jueves, abril 29, 2010

Viage ilustrado (Pág. 475)

Don Bernardo de Balbuena, de quien hemos hecho mérito como poeta lírico, compuso el Bernardo. En él, como en todas sus composiciones, ostentó las altas facultades de que estaba dotado, pero que empleó casi siempre con mal gusto, con poca sobriedad y tino. El Bernardo es grande por el asunto: en él los caracteres están bien dibujados, las descripciones, sobre todo de objetos esteriores, son bellas y animadas; la dicción poética es atrevida y nueva; pero es difuso y prolijo en estremo, hasta el punto de hacer que se pierda la unidad del poema entre la multitud de episodios de que está sembrado; después hay escesiva profusion en galas poéticas sin oportunidad ni buen juicio. En suma, el autor poseia como hemos dicho grandes dotes, pero poco juicio, y esto se revela en su obra. Citaremos alguna octava únicamente como muestra de estilo. En la descripción del combate entre Bernardo y Roldan dice asi:

Cual generoso león que entre el rebaño
De algún collado de Getulia estrecho
Cansado de malar y de hacer daño
Las garras lame y el sangriento pecho,
Si un dragon ve venir de bulto estraño
La oveja que á matar iba derecho Deja,
y encrespa clin y aire brioso
Se arroja al enemigo poderoso.
Asi el bravo español viendo de lejos
Lucir las armas del señor de Anglante
Tras sus nuevos vislumbres y reflejos
Feroz sale á ponérsele delante
Herida el alma de los tristes dejos
Del malogrado primo y tierno amante;
Bien que el Marte francés al desafío
No salió con menor alíenlo y brio, etc.

Lope de Vega cultivó el poema, porque cultivó todos los géneros de literatura. Entre los poemas que compuso merecen citarse la Circe, la Andrómeda y la Filomena. También escribió la Corona trágica, cuyo héroe es María Estuardo, La Hermosura de Angélica, y la Jerusulen conquistada, obra de mucho valor á los ojos del autor, pero sumamente defectuosa. Creemos escusado mencionar otros varios poemas de diferentes autores, cuyo catálogo seria sobrado numeroso, pero que carecen de belleza y mérito real en su conjunto, por mas que en todos ellos huya buenos trozos de poesía. Solo haremos mérito, en conclusion, de dos poemas festivos que tuvieron y conservan mucha aceptación, á saber: La Gatomaquia, que se atribuyó á Burguillos, aunque hoy se considera de Lope de Vega, y La Mosquea, obra de don José de Villaviciosa. La primera es en su género una de las mas bellas obras de nuestra literatura. La segunda no tiene tanta gracia y soltura como La Gatomaquia, pero hay en ella mas caudal poético y mas ingenio y novedad de invención.
Para poner término al cuadro de la poesía lírica antes del siglo XVIII, debemos decir dos palabras de los romances. Los romances han sido la verdadera poesía popular de España en contraposición á la erudita, que solo era leida y gustada del mundo sabio ó ilustrado. El nombre de romance, que es el que se dio en su origen á nuestra lengua, se aplicó después á las relaciones hechas en rima, de sucesos que habían afectado la imaginación del pueblo, y que se recitaban generalmente con música en las reuniones del vulgo; pero nótese que la palabra misma demuestra la antigüedad de este género de poesía popular, conocida también con el nombre de fablas y con el de cantares, como hoy con el de coplas. El género de romances no se contaba al principio en los de literatura, y era mirado con desden por los hombres eruditos: por eso el arcipreste de Hita se avergonzaba de contarlos entre sus producciones, como se deduce de los siguientes versos:

Cantares fis algunos de los que disen ciegos
Et para escolares que andan nocherniegos
E para muchos otros por puertas andariegos,
Cazurroz et de burlas, non cabrían en diez pliegos.

Pero andando el tiempo y mejorada la lengua, se dedicaron ya buenos poetas á cultivar el romance, el cual llegó al mayor grado de perfección en el siglo XVI. Los asuntos de los romances fueron siempre hechos estraordinarios; ya una batalla famosa, ya la vida de un santo, ya los crímenes de un facineroso, ya la lucha entre dos caudillos enemigos. Generalmente quedaban ignorados, como sucede hoy, los nombres de los autores de estas poesías populares que aparecian en ocasiones dadas, y por lo mismo nos son desconocidos la mayor parte de sus autores. Por lo demás, poseemos admirables composiciones de este género. El verso empleado
comunmente es el octosílabo con asonantes. Como muestra, copiaremos algunos del titulado El rey don Pedro. Dice asi:

A los pies de don Enrique
Yace muerto el rey don Pedro,
Mas que por su valentía,
Por voluntad de los cielos.
Al envainar el puñal
El pie le puso en el cuello,
Que aun allí no está seguro
De aquel invencible cuerpo.
Riñeron los dos hermanos,
Y de tal suerte riñeron,
Que fuera Caín el vivo
A no haberlo sido el muerto.
Los ejércitos movidos
A compasión y contento
Mezclados unos con otros
Corren á ver el suceso.
Y los de Enrique
Cantan, repican y gritan.
Y los de Pedro
Clamorean, doblan, lloran
Su rey muerto.

Entrando en el siglo XVIII, digamos dos palabras acerca de la marcha seguida por la poesía hasta esta época. Hemos dicho su origen y su andar embarazoso por la rudeza de la lengua hasta Garcilaso. Vimos después á este poeta formar el verdadero lenguaje poético, sencillo y popular: le vimos tomar todavía mayor vuelo y revestirse de mas pomposos aparato bajo de Herrera, hasta que exagerados estos caracteres vino á caer en la afectación y estravagancia con Góngora, degenerando en lo que se llamó culteranismo, escollo en que se estrellaron nuestros mejores ingenios. En la primera mitad del siglo XVIII, apenas se nota vida ni movimiento en la poesía; baste decir, que á falta de otros nombres se cita el de Gerardo Lobo,

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