miércoles, enero 19, 2011

Viage ilustrado (Pág. 536)


Caza del oso


Las filas, son la tertulia de la aldea. En las largas noches del invierno se reúnen en una casa todas las mozas, y se ocupan en hilar, en tanto que los mozos, usando de la frase del pais, las galantean, y las viejas refieren antiguas leyendas de moros encantados ó de las batallas del rey Pelayo, á quien en Asturias no se nombra nunca mas que con el dictado de Infante, observación que ya hizo en el siglo XVI el cronista Morales.
Para los gastos del alumbrado de la fila contribuyen los concurrentes con una cortísima retribución semanal.
Las esfoyanas son otras reuniones nocturnas que ofrecen gran diversion á los campesinos. Tienen por objeto arrancar las hojas inútiles á las espigas de maiz, y enlazar estas unas con otras, á lo que se llama enristrar, y se hace para secar al aire el grano. En tanto dura esta sencilla operación se suceden sin intermisión los cantos y los cuentos, y acabada comienzan los bailes, que alternados con los galanteos, los vasos de sidra, las avellanas y otras frutas, suelen prolongarse hasta el amanecer.
En los entierros precede siempre al cadáver una persona que conduce la ofrenda llamada oblada, y que la deposita sobre la sepultura. La clase de oblada varía según los concejos; en Gonon consiste en dos libras de pan y un cuartillo de vino, á lo que otros añaden una pierna de carnero. En el concejo de Gijon en una ó mas hanegas de trigo ó de maiz, pero en Piloña es mas poética la ofrenda, pues consiste en una ternera joven, que no hubiese parido, la cual marcha conducida por un criado delante del féretro. El dia de difuntos y el del primer aniversario se repite la ofrenda, y durante el primer año arde un cirio sobre la sepultura todos los dias, en tanto se dice la misa. En algunas concejos todos los parientes del difunto hacen cada uno su ofrenda ú oblada, ademas de la de la casa mortuoria, las cuales se depositan y permanecen en la iglesia durante la misa de requiem. A todos los concurrentes á esta se da de comer y beber magníficamente, á cada uno según su clase, y según las facultades de la familia del difunto. A los pobres pan, sidra, y tal vez caldo y carne, todo en abundancia, y ademas limosna; á los señores una comida todo lo bien servida y suntuosa posible , y refresco. A esta mesa asisten también los clérigos que se hubiesen reunido para las exequias, que á veces suben á setenta ú ochenta, y después de los postres el que hizo de preste entona un responso, al que responden todos los asistentes á este banquete fúnebre. En varias partes para esta ceremonia se cierran las ventanas, y se coloca sobre la misma mesa qué sirvió de altar de la vida, un crucifijo y dos velas encendidas para rogar por el eterno descanso del muerto. Esto recuerda los banquetes fúnebres de los antiguos egipcios. Terminada la oración, el párroco del pueblo ó el preste recorre toda la larga mesa llevando en sus manos una gran bandeja cubierta de monedas, y va

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