politanos cuando el almirante tronaba sobre sus cabezas. Nelson fué ciertamente un gran capitán, y sin embargo, su gloría no inspirará gratos recuerdos al que ha leído la historia moderna de Italia. El mismo sol tiene á la verdad algunas manchas, mas no son de sangre.
Este para―rayos nos trae á la memoria otro colocado en lo mas alto de la columna que está á la entrada de Sant―James―Park, para proteger la estatua heróico―cómica del duque de York: han fijado la punta en el cráneo de la estatua, y le mide el cuerpo de alto á bajo como si fuese el listón métrico dé un sastre.
No echemos en olvido que estas columnas, á cuya parte mas alta se sube por una escalera interior, están guarnecidas con antepechos de hierros, y un enrejado á modo de cielo―raso que cubre á los curiosos encerrados como en una jaula; precaución que ha hecho necesaria la estravagancia de los ciudadanos que se habían aficionado á arrojarse desde lo mas alto de estos gloriosos monumentos.
En Inglaterra se tiene a los españoles por descabezados y antojadizos, pero hasta ahora, á Dios gracias, no ha sido precisó remachar un guardalado encima de sus cabezas.
A propósito de esto, no sé si en aquella isla están atacados los capiteles del esplín, pero yo he visto en Belgrave―Square coles corintias, monstruosas, encarceladas en una red de alambre: ¿se trataba de defenderlas de los ataques da las golondrinas? Sea lo que quiera, nada menos monumental que las columnas cubiertas con una cesta de ensalada.
Cuando los ingleses ni aun sueñan en erigir algún monumento, construyen edificios magníficos, y de estilo muchas veces maestro; se les vé afanados para hermosear las calles y squares, procurando la simetría y que sus planos guarden proporción y estén en armonía con los anteriormente construidos. Un capitalista ó una compañía, compra un solar ó un terreno en que pueden levantar seis ó siete casas. Entonces se forma una cuenta ó presupuesto muy minucioso de lo que ha de costar una sola casa que tenga fachada, peristilo, galerías, techada y vidrieras: después cuando se trata de ocuparla, en véz de repartir el inmueble entre los locatarios, se divide en muchas suertes ó lotes adquiridos por muchos propietarios, y de este modo revive y se restablece de nuevo la compañía. Asi es como ciertos cuarteles como Portland―place y Belgrave―place devueltos á particulares ofrecen á la pública admiración una larga serie de palacios magníficos. Los monumentos públicos en general, están menos adornados y hermoseados; el inglés solo se cuida de las comodidades de la vida privada.
Nada mas notable que la mezquindad que se advierte en la Galería Nacional, edificio raquítico, desproporcionado, lóbrego, angosto y cubierto con una cúpula que hace el mismo efecto que la gorra de un jokey que se hubiese quedado olvidada en un terrado. Es un edificio que debe construirse de nuevo: no es bastante espacioso para dar cabida á las obras de escultura, y los doscientos catorce cuadros que contiene, están con estrechez y mal colocados. Esta galería, que principio en 1824 únicamente por la adquisicion de la colección Angerstein, enriquecida dos años después con los donativos de sir Jorge Beaumont, y sucesivamente con las liberalidades de varios, está seguramente destinada á aumentarse, pero la obra actual no se ha terminado sino en 1838.
En este país en que la propiedad es tradicional, únicamente los monumentos de las artes son los que se raparan con mas negligencia.
Las caballerizas están limpias y brillantes como museos, y los museos están sucios y asquerosos como caballerizas de provincia: mientras que las obras maestras de célebres artistas se apolillan y pudren entre el polvo y en la soledad, el concurso elegante se prensa y estruja en Zoological―Gardens alrededor del Hipopótamo mimado y cuidado con el cariño que se prodiga á una querida (1). Este monstruo es el dije favorito de la escogida sociedad. ¿Hay cosa tan galante, tan minuciosa que sea comparable con las atenciones y agasajos que se le prestan? ¿Y qué mas sombrío, mas lleno de polvo que el peristilo de National Gallery, mas pobremente decorado que las salas de pintura, y el ensamblado del piso? Una sola cosa está bien dispuesta, que es la abundancia de bancos y sillones arrimados á las paredes para que descansadamente puedan contemplarse todas las pinturas. A escepcion de lo dicho, esta colección de cuadros es de una ri―
(1) Nada ha hecho mas ruido y sensación en Lóndre en este año, como la llegada de este hipopótamo vivo á la casa de fieras de la Sociedad Zoológica. Todos los periódicos pintorescos de Inglaterra, han presentado el retrato de este anfibio y su custodio. Por lo demás, es una conquista preciosa para la ciencia, la aclimatación en Europa de un hipopótamo sano y salvo, como dice el Illustratet London. Hasta ahora no solo no se habia conseguido poder trasportar á nuestras regiones estos estraños y monstruosos anfibios, sino que aun en el mismo Oriente viven de tal manera aislados y escondidos, que aun los mas diestros cazadores apenas consiguen sorprender alguno después de años enteros de acecho y penalidades. El hipopótamo es un regalo del virey de Egipto, y fué cogido en la isla de Obaysch, en julio de 1849: las precauciones y cuidados que ha sido necesario emplear para hacerle atravesar una distancia de 4,800 millas, los torrentes de agua pura gastados cada dia para su baño, las dificultades inauditas para trasbordarlo desde la isla al Cairo, desde este al steamen el Ripon, del steamen al camino de hierro; y finalmente, de este al jardín zoológico, forman una odisea prodigiosa que todos los ingleses han devorado en sus diarios y que ha elevado el nombre de Mr. Murray al lado del de los conquistadores de la India y de la América.
