jueves, mayo 19, 2011

Viage ilustrado (Pág. 566)

na, estaba Munia con el tierno infante en los brazos, sentada á la orilla de un rio, cuando de repente estalló una furiosa tormenta y un rayo cayó no lejos de ella: estremecida y asombrada con el terrible estampido del trueno, dejó caer el niño que rodó hasta el rio y desapareció para siempre entre las aguas. Munia, casi loca con tal desgracia, corrió desesperada por los campos y los montes, y su estrella la guió al camino que traia Alvar, que volvía alegre al castillo á anunciar la venida de su señor, quien tornaba victorioso de los moros. Munia sin poder articular una palabra cayó desfallecida en los brazos de su esposo, que al cabo de largo rato logró volverla en sí, y que le esplicase el terrible suceso que causaba su quebranto. Alvar condujo á su esposa á la choza de un pastor que cerca de aquel sitio estaba, y la hizo recostar para que recobrase el reposo en tanto que él velaba por su seguridad á la puerta de la cabaña. Comenzaba á amanecer, después de una larga y tormentosa noche, cuando el sayón del castillo, seguido de algunos hombres de armas llegó cerca de la choza que albergaba á los esposos. Eran enviados aquellos por doña Aldonza que al entrar en su alcázar supo la muerte de su tierno hijo, y la huida de la nodriza. Aquella madre desolada, armada del omnímodo poder del feudalismo, había ordenado la llevasen la cabeza de su vasalla, que había dejado perecer el hijo que la confiara. Pugnaba el sayón por entrar en la cabaña para apoderarse de su víctima, pero Alvar se había arrojado á sus plantas y estrechaba fuertemente sus rodillas pidiéndole no le privase de una esposa que formaba sus delicias y á la que amaba mas que á su propia vida. Nada podía ablandar al siervo encargado de aquella ejecución sangrienta, y ya iba, auxiliado por los hombres de armas, á penetrar en el asilo de Munia, cuando Alvar concibió de repente una idea terrible aconsejada por el ardiente amor que profesaba á su joven compañera. «Llévale, dijo al sayón, mi cabeza á la señora en lugar de la de Munia y no turbes el sueño de esta. —¿Estás loco? le contesto aquel. —Si; ¡por el cielo! accede a mis ruegos... toma esta bolsa que cogí en la toma de un castillo moro, pero llévale mi cabeza al ama, y deja libre á mi esposa.» Consintió por fin el verdugo señorial en el cambio, y el generoso Alvar inclinaba dulcemente su cuello bajo el hacha, cuando se abrazó con él su esposa que había escuchado sus últimas palabras. En aquel momento, el hacha levantada cayó, é hirió de muerte á ambos esposos. Dos robustos y elevadísimos pinos cuyas ramas se confunde y cuyos troncos están casi juntos, señalan el lugar de su tumba.
Desde la ria de Cedeira, vuelve la costa á tomar la dirección del Sudoeste hasta el cabo de Priorio, de allí va al Sur, por espacio de una legua hasta otro cabo llamado de Priorio–Chico, quedando un cuarto de legua antes de este la ensenada de Doniños, que pertenece á la feligresía de San Roman del señorío del conde de Lemos, y en la que el 25 de agosto de 1800 desembarcó el almirante inglés Warrem, y el general de tierra Pulney á la cabeza de 18,000 hombres que ocupaban ciento y ocho buques, con objeto de apoderarse del importante punto del Ferrol, que dista solo una legua; pero hubo de reembarcarse con los suyos el 27 después de haber sostenido en este punto de Doniños una acción con 1,500 soldados españoles de la guarnición del Ferrol, mandados por el general conde de Donadío. En el centro de la citada feligresía, hay una gran laguna próxima á la mar en cuya orilla se ve arruinado el antiguo castillo de Oesteiro, y á la izquierda de la laguna la vigía de Monte–Ventoso, el que se eleva 286 varas sobre el nivel del mar, y desde donde se descubre un espacio inmenso. En el citado cabo de Priorio–Chico, se empieza á formar la renombrada ria del Ferrol que es propiamente un gran golfo llamado por los romanos Portus Magnus Artabrorum, y en él se hallan las rias de Ares y la Coruña. Entre el referido cabo de Priorio–Chico, y la punta del Segaño, se estrecha la ria (1) por espacio de una legua, al cabo de la cual se ensancha considerablemente, y se estiende casi por otra legua y media, terminando en el puente de Jubia, en cuyo punto desagua el rio de este nombre. La ria de que hablamos forma uno de los mas seguros y magníficos puertos de Europa, y sus orillas, cubiertas de pueblos, aldeas, castillos y feracísimos valles, presentan el mas risueño y pintoresco aspecto. Para gozar mejor de tan bella perspectiva se hace por el mar el pasage desde Doniños al Ferrol. Después de pasar el angosto canal que forma la ria, y del que hablamos arriba, dejemos á nuestra derecha los castillos de San Martin y La Palma, que dista uno de otro como 900 varas, y á la izquierda el fuerte de San Cárlos y el hermoso y fuertísimo castillo de San Felipe, que está situado al frente del de San Martin. Medía entre ambos un brazo de mar de 600 varas de anchura, y una gruesa cadena de eslabones colosales, cierra por esta parte la entrada de la ria de uno á otro castillo. El de San Felipe, edificado en un promontorio que forma la costa, domina la ria de tal modo, que seria por sí solo suficiente para defender la entrada de aquella de cuantas fuerzas navales intentasen combatirlo. Es capaz de una guarnición de 1,000 hombres, y de 190 cañones; está construido de piedra de sillería y todas sus habitaciones y departamentos á prueba de bomba. Compónese esta interesante fortaleza de una batería baja, de otra mas alta y de la que formaba el recinto del castillo antiguo que está á barbeta y las otras dos á merlones, con sus correspondientes esplanadas de piedra de sillería. Las defensas por la parte de tierra, consisten en un hornabeque con su foso y camino cubierto en el que hay dos caponeras. La escarpa, que tiene 42 pies de altura, la contra–escarpa, el parapeto del camino cubierto, el de la plaza de armas, las baterías y el pavimento de las murallas, todo es de sillería. Hay en este castillo fuente, un gran algibe á prueba de bomba, un hornillo para bala roja, casa cómoda para el gobernador, y pabellones para los oficiales, etc., etc. Por la ligera reseña que acabamos de hacer conocerán nuestros lectores la grandísima importancia de este hermoso castillo que es la verdadera llave de la ria y puerto del Ferrol. Bien lo conocieron los ingleses, pues en el referido año de 1800 dirigieron todos sus esfuerzos para hacerse dueños de él. A la sazón estaba indefenso y abandonado, sin guarnición, sin artillería montada, y sin repuestos de ninguna especie; mas el valor de algunos trabajadores del arsenal, y los fuegos de varías piezas que se lograron montar, tanto en San Felipe

(1) Antes de llegar á este estrecho están las baterías del cabo Priorio–Chico, de Canelas, de Viñas, de Cariño y San Cristóbal por la parte del Norte, y al Sur la del Segaño. Todas son grandes y sólidamente construidas. En algunas hay hornillos para bala roja.

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