jueves, abril 29, 2010

Viage ilustrado (Pág. 475)

Don Bernardo de Balbuena, de quien hemos hecho mérito como poeta lírico, compuso el Bernardo. En él, como en todas sus composiciones, ostentó las altas facultades de que estaba dotado, pero que empleó casi siempre con mal gusto, con poca sobriedad y tino. El Bernardo es grande por el asunto: en él los caracteres están bien dibujados, las descripciones, sobre todo de objetos esteriores, son bellas y animadas; la dicción poética es atrevida y nueva; pero es difuso y prolijo en estremo, hasta el punto de hacer que se pierda la unidad del poema entre la multitud de episodios de que está sembrado; después hay escesiva profusion en galas poéticas sin oportunidad ni buen juicio. En suma, el autor poseia como hemos dicho grandes dotes, pero poco juicio, y esto se revela en su obra. Citaremos alguna octava únicamente como muestra de estilo. En la descripción del combate entre Bernardo y Roldan dice asi:

Cual generoso león que entre el rebaño
De algún collado de Getulia estrecho
Cansado de malar y de hacer daño
Las garras lame y el sangriento pecho,
Si un dragon ve venir de bulto estraño
La oveja que á matar iba derecho Deja,
y encrespa clin y aire brioso
Se arroja al enemigo poderoso.
Asi el bravo español viendo de lejos
Lucir las armas del señor de Anglante
Tras sus nuevos vislumbres y reflejos
Feroz sale á ponérsele delante
Herida el alma de los tristes dejos
Del malogrado primo y tierno amante;
Bien que el Marte francés al desafío
No salió con menor alíenlo y brio, etc.

Lope de Vega cultivó el poema, porque cultivó todos los géneros de literatura. Entre los poemas que compuso merecen citarse la Circe, la Andrómeda y la Filomena. También escribió la Corona trágica, cuyo héroe es María Estuardo, La Hermosura de Angélica, y la Jerusulen conquistada, obra de mucho valor á los ojos del autor, pero sumamente defectuosa. Creemos escusado mencionar otros varios poemas de diferentes autores, cuyo catálogo seria sobrado numeroso, pero que carecen de belleza y mérito real en su conjunto, por mas que en todos ellos huya buenos trozos de poesía. Solo haremos mérito, en conclusion, de dos poemas festivos que tuvieron y conservan mucha aceptación, á saber: La Gatomaquia, que se atribuyó á Burguillos, aunque hoy se considera de Lope de Vega, y La Mosquea, obra de don José de Villaviciosa. La primera es en su género una de las mas bellas obras de nuestra literatura. La segunda no tiene tanta gracia y soltura como La Gatomaquia, pero hay en ella mas caudal poético y mas ingenio y novedad de invención.
Para poner término al cuadro de la poesía lírica antes del siglo XVIII, debemos decir dos palabras de los romances. Los romances han sido la verdadera poesía popular de España en contraposición á la erudita, que solo era leida y gustada del mundo sabio ó ilustrado. El nombre de romance, que es el que se dio en su origen á nuestra lengua, se aplicó después á las relaciones hechas en rima, de sucesos que habían afectado la imaginación del pueblo, y que se recitaban generalmente con música en las reuniones del vulgo; pero nótese que la palabra misma demuestra la antigüedad de este género de poesía popular, conocida también con el nombre de fablas y con el de cantares, como hoy con el de coplas. El género de romances no se contaba al principio en los de literatura, y era mirado con desden por los hombres eruditos: por eso el arcipreste de Hita se avergonzaba de contarlos entre sus producciones, como se deduce de los siguientes versos:

Cantares fis algunos de los que disen ciegos
Et para escolares que andan nocherniegos
E para muchos otros por puertas andariegos,
Cazurroz et de burlas, non cabrían en diez pliegos.

Pero andando el tiempo y mejorada la lengua, se dedicaron ya buenos poetas á cultivar el romance, el cual llegó al mayor grado de perfección en el siglo XVI. Los asuntos de los romances fueron siempre hechos estraordinarios; ya una batalla famosa, ya la vida de un santo, ya los crímenes de un facineroso, ya la lucha entre dos caudillos enemigos. Generalmente quedaban ignorados, como sucede hoy, los nombres de los autores de estas poesías populares que aparecian en ocasiones dadas, y por lo mismo nos son desconocidos la mayor parte de sus autores. Por lo demás, poseemos admirables composiciones de este género. El verso empleado
comunmente es el octosílabo con asonantes. Como muestra, copiaremos algunos del titulado El rey don Pedro. Dice asi:

A los pies de don Enrique
Yace muerto el rey don Pedro,
Mas que por su valentía,
Por voluntad de los cielos.
Al envainar el puñal
El pie le puso en el cuello,
Que aun allí no está seguro
De aquel invencible cuerpo.
Riñeron los dos hermanos,
Y de tal suerte riñeron,
Que fuera Caín el vivo
A no haberlo sido el muerto.
Los ejércitos movidos
A compasión y contento
Mezclados unos con otros
Corren á ver el suceso.
Y los de Enrique
Cantan, repican y gritan.
Y los de Pedro
Clamorean, doblan, lloran
Su rey muerto.

Entrando en el siglo XVIII, digamos dos palabras acerca de la marcha seguida por la poesía hasta esta época. Hemos dicho su origen y su andar embarazoso por la rudeza de la lengua hasta Garcilaso. Vimos después á este poeta formar el verdadero lenguaje poético, sencillo y popular: le vimos tomar todavía mayor vuelo y revestirse de mas pomposos aparato bajo de Herrera, hasta que exagerados estos caracteres vino á caer en la afectación y estravagancia con Góngora, degenerando en lo que se llamó culteranismo, escollo en que se estrellaron nuestros mejores ingenios. En la primera mitad del siglo XVIII, apenas se nota vida ni movimiento en la poesía; baste decir, que á falta de otros nombres se cita el de Gerardo Lobo,

lunes, abril 26, 2010

Viage ilustrado (Pág. 474)

el cuadro que hemos trazado, debemos ocuparnos brevemente y por via de episodio de un género de poesía que se cultivó en el tiempo recorrido precisamente con mas aceptación popular que otra alguna, por ser la que estaba en el espíritu de la sociedad; hablamos de la poesía religiosa. Decimos que fué la mas popular y por lo mismo la mas originalmente española, puesto que la poesía profana fué en diferentes épocas la imitación ya de los clásicos latinos, ya de los escritores italianos de los siglos XV y XVI, según hemos indicado en el curso de este bosquejo histórico. La poesía religiosa, pues, fué cultivada por varios escritores, aunque por lo general con un gusto tan pervertido, que apenas hallamos escasas producciones que, consideradas literariamente, no merezcan la censura del desden. Entre los que en este género escribieron con mas acierto, citaremos únicamente á don Alonso de Proaza, á Fr. Luis de Leon, de quien nos hemos ya ocupado en otro concepto, á San Juan de la Cruz, á Fr. Pedro Malon de Chaide, á Fr. José de Sigüenza, y sobre todo á Santa Teresa de Jesús. Proaza escribió con mal gusto, y creemos poder dipensarnos de citar composición alguna de este poeta. Fr. Lorenzo de Zamora escribió entre otras cosas una composición titulada Monarquía mística de la Iglesia, que tampoco merece en nuestro juicio un análisis detenido. Fr. Luis de Leon si que supo encontrar acentos dignos y elevados para espresar los asuntos religiosos. ¿Quién no conoce su magnífica y sublime Oda á la Ascension del Señor? En el mismo caso se hallan su composición titulada Vida del cielo, y la Noche serena, que ya hemos mencionado en otro lugar. San Juan de la Cruz, religioso carmelita que nació en 1542 y vivió hasta fines del siglo XVII fué un poeta sagrado de verdadera inspiración y gusto. Hay en sus composiciones mucho que las asemeja á las de Fr. Luis de Leon, sobre lodo sencillez, verdad y elevación. En su Diálogo entre el alma y Cristo su esposo, se encuentran estrofas bellísimas por la delicadeza y tierna sublimidad con que siente, tal es por ejemplo esta:
Esposa. ¿A dónde le escondiste
Amado, y me dejaste con gemido?
Como ciervo huiste
Habiéndome herido,
Salí tras tí clamando y eras ido

Fr. Pedro Malón, navarro, y religioso agustino, merece una mención distinguida por haberse aproximado mucho al estilo de los dos anteriores. En su Tratado de la Magdalena dejó versos muy buenos, en los cuales se observa lozanía de imaginación y giros atrevidos y muy poéticos. Sirvan de ejemplo estas estrofas sobre el Cordero divino.

Hablo de aquel Cordero
En celestiales prados repastado
Que al lobo horrendo y fiero
De duro diente armado
De la garganta le quitó el bocado.
De aquel que abrió los sellos
Que aunque fué muerto, vive eterna vida
Y los misterios de ellos
Con su luz sin medida
Mostró su cerradura mas rompida.

El padre Sigüenza se señaló por muy buenas paráfrasis de los Salmos. Santa Teresa de Jesús mostró en la poesía la misma originalidad espontánea y apasionada que en la prosa. Su composición al amor de Dios, es muy conocida para que la analicemos, y revela como se elevaba su espíritu en éxtasis místico cuando dice:

Vivo sin vivir en mí,
Y tan alta vida espero,
Que muero porque no muero.

Omitimos de propósito otros nombres de algunos escritores religiosos, cuyas obras se encuentran por razón de su mérito en inferior escala.
De propósito hemos reservado para este lugar el hablar especialmente de la poesía épica durante el tiempo que hemos recorrido, aunque deberemos hacerlo muy rápidamente, atendidas las proporciones del cuadro que vamos trazando. Después de los poemas El Cid y Fernán Gonzalez, primeros ensayos de nuestra lengua, y como tales rudos y toscos, se escribieron en los siglos siguientes otros varios, si bien son muy pocos los que merecen mención especial. Preciso es confesar que no es en la epopeya donde han descollado los ingenios españoles. Digamos algo, sin embargo, de los mas notables autores de poemas.
Don Alonso de Ercilla ocupa el primer lugar por su Araucana. Ercilla nació en Madrid de padres vizcaínos en 1533. Habiendo militado en la guerra de Arauco, la cantó después en su poema, que publicó en tres partes desde el año 1569 hasta el 1589. El poema de Ercilla no se ajustó á la regla de los antiguos: es mas bien una crónica en octavas (hablamos bajo el punto de vista del plan) que una composición hecha según los preceptos del arte. Por eso carece de trabazón y de unidad; y su mérito, que es grande, se encuentra únicamente en los detalles, en la ejecución, pero no en el conjunto. Tiene ademas una desventaja, y es lo reducido del teatro que escogió, como es la guerra de un valle, y por consiguiente lo humilde del asunