jueves, abril 08, 2010

Viage ilustrado (Pág. 469)

no á todas las reglas del poema épico. Hay, sin embargo, rasgos poéticos á cada paso y bellas imágenes, espresadas según lo permitía la rudeza de la lengua. Júzguese por estos versos:

El mes era de mayo, un tiempo glorioso
Quando lacea las aves un solaz deleytoso
Son vestidos los prados de vestido fermoso
Da sospiro» la duenna la que non ha esposo, etc.

El mismo Alfonso el Sabio, cuyas obras en prosa dejamos mencionadas, compuso un libro de cántigas, y según la opinion de varios eruditos, otro titulado Tesoro, en el cual trata de la manera de formar la piedra filosofal. He aquí el principio de dicho libro:

Llegó pues la fama á los mis oidos
Quen tierra d' Egipto un sabio vivía
E con su saber oí que facia
Notos los casos que non son venidos.
Los astros juzgaba, é apuestos movidos
Por disposición del ciello fallaba
Los casos que el tiempo futuro ocultaba,
Bien fuesen antes por este entendidos.
Cobdicia del sabio movió mi afición, etc.

Es cosa reconocida que Alfonso comunicó un notable impulso á la lengua y á la poesía castellana, asi como lo es que á su muerte lejos de continuar adelantando, retrocedió nuestra literatura por efecto, entre otras causas, de las disensiones, revueltas y guerras que sobrevinieron á Castilla; hasta tal punto, que el siglo XIV se presenta en orden á las letras con todos los caracteres de un siglo bárbaro y rudo. A pesar de todo, no podríamos dejar de mencionar al infante don Juan Manuel y a don Pedro Lopes de Ayala, los cuales se distinguen muy señaladamente en esta época. El primero uniendo la pericia y el valor de la profesion del guerrero al buen gusto y escogido ingenio en el cultivo de las letras, compuso varias obras, de las cuales solo se conserva una titulada El Conde Lucanor, obra en la cual bajo la forma de una fábula enseña máximas morales las mas acertadas y escogidas. No podemos como quisiéramos, detenernos á analizar esta producción tan notable por la sana razón que en ella domina como por su amenidad, é igualmente recomendable por el fondo y por la forma. En cuanto á Lopez de Ayala, también guerrero distinguido, canciller de Castilla y señor de Salvatierra, fué autor de las crónicas de cuatro reyes, desde don Pedro basta don Enrique III, y su estilo, si bien desafinado y árido, es natural y fácil. También escribió un libro de poesías todavía inédito, titulado El Rimado de Palacio, en el cual se propuso como asunto adoctrinar á los príncipes en el gobierno de sus pueblos. Sirvan de muestra de su versificación los siguientes versos, en que trata de los malos consejeros y aduladores de los palacios.

Los privados del rey é los sus allegados
Assaz tienen de quejas é de grandes cuidados
Ca, mal pecado, muchos consejos son errados
Por querer tener ellos los reyes lisonjados.
El rey dellos se fia, por ende quien lo daña
A muy mala ventura quien con lisonja lo engaña
Dígale su servicio, ca si un ora se ensaña
El rey no le echara por ende su compaña, etc.

Obsérvese cómo estos versos se resienten del retroceso de la literatura que, según hemos apuntado, se sintió después de Alfonso el Sabio, y cuan inferiores son en armonía y estilo aun á los del mismo Berceo.
Por lo dicho puede juzgarse de los primeros arranques de nuestra literatura en la poesía lírica, de la cual hemos creido conveniente presentar breves ejemplos para que se pueda conocer su origen y apreciar mejor los adelantos que hizo después.
Llegamos al siglo XV, en el cual volvió nuevamente á reanimarse el cultivo de las letras. Durante nuestro retroceso del siglo anterior, habían florecido en Italia Dante y Petrarca, y el brillo de sus obras, irradiando sobre España, produjo nueva vida en nuestra literatura y le comunicó un impulso prodigioso. Mucho contribuyó á esto el marqués de Villena, creador del Consistorio de la ciencia gaya, que inauguró la nueva época literaria. La corte de don Juan II parecía una academia, pues desde el rey hasta el último cortesano, estaban todos consagrados al culto de las musas. El mas notable de los poetas de aquel tiempo fué Juan de Mena, hombre de aventajadas dotes, de elevación en las ideas y fuerza de pensamiento, aunque duro en el lenguaje é inarmónico en la versificación. Otro de los poetas distinguidos del tiempo de don Juan II, fué el Marqués de Santillana, poeta inferior á Juan de Mena en elevación yen ingenio, pero superior en corrección, pureza y armonía de forma. Debemos mencionar especialmente á Jorge Manrique, hijo del conde de Paredes, y cuyo nombre ha pasado hasta nosotros en aquellas célebres coplas que compuso á la muerte de su padre, y principian asi:

Recuerde el alma adormida
Avive el seso y despierte
Contemplando
Como se pasa la vida
Como se viene la muerte
Tan callando.
Cuan presto se va el placer,
Como después de acordado
Da dolor; etc.

Nótese que estos versos se diferencian tan poco del lenguaje actual, que casi pudieran haber sido escritos en nuestros dias.
Florecieron también en este siglo Alonso de Cartagena, arzobispo de Burgos; el Bachiller de la Torre; Juan de Padilla (a) el Cartujano; Fernán Gomez de Cibdad Real, autor del Centón epistolario; el Bachiller Alfonso de la Torre que vivia en la corte de Navarra y compuso para la instrucción del príncipe de Viana una obra titulada La vision delectable; Fernán Peres de Guzman, célebre en su época por sus Setecientas coplas de bien vivir y autor de la Crónica de don Juan II y de las Generaciones y semblanzas, obra de relevante mérito, en la que pinta con admirable verdad y colorido á los personages ilustres de su tiempo; Fernando del Pulgar, autor de los Claros varones de Castilla y de las Letras á la reina: y finalmente, otros escritores menos notables, aunque dignos de alabanza.
Examinemos ahora la literatura en el siguiente siglo XVI. A principios de este siglo todavía la versificación era pesada y embarazosa y no se prestaba fá—

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