sábado, noviembre 29, 2008

Viage ilustrado (Pág. 310)

da deja marcado en la superficie; un ropage encarnado se parece á una frambuesa despachurrada; su pasión inmoderada por los colores claros, aquel afán por suprimir las medias tintas y á debilitar las sombras, son causa de que sus obras carezcan del claro oscuro debido y no produzcan el efecto necesario. No obstante, esta regla general tiene algunas escepciones. Hay algunos que, cual arbolitos bravíos, llevan en el tronco ingerta una rama de genio que hará que florezca á su debido tiempo, asi como el escaramujo de fragantes rosas.
Fué preciso volver varias veces á la Galería Nacional, porque la primera visita fué muy de priesa; los viageros de la espedicíon no podían permanecer mucho tiempo en parte alguna.
—No hemos venido á Lóndres para ver cuadros, gritaba un golilla borgoñon, los tenemos en el Louvre.
—Cierto, añadió un español, siempre es un mismo género.
—Y ademas las salas todavía no están entarimadas.
Y volviéndose atrás tumultuosamente se decian:
—Estos ingleses no conocen las artes ¡qué lástima! ¡y qué diferencia tan grande entre Inglaterra, España y Francia! ¡No hay aqui un lienzo que valga ocho cuartos!
Ahora bien, la Galería Nacional de Londres es un diamante engastado en cobre.
Si esta colección es limitada, si este pais rico y floreciente no posee un museo sino de doce años á esta parte, es necesario atribuirlo enteramente á la fría austeridad de las costumbres de la nación. La revolución de 1648 cortó las alas á la musa inglesa que principiaba á remontar el vuelo impulsada por Cárlos I, amigo apasionado y ardiente de las artes. Enrique VIII é Isabel habian obrado en el mismo sentido, y la creencia religiosa no habia invadido todavía las costumbres de estos soberanos, educados entre el fausto y pompa del renacimiento. Cárlos I, gran compilador, habia enriquecido su palacio con una galería la mas preciosa de Europa. Cromwel la desbarató; hizo venderlo todo á un precio ínfimo, y los cuadros volvieron al continente en provecho del Louvre y de la galería de Orleans, que la revolución francesa hizo que volviesen otra vez á Lóndres para adornar las galerías de los particulares. Impulsado por la santa antipatía que le inspiraba todo cuanto podia recordar el fausto y pompas profanas de la iglesia romana, el sombrío Cromwel se esforzó en destruir todo lo que no pudo ser vendido; la Inglaterra vitupera amargamente aquel piadoso fanatismo. Mas de una vez me ha parecido la opinión pública apasionada hasta la injusticia, tocante a aquel poderoso genio que tan eficazmente contribuyó á la prosperidad material del pais. Las costumbres inglesas rígidas, frias, y dominadas por un racionalismo árido, son obra suya; esta beatería que tan vecina está de la hipocresía, esta austeridad esterior, esta íntima pasión por las formalidades y ceremonias, son propias del carácter inglés y se admira en sus usos; pero no tiene conmiseración con su modelo y su innovador: no perdona á Cromwel el haberlo hecho tal cual es. Esta tirria, este rencor es el último grito de la naturaleza, y el vago arrepentimiento de una libertad imaginaria de la que no ha conocido las delicias ni las aspiraciones.
Es interesante juzgar por comparación de la suerte que esperan después de dos siglos de posteridad los grandes innovadores revolucionarios. A fuerza de paciencia y perseverancia he logrado insinuarme atraerme la confianza de varios ingleses de distintas clases para indagar qué es lo que pensaban en cuanto á Cromwel; su prestigio ha desaparecido; este pueblo, mas libre que el francés y tan prendado de su indipendencia, no ve en el protector mas que al déspota sin pedestal. Cromwel, tal como lo pintó Bossuet, un retrato sorprendente que hiere la vista de los desprestigiados ingleses.
Por lo demás, esta nación dedicada toda á los intereses del momento, se ocupa muy poco de los recuerdos de los tiempos pasados. Allá bajo diez años trascurridos representan un siglo; tuvimos ocasión de adquirir la prueba. En la parte baja de Trafalgar―square, Eduardo I habia en otro tiempo mandado erigir una cruz de piedra á la memoria de la reina Leonor, la que dio el nombre de Charing―Cross á la calle y encrucijada. Después, sustituyendo á un Dios mártir un rey destinado al martirio, se colocó en aquel sitio la estatua ecuestre de Carlos I, la primera que se habiá visto en Inglaterra y había venido de Francia. Durante la guerra civil, el parlamento la vendió á un calderero con la obligación de que habia de fundirla. Este, como buen auverniano, la tuvo oculta previendo una mudanza de gobierno, y verificada esta, se la presentó á Carlos II. Al pie de este monumento restaurado y á vistas de White―Hall, es donde los heraldos proclaman el advenimiento de los reyes de Inglaterra. La elección del sitio para este acto encierra una lección muy amarga.
Desde allí comienza la calle del Parlamento, que conduce á Westminster, sepulcro de los monarcas que yendo á recibir la corona en la basílica misma en que han de ser sepultados, á la mitad del camino huellan la tierra que fué empapada con la sangre de su predecesor. Del antiguo palacio de White―Hall, devorado por el fuego de 1695, únicamente resta la sala de los festines, edificada por Jorge I, y cuyo cielo raso está decorado con una inmensa pintura de Rubens que representa la apoteosis de este príncipe. De una de las ventanas de este salón, trasformado en capilla protestante, es de donde se sujetó la armadura del cadalso de Carlos I. Éste edificio de perfecta simetría tiene siete ventanas que caen á la calle y otras siete que miran al jardín, y las dos fachadas son iguales. Uno de nuestros guias nos mostró la ventana histórica cuando atravesamos la calle; su compañero queria que fuese la del costado opuesto, y otro tercero señalaba la de la esquina, hipótesis evidentemente improbable. La ventana en cuestion es la segunda de la derecha, decia el uno; no, replicaba el otro, es la de la izquierda. Asi es que el pueblo inglés ignora el sitio en que terminó aquel trágico suceso. Estos recuerdos que tanto conmueven los ánimos romancescos y pensadores le son indiferentes. Yo he rodeado con mucha frecuencia este edificio buscando algún indicio ó razón convincente. Este es cuadrado, y el piso bajo, elevado á la altura de 10 ó 12 pies del suelo, esta superado por otro cuarto coronado con una cornisa que sostiene una galería construida de piedra; las ventanas del primero están decoradas con un cornisamento, y las del piso bajo con pequeños frontis de medio punto, alternados con otros triangulares. Las tres del centro están separadas por cuatro columnas dóricas voleadas, y las dos ventanas de cada estremo únicamente con pilastras del mismo orden. Los pisos están separados por un entablamento

jueves, noviembre 27, 2008

Viage ilustrado (Pág. 309)

Las elecciones en Inglaterra: enfermos llevados á votar. Cuadro de Hogarth.

que sorprende todavía mas; tres retratos, un cuadro, y sobre todo, unos estudios vigorosos de caballos, por Van Dyck. Un retrato de Juan Van Dyck, una Sacra Familia de Fordaens, regalo del duque de Kaufmann, pésimamente dibujada; los retratos de miss Siddons y de Kemble por Lawrence, muy hinchados con el ademan enfático del melodrama; cuadritos de caballete de Wilkie, primorosos, aunque definidos con demasiada nimiedad. Los bosquejos vigorosos de Reynold, el ecléctico del colorido, que ha pintado como todos los flamencos que se han inspirado sucesivamente, y en fin, bellos países de Wilson, el Salvador de Inglaterra. Todos estos son artistas de talento; el único profesor, el genio original del pais, es William Hogarth, poco conocido en Francia: he aqui un gran pintor con un estilo propio y de un talento incomparable para la composición. Su toque es vigoroso, firme, atrevido, significativo y franco; su colorido fogoso, y su pincel tan ligero como agudo es su ingenio; Hogarth es el primero de los pintores pensadores y moralistas: su único maestro es Shakspeare. Wilkie es solo el resplandor de la luna de William Hogarth. El gusto necio de los ingleses por la pintura punteada y miniada, y por las viñetas arañadas con la punta de la aguja, les hace mirar con indiferencia el genio tan sorprendente de este humanista único, loor y gloria indisputable de una escuela que no existe. Volveremos a hablar de estos dos artistas.
El que quiera apreciar en su justo valor la indigencia pictórica del pais, que descienda bajo la escalera de la Galería Nacional á una especie de cueva, que bien hubiera podido ser sala baja si hubiera querido el arquitecto, y alli encontrará el Museo Vernon. Colección verdaderamente desagradable para la vista conocedora y delicada. A mí se me figura que la mayor parte de los ingleses pintan con garapiña que na―

martes, noviembre 25, 2008

Viage ilustrado (Pág. 308)


William Hogarth, retratado por él mismo

Arreglo de cuentas tomado de un cuadro de Wilkie


queza admirable. Parece que para formarla se haya ido tomando de los grandes artistas sus autores el mas bello florón de sus coronas. La Francia ha contribuido con los mejores cuadros del Pusino, y los mas bellos paises, que se conocen del Guaspro y de Claudio Lorenés: la Italia la ha abastecido con profusión. Citaremos el magnífico retrato de Julio II por Rafael, sacado del palacio Falconieri en Roma, reproducción del que se admira en Florencia en el palacio Pitti; y sobre todo el cartón de tamaño mas grande que el natural de la Degollación de los inocentes, obra maestra, de vigor, de movimiento y energía: el artista llega, cosa rara, á la sublime, sabia y terrible espresion de Miguel Ángel.
La resurrección de Lázaro, por Sebastian del Piombo, es el mejor cuadro que nos ha venido de Italia de este pintor.
El Sueño, ó Contemplación de la vida humana, composición estraña y primorosa de Miguel Ángel; cinco cuadros de Ticiano y entre los cuales la Lección de música ha sido una escelente adquisición de Carlos I; seis del Corregio, tres de ellos á la verdad nos han parecido que no eran de su mano; el mejor de todos es Cupido instruido por Mercurio; Carlos I lo habia adquirido del duque de Mantua.—Un bellísimo retrato de moger ejecutado por el Broncino, y otro todavía mas notable de J. Belino, que representa al dux Loredano... Perugino, Giorgion, Pablo Veronés, Canaleto, Francia, Garofolo y otros varios italianos adornan esta galería en que figura tambien un escelente pais de admirable efecto y colorido de Salvador Rosa.
Pero lo que da mas importancia á la Galeria de Londres son los cuadros de la escuela flamenca. Haremos mención de nueve de Rubens, entre ellos la Serpiente de bronce, é igualmente los países con tantos términos que pasma, y una franqueza tan propia

sábado, noviembre 22, 2008

Viage ilustrado (Pág. 307)

politanos cuando el almirante tronaba sobre sus cabezas. Nelson fué ciertamente un gran capitán, y sin embargo, su gloría no inspirará gratos recuerdos al que ha leído la historia moderna de Italia. El mismo sol tiene á la verdad algunas manchas, mas no son de sangre.
Este para―rayos nos trae á la memoria otro colocado en lo mas alto de la columna que está á la entrada de Sant―James―Park, para proteger la estatua heróico―cómica del duque de York: han fijado la punta en el cráneo de la estatua, y le mide el cuerpo de alto á bajo como si fuese el listón métrico dé un sastre.
No echemos en olvido que estas columnas, á cuya parte mas alta se sube por una escalera interior, están guarnecidas con antepechos de hierros, y un enrejado á modo de cielo―raso que cubre á los curiosos encerrados como en una jaula; precaución que ha hecho necesaria la estravagancia de los ciudadanos que se habían aficionado á arrojarse desde lo mas alto de estos gloriosos monumentos.
En Inglaterra se tiene a los españoles por descabezados y antojadizos, pero hasta ahora, á Dios gracias, no ha sido precisó remachar un guardalado encima de sus cabezas.
A propósito de esto, no sé si en aquella isla están atacados los capiteles del esplín, pero yo he visto en Belgrave―Square coles corintias, monstruosas, encarceladas en una red de alambre: ¿se trataba de defenderlas de los ataques da las golondrinas? Sea lo que quiera, nada menos monumental que las columnas cubiertas con una cesta de ensalada.
Cuando los ingleses ni aun sueñan en erigir algún monumento, construyen edificios magníficos, y de estilo muchas veces maestro; se les vé afanados para hermosear las calles y squares, procurando la simetría y que sus planos guarden proporción y estén en armonía con los anteriormente construidos. Un capitalista ó una compañía, compra un solar ó un terreno en que pueden levantar seis ó siete casas. Entonces se forma una cuenta ó presupuesto muy minucioso de lo que ha de costar una sola casa que tenga fachada, peristilo, galerías, techada y vidrieras: después cuando se trata de ocuparla, en véz de repartir el inmueble entre los locatarios, se divide en muchas suertes ó lotes adquiridos por muchos propietarios, y de este modo revive y se restablece de nuevo la compañía. Asi es como ciertos cuarteles como Portland―place y Belgrave―place devueltos á particulares ofrecen á la pública admiración una larga serie de palacios magníficos. Los monumentos públicos en general, están menos adornados y hermoseados; el inglés solo se cuida de las comodidades de la vida privada.
Nada mas notable que la mezquindad que se advierte en la Galería Nacional, edificio raquítico, desproporcionado, lóbrego, angosto y cubierto con una cúpula que hace el mismo efecto que la gorra de un jokey que se hubiese quedado olvidada en un terrado. Es un edificio que debe construirse de nuevo: no es bastante espacioso para dar cabida á las obras de escultura, y los doscientos catorce cuadros que contiene, están con estrechez y mal colocados. Esta galería, que principio en 1824 únicamente por la adquisicion de la colección Angerstein, enriquecida dos años después con los donativos de sir Jorge Beaumont, y sucesivamente con las liberalidades de varios, está seguramente destinada á aumentarse, pero la obra actual no se ha terminado sino en 1838.
En este país en que la propiedad es tradicional, únicamente los monumentos de las artes son los que se raparan con mas negligencia.
Las caballerizas están limpias y brillantes como museos, y los museos están sucios y asquerosos como caballerizas de provincia: mientras que las obras maestras de célebres artistas se apolillan y pudren entre el polvo y en la soledad, el concurso elegante se prensa y estruja en Zoological―Gardens alrededor del Hipopótamo mimado y cuidado con el cariño que se prodiga á una querida (1). Este monstruo es el dije favorito de la escogida sociedad. ¿Hay cosa tan galante, tan minuciosa que sea comparable con las atenciones y agasajos que se le prestan? ¿Y qué mas sombrío, mas lleno de polvo que el peristilo de National Gallery, mas pobremente decorado que las salas de pintura, y el ensamblado del piso? Una sola cosa está bien dispuesta, que es la abundancia de bancos y sillones arrimados á las paredes para que descansadamente puedan contemplarse todas las pinturas. A escepcion de lo dicho, esta colección de cuadros es de una ri―

(1) Nada ha hecho mas ruido y sensación en Lóndre en este año, como la llegada de este hipopótamo vivo á la casa de fieras de la Sociedad Zoológica. Todos los periódicos pintorescos de Inglaterra, han presentado el retrato de este anfibio y su custodio. Por lo demás, es una conquista preciosa para la ciencia, la aclimatación en Europa de un hipopótamo sano y salvo, como dice el Illustratet London. Hasta ahora no solo no se habia conseguido poder trasportar á nuestras regiones estos estraños y monstruosos anfibios, sino que aun en el mismo Oriente viven de tal manera aislados y escondidos, que aun los mas diestros cazadores apenas consiguen sorprender alguno después de años enteros de acecho y penalidades. El hipopótamo es un regalo del virey de Egipto, y fué cogido en la isla de Obaysch, en julio de 1849: las precauciones y cuidados que ha sido necesario emplear para hacerle atravesar una distancia de 4,800 millas, los torrentes de agua pura gastados cada dia para su baño, las dificultades inauditas para trasbordarlo desde la isla al Cairo, desde este al steamen el Ripon, del steamen al camino de hierro; y finalmente, de este al jardín zoológico, forman una odisea prodigiosa que todos los ingleses han devorado en sus diarios y que ha elevado el nombre de Mr. Murray al lado del de los conquistadores de la India y de la América.
Un agente americano, estando en Alejandría habia ofrecido 120,000 francos por un hipopótamo sin que ningún especulador se decidiese á hacer con este objeto una escursion al Nilo Blanco.
Luego que el regalo del virey, viajando por el canal de Alejandría, hizo su entrada en el Cairo, fué preciso eclipsarlo á la admiración de diez y ocho mil curiosos, y darle una guardia armada como á un potentado para escoltado y protegerlo hasta entrará bordo del Ripon.
Apenas desembarcado en Londres, fué el objeto de una romería increíble: las autoridades superiores se informaron y aseguraron de su estado de salud, de su genio, temperamento, sus necesidades y hasta de sus mas mínimos caprichos. Parece que lo pasa bien y que es feliz; da vueltas y brincos dentro del agua, quiere mucho á su guardián árabe, y le obedece con la mayor docilidad. Apenas tiene doce meses, y ya promete un desarrollo colosal: todos sus compañeros henchidos de paja que están en los museums no pueden dar una idea de su fisonomía. ¿Se creerá, sin embargo, que un animal tan pesado, estando en el agua tiene la agilidad del pez mas ligero? El momento favorable para verlo, es el en que sale del baño para descansar tranquilo y bienaventurado á la orilla de su charca ó estanque. La Sociedad Zoológica le ha construido un verdadero palacio acuático y terrestre, y lo ha rodeado á costa de gastos inmensos de todo cuanto puede recordarle las costumbres y las delicias de su pais natal.
N. de la R.

jueves, noviembre 20, 2008

Viage ilustrado (Pág. 306)

tercer waterman era el designado para conducirnos á las inmediaciones de la fonda en que se nos aguardaba: vimos con placer hallarnos mezclados por la vez primera con la multitud, y aunque notados como españoles por el bigote y algazara que movimos al entrar no escitamos ni admiración ni curiosidad: algunos ingleses que sabian el español se dirigieron con mucho agrado á hablar con los menos barbudos de nuestra sociedad.
Al llegar á la estación de Southwark, puente construido con hierro colado y sostenido por cuatro pilares de piedra, llegó impensadamente un gentleman con dos damas á las que él precedía con aire señorial. Un solo asiento habia vacante en uno de los bancos, y el se plantificó en él sin cuidarse de sus compañeras, que quedaron en pie entre las piernas de una docena de hombres. Inmediatamente cuatro españoles se levantaron y les ofrecieron cortesmente sus asientos; admiradas desde luego las damas, lo aceptaron dándoles las gracias con una sonrisa, mientras que dos hombres nos miraban de reojo con aire muy descontento.
¿No es sorprendente, esclamó uno de nuestros jóvenes compañeros, acariciando su bigote, no es admirable que los ingleses nos cedan la preferencia? para ellas es cosa nueva la galantería, y el mas ligero cumplido les choca; en verdad que no simpatizaremos mucho con sus señores y dueños.
Ignoro si ha tenido después ocasión de afirmarse en su suposición: en cuanto á mí, siempre me han parecido los ingleses muy afectuosos.
En llegando á la altura de Blackfriars―Bridge cara á San Pablo, punto desde donde todavía se descubre la torre ya á Somerset―House, vasto palacio de arquitectura clásica por el estilo de los de Italia, el Támesis se dirige hacia la izquierda y los edificios de la orilla toman dimensiones mas monumentales: se pasa por delante de Temple―Bar, notable por sus frescos jardines y su bello pabellón gótico de ladrillo encarnado, y el viagero queda pasmado de admiración al ver la magestad del puente de Waterloo, construido con granito de Aberdeen con dos columnas salientes en cada machón: este puente, cuyo piso está á 50 pies sobre el nivel del agua, es perfectamente plano: tiene nueve arcadas de 120 pies de largo sobre 35 de alto y el ancho de 2,436 pies ingleses. La anchura del rio en aquel parage es de 1,326 pies. Este puente es de muy buen estilo, de una solidez romana y de admirables proporciones: en la oficina de portazgo de este puente es donde está el famoso torno de hierro que no deja pasar mas de una persona á la vez, y que al dar la vuelta da impulsión á la manecilla del cuadrante colocado en el despacho y prueba el número de pasageros: ¡qué invención tan puramente inglesa es este registro mecánico!
Todo á lo largo de la ciudad el Támesis es no solo una grande calle, mas también una especie de parque y de sitio de placer: porque entre los innumerables barquillos de vapor que surcan las aguas en todas direcciones, se ven galopar sobre cuatro remos millones de barquillos y juncos delgados como la hoja de un cuchillo, asi como en los paseos caracolean los caballeros con sus corceles alrededor de las carretelas. El inglés gusta mucho de correr ya montado á caballo, ó sobre los bancos de un barquichuelo. Los regatos se desparraman por la orilla coronada de espectadores apasionados aguardando con impaciencia la esplosion de pólvora de la meridiana, metálica que señala el buen suceso del vencedor. Estas embarcaciones ligeras y esbeltas como peces, llevan remeros peinados y vestidos como los jokeys, diferenciándose unos de otros por los vivos y variados colores de sus camisas. Al ver estos centauros de barquichuelos, escribe Minimus Lavaten con su pintoresca originalidad, conducidos por remeros atrevidos vestidos elegantemente de seda roja ó azul, verde ó rosada, se diría que todas las amapolas y acianos, enojados con sus vecinos los trigos han venido á bañarse en el Támesis.»
Con disgusto dejamos él puente colgante de Hungerfórd, teatro animado de negocios y diversiones: atravesamos un mercado cubierto, en donde sobre mesas de mármol blanco, adornadas con pedazos de hielo de facetas cristalinas habia apiladas centenares de langostas de mar, langostinos, cangrejos de color escarlata, sollos de gris de hierro y plateados salmones. Un momento después pasamos por Leicester―square y entramos triumantemente en la fonda del príncipe de Gales, inundada ya por una nube de pillos atraídos con la esperanza de vender algunas estampas, cortaplumas, cuchillos ó navajas de afeitar.
El observador esclamó:
—¡He ahi navajas inglesas legítimas!
Después de hecha la distribución de los cuartos entre los toristas, operación difícil y tumultuosa, con los cuarenta y cinco viageros que todos exigen los tres mejores aposentos, que todos gritan á un tiempo, preguntan, examinan, se enfurecen, amenazan, y que se esfuerza á calmar con una cachaza verdaderamente británica nuestro ingenioso compatriota Enrique Giraldon, capitán de la marina española, la mayor parte de los espedicionarios arden en deseos de correr las calles é invadir á Londres, como si hubiesen de marchar al siguiente día, y los que dan mas prisa son los que sé cansarán mas pronto. El tropel arrastra tras sí á los guias y hacen una irrupción en Leicester―place: se camina gesticulando, se habla gritando, y los transeuntes, admirados de este ruido miran con cierta sonrisa compasiva.
La plaza de Trafalgar, objeto de nuestra primera correría, es una plaza grande, de piso desigual é irregular: desde el peristilo de National―Gallery, monumento monstruoso del que hablaremos en otro lugar, produce cierto efecto, aunque es de figura trapezoide. En el centro hay un pilón de agua, y detrás de él se eleva la columna de Nelson, que cubre la estatua de Cárlos I, colocada en la parte baja de Chanig―Cross que guia á White―Hall, en que fué decapitado este rey.
Aun antes de su reinado se llamaba esta calle como en profecía, el camino de la Cruz.
La columna de Nelson da una idea anticipada del gusto inglés respecto a las bellas artes. Se dice que es de granito, mas á mi me pareció pintada de blanco, el fuste estraido, coronado con un vasto chapitel corintio, sirve de pedestal á la estatua de este célebre almirante, cubierta con un sombrero, que mirado de perfil, y por haber abandonado demasiado los dos bordes, se asemeja á dos cuernos, y como el busto anguloso y cuadrado no sigue el movimiento de la cabeza, vista esta figura desde la orilla del rio parece la estatua del diablo. Detrás del héroe el artista ha enfilado y enroscado en espiral un enorme cable que recuerda ideas, poco convenientes. En fin, Nelson tiene á lo largo de la espalda un para―rayos que le sale por la oreja; mas hubiesen necesitado este aparato los na―

martes, noviembre 18, 2008

Viage ilustrado (Pág. 305)

El anciano pervertido, con sus sastres, maestros de baile, de música, etc.; cuadro de W. Hogarth

London-Bridge, puente nuevo de la ciudad de Lóndres. Los navios remontan hasta él, que es el apostadero, sin que jamás puedan pasar mas arriba. Se principió en 1825, y en 1831 estaba ya concluido y espedito el paso para los transeúntes. A pesar de que el rio llega en aquel parage á su mayor anchura el puente solo consta de cinco ojos ó arcadas, pasando las de las estremidades por encima de las calles que siguen las dos orillas: se construyó con granito de Escocia: las arcadas son rebajadas, y la de en medio de un ancho sorprendente: el atrevido pensamiento y la ejecución de obra tan prodigiosas admira y sobrecoge de espanto al ánimo del que la mira. Los pilares ó machones tienen plintos macizos con tajamares ó cuchillos góticos, y los arcos que forman las bóvedas, están coronados con una cornisa que sostiene los pretiles, los buques y carruages pasan juntos y pegados unos á otros por debajo de este puente, tan concurrido y poblado por encima como por bajo de sus aleros. En las dos estremidades se ven nubes de peatones que circulan como legiones de hormigas en torno de la ultima arcada, que trepan hacia arriba ó bajan á lo largo de los estribos para ganar las calles bajas, las altas ó los embarcaderos.
Haciendo un cuarto de conversión, como decia nuestro compañero, dejamos á nuestra derecha una columna de piedra coronada con una especie de grueso cardo dorado. Nuestras guias nos dijeron que aquel cardo era una gavilla de paja inflamada, y que la columna que la sostiene fué erigida en memoria del incendio que en 1666 consumió la mitad de la ciudad, habiendo conseguido contener sus estragos en aquel sitio.
Cuatro ómnibus de vapor estaban al pairo, al pie del puente, estrechados los unos contra los otros y rebosando de gente; para llegar al postrero era necesario atravesar por los otros tres: cada uno corria atropelladamente buscando el suyo, pero todo con el mayor silencio. ¡Qué estrépito y gritería hubiera ocasionado semejante batahola en las orillas del Sena! El

sábado, noviembre 15, 2008

Viage ilustrado (Pág. 304)

Puente Nuevo de Londres
mismo, piensa con sobriedad, y el interés es la única ocupación. Se trabaja sin descanso y siempre silenciosamente.
Pero el navio se pierde ya en medio de los mástiles, estamos al pie del puente de Lóndres, se han arrojado los cables, las ruedas han parado, y se aborda sin ruido entre dos watormen, repletos de gentes mudas al embarcadero de la aduana, poblada con una multitud de factores, administradores y mozos de cuerda que esperan sin hablar palabra y os seguirán sin desplegar los labios.
Si alguna vez tiene la humorada algún torista sufrido y benévolo de ensalzar los atractivos de 1a aduana francesa, lo mejor que puede hacer es ir á Inglaterra para que le inspire la aduana de Lóndres. En España estos establecimientos están armados con uñas de gato, pero la inglesa agrega á estas la lentitud del boa que digiere. El registro no dura menos de cinco ó seis horas, á no ser que desembarque en domingo, en cuyo caso debe aguardarse basta el siguiente dia á las doce para que se le devuelva el equipage. Ve aqui como pasa la cosa: los encargados se informan de la fonda en que tenéis el proyecto de alojaros: después os hacen encaramar por una escalera de madera que guia al granero donde están las oficinas, allí recibís un número, y se pone otro igual en vuestra maleta: el vuestro lo atáis á la llave de vuestro candado, entregándolo á los encargados que luego que os ausentéis desbaratarán y destrozarán sin piedad vuestro equipage y vosotros os encaminareis á la gran ciudad con las manos en el bolsillo.
Esta costumbre nada tiene dé alarmante para loe ingleses, pero escita sobremanera la desconfianza española: si las señoras de este pais hubiesen hecho de sus hijos un ovillo y los hubiesen metido dentro de sus cajas y sombrereras no manifestarían un cuidado mas tierno y solícito que el que esperimentan en aquel lance. En fin, todos marchan haciendo sus comentatarios, el observador observando que esta disposición cuando menos supone mucha probidad y buena fé de parte de los aduaneros, el ciudadano español, reflexionando que todo se hace militarmente y con arregló la ordenanza, y el independiente regocijándose con la idea de que ha reconquistado su libertad.
Pero esta es de corta duración; los directores de la empresa entregan á los espedícionarios á cuatro intérpretes; que se los reparten y se encargan de ser sus guias ó cicerones en los ocho días que han de estar en la capital. Puede dirigírseles la palabra en francés, alemán, italiano y español, porque los cuatro se espresan con facilidad y precisión en cualquiera de estos idiomas, sobre todo en el primero. Yo tuve la felicidad de que me cupiese en suerte el mas inteligente y amable de todos: Jorge es un compatriota mio, muy bien educado, poco charlatán, calmoso como dos ingleses, honrado y listo sin atolondramiento, lo recomiendo eficazmente á los toristas que lean estas lineas.

martes, noviembre 11, 2008

Viage ilustrado (Päg. 303)

fábricas, las obras de albañilería diseminadas por todas partes, preparan al viagero el sorprendente espectáculo de la gran ciudad que va á presentarse a su derecha sobre aquella orilla defendida por largos rosarios de navios.
Ya vagan los watermane, barcos de vapor atestados de gente, descomunales ómnibus marítimos que en número de cuatrocientos hacen el servicio en el litoral. Se les ve deslizar rozando los costados y mezclados con los cachamarines, los briks, los navios de
tres palos de la compañía de Indias, y los bastimentos de toda clase, entre los cuales bulle y revolotea una nube de botecillos. Las riberas cubiertas de gente y de tallerres, aparecen mudas y tranquilas mientras que el bullicio y la vida se agitan sobre las aguas
que parece arrastran y reúnen en su superficie una ciudad populosa.
Es cerca de la hora del medio día: el sol platea con sus rayos los vapores del carbón que empaña el azul del cielo: los navios ordenados en filas a través de este vasto baluarte líquido, dejan percibir entre los claros de un bosque de mástiles, un mundo de almacenes, tabernas, tiendas de comestibles y manufacturas: y crugias coronadas con elevadas chimeneas de ladrillo atestadas de arboladuras de gigantescas proporciones: allí todo es actividad y trabajo: el agua agitada y batida sin cesar, forma abundante espuma; el cieno sube á la superficie, y las olas rizadas azotan las orillas como impelidas por una continua tempestad.
A medida que se avanza, éste estraño drama camina progresivamente á su peripecia: todos los viageros se maravillan de que el buque siga destilando por tan legítimo canal tan atestado de bastimentos que la vista tropieza por todas partes contra murallas de navios.
Después de haber rebasado á Greenwicch se aumenta la admiración, y parece haber llegado á colmo, pero lejos de eso se triplica cuando se entra en Lóndres: ve desarrollarse ante su vista aquel monstruoso Babel, centro del comercio de ambos mundos, con sus doscientas mil chimeneas, obeliscos que vomitan llamas de humo: sus cimbanillos puntiagudos y cincelados que se encuentran por centenas, y sus grandes casas de ladrillo ennegrecido cubiertas con tejas encarnadas, gradas colosales que sirven de zócalo a la basílica y cúpula de San Pablo, modelo del Panteón de París. .
Lóndres no tiene baluartes: el Támesis baña las casas edificadas en sus orillas, y se abren para dar paso á los cargamentos de toda clase: destinadas para diferentes usos, no guardan simetría en su distribución, pero todas están flanqueadas con empalizadas, pontones y erizadas de grúas y cabrias para levantar los pesados fardos.
Los edificios no están alineados ni hay el menor orden en este cuartel marítimo, en donde hay espacios para pescar, callejuelas inmundas en la alta marea, y poco después terrenos en que de trecho en trecho se elevan algunos árboles raquíticos y desmedrados. La orilla derecha está dedicada esclusivamente á la industria: es un arrabal monstruo poblado de obreros, casucas bajas y sin orden envueltas de continuo en una nube de espeso humo que arrojan sus chimeneas. La primera planta de la orilla izquierda, ofrece con corta diferencia un aspecto análogo, aunque con la ventaja de que entre este arrabal y los lejanos edificios de la gran ciudad se perciben millares de mástiles, cables, jarcias y navios agrupados que hacen sospechar si es ó no otro brazo del Támesis que invade á la capital. Son sus docks conchas pertenecientes á Lóndres y Santa Catalina y á la compañía de Indias: millares de navios surcan estos canales que siguen la dirección de la corriente del rio.
Como la orilla no está limitada con baluartes ó malecones, presenta una irregularidad muy ventajosa para el desembarco, y es tanta la afluencia, tanta la actividad y movimiento que esta facilidad comunica al litoral que hiere vivamente el ánimo de los franceses envanecidos con los suyos; empero el magestuoso y profundo Támesis no los necesita: es tan ancho que puede sostener una escuadra y soportar buques de vapor y vela tan numerosos como coches ruedan por la calle de Alcalá, en Madrid, un dia de toros.
Sorprende ver pasar los navios libremente por entre las casas, y el ánimo se complace al considerar el atractivo que inspira una vida tan laboriosa. Cuando el espedicionario se encuentra en medio de este puerto entre algunos millares de hombres tan activos é industriosos, se cree trasportado á una ciudad oriental piensa vagamente en Tiro, en Cartago, en las orillas del Ganges, en los villorrios holandeses, y en las caprichosas y poco conocidas ciudades de la China. Empero un triste pensamiento asalta y se mezcla con la admiración que inspiran estas escenas. Se ha visto el Támesis solitario en su embocadura irse poblando poco á poco, decorarse sus orillas con edificios y fábricas, nacer la agitación, crecer y aumentar la población hasta el estremo de embarazarse y tropezarse las gentes. No parece sino que desde un desierto se ha llegado en pocas horas al centro del mundo y al emporio del universo. Este espectáculo tan variado é imponente se ve, se toca, se está en la misma escena, nada es mas real y verdadero, y sin embargo, se duda de la realidad: todo cuanto veis os deja melancólico y pensativo, la idea del aislamiento en que os halláis en medio de tanto gentío, os oprime el corazón; entre el sin número de navios que hacen espumear las ondas y que presentan á nuestras miradas sus puentes atestados de hombres, de mugeres elegantes, de obreros, aldeanos y gentes de todas las clases edades y condiciones, se reconoce la actividad, el movimiento, y se concibe este drama como si fuese en sueños, como en la fantástica presentación de una decoración animada.
En fin, se cae en la cuenta, se conoce lo que falla para que todo cuanto se ve sea real y verdadero: es... ¡el ruido, las voces! La vida del Támesis es una pantomima: en ningún semblante asoma la risa, los labios están mudos: ni una sola voz ni una sola palabra, todo individuo permanece aislado; el artesano no canta, los transeúntes que pasan y vuelven á pasar miran sin curiosidad y no despegan los labios.
El inglés se ha creado un idioma apropiado á sus plácidas costumbres y á sus gustos silenciosos, su lenguaje es un murmullo, un rumor interpolado con suaves silbidos, apenas articulada una sílaba se desliza de los labios, y cuando se quiere asociar á la emisión de la palabra, la acción de la garganta ó pecho para alzar la voz, la fisonomía de esta se altera haciéndolas poco ó nada inteligibles, siendo únicamente con la condición de que se pronuncien indistintamente: si se grita, entonces salen broncas, desagradables al oido como el canto con que las ranas hacen resonar el eco de las lagunas. En Londres cada uno habla consigo

domingo, noviembre 09, 2008

Viage ilustrado (Pág. 302)

cuando por fin se ven las olas que se estrellan en la opuesta margen baja, sombría y desigual como los dientes de una sierra.
Empero de pronto reina por todas partes el movimiento y vida; el sol se eleva magestuosamente para despertar al Támesis, que yace dormido; sus dorados rayos desvanecen la bruma, apareciendo una bandada de blancas velas, que marcan la dirección y se alejan sobre las aguas, cual alciones que vuelan por, el espacio.
Entonces todo es animación en el buque; el puente se puebla de semblantes pálidos; los pasageros espedicionarios, recobrando su energía, se dividen en dos bandos; el uno que no cesa de hacer pregunta sobre pregunta; el otro que solo piensa en almorzar; el primero, que se compone de jóvenes turbulentos y nerviosos, no desmienten su temperamento en todo el curso del viage; los del segundo, apáticos y sensuales, solo cuidan de su persona y en pasarlo bien.
Mientras dura el susurro tumultuoso de estas gentes, sigamos atentamente el curso de este rio, de este vasto puerto de Inglaterra y del mundo comercial; mas aun han de trascurrir cinco ó seis horas antes de llegar á Londres.
Penetrar en esta inmensa metrópoli remontando la corriente, es gozar del espectáculo mas imponente y magnífico de que no puede formarse idea.
En efecto, el Támesis es el camino real mas estenso, mas frecuentado y concurrido que existe en el universo; es una carretera líquida indefinible, y sobre todo poco definida. El Támesis no es un rio, ni en ningún punto de su curso se asemeja á los otros; desde su nacimiento hasta llegar á Londres es un riachuelo que serpentea y juguetea por los prados, derramando á través de los sombríos parques el frescor y las delicias; en Lóndres es un malecón, que sirve de escala y depósito de géneros, porque las casas de la orilla se han edificado sobre el mismo légamo, y se comunican directamente con los navios. Entre estos malecones de fango y agua hay una ancha y estensa calle atestada de gente y ómnibus, que son unos barcos ó góndolas de vapor, pues la calle es el mismo rio.
Desde Lóndres á Gravesend, ciudad situada seis leguas mas abajo de la capital, el Támesis es ya un puerto en donde se ven, alineados en fila, centenares de buques de todas las naciones del mundo; desde aquel punto es ya un brazo de mar. Otro tanto puede decirse desde la Mancha á la metrópoli, en donde la marea señala todavía de 10 á 12 pies; las crecidas del rio no alteran en manera alguna el nivel de este profundo golfo.
Frente á Gravesend es donde se empieza á esperimentar la indefinible y estraña impresión que causa en el ánimo la perspectiva de la Inglaterra; á la derecha el literal del condado de Essex, bajo, árido y oscuro; allí el Támesis se tiñe de color de plomo: á la izquierda, la ciudad de Gravesend aparece descolorida y lúgubre, aunque con cierta coquetería. Alli fué donde observé la primera muestra de la caprichosa y ridicula arquitectura del pais; los baños de Clifron son rigorosamente góticos, y cada ojiva está coronada con un minarete á lo turco. Al paso que la tierra está desierta y solitaria, en el canal todo es animación, circulación y trabajo: empero la uniforme calma con que se cruzan las embarcaciones, la reunión inesplicable de tantas gentes estrañas, que no se conocen ni aun se miran, unidas por casualidad, aisladas por interés; su continuo trabajo, aunque pausado, todos estos detalles halagan y hielan á la vez los sentidos; al ver tanto movimiento y tanto silencio, se cree penetrar en medio del dia en la región de las sombras; aun el sol mismo, velado con un blanco sudario, no proyecta sobre estos fantásticos seres mas que el pálido espectro de sus rayos. En los campos se observa poca cultura, y en todas partes crecen altos árboles de un verde oscuro, encajonados en verdes balingrines alfombrados de menuda yerba.
Cuanto mas se avanza mas se multiplican las embarcaciones, y la fluida campiña no tarda en verse invadida por navios de todos portes, porque el Támesis da mil vueltas corriendo ya á la derecha ya á la izquierda, y á la parte de allá de sus llanas márgenes que ocultan sus sinuosidades, se ven circular las chimeneas de los Steam―boats, y las tendidas velas de los bricks de tres palos que juguetean con el viento, mezcladas con los robles, los tilos y las encinas; la tierra y el agua vuelven á unir la madera de los bosques.
Entretenido de esta manera, llega el espedicionario á Woolwich, ciudad enteramente militar y marina, con su arsenal, una fábrica de fundición de cañones, un cuartel ó caserna, un parque de artillería, escuela militar y vastas atarazanas. Saint―Cyr, Metz y Tolón, reunidos, podrán dar una incompleta idea de lo que es Woolwidh, que sostiene seiscientos presidarios (galeotes), en pontones harto conocidos de los antiguos marinos franceses.
Al pasar por delante de esta población consagrada á los trabajos de guerra, se concibe sin dificultad que la Gran Bretaña no tiene ni la aptitud ni las inclinaciones militares; atestada de soldados de todas armas, tiene todo el aspecto de una gran ferrería; por todas partes se ven operarios y obreros trabajando dentro del fango sobre el agua, y se equivocaría Woolwich con una ciudad manufacturera como Saint―Ettiene ó Birminghan, á no ser porque sé vislumbraban de vez en cuando dos ó tres centinelas con su casaca encarnada y sus largos fusiles, que jamás han de emplear. Alli todo se sacrifica á la utilidad y al trabajo, y todo el mundo se ocupa en alguna cosa. Frente á esta racional colmena y sobre la otra ribera llana y solitaria, se elevan diez ó doce casitas á medio construir, de estilo gótico, con sus fachadas que rematan en punta y sus ojivas. Puede asegurarse que antes que termine el año habrá ya cuatrocientas. Se forman muchas compañías con la idea de proporcionar alojamiento á los obreros, idea mas política que caritativa, porque la propiedad de cada uno de estos edificios representa un impuesto de 20 libras, é improvisando por este medio cuatrocientos propietarios artesanos, dan á un partido un número igual de electores; asi es que se funda una ciudad en obsequio de un candidato para la cámara de los Comunes.
Dejando á Woolwich se descubre en lontananza un poco sobre la izquierda las cúpulas gemelas de Greenwich, y es preciso dar un rodeo de dos leguas alrededor de ellas antes de llegar á Londres. Las nueve millas que quedan por andar antes de llegar á Gustam―Nouse se superan con rapidez.
El espectáculo que se presenta tiene tantos atractivos y la imaginación recibe tan fuertes impresiones, que las horas pasan sin sentir: el movimiento y la vida se apoderan por fin de la margen izquierda del Támesis hasta entonces desierta, las barrancas, las

jueves, noviembre 06, 2008

Viage ilustrado (Pág. 301)

Castillo de Woolwich
¡Todo podrá conciliarse observando la disciplina militar, caballero! cuando se ha servido...
De aqui se originó una disputa interminable; el ardor militar recordaba los anales del Imperio; luego se acerca á la patria de Wellington, y murmura: ¡por haber atacado los prusianos por todas partes!... ¡Si Grouchy hubiese llegado á las tres!...
Mas de una vez tendremos ocasión de bosquejar el comportamiento del madrileño cuando viaja; ahora volvamos al navio que avanza formando tras sí un surco fosfórico; sobre la izquierda se divisa una larga fila de luces, á manera de guirnalda de estrellas, que parece se mecen en las aguas, y anuncia que se ha legado á la altura de Douwres; raya la aurora por el punto que menos se esperaba, porque se ha perdido el tino, y nadie sabe si mira á Poniente ó á Levante, á causa de las bordadas que ha dado el buque para evitar los bajos. Los primeros albores de la mañana van á presentar á la ansiosa vista de los viageros, á través de la bruma y neblina, las casas de Ramsgate, rodeadas de otros edificios ó cafés en que se sirve el té, bien asi como flores esparcidas en la espesura de una floresta. A mas distancia se percibe á Márgate, coronando una escarpada roca amarillenta y lisa como una muralla, natural pedestal que tiene bajo sus pies un lecho de negruzcas olas, que lleva sentada á la ciudad como sobre un sitial de verdura.
Esta ciudad ostenta sus grandiosos edificios de ladrillo oscuro, taladrados con un sin número de ventanas, y su macizo campanario coronado con torreoncitos afiligranados y crestería.
No es de noche; pero tampoco de dia: la claridad no es todavía suficiente para rasgar el denso velo que impide que penetre la luz; las costas, ligeramente sombreadas de blanco, solo ofrecen á la vista superficies lisas que reflejan vagamente los objetos; los vapores de la noche se disuelven, cayendo á copos sobre la azulada superficie de las aguas. Poco á poco la costa se aplana: sobre la derecha, un pequeño banco de arena semejante á una faja de bistro, tiñe de añil las olas.
Se cree haber llegado á la embocadura del Támesis; mas detrás de una lengüeta de tierra, el mar que se eleva por aquel lado presenta una vela como si surcase por el aire. A medida que el navio se dirige hacia el Oeste, todas las miradas se concentran en la arenosa playa de Inglaterra, en donde se perciben dos torreones de melancólico aspecto, Tivo sisters; en aquel parage, según cuentan, fueron á estrellarse dos hermosas jóvenes, en cuya memoria se erigió aquel monumento; en seguida detrás de una cuesta, aparecen las blancas y amuralladas casas de Harneby, de aspecto oriental, célebre por sus baños, que se refleja como en un espejo en las azuladas aguas. Se ha hecho famoso otro banco de arena por el naufragio del Adelaida, que se dice señala la entrada en el Támesis; y sin embargo, como solo se descubre tierra por un lado, es preciso adoptar la idea paradójica de un rio que tiene una sola orilla. Solo cuando se llega á la altura Baonstapale, oculta en una hondonada, es

martes, noviembre 04, 2008

Viage ilustrado (Pág. 300)

bre inclinada la cabeza á fin de dar á sus sencillas miradas cierto aire de perspicacia.
En seguida prosiguió: vamos á Lóndres en este tren cuarenta y cinco individuos, y entre todos ¿cuántos os parece habrá que comprendan lo que van á ver? Creo que apenas podrán contarse tres; yo por mi parte os confieso que hago poco caso de los monumentos y edificios... abundan por todas partes... sin embargo, los miraré. Mi principal objeto, en estos ocho días de permanencia en la capital, será estudiar los usos y costumbres de sus habitantes á fin de saber á lo que nos hemos de atener con respecto á Inglaterra.
Su pretensión me hubiera hecho reir si un rápido examen sobre mis propias disposiciones, no me las hubiera hecho tan exageradas cuando menos como las de mi interlocutor; aun mas circunspecto conmigo mismo, mi razón no las hubiese aprobado: su candorosa confesión me desengañó: seguramente se equivocaba en cuanto á los resultados posibles de su corto viage, pero su pretensión dimanaba de una idea justa, porque lo que hay de mas interesante en Inglaterra, es conocer á los ingleses, es estudiar la vida privada de las diferentes clases de esta sociedad tan poco comunicativa, tan diferente de la francesa y española, y el mecanismo íntimo de esta civilización tan activa y poderosa que desde el fondo de una isla del Norte se desborda y brilla en todo el universo.
Mas ¿cómo profundizar tan arduo estudio en el corto plazo de una semana, agregado ademas á una caravana colecticia, cuyo principal objeto es recorrer de prisa un millón de curiosidades?
Como si mi buen hombre hubiese leído mi pensamiento y previsto mis objecciones, se apresuró á añadir.
—El tiempo es corto á la verdad y rara la ocasión; pero no obstante, encontraremos por todas partes en donde estudiar; para esto, amigo mio, ¿se necesita acaso mucho espacio y sosiego, algún guia ó cicerone, ó algún libro? Hay muchos que habrán estado veinte años en Londres, y volverán á su pais menos enterados que otros al cabo de veinte dias. Para observar se necesita un observador, lo mismo que un pintor para pintar. Ademas, que para el buen comprendedor todo habla, todo describe, los monumentos revelan su institución, la dirección de las calles, el aspecto de las casas, el modo de andar de los transeúntes son otros tantos efectos producidos por una misma causa; por cualquiera parte que se tienda la vista, no se encuentran mas que símbolos emblemáticos, y hasta las piedras tienen su lenguaje.
La confianza de mi buen compañero era capaz de dar ánimo al mas desalentado: en verdad no teníamos mas que ocho dias, y pensaba, como él emplearlos en recorrer los principales establecimientos, aprovechándonos del método, economía y celeridad de las empresas establecidas con este objeto. Pero ademas yo me habia propuesto, una vez ya familiarizado con el modo de conducirse en la capital, permanecer en ella un mes mas, acomodándome con alguna familia inglesa en calidad de huésped. Provisto con buenas cartas de recomendación para varios sugetos de todas clases y profesiones, me lisonjeaba adquirir conocimientos menos vagos, y ya que no me fuese dado conocer á fondo su índole, ponerme al menos en disposición de trazar sin preocupación y desapasionadamente lo que mas me hubiese chocado en aquel pais. He realizado este plan, he recorrido la Inglaterra en varias direcciones, y me he convencido de que la conocemos muy poco: muchas de sus cosas son falsas, en todo se han mezclado la exageración, de tal modo que me he visto precisado á variar la opinión y el juicio que habia formado, como sucede á la mayor parte de los viageros.
En materia tan delicada, no es mi intento que se consideren como absolutas y generales algunas observaciones aisladas; no, vuelvo á repetir, referiré lo que he visto, pintaré con sinceridad lo que he bosquejado del natural, sin añadir ni quitar. Este pais es la tierra clásica de la fria razón, del positivismo y de la realidad: desecha las ilusiones poéticas y los artificios de la composición.
En el detalle de los objetos, es donde debe estudiarse los rasgos característicos de la fisonomía de Inglaterra: la observación os sorprende desapercibido, y cuando menos se piensa se tropieza con la realidad sin haberla buscado. Disimula, benévolo lector, esta tímida digresión en gracia de la buena fé que la ha dictado, y si te place ven conmigo á bordo del steamboat, la ciudad de Boloña, y remontaremos juntos el Támesis hasta el puente de Londres: la noche está serena y templada, el cielo sin nubes y la mar tersa como un espejo.
A medida que avanzábamos, me chocaba mas y mas la inesperiencia mal disimulada y la turbulencia que caracteriza á la nación francesa: los españoles no viajan lo suficiente, y esta es tal vez la causa de su inferioridad respecto á las otras naciones del Norte: sus hábitos sedentarios dejan un profundo vacía en su educación: de aqui se originan preocupaciones sin cuento, su falta de armonía con otras naciones, y su poco acierto para colonizar, la limitada estension de su comercio, los estrechos límites de su erudición histórica, y la mayor parte de sus equivocaciones respecto á otros paises. Los hombres de Estado de la Gran Bretaña, conocen todo el mundo con tanta exactitud como un agente de policía las calles de Madrid.
Los víages, á nuestro entender, son los que han de terminar la obra de una buena educación; la empresa de diligencias establecida para la escursion á Londres, nos ha parecido desde un principio un pensamiento feliz.
Este modo de viajar ofrece un atractivo que le es propio: la escena chocante de una reunión de gentes de buen humor y de estados diferentes: cada individuo imbuido en sus principios, sus caprichos, sus manías, su aturdimiento, sus preocupaciones y su correspondiente dosis de amor propio: trasportados á un pais estraño, fácilmente se distinguen unos de otros por sus modales, trages é idiomas.
Un parisién oficial de la guardia nacional paseándose por el puente del navio, para engañar las fastidiosas horas de la noche, decia en alta voz:
—Esto no marcha en regla, aqui se necesita mas orden, mas disciplina; dar su número á cada individuo, tocar llamada á la hora de comer, pasar lista, dar santo y contraseña, marchar por pelotones, y en fin, gobernarlo todo conforme á ordenanza... ¿A qué hora llegaremos á Londres?
—A medio dia.
—Hora militar al menos.
—Pero alli me lisonjeo, dijo un torista terciando en la conversación, que no se nos conducirá como á un rebaño de carneros ó alineados en fila como colegiales cuando salen á paseo; no, eso no, yo no he tratado de vender mi libertad.

domingo, noviembre 02, 2008

Viage ilustrado (Pág. 299)

de las tierras altas y bajas, que forman vistas tan bellas como puede crearlas la imaginación; las llanuras cubiertas de trigo, ó tapizadas de magníficas praderas; la mezcla de viñedos y frutales, las quintas, las cómodas casas, las risueñas aldeas, las opulentas granjas, cercanas por lo regular á las ciudades, y decoradas con los colores mas brillantes de la naturaleza; todo esto es una belleza y una riqueza inesplicables. Los lugares mas estériles no carecen enteramente de verdor; mas lo que debe dar la mas alta idea de la industria inglesa es, que algunas de las mas fértiles costas del reino, naturalmente estériles, no deben su fertilidad mas que al esmerado trabajo con que se las cultiva. El suelo parece ser especialmente propio para producir bosques de construcción, y las plantaciones de árboles alrededor de las casas, es una de las cosas qué mas embellecen al pais.
El clima no es muy saludable sobre todo, para los estrangeros y las personas de constitución delicada. La temperatura es muy varia. En muchos sitios el aire está cargado de vapores que los vientos del Oeste llevan del Océano Atlántico; pero estos vapores se ven ordinariamente disipados por otros vientos ó por tempestades. El principio de las estaciones es indeterminado. La primavera, comienza unas veces en febrero y otras en abril; en mayo está frecuentemente cubierta la superficie de la tierra de escarcha, en lugar del verdor propio, de la estación; los primeros dias de junio, son por lo regular tan frios como los de diciembre, y otras veces se eleva el termómetro tanto como en Italia; agosto mismo tiene también sus vicisitudes de calor y frio, y setiembre y octubre son en general los dos meses mas agradables del año. Los habitantes suelen algunas veces esperimentar las cuatro estaciones en un solo dia, es decir, el frio, la buena estación, el calor sofocante, y el calor dulce.
Según se ha visto por el cuadro que hemos presentado mas arriba, el carbón de piedra es una de las riquezas de Inglaterra. En los alrededores de Newcaslle es donde se encuentran las minas mas importantes de este combustible; y no solamente se las puede mirar como uno de los almacenes mas grandes de Inglaterra, sino que proporciona al comercio esterior un objeto de venta y de ganancia considerable. De este punto parten todos los dias y á todas horas buques cargados de carbón, tanto para Lóndres, como para diversos puertos de Europa; y de aqui resulta una ventaja incalculable, no solo para el comercio, sino también para la marina; pues aqui es donde se forma el gran plantel de marinos, armándose en corso en tiempo de guerra mas de mil buques carboneros, que hacen un gran daño al comercio enemigo.
Las curiosidades naturales son muy variadas en Inglaterra. El número de los manantiales de aguas medicinales es inmenso, siendo entre otras famosas las de Balh; también se encuentran en Scarbourong , y en otros puntos del condado de Hjork, en Tunbridge, en el condado Kent, en Epsom, y Dulwich en Surrey, en Acton, y en Islington, en el condado de Midlesex. También hay muchos otros manantiales notables impregnados de sal, como los de Droitwich en Worcester, ó de una materia bituminosa, como el de Pitchford en Shroshire, ó de azufre como el famoso pozo de Vigan en el condado de Lancastre. El agua de este pozo es fría é inodora; sin embargo, con la corriente sale un vapor de azufre tan fuerte, que aproximando una luz, la superficie del agua se cubre de una llama parecida á la de un licor espirituoso; esta llama dura algunas horas, y da suficiente calor para cocerlos alimentos.
Entre las obras de la naturaleza no debemos olvidar la famosa gruta de Casttelon en el Derbyshire. Esta gruta está situada al pie de una gran peña escarpada sobre la cima de una montaña cortada á pico, encima dé la cual hay un antiguo castillo, construido, según se dice, en tiempo de Eduardo, llamado el príncipe Negro. La entrada principal tiene 40 metros y 13 de latitud. La longitud total de la gruta desde la entrada hasta su estremidad es de cerca de 930 metros, y en ella se encuentra un montón de estaláctilas, conocido con el nombre de campanario de Lincoln.
La Inglaterra ofrece también otras obras de la naturaleza dignas de interesar la curiosidad del lector; pero los límites de este libro no nos permiten entrar en grandes detalles. Aunque menos rica en ruinas monumentales, como ya hemos dicho, que los países meridionales de Europa, Inglaterra, contiene, sin embargo, restos de antigüedades romanas, sajonas, bretonas, danesas, y anglo―normandas, que pueden servir para desenvolver y esplicar la antigua historia del pais.
La rapidez de nuestra relación nos impide detenernos como era necesario en los alrededores de Lóndres. No haremos, pues, mas que nombrar á Chelsea, donde cuatrocientos militares inválidos tienen su morada, y mil doscientos hijos de soldados son educados á espensas del Estado en el asilo real y militar; á Kensington, conocido por su palacio real, cuyas sombrías calles de árboles son el punto de reunión en verano de todos los elegantes; á Kew, célebre por su observatorio; á Windsor, residencia ordinaria de los reyes de Inglaterra, situada en medio de los bellos jardines en los cuales se eleva sobre una masa de rocas la estatua colosal de Jorge III, y por último, á Eton y la aldea de Slough, donde el astrónomo Tterschell construyó su famoso telescopio. Por lo que hace, á las demas ciudades de Inglaterra, su descripción, necesaria en una geografía, no añadiría nada á nuestro designio, que es hacer conocer las costumbres de los pueblos y el clima y aspecto de los países.
Mas antes que penetremos en las otras dos regiones de la Gran Bretaña, y sin embargo de haber dado una ligera idea de las costumbres inglesas, no será ocioso que demos a conocer á nuestros lectores, las filosóficas observaciones que acerca de la Inglaterra y de los ingleses ha hecho un escritor contemporáneo en una obra de viages.
Esprésase, pues, de la siguiente manera:
Ha mas de cinco horas que se ha ocultado el sol, y todavía dura el crepúsculo; es de noche y no lo parece: el cielo no tiene color todavía, menos la mar, y no puedo comprender... ¿se sirve vd. caballero, explicarme en qué consiste esta claridad?
A tan racional observación, mas bien que por su rostro y frente cubierta con dos ó tres gorros, reconocí á mi comensal de Boloña, y le brindé á tomar asiente á mi lado sobre el puente del navio.
No aceptó mi convite diciendo, sabed que estoy acostumbrado á la mar y que soy mercante antiguo.
Este compañero de viage, cuenta sus cincuenta años y tiene la manía de querer ser profundo observador y conocer la mar por haber hecho un viage por agua desde Marsella á Cette. Grave, dotado de cierto aplomo, mas grueso que delgado, lleva por costum―