martes, mayo 20, 2008

Viage ilustrado (Pág. 239)

su vida literaria debe estudiarse desde su oda á María de Médicis con motivo de la entrada de esta princesa en París en 1600. Por esta cuenta Malharbe pertenece al gran período literario del siglo XVII, al cual está ligado por la naturaleza de sus obras y por la influencia que ejerció. Las bases de la reforma realizada por él no fueron entonces mas que presentadas, los resultados se hicieron sentir en el siglo siguiente. Esta es la ocasión de hablar de Maturíno Régniér (1573―1613), que contribuyó poderosamente á la obra de Malherbe con la misma intención, con el mismo propósito y ayudado de su disposición natural y de su talento, ignorado y desconocido por él mismo.
Antes de pasar á hablar de esta nueva época de la literatura francesa, diremos algunas palabras sobre el estado de su teatro, bien defectuoso por cierto y bien pobre.
Durante la mayor parte de este siglo, el arte dramático estuvo reducido á las moralidades, gargarillas y farsas. Después de numerosas persecuciones que habían sido dirigidas contra él por los tribunales por el año 1546, se habia reducido á la comedia de costumbres, descartada de todas las libertades satíricas y de todas las personalidades Pero el manifieste de Du Bellay vino á abrir nuevos caminos, y el arte dramático participó de la revolución que se obró en todos los ramos de la literatura, y procuró hallar en la imitación de los antiguos una nueva vida.
Por de pronto, cuando se necesitaba imitar la poesía dramática de los antiguos, no se hizo otra cosa que traducirla. Lázaro de Baif, muerto en 1547, tradujo la Electra, de Sófocles y la Hécuba de Eurípides. Tomás Sébilet la Ifigenia. El Pluto de Aristófanes fué traducido en verso por Ronsard, siendo todavía joven, cuando apenas habia acabado sus estudios.
Entre las imitaciones podemos contar las de Fodelle, uno de los principales gefes de la Pleyada, que hizo la Cleopatra y la Dido; fueron muy aplaudidas, pero no son otra cosa que una imitación servil calcada sobre la tragedia griega.
Ademas de Fodelle es necesario nombrar á Juan de la Perusa (1530―1556), Juan de la Taille nacido en 1510, Santiago de la Taille (1542―1556), Antonio de Baif, Remigio Beleau (ambos citados mas arriba como pertenecientes á la Pleyada), y Santiago Grevin, autor de la Muerte de César, obra en que se hallan algunos versos que no carecen de vigor.
El sucesor de Fodelle en la nueva escuela poética fué Roberto Garnier (1515―1601). Convienen todos generalmente en que se encuentra en sus obras, en las que abundan los recuerdos griegos y reminiscencias de Séneca, un estilo mas firme y mas noble y que se acerca masa la entonación de la tragedia. Sus producciones Cornelia, Marco Antonio é Hipólito anuncian alguna especie de progreso. Sus discípulos son: Chantelonne, J. Godard (1561―1625), S. Heudon, P. Mathieu, Cl. Billard (1550―1618), Ant. de Montherestun, muerto en 1621. Al mismo tiempo la nueva escuela rivalizaba con los curiales de la Basoche, aprovechando para sus comedias su erudición latina é italiana. En este género, en el que trabajaron Fodelle y Roberto Garnier, es necesario no olvidar los ensayos del P. Farivey, muerto en 1612, que supo mas de una vez ser divertido con naturalidad , y que tuvo la gloria de suministrar muchas agudezas á Moliere. Sin embargo, la comedia antigua no habia sido completamente destronada; resistió por de pronto á la invasión de los nuevos métodos, y concluyó por refundirse con ellos, llevando á esta refundición su no pequeña parle de mérito. La tragedia venció mas completamente á las moralidades, hijas de los misterios.
La compañía ó cofradía de la Pasión, dejó de existir en 1598, pero murió legando un rival mas poderoso contra sus adversarios. La compañía, á la cual cedió su privilegio, representaba con preferencia las piezas de Alejandro Hardy (1560―1631), sometido a la influencia de la literatura española, y que imitaba y traducía á Lope de Vega, como sus rivales imitaban y traducían á Sófocles.
Hemos llegado insensiblemente á la época en que todas las imitaciones, tanto las de la literatura dramática española como la de la greco―latina, y todos los esfuerzos de la literatura francesa, elementos que marchaban girando sin un punto de apoyo, se reconcentraron y se amalgamaron, por decirlo asi, tomando lo bueno de cada uno para venir después á producir obras verdaderamente grandes, y en cierta manera del todo originales.
Hemos llegado á la época en que el teatro francés, después de haber entrado en el camino que el español le habia abierto, dándole un cúmulo inmenso de materiales que él no supo aprovechar, dio un paso inmenso en la escena, produciendo esa tragedia seria y grave, que no tiene competidores y que disputa la primacía á los dramas inglés y alemán, y esa comedia, nacida de las imitaciones antiguas y españolas, y calcada sobre una base nacional que ha venido á quedarse, por decirlo asi, sin rivales.
Mas para llegar á este resultado, para ocupar ese puesto en el armonioso concierto de las literaturas de Europa, habia necesitado un instrumento completamente dócil y perfectamente constituido. Ronsard, aplicando á la lira las cuerdas poéticas, lo habia dejado, sin embargo, defectuoso, puesto que aunque el instrumento era sobradamente rico, estaba, sin embargo, mal templado.
Malherbe se propuso enmendar este defecto, y las composiciones en verso que salieron de su pluma, fueron suficientes para llenar el vacío. Mas versificador que poeta, mas perfeccionador que inventor, contenido por su respeto á la pureza de la lengua mas bien que entusiasmado por la inspiración poética, fijó definitivamente la prosodia, cultivó el número y la medida, regularizó la rima, y escogió por fin entre las formas existentes las mejores y las mas ventajosas. A su muerte, acaecida en 1628, puede decirse que habia conseguido su odjeto abriendo el camino á los grandes ingenios que habían de sucederle. Pero habremos de confesar, si hemos de ser justos, que él encontró el terreno preparado, esto es, encontró lo que difícilmente encuentran los reformadores, un público dispuesto á escucharle y coloboradores inteligentes ademas para secundar sus esfuerzos y para continuarlos.
Racan (Honorato de Bucil, marqués de Racan (1589―1670) Maynard (1582―1646), se distinguieron entre los sucesores de Malherbe. Dejando á su maestro las dulces armonías de la poesía lírica, Racan busca en Virgilio otras inspiraciones. Sus pastorales, débiles en el fondo y en la invención, tienen, sin embargo, cierta elegancia en el verso, cierta gracia melancólica en las ideas que le han valido muchos sufragios. La primera de estas cualidades le ha gran―

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