relativa á la sucesión de los fenómenos, es aquella ley importantísima, ó mas bien aquella propension general de nuestra naturaleza, en virtud de la cual, no solo percibimos las alteraciones que se presentan á nuestros sentidos en un momento dado, sino que de esta percepción pasamos irresistiblemente á creer que las mismas alteraciones se han presentado constantemente, y seguirán verificándose siempre que las circunstancias futuras sean iguales á las actuales. De aqui viene que consideremos los sucesos, no como antecedentes y consiguientes casuales, sino como antecedentes y consiguiente invariables, ó en otras palabras, como causas y efectos, dando el nombre de poder á esta relación invariable que observamos entre uno y otro hecho: el que precede y el que sigue. El poder de una sustancia no es mas que otro nombre dado á la sustancia misma, cuando se la considera en relación con otra. El poder no es una cosa distinta de la sustancia, del mismo modo que la forma de un cuerpo no es una cosa distinta del cuerpo á pesar del predominio que ha ejercido la opinion contraria durante tantos siglos, sino el cuerpo mismo considerado en la posición relativa ó en la relación local de sus elementos. Forma es la relación déla proximidad inmediata de los cuerpos entre sí considerados en el espacio: poder es la relación de proximidad inmediata y uniforme en los sucesos entre sí, considerados en el tiempo. Esta relación, lejos de ser diferente, como generalmente se supone, cuando se aplica á la materia y cuando se aplica al espíritu, es exactamente del mismo género, cuando se trata de objetos materiales y de objetos inmateriales. En uno y en otro caso no hablamos sino de la precedencia y ele la sucesión invariables. Cuando decimos que el iman tiene el poder de atraer el hierro, no queremos decir sino que el iman no puede acercarse al hierro sin atraerlo. Cuando tratando de la voluntad decimos, que el hombre dotado de salud y exento de toda restricción, tiene el poder de mover la mano, no queremos decir sino que en aquellas circunstancias no puede querer mover la mano sin moverla. Esta noción sencilla del poder, considerado como una sustancia que antecede á sus invariables é inmediatas consecuencias, sin ningún vínculo misterioso, ya que en la naturaleza no hay mas que sustancias, exigia una larga y menuda esplicacion en virtud de las falsas ideas que universalmente predominan en este punto, y sobre todo del gran error que se comete creyendo que existe en lo que llamamos causa, una agencia oculta, ininteligible é impalpable, como cosa distinta de la sustancia misma. Esta equivocada opinion ha retardado considerablemente los progresos de la filosofía, no solo acostumbrando al entendimiento á fijar un sentido en palabras que no tienen ninguno, lo cual por sí mismo ya es un mal gravísimo, sino estraviando sus investigaciones, apartándolo de la sencillez de la naturaleza, alucinándolo con los enigmas de las escuelas, donde jamás se recrean los ojos con el espectáculo de la verdad, fatigados de vagar continuamente de sombra en sombra, y donde se encuentra toda la fatiga del esfuerzo sin la ventaja de una sola verdad positiva. Aun aquellos filósofos que han tenido la sensatez de percibir que el hombre no puede descubrir en los fenómenos de la naturaleza sino una serie de hechos que se suceden unos á otros con regularidad; esos mismos filósofos que nos recomienda la observación y la clasificación de los hechos antecedentes y consiguientes, como los únicos objetos asequibles de la filosofía, esos mismos apoyan este consejo en lo que ellos llaman causas eficientes, distinguiéndolas de las causas físicas, ó simples antecedentes, solo en las cuales quieren que fijemos la atención. Hay ciertas causas secretas, dicen ellos, que están continuamente obrando en la producción de todas las alteraciones que observamos, y estas causas son las que merecen el nombre de eficientes; pero al mismo tiempo no dicen que aunque estas causas están continuamente obrando y son las únicas que obran, no podemos jamás esperar descubrir una sola de ellas. Y, en efecto, todas sus reglas de investigación filosófica estriban en esta prohibición de indagar las causas eficientes de los fenómenos, como si en el hecho de prohibirnos lo que es mucho mas importante que lo que se nos permite, no escitara mas nuestra curiosidad, y no se nos invitase á infringir la prohibición.
Felix qui potuit rerum cognoscere causas.
Esa será la divisa del investigador, siempre que crea que existen otras causas ademas de las que han investigado y descubierto. Aun el mismo Newton, el mas sabio de los investigadores, que podia decir con toda la sencillez de una filosofía pura y verdadera hypothesis non fingo, ese mismo genio sobresaliente dio á entender en una de sus mas hipotéticas cuestiones, que no estaba exento del error que procuraba aniquilar; que pagaba tributo á esa desordenada afición á lo desconocido, á lo que ceden todos los que creen que existe realmente algo intermedio y no conocido entre los he–