sábado, noviembre 15, 2008

Viage ilustrado (Pág. 304)

Puente Nuevo de Londres
mismo, piensa con sobriedad, y el interés es la única ocupación. Se trabaja sin descanso y siempre silenciosamente.
Pero el navio se pierde ya en medio de los mástiles, estamos al pie del puente de Lóndres, se han arrojado los cables, las ruedas han parado, y se aborda sin ruido entre dos watormen, repletos de gentes mudas al embarcadero de la aduana, poblada con una multitud de factores, administradores y mozos de cuerda que esperan sin hablar palabra y os seguirán sin desplegar los labios.
Si alguna vez tiene la humorada algún torista sufrido y benévolo de ensalzar los atractivos de 1a aduana francesa, lo mejor que puede hacer es ir á Inglaterra para que le inspire la aduana de Lóndres. En España estos establecimientos están armados con uñas de gato, pero la inglesa agrega á estas la lentitud del boa que digiere. El registro no dura menos de cinco ó seis horas, á no ser que desembarque en domingo, en cuyo caso debe aguardarse basta el siguiente dia á las doce para que se le devuelva el equipage. Ve aqui como pasa la cosa: los encargados se informan de la fonda en que tenéis el proyecto de alojaros: después os hacen encaramar por una escalera de madera que guia al granero donde están las oficinas, allí recibís un número, y se pone otro igual en vuestra maleta: el vuestro lo atáis á la llave de vuestro candado, entregándolo á los encargados que luego que os ausentéis desbaratarán y destrozarán sin piedad vuestro equipage y vosotros os encaminareis á la gran ciudad con las manos en el bolsillo.
Esta costumbre nada tiene dé alarmante para loe ingleses, pero escita sobremanera la desconfianza española: si las señoras de este pais hubiesen hecho de sus hijos un ovillo y los hubiesen metido dentro de sus cajas y sombrereras no manifestarían un cuidado mas tierno y solícito que el que esperimentan en aquel lance. En fin, todos marchan haciendo sus comentatarios, el observador observando que esta disposición cuando menos supone mucha probidad y buena fé de parte de los aduaneros, el ciudadano español, reflexionando que todo se hace militarmente y con arregló la ordenanza, y el independiente regocijándose con la idea de que ha reconquistado su libertad.
Pero esta es de corta duración; los directores de la empresa entregan á los espedícionarios á cuatro intérpretes; que se los reparten y se encargan de ser sus guias ó cicerones en los ocho días que han de estar en la capital. Puede dirigírseles la palabra en francés, alemán, italiano y español, porque los cuatro se espresan con facilidad y precisión en cualquiera de estos idiomas, sobre todo en el primero. Yo tuve la felicidad de que me cupiese en suerte el mas inteligente y amable de todos: Jorge es un compatriota mio, muy bien educado, poco charlatán, calmoso como dos ingleses, honrado y listo sin atolondramiento, lo recomiendo eficazmente á los toristas que lean estas lineas.

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