jueves, abril 01, 2010

Viage ilustrado (Pág. 466)

á las montañas de Asturias y eligieron por caudillo á don Pelayo, vastago de la real familia de los godos. Los cántabros se unieron á su estandarte y mantuvieron á los moros en continua alarma haciendo frecuentes correrías en los territorios de que se habían apoderado. Asi el valiente Pelayo estendió los limites de su pequeño estado, se adelantó hacia las montañas de Leon y se apoderó de varias plazas, echando los primeros cimientos de la monarquía española, cuyos guerreros debían á su vez arrojar á los invasores hasta los lejanos peñascos del Atlas.
Imposible seria en los pequeños límites á que estamos reducidos, dar una idea ni aproximada siquiera, de las continuas guerras sostenidas por espacio de mas de siete siglos entre los españoles y los musulmanes; guerras en que mil capitanes valientes, cuyo nombre y fama ha llegado hasta nosotros, se inmortalizaron. Por fortuna las guerras civiles empezaron á devorar á los sarracenos debilitando sus fuerzas, al paso que crecían las de los cristianos, que aunque también divididos, adquirieron vigor con la reunion de las coronas de Castilla y de Leon en San Fernando, que logró apoderarse de Jaén, Córdova, Murcia y Sevilla, haciendo tributario al rey de Granada (año 1252,) último atrincheramiento de los musulmanes. Don Jaime de Aragón conquistó á Valencia y las Baleares, y reuniendo por último don Fernando, hijo de don Juan II de Aragón, esta corona y la de Castilla por su casamiento con doña Isabel llamada después la Católica, se apoderó de Granada el 2 de enero de 1492, terminando con este glorioso acontecimiento la dominación sarracena en España. El año de la conquista de Granada se hizo mas célebre también por los grandes descubrimientos de Cristóbal Colon en la América, los cuales condujeron á una nueva serie de triunfos y de conquistas. A estos sucesos siguieron otros que llevaron la monarquía á su mayor engrandecimiento. La reina Isabel murió en 1504 llorada por sus vasallos, y quedó gobernando el reino su esposo, como tutor de su hija doña Juana hasta su muerte, ocasionada en 1516. Entonces empuñó el cetro Carlos I de España y V de Alemania; los principios de su reinado fueron combatidos por varias revoluciones civiles, entre otras la célebre conocida con el nombre de Comunidades de Castilla, que terminó con la batalla de Villalar y muerte de su caudillo Juan de Padilla. Siguió la guerra con los franceses, y su rey Francisco I que turbaba la paz del continente, quedó prisionero en Pavía, recobrando la libertad bajo las condiciones que quiso imponerle el vencedor. Llamó en seguida la atención del emperador una nueva guerra promovida por los estados berberiscos; atacó la ciudad de Túnez, derrotó á Barbaroja que había usurpado la soberanía de aquel país, y después de repelidos triunfos cedió aquella ciudad á un rey tributario. Renovóse en 1536 la guerra con la Francia, pero en las campañas que sucedieron no acompañó la misma favorable suerte á las armas españolas. En 1545 emprendió Carlos una espedicion contra los argelinos, cuyo éxito fué también desastroso, al paso que en la guerra que declaró á los protestantes, la victoria coronó sus empresas con la derrota y prisión de Federico elector de Sajonia. Por este tiempo, hallándose el emperador sumamente achacoso de la gota, y conociendo que no bastaban ya sus fuerzas para sostener el peso de tan vasta monarquía, abdicó la corona de España en su hijo Felipe en 1556, y murió dos años después en el monasterio de YusTe en la Vera de Plasencia.
El príncipe sucesor se halló envuelto al subir al trono en varias guerras que aumentaron el lustre de su monarquía. Las tropas del papa y sus aliados los franceses sufrieron algunas repulsas en Nápoles por la pericia y valor del duque de Alba, y en las fronteras de Flandes y de Picardía fueron vencedoras las tropas españolas al mando del duque de Saboya. Alli el día de San Lorenzo de 1557, se libró la célebre batalla de San Quintín, en la que quedó derrotado el ejercito francés, y en cuya memoria Felipe II mandó erigir el magnífico monasterio del Escorial. El celo por la religion católica tuvo á Felipe ocupado en continuas guerras contra los infieles y los rebeldes de Flandes. A pesar de algunos descalabros sufridos por las armas católicas, sirvieron de gloriosa recompensa las muchísimas victorias decisivas, y entre otras la que en el golfo de Lepanto ganaron á la liga, anonadando en una sola acción el poder naval de los turcos, y los triunfos conseguidos sobre los moriscos de Granada por don Juan de Austria, hermano natural del rey, que también mandó como generalísimo la armada de la liga en Lepanto, y finalmente los descubrimientos y conquistas cada vez mayores del Nuevo Mundo.
No podemos resistir á la tentación de dar aqui una lijera noticia de los vastos dominios que por entonces poseía España, acaso sin igual en nación alguna ni antigua ni moderna. En la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII, nuestro gobierno abarcaba tantos paises y regiones, que apenas se concibe como podían manejarse, cuando tanta dificultad cuesta solo enumerarlos. En Europa era nuestra toda la península Ibérica incluso el Portugal y las posesiones de ambos reinos; Nápoles y Sicilia, Cerdeña, Malta, el Rosellon y el Bearnés, con la Baja Navarra, Parma, Plasencia y Milanesado, y todos los Paises Bajos. En Africa, ademas de las Canarias, Azores, Cabo Verde y Madera, presidios actuales, y todas las pertenencias portuguesas de Angola, Congo y Mozambique, poseíamos á Oran, Mazalquivir, Mostagán, Tánger, Túnez y la Goleta. En Asia eran nuestras las costas y factorías de Malabar, Coromandel y de la China con Goa y Macao, y los Santos Lugares de Palestina y sus accesorios. En la Occeanía, ademas de las Filipinas, Bisayas, Carolinas, Marianas y Palaos, teníamos gran parte de las de Sonda, Timor, las Molucas y multitud de archipiélagos y grupos é islas sueltas del mar Pacífico, por nosotros antes que por nadie reconocido. Y en América gozábamos aquel inmenso continente casi entero, pues era nuestra toda la meridional con el Brasil y toda la parte septentrional de Méjico, Californias, las Floridas, Nuevo Méjico, etc., sin mas escepcion que el Canadá y demás posesiones inglesas, a lo que añadiamos las grandes y pequeñas Antillas que después han provisto de colonias á toda la Europa marítima. Señorío tan colosal escedía de 60.000,000 de habitantes, y ocupaba una superficie de mas de 800,000 leguas cuadradas, que es cerca de la octava parte del mundo que conocemos. Todo ha desaparecido en el trascurso de dos siglos. El primer contratiempo impórtame que sufrimos en el mismo reinado de Felipe II, fué la destrucción por una borrasca de la invencible armada, con que quiso aquel monarca atacar la Inglaterra en 1588. Diez años después le sucedió en el trono Pelipe III, que señaló su reinado con la espulsion de los moriscos, privando impruden—

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