Un agente americano, estando en Alejandría habia ofrecido 120,000 francos por un hipopótamo sin que ningún especulador se decidiese á hacer con este objeto una escursion al Nilo Blanco.
Luego que el regalo del virey, viajando por el canal de Alejandría, hizo su entrada en el Cairo, fué preciso eclipsarlo á la admiración de diez y ocho mil curiosos, y darle una guardia armada como á un potentado para escoltado y protegerlo hasta entrará bordo del Ripon.
Apenas desembarcado en Londres, fué el objeto de una romería increíble: las autoridades superiores se informaron y aseguraron de su estado de salud, de su genio, temperamento, sus necesidades y hasta de sus mas mínimos caprichos. Parece que lo pasa bien y que es feliz; da vueltas y brincos dentro del agua, quiere mucho á su guardián árabe, y le obedece con la mayor docilidad. Apenas tiene doce meses, y ya promete un desarrollo colosal: todos sus compañeros henchidos de paja que están en los museums no pueden dar una idea de su fisonomía. ¿Se creerá, sin embargo, que un animal tan pesado, estando en el agua tiene la agilidad del pez mas ligero? El momento favorable para verlo, es el en que sale del baño para descansar tranquilo y bienaventurado á la orilla de su charca ó estanque. La Sociedad Zoológica le ha construido un verdadero palacio acuático y terrestre, y lo ha rodeado á costa de gastos inmensos de todo cuanto puede recordarle las costumbres y las delicias de su pais natal.
N. de la R.
Este para―rayos nos trae á la memoria otro colocado en lo mas alto de la columna que está á la entrada de Sant―James―Park, para proteger la estatua heróico―cómica del duque de York: han fijado la punta en el cráneo de la estatua, y le mide el cuerpo de alto á bajo como si fuese el listón métrico dé un sastre.
No echemos en olvido que estas columnas, á cuya parte mas alta se sube por una escalera interior, están guarnecidas con antepechos de hierros, y un enrejado á modo de cielo―raso que cubre á los curiosos encerrados como en una jaula; precaución que ha hecho necesaria la estravagancia de los ciudadanos que se habían aficionado á arrojarse desde lo mas alto de estos gloriosos monumentos.
En Inglaterra se tiene a los españoles por descabezados y antojadizos, pero hasta ahora, á Dios gracias, no ha sido precisó remachar un guardalado encima de sus cabezas.
A propósito de esto, no sé si en aquella isla están atacados los capiteles del esplín, pero yo he visto en Belgrave―Square coles corintias, monstruosas, encarceladas en una red de alambre: ¿se trataba de defenderlas de los ataques da las golondrinas? Sea lo que quiera, nada menos monumental que las columnas cubiertas con una cesta de ensalada.
Cuando los ingleses ni aun sueñan en erigir algún monumento, construyen edificios magníficos, y de estilo muchas veces maestro; se les vé afanados para hermosear las calles y squares, procurando la simetría y que sus planos guarden proporción y estén en armonía con los anteriormente construidos. Un capitalista ó una compañía, compra un solar ó un terreno en que pueden levantar seis ó siete casas. Entonces se forma una cuenta ó presupuesto muy minucioso de lo que ha de costar una sola casa que tenga fachada, peristilo, galerías, techada y vidrieras: después cuando se trata de ocuparla, en véz de repartir el inmueble entre los locatarios, se divide en muchas suertes ó lotes adquiridos por muchos propietarios, y de este modo revive y se restablece de nuevo la compañía. Asi es como ciertos cuarteles como Portland―place y Belgrave―place devueltos á particulares ofrecen á la pública admiración una larga serie de palacios magníficos. Los monumentos públicos en general, están menos adornados y hermoseados; el inglés solo se cuida de las comodidades de la vida privada.
Nada mas notable que la mezquindad que se advierte en la Galería Nacional, edificio raquítico, desproporcionado, lóbrego, angosto y cubierto con una cúpula que hace el mismo efecto que la gorra de un jokey que se hubiese quedado olvidada en un terrado. Es un edificio que debe construirse de nuevo: no es bastante espacioso para dar cabida á las obras de escultura, y los doscientos catorce cuadros que contiene, están con estrechez y mal colocados. Esta galería, que principio en 1824 únicamente por la adquisicion de la colección Angerstein, enriquecida dos años después con los donativos de sir Jorge Beaumont, y sucesivamente con las liberalidades de varios, está seguramente destinada á aumentarse, pero la obra actual no se ha terminado sino en 1838.
En este país en que la propiedad es tradicional, únicamente los monumentos de las artes son los que se raparan con mas negligencia.
Las caballerizas están limpias y brillantes como museos, y los museos están sucios y asquerosos como caballerizas de provincia: mientras que las obras maestras de célebres artistas se apolillan y pudren entre el polvo y en la soledad, el concurso elegante se prensa y estruja en Zoological―Gardens alrededor del Hipopótamo mimado y cuidado con el cariño que se prodiga á una querida (1). Este monstruo es el dije favorito de la escogida sociedad. ¿Hay cosa tan galante, tan minuciosa que sea comparable con las atenciones y agasajos que se le prestan? ¿Y qué mas sombrío, mas lleno de polvo que el peristilo de National Gallery, mas pobremente decorado que las salas de pintura, y el ensamblado del piso? Una sola cosa está bien dispuesta, que es la abundancia de bancos y sillones arrimados á las paredes para que descansadamente puedan contemplarse todas las pinturas. A escepcion de lo dicho, esta colección de cuadros es de una ri―
(1) Nada ha hecho mas ruido y sensación en Lóndre en este año, como la llegada de este hipopótamo vivo á la casa de fieras de la Sociedad Zoológica. Todos los periódicos pintorescos de Inglaterra, han presentado el retrato de este anfibio y su custodio. Por lo demás, es una conquista preciosa para la ciencia, la aclimatación en Europa de un hipopótamo sano y salvo, como dice el Illustratet London. Hasta ahora no solo no se habia conseguido poder trasportar á nuestras regiones estos estraños y monstruosos anfibios, sino que aun en el mismo Oriente viven de tal manera aislados y escondidos, que aun los mas diestros cazadores apenas consiguen sorprender alguno después de años enteros de acecho y penalidades. El hipopótamo es un regalo del virey de Egipto, y fué cogido en la isla de Obaysch, en julio de 1849: las precauciones y cuidados que ha sido necesario emplear para hacerle atravesar una distancia de 4,800 millas, los torrentes de agua pura gastados cada dia para su baño, las dificultades inauditas para trasbordarlo desde la isla al Cairo, desde este al steamen el Ripon, del steamen al camino de hierro; y finalmente, de este al jardín zoológico, forman una odisea prodigiosa que todos los ingleses han devorado en sus diarios y que ha elevado el nombre de Mr. Murray al lado del de los conquistadores de la India y de la América.
Un agente americano, estando en Alejandría habia ofrecido 120,000 francos por un hipopótamo sin que ningún especulador se decidiese á hacer con este objeto una escursion al Nilo Blanco.
Luego que el regalo del virey, viajando por el canal de Alejandría, hizo su entrada en el Cairo, fué preciso eclipsarlo á la admiración de diez y ocho mil curiosos, y darle una guardia armada como á un potentado para escoltado y protegerlo hasta entrará bordo del Ripon.
Apenas desembarcado en Londres, fué el objeto de una romería increíble: las autoridades superiores se informaron y aseguraron de su estado de salud, de su genio, temperamento, sus necesidades y hasta de sus mas mínimos caprichos. Parece que lo pasa bien y que es feliz; da vueltas y brincos dentro del agua, quiere mucho á su guardián árabe, y le obedece con la mayor docilidad. Apenas tiene doce meses, y ya promete un desarrollo colosal: todos sus compañeros henchidos de paja que están en los museums no pueden dar una idea de su fisonomía. ¿Se creerá, sin embargo, que un animal tan pesado, estando en el agua tiene la agilidad del pez mas ligero? El momento favorable para verlo, es el en que sale del baño para descansar tranquilo y bienaventurado á la orilla de su charca ó estanque. La Sociedad Zoológica le ha construido un verdadero palacio acuático y terrestre, y lo ha rodeado á costa de gastos inmensos de todo cuanto puede recordarle las costumbres y las delicias de su pais natal.
N. de la R.
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