miércoles, mayo 14, 2008

Viage ilustrado (Pág. 236)

Montaigne
gico y original. Brantome (1517―1614), en el que ha sido necesario todo el escándalo de su objeto para que consiguiera interesar con sus memorias escritas con un estilo de antesala débil y descolorido. Por último, los autores de la Menippée, obra célebre de autores desconocidos. La mayor parte de estos prosistas merecen ser leídos y estudiados; pero en ellos no hay mas que literatura local y personal con el sello de todas las exageraciones de la época.
Esa obra célebre de autores desconocidos que acabamos de citar, es una producción muy notable, y aunque inspirada por las circunstancias y por los acontecimientos del dia, ha quedado como un monumento de picantes burlas y de alta elocuencia. Durante la época en que la liga y Mayenne su gefe se obstinaron en no reconocer a Enrique IV, cuando los españoles enviábamos á la causa católica soldados y dinero, y los estados de Francia se reunían y se separaban, sin haber tratado ni decidido nada en semejantes circunstancias, es cuando algunos franceses se asociaron para combatir por todos los medios que les fueran posibles. La pluma fué una de sus armas, y á falta de otros medios mas poderosos de conseguir la victoria se entretuvieron en publicar epigramas y sátiras para desacreditar á sus enemigos ridiculizándolos. Pedro Leroy fué el autor del Catholicon de España. En el Compendio de la celebración de los Estados, que viene en seguida, Guillot, muerto en 1619, consejero del Parlamento de Paris, escribió la arenga del legado. Florent Chrétien (1541―1586) la del cardenal Pellevé, Pedro Pithou (1539―1596) la de Aulray, el orador del partido de los políticos. En este último discurso, la razón y el patético, elevados hasta el sublime de la elocuencia, contrastan vivamente con la mas acre ironía y gracia maliciosa que brillan en las otras partes de la obra. Ademas, Rapin, muerto en l608, y Passerat (1534―1602) agregaron á la prosa de sus compañeros versos llenos de ingeniosos epigramas.
A las producciones mencionadas, debemos agregar como obras históricas, otras varias, entre las cuales figuran las historias de Claudio de Seissel, la del caballero Bayardo sin miedo y sin tacha, escrita por Roberto de la Mark, la vida del condestable de Borbon y muchas memorias de Castelnau, Lanone―Vieilleville y Blas de Montlue.
Entre los novelistas figuraron Herberay des Essarts, que tradujo del español al francés, los ocho primeros libros del Amadis, Margarita de Valois, que compuso el Heptameron, Buenaventura des Periers, y Beroaldo de Verville, autor de una obra ingeniosa titulada El medio de hacer fortuna.
La oratoria, para la cual se preparaba una época gloriosa, habia hecho pocos adelantos. La palabra sagrada se hallaba envuelta en formas ridículas y estral vagantes, siendo rarísimos los sermones y oraciones fúnebres dignas de mención; aun no habia llegado el siglo de Bossuet.
La elocuencia forense no estaba mas adelantada que la parlamentaria, y la elocuencia política apareció tarde en los discursos del canciller de L'Hopital (1505―1573) y en la famosa arenga de Enrique IV á los Estados de Ruan.
Entre los poetas no hubo nombres dignos de colocarse al lado de Rabelais y de Montaigne; pero no dejaron de ejercer influencia en la literatura, de preparar el camino por donde habia de entrar la poética voz de Corneille y de sus contemporáneos.
Clemente Marot (1495―1544), hijo de padre poeta, Juan Marot (1463—1523) se ensayó desde su primera juventud en rimar los versos que debian grangearle una gran celebridad. Sus obras se compo―

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