Castillo de Woolwich
¡Todo podrá conciliarse observando la disciplina militar, caballero! cuando se ha servido...
De aqui se originó una disputa interminable; el ardor militar recordaba los anales del Imperio; luego se acerca á la patria de Wellington, y murmura: ¡por haber atacado los prusianos por todas partes!... ¡Si Grouchy hubiese llegado á las tres!...
Mas de una vez tendremos ocasión de bosquejar el comportamiento del madrileño cuando viaja; ahora volvamos al navio que avanza formando tras sí un surco fosfórico; sobre la izquierda se divisa una larga fila de luces, á manera de guirnalda de estrellas, que parece se mecen en las aguas, y anuncia que se ha legado á la altura de Douwres; raya la aurora por el punto que menos se esperaba, porque se ha perdido el tino, y nadie sabe si mira á Poniente ó á Levante, á causa de las bordadas que ha dado el buque para evitar los bajos. Los primeros albores de la mañana van á presentar á la ansiosa vista de los viageros, á través de la bruma y neblina, las casas de Ramsgate, rodeadas de otros edificios ó cafés en que se sirve el té, bien asi como flores esparcidas en la espesura de una floresta. A mas distancia se percibe á Márgate, coronando una escarpada roca amarillenta y lisa como una muralla, natural pedestal que tiene bajo sus pies un lecho de negruzcas olas, que lleva sentada á la ciudad como sobre un sitial de verdura.
Esta ciudad ostenta sus grandiosos edificios de ladrillo oscuro, taladrados con un sin número de ventanas, y su macizo campanario coronado con torreoncitos afiligranados y crestería.
No es de noche; pero tampoco de dia: la claridad no es todavía suficiente para rasgar el denso velo que impide que penetre la luz; las costas, ligeramente sombreadas de blanco, solo ofrecen á la vista superficies lisas que reflejan vagamente los objetos; los vapores de la noche se disuelven, cayendo á copos sobre la azulada superficie de las aguas. Poco á poco la costa se aplana: sobre la derecha, un pequeño banco de arena semejante á una faja de bistro, tiñe de añil las olas.
Se cree haber llegado á la embocadura del Támesis; mas detrás de una lengüeta de tierra, el mar que se eleva por aquel lado presenta una vela como si surcase por el aire. A medida que el navio se dirige hacia el Oeste, todas las miradas se concentran en la arenosa playa de Inglaterra, en donde se perciben dos torreones de melancólico aspecto, Tivo sisters; en aquel parage, según cuentan, fueron á estrellarse dos hermosas jóvenes, en cuya memoria se erigió aquel monumento; en seguida detrás de una cuesta, aparecen las blancas y amuralladas casas de Harneby, de aspecto oriental, célebre por sus baños, que se refleja como en un espejo en las azuladas aguas. Se ha hecho famoso otro banco de arena por el naufragio del Adelaida, que se dice señala la entrada en el Támesis; y sin embargo, como solo se descubre tierra por un lado, es preciso adoptar la idea paradójica de un rio que tiene una sola orilla. Solo cuando se llega á la altura Baonstapale, oculta en una hondonada, es
De aqui se originó una disputa interminable; el ardor militar recordaba los anales del Imperio; luego se acerca á la patria de Wellington, y murmura: ¡por haber atacado los prusianos por todas partes!... ¡Si Grouchy hubiese llegado á las tres!...
Mas de una vez tendremos ocasión de bosquejar el comportamiento del madrileño cuando viaja; ahora volvamos al navio que avanza formando tras sí un surco fosfórico; sobre la izquierda se divisa una larga fila de luces, á manera de guirnalda de estrellas, que parece se mecen en las aguas, y anuncia que se ha legado á la altura de Douwres; raya la aurora por el punto que menos se esperaba, porque se ha perdido el tino, y nadie sabe si mira á Poniente ó á Levante, á causa de las bordadas que ha dado el buque para evitar los bajos. Los primeros albores de la mañana van á presentar á la ansiosa vista de los viageros, á través de la bruma y neblina, las casas de Ramsgate, rodeadas de otros edificios ó cafés en que se sirve el té, bien asi como flores esparcidas en la espesura de una floresta. A mas distancia se percibe á Márgate, coronando una escarpada roca amarillenta y lisa como una muralla, natural pedestal que tiene bajo sus pies un lecho de negruzcas olas, que lleva sentada á la ciudad como sobre un sitial de verdura.
Esta ciudad ostenta sus grandiosos edificios de ladrillo oscuro, taladrados con un sin número de ventanas, y su macizo campanario coronado con torreoncitos afiligranados y crestería.
No es de noche; pero tampoco de dia: la claridad no es todavía suficiente para rasgar el denso velo que impide que penetre la luz; las costas, ligeramente sombreadas de blanco, solo ofrecen á la vista superficies lisas que reflejan vagamente los objetos; los vapores de la noche se disuelven, cayendo á copos sobre la azulada superficie de las aguas. Poco á poco la costa se aplana: sobre la derecha, un pequeño banco de arena semejante á una faja de bistro, tiñe de añil las olas.
Se cree haber llegado á la embocadura del Támesis; mas detrás de una lengüeta de tierra, el mar que se eleva por aquel lado presenta una vela como si surcase por el aire. A medida que el navio se dirige hacia el Oeste, todas las miradas se concentran en la arenosa playa de Inglaterra, en donde se perciben dos torreones de melancólico aspecto, Tivo sisters; en aquel parage, según cuentan, fueron á estrellarse dos hermosas jóvenes, en cuya memoria se erigió aquel monumento; en seguida detrás de una cuesta, aparecen las blancas y amuralladas casas de Harneby, de aspecto oriental, célebre por sus baños, que se refleja como en un espejo en las azuladas aguas. Se ha hecho famoso otro banco de arena por el naufragio del Adelaida, que se dice señala la entrada en el Támesis; y sin embargo, como solo se descubre tierra por un lado, es preciso adoptar la idea paradójica de un rio que tiene una sola orilla. Solo cuando se llega á la altura Baonstapale, oculta en una hondonada, es
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