lunes, mayo 03, 2010

Viage ilustrado (Pág. 476)

como el poeta distinguido, á pesar de ser solo un mediano versificador. Por lo demás, el mal gusto continuaba, y débese á don Ignacio de Luzan, cuya poética apareció en 1737, el que se emprendiesen mejores caminos. En la segunda mitad del siglo pasado florecieron don Nicolás Moratin, don José Cadalso, don Vicente García de la Huerta, don Tomás Iriarte, don Felix María Samaniego, don Juan Melendez Valdés, don Melchor de Jovellanos, don Nicasio Alvarez Cienfuegos y otros menos notables.
Moratin fué el primer poeta de erudición, talento y gusto en aquél siglo. Cadalso fué poeta de naturalidad, y cultivó con buen éxito la anacreóntica, que yacia abandonada desde Villegas. Iriarte se distinguió principalmente por sus Fábulas literarias, publicadas la primera vez en 1782. Fué Iriarte hombre de grandes conocimientos; pero como poeta careció de inspiración verdadera, y sus versos tienen el defecto de ser demasiado prosaicos. Samaniego público una colección de fábulas superiores en mérito á las de Iriarte y á cuantas se conocieron antes y después de él. El nombre de Samaniego es popular en España, gracias á dicha colección. Melendez publicó sus dos primeros tomos de poesías en Madrid en 1785. Mereció el nombre de restaurador del Parnaso, y no puede negarse que purificó el lenguaje poético del mal gusto de que se resentía. Melendez fué un poeta hecho mas bien para la poesía dulce y suave que, para la elevada y fuerte. Por eso no tiene rival en los idilios y anacreónticas. Juzgúese por la siguiente muestra:

Siendo yo niño tierno,
Con la niña Dorila
Me andaba por las selvas
Cogiendos florecillas,
De que alegres guirnaldas
Con gracia peregrina
Para ambos coronarnos
Su mano disponía;
Asi en niñeces tales
De juegos y delicias
Pasábamos felices
Las horas y los días, etc.

Cienfuegos fué la antítesis de Melendez en cuanto al género á que se consagró. Poeta fogoso, apasionado de asuntos fuertes, enemigo ardiente del vicio, hizo poesías de mucho nervio y vigor, pero fué con harta frecuencia afectado y duro en el lenguaje.
Al entrar en el siglo XIX, no podemos menos de sentirnos embarazados para continuar nuestra reseña, tanto porque casi todos los poetas que han florecido en él viven aun, como porque no puede un siglo juzgarse á sí propio; y no es fácil adivinar qué es lo que sobrevivirá depurado por el tiempo entre lo mucho que se ha escrito en nuestros dias. Nos limitaremos, pues, á citar algunos nombres cuya fama ha sido sancionada por el tiempo, debiendo por lo demás decir que en estos últimos veinte años ha habido un sacudimiento en orden al cultivo de las letras, que contrasta con la apatía del siglo pasado. Desde luego debemos mencionar á don Manuel José Quintana, decano y patriarca de los poetas españoles contemporáneos y cuya robusta inspiración y elevado lenguaje poético al mismo tiempo que depurado gusto, le coloca en primer término entre los vates de este siglo. Debemos nombrar igualmente a don Juan Nicasio Gallego, don Alberto Lista, don Francisco Martinez de la Rosa y don José Joaquín de Mora, poetas todos conocidos en la república literaria en el primer tercio del presente siglo. En cuanto á los que se han dado á conocer despues, solo nos permitiremos citar como poeta lírico, y aunque no fuese sino por su prodigiosa fecundidad, á don José Zorrilla, joven todavía, y que sin embargo ha hecho lo bastante para su gloria póstuma. Respecto á los demás, á pesar de que los hay de mérito relevante y quizás superior á los citados, creemos deber abstenernos de apreciar sus dotes, porque estamos demasiado cerca para que á nuestro juicio presida la imparciadad y el aplomo necesarios. Por otra parte, ¿quién sabe si lo que hoy goza de la aceptación y del favor público, no caerá en el mas profundo olvido á vueltas de algunos años?
Poesía dramática. Después de haber presentado el precedente cuadro histórico de nuestra poesía lírica, haremos una rápida reseña de la dramática, á fin, de que pueda formarse una completa idea de nuestra literatura en verso. El drama, en su acepción mas genérica, es un género de literatura que ha menester ser popular, ser la verdadera espresion del sentimiento y de las ideas de la sociedad para que pueda tener vida y aceptación; supuesto lo cual, en ninguna otra producción hallaremos mejor reflejado el carácter español que en el género dramático. Aun por eso, y porque la poesía dramática tuvo necesidad de nutrirse de la fecunda savia del pueblo, y dejó de ser imitación como la poesía lírica, aun por eso, repetimos, en nada han descollado nuestros ingenios de un modo mas original y brillante que en la literatura dramática.
El origen del drama data desde los primeros tiempos de la sociedad. El drama en el sentido mas lato, es decir, la representación ó imitación de acciones y sucesos, es un fenómeno que se produce espontánea y necesariamente en los pueblos, porque tiene su origen en la naturaleza moral del hombre. Pero nuestras primeras representaciones eran naturalmente informes y toscas como el estado social. Las primeras representaciones antes del siglo XIV se conocieron con los nombres de misterios y entremeses; pero todas las composiciones de aquellos tiempos nos son desconocidas. En el siglo XIV encontramos alguna composición como la Danza de la muerte. Y en el siglo XV hallamos varias todavía de ruda forma de Juan de la Encina y del marqués de Santillana, asi como algunos diálogos destituidos de verdadero carácter dramático. Sin embargo de esto, el drama fué progresando lentamente, hasta que Lope de Vega vino á determinar y fijar sus formas, siendo de notar que Lope tuvo el arrojo suficiente para desentenderse de la imitación de los antiguos, y logró crear un drama de todo punto original, venciendo los esfuerzos que se hacian en contrario. Pero digamos algo de los que le precedieron y prepararon el teatro á la trasformacion hecha por Lope.
Entre los autores dramáticos de principios del siglo XVI, uno de los mas conocidos fué el Maestro Fernan Perez de Oliva. Se conocen dos tragedias de este autor, escritas ambas en prosa, y tituladas La venganza de Agamenón y Hecuba triste. Oliva en estas obras no fué imitador servil, y ademas las escribió en elegantísimo lenguaje. Quisiéramos que los límites de ese trabajo nos permitiesen trascribir alguno de los bellos trozos en que abundan. El padre Geró–

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