martes, abril 06, 2010

Viage ilustrado (Pág. 468)

dad de su pronunciación y en la armonía y cadencia.
Hechas estas breves indicaciones acerca de la formación de la lengua castellana, pasemos á examinar cómo fué manifestándose en las diversas producciones del ingenio, ó sea en la literatura. La literatura, en el sentido mas lato de esta palabra, comprende todas las producciones del ingenio humano, manifestadas por medio de la escritura. Si tratásemos de considerar filosóficamente la literatura, nos seria fácil demostrar que es la espresion de la vida moral ó intelectual de un pueblo, es decir, de las necesidades mas elevadas del alma. Hay, en efecto, en el alma humana necesidades de la imaginación que concibe y realiza lo bello en la espresion artística: hay necesidades de la inteligencia que busca lo verdadero en la conciencia humana por medio de la filosofía, y en el mundo esterior por medio de las ciencias físicas; hay necesidades de la voluntad, de nuestro ser moral que propende á practicar lo bueno y á simbolizar el infinito en la religion, y encarnar la idea de la justicia en las leyes y costumbres. El hombre siente una necesidad de emociones que nada puede satisfacer. El presente no nos basta. Lo real no puede llenar nuestro espíritu: de aqui la aspiración que nos arrastra á enseñorearnos en un campo mas vasto que el que limitan el tiempo y el espacio. Y este esceso de actividad que nos atormenta y demanda su empleo aun después de satisfechas las necesidades del cuerpo, este esceso del cual se sirve la Providencia para conducirnos por las vias de la perfectibilidad, es el que se revela en las varias producciones de la literatura. En este sentido, repetimos, la literatura espresa el carácter, las ideas y las costumbres, en suma, la vida moral de un pueblo. Y si bajo este punto de vista considerásemos la literatura española, fácilmente podriamos descubrir en su fondo y elementos constitutivos, el carácter del pueblo que representa. La religion, el honor y la galantería, han sido los rasgos mas marcados de su fisonomía, por que eran los tres principales elementos de la sociedad española. Añádase á esto una cualidad de carácter propia de un pueblo meridional y fomentada ademas con el contacto de los árabes, á saber, cierto colorido oriental, y grande propensión á las imágenes y metáforas atrevidas, cualidad que si no pudo revelarse en nuestras producciones literarias mientras la lengua era ruda y trabajosa, se ostentó con esceso tan pronto como esta adquirió flexibilidad y cultura.
Absteniéndonos de entrar en mas prolijas consideraciones sobre este punto, vamos á apreciar la literatura española tal cual se nos presenta en la historia, juzgándola principalmente con relación á su mérito y valor propio.
Para proceder con orden principiaremos estableciendo una division de la literatura en estética y científica, comprendiendo bajo la primera denominación á la literatura que tiene por objeto lo bello según dejarnos atrás indicado, y en la cual tiene la mayor parte la imaginación, como facultad del alma; y bajo la segunda la literatura, cuyo objeto es lo verdadero ó lo justo, y en que tiene mas parte el entendimiento y la razón humana. Nos ocuparemos, pues, en primer tugar de la literatura estética y en segundo de la científica.
La literatura estética puede distinguirse bajo el punto de vista de su forma en verso y prosa: por lo cual trataremos, primero de los escritos y escritores en verso, distinguiendo el lírico del dramático, y después de los escritores en prosa.
El mas antiguo monumento de la poesía castellana es el poema El Cid Campeador. Se cree que este poema fué escrito á fines del siglo XII ó á principios del siglo XIII: como quiera, solo es un conato, un primer esfuerzo de nuestra literatura, y mas que el nombre de poema merece el de crónica, siquiera se hubiese empleado el uso de la rima. El arte métrica estaba entonces en su infancia, según se ve por dicho poema, cuyos versos carecen de medida regular: ademas la obra carece de inspiración poética, por cuyo doble motivo no escita grande interés su lectura aun cuando á trozos se descubra talento en su
autor. Para que pueda juzgarse de lo que decimos, citaremos algunos versos: v. gr., los siguientes:

Tu eres rey de los reyes é de tod' el mundo padre,
A ti adoro é creo de toda volunta
E ruego à San Peydro que me ayude à rogar
Por mio Cid el Campeador que Dios le curie de mal.

Por lo demás la lengua castellana hizo en poco tiempo rápidos progresos, como se ve en la traducción del Fuero Juzgo mandada hacer por Fernando el Santo en el siglo XIII, é igualmente en las obras de Alfonso el Sabio, las cuales se distinguen tanto por la belleza de la espresion, que parecen escritas uno ó dos siglos después. Entre las obras de Alfonso el Sabio deben citarse con elogio especial bajo este punto de vista: El Fuero Real, Las Partidas, la Paráfrasis castellana de la historia bíblica y sagrada, y la Crónica general de España. Juzgúese de la soltura y fluidez de la lengua ya en aquella época por el siguiente trozo que tomamos de las Partidas:
«Ira luenga no debe el rey haber, pues que ha poder vedar luego las cosas mal fechas... é porque la ira del rey es mas fuerte é mas dañosa que la de los otros homes, porque la puede mas aina complir, por ende debe ser mas apersibido, cuando la oviere, en saberla sofrir.»
En cuanto al verso en la época de que nos ocupamos, es decir, en el siglo XIII, llegó á alcanzar grandes y considerables mejoras, asi en su cadencia como en su rima. Distínguense en este tiempo Gonzalo Berceo, que tomó generalmente por asunto de sus composiciones las vidas de los santos. Asi es que la de Santo Domingo de Silos da principio con aquellos versos tan conocidos que dicen:

En el nome del Padre Sennor de toda cosa
E de Don Jesucristo fijo de la gloriosa,
E del Spiritu Santo que á par de ellos posa
De un confesor santo quiero fer una prosa.
Quiero fer una prosa en roman paladino
En el cual suele el pueblo fablar á su vecino
Ca non so tan letrado por fer otro latino
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

Berceo fué un poeta erudito aunque demasiado popular y á veces bajo en su lenguaje. En el mismo tiempo floreció Juan Lorenzo Segura de Astorga, autor del Poema de Alejandro, en el cual empleó versos de catorce sílabas, por cuyo motivo se cree que los de esta medida se llamaron posteriormente versos alejandrinos. Este poema es una crónica fabulosa de las hazañas de aquel conquistador de la antigüedad; pero no solo falta á las condiciones de la verdad histórica, si—

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