lunes, abril 26, 2010

Viage ilustrado (Pág. 474)

el cuadro que hemos trazado, debemos ocuparnos brevemente y por via de episodio de un género de poesía que se cultivó en el tiempo recorrido precisamente con mas aceptación popular que otra alguna, por ser la que estaba en el espíritu de la sociedad; hablamos de la poesía religiosa. Decimos que fué la mas popular y por lo mismo la mas originalmente española, puesto que la poesía profana fué en diferentes épocas la imitación ya de los clásicos latinos, ya de los escritores italianos de los siglos XV y XVI, según hemos indicado en el curso de este bosquejo histórico. La poesía religiosa, pues, fué cultivada por varios escritores, aunque por lo general con un gusto tan pervertido, que apenas hallamos escasas producciones que, consideradas literariamente, no merezcan la censura del desden. Entre los que en este género escribieron con mas acierto, citaremos únicamente á don Alonso de Proaza, á Fr. Luis de Leon, de quien nos hemos ya ocupado en otro concepto, á San Juan de la Cruz, á Fr. Pedro Malon de Chaide, á Fr. José de Sigüenza, y sobre todo á Santa Teresa de Jesús. Proaza escribió con mal gusto, y creemos poder dipensarnos de citar composición alguna de este poeta. Fr. Lorenzo de Zamora escribió entre otras cosas una composición titulada Monarquía mística de la Iglesia, que tampoco merece en nuestro juicio un análisis detenido. Fr. Luis de Leon si que supo encontrar acentos dignos y elevados para espresar los asuntos religiosos. ¿Quién no conoce su magnífica y sublime Oda á la Ascension del Señor? En el mismo caso se hallan su composición titulada Vida del cielo, y la Noche serena, que ya hemos mencionado en otro lugar. San Juan de la Cruz, religioso carmelita que nació en 1542 y vivió hasta fines del siglo XVII fué un poeta sagrado de verdadera inspiración y gusto. Hay en sus composiciones mucho que las asemeja á las de Fr. Luis de Leon, sobre lodo sencillez, verdad y elevación. En su Diálogo entre el alma y Cristo su esposo, se encuentran estrofas bellísimas por la delicadeza y tierna sublimidad con que siente, tal es por ejemplo esta:
Esposa. ¿A dónde le escondiste
Amado, y me dejaste con gemido?
Como ciervo huiste
Habiéndome herido,
Salí tras tí clamando y eras ido

Fr. Pedro Malón, navarro, y religioso agustino, merece una mención distinguida por haberse aproximado mucho al estilo de los dos anteriores. En su Tratado de la Magdalena dejó versos muy buenos, en los cuales se observa lozanía de imaginación y giros atrevidos y muy poéticos. Sirvan de ejemplo estas estrofas sobre el Cordero divino.

Hablo de aquel Cordero
En celestiales prados repastado
Que al lobo horrendo y fiero
De duro diente armado
De la garganta le quitó el bocado.
De aquel que abrió los sellos
Que aunque fué muerto, vive eterna vida
Y los misterios de ellos
Con su luz sin medida
Mostró su cerradura mas rompida.

El padre Sigüenza se señaló por muy buenas paráfrasis de los Salmos. Santa Teresa de Jesús mostró en la poesía la misma originalidad espontánea y apasionada que en la prosa. Su composición al amor de Dios, es muy conocida para que la analicemos, y revela como se elevaba su espíritu en éxtasis místico cuando dice:

Vivo sin vivir en mí,
Y tan alta vida espero,
Que muero porque no muero.

Omitimos de propósito otros nombres de algunos escritores religiosos, cuyas obras se encuentran por razón de su mérito en inferior escala.
De propósito hemos reservado para este lugar el hablar especialmente de la poesía épica durante el tiempo que hemos recorrido, aunque deberemos hacerlo muy rápidamente, atendidas las proporciones del cuadro que vamos trazando. Después de los poemas El Cid y Fernán Gonzalez, primeros ensayos de nuestra lengua, y como tales rudos y toscos, se escribieron en los siglos siguientes otros varios, si bien son muy pocos los que merecen mención especial. Preciso es confesar que no es en la epopeya donde han descollado los ingenios españoles. Digamos algo, sin embargo, de los mas notables autores de poemas.
Don Alonso de Ercilla ocupa el primer lugar por su Araucana. Ercilla nació en Madrid de padres vizcaínos en 1533. Habiendo militado en la guerra de Arauco, la cantó después en su poema, que publicó en tres partes desde el año 1569 hasta el 1589. El poema de Ercilla no se ajustó á la regla de los antiguos: es mas bien una crónica en octavas (hablamos bajo el punto de vista del plan) que una composición hecha según los preceptos del arte. Por eso carece de trabazón y de unidad; y su mérito, que es grande, se encuentra únicamente en los detalles, en la ejecución, pero no en el conjunto. Tiene ademas una desventaja, y es lo reducido del teatro que escogió, como es la guerra de un valle, y por consiguiente lo humilde del asunto. Por lo demás, Ercilla admira en la pintura de los caracteres, y sobre todo de las víctimas, en la descripción animada y calurosa de las batallas y en la enérgica elocuencia que da á los discursos de sus héroes. Como versificador, si bien fácil y suelto, no es elevado ni elegante en la locución. Como ejemplo de descripciones de combates escojemos al azar las siguientes octavas:

Cual el cerdoso jabalí herido
Al cenagoso estrecho retirado
De animosos sabuesos perseguido
Y de diestros monteros rodeado
Ronca, bufa y rebufa embravecido,
Vuelve y revuelve de uno y otro lado,
Rompe, encuentra, atropella, hiere y mata
Y los espesos tiros desbarata.
...............................................
Como el fiero Tifeo presumiendo
Lanzar de sí el gran monte y pesadumbre
Cuando el terrible cuerpo estremeciendo
Sacude los peñascos de la cumbre
Que vienen con gran ímpetu y estruendo
Hechos piezas abajo en muchedumbre,
Asi la triste gente mal guiada
Rodando al llano va despedazada.

No hay comentarios: