sábado, abril 03, 2010

Viage ilustrado (Pág. 467)

temente á la Península de mas de 900,000 individuos los mas útiles é industriosos de la población. Fellipe IV que reinó desde 1621 hasta 1665, subyugado, por la influencia de un favorito, acometió guerras imprudentes, de cuyas resultas perdimos el Rosellon, el Portugal, los Países Bajos, la Isla Barbada y la Jamáica. Su sucesor Carlos II, llamado el Hechizado, tenia cuatro años cuando murió su padre, y su reinado acabó de poner el solio á los desastres sufridos en los dos anteriores. Murió en 1700 sin sucesión, dejando por heredero del trono al duque de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia, quien vino á tornar posesión de la corona en 1703; pero Leopoldo, emperador de Alemania, que la pretendía también para su hijo el archiduque Carlos, declaró la guerra á Felipe y principió la terrible lucha conocida en nuestra historia con el nombre de guerras de sucesión, lucha que no terminó sino trece años después con la paz de Utrecht, y en la que también perdimos algo de nuestros dominios, pues tuvimos que ceder á los ingleses el Gibraltar.
En 1724 renunció Felipe la corona en favor de su primogénito Luis; pero murió este príncipe á los siete meses, y volvió Felipe á tomar las riendas del gobierno que conservó hasta su fallecimiento acaecido en 1746. Sucedióle su hijo Fernando VI, principe pacífico y bondadoso, el cual reformó muchos abusos y promovió el comercio y prosperidad de la nación. Murió en 1739, recayendo la corona en su hermano Carlos, rey de Nápoles. El reinado de Cárlos III es una de las páginas mas brillantes de la historia de España. Asistido por ministros ilustrados fomentó las artes y las ciencias, afianzó la tranquilidad en sus dominios, se hizo respetar por los estrangeros, construyó numerosas escuadras que se enseñorearon de los mares y mantuvo ejércitos brillantes y disciplinados; su muerte acaecida en 1788 fué de todos llorada y sentida. Mas desgraciado su hijo Carlos IV sufrió continuos reveses en la guerra con Francia, y se vio perecer nuestra escuadra en la desgraciada batalla de Trafalgar sostenida contra los ingleses.
Bien conocidos son los sucesos de la famosa guerra de la independencia sostenida contra Bonaparte, y su glorioso resultado, y no lo son menos todos los acontecimientos del reinado de Fernando VII, tan hábilmente trazado por un escritor célebre, que hace figurar en primer término entre los calamitosos la pérdida total de las Americas. Muerto este último monarca en 1833, y ocupado el trono por su augusta hija doña Isabel II, encendióse una nueva guerra civil cuyo motivo y término en los campos de Vergara sabemos todos. Las revueltas políticas acaecidas en los doce años trascurridos desde la muerte de Fernando, están demasiado recientes para que necesitemos enumerarlas aqui. Su resultado ha sido cambiar el sistema de gobierno de absoluto en representativo, y asegurar la corona de España en las sienes de su hija, declarada mayor de edad por las Cortes en noviembre de 1843, desde cuya época rige los destinos de la nación.
Fácilmente se comprenderá al leer esta reseña, que no ha sido nuestro ánimo escribir la historia de España, sino señalar los sucesos históricos que mas han contribuido á la formación, engrandecimiento y decadencia de la monarquía, porque esto y no otra cosa era lo que cumplía al objeto de la presente obra. Vamos ahora á considerar la España bajo el punto de vista literario.
La naturaleza de esta obra de Viages nos obligará á ser mas lacónicos que quisiéramos al ocuparnos de un asunto de tanta importancia, como es la literatura que descuella tanto entre la de los demás paises: sin embargo, procuraremos caracterizar a la España literaria, presentando un resumen histórico—crítico de la marcha que ha seguido la literatura entre nosotros, desde los primeros tiempos hasta nuestros días, y mencionando á los autores que mas señaladamente se han distinguido por su ingenio.
Para proceder con orden principiaremos diciendo algo acerca de la formación de la lengua. Los habitantes primitivos, ó sea los iberos, debieron emplea un idioma rudo é inculto, como era su estado social. Después, sabido es que la dominación de los romanos aclimató en España la lengua latina, al mismo tiempo que sus leyes, administración y costumbres: si bien se conservaron algunos dialectos particulares de idioma primitivo en varios rincones de España como refiere Luitprando, según el cual todavía en el siglo VIII se hablaba en algunos puntos de España el hebreo, el cántabro y el celtíbero ademas del latin y del árabe, sin embargo, es lo cierto que á la venida de los godos el latin era la lengua dominante y mas generalmente usada. Naturalmente la lengua latina sufrió muchas alteraciones y corrupciones a causa del roce en que estaban con los demás dialectos y que, asi sucediese se comprueba leyendo a San Isidoro, arzobispo de Sevilla, en la época de que hablamos; pero en honor de la verdad el latin en España no llegó a corromperse tanto como en los demás paises conquistados por los bárbaros, habiendo contribuido á esto, entro otras causas, la influencia que adquirieron los obispos en el gobierno tan pronto como se hubo consolidado el régimen godo. Como quiera, la verdad es que al verificar se la invasion sarracena, el 1atin siquiera se hallase algo adulterado, era la lengua mas usada y oficial en España.
Destruido el imperio godo y estendidos los árabes por el territorio español, sucedió que los pocos españoles que se refugiaron en las montañas del Norte pudieron conservar largo tiempo en ellas el idioma latino, habiendo llegado á alterarse y perderse tan pronto, que en el siglo IX no era comprendido por los legos del latin de los libros. Resultó de aquí, que el lenguaje de los españoles refugiados vino á ser un dialecto informe, mitad latín y mitad godo, que se ha llamado romano—rústico. Al mismo tiempo, los pueblos dominados por los árabes, veían descomponerse su lengua propia con el contacto de la estraña, y cuando los pueblos del Norte, a medida que avanzaba en la reconquista se mezclaron con los del Mediodía, adoptaban palabras árabes y a su vez empleaban otras góticas, resultando de esta mezcla de elementos la formación de lo que entonces fué el romance vulgar, y hoy es la lengua castellana. A pesar de esto se veia formar en los diferentes ángulos de España, dialectos particulares que llevaban el carácter y el sello de cada localidad: en Cataluña, por ejemplo, prevaleció la lengua limosina: en la parte de Galicia, el gallego, dialecto común á las poblaciones fronterizas á Portugal; pero el romance, que era el idioma de la corte, preponderó sobre todos estos dialectos locales. El romance, después lengua castellana, conservó mas que ninguna otra de Europa, a escepcion de la italiana, el sello y carácter de la latina, señaladamente en la rotundidad de sus terminaciones, en la clari–

No hay comentarios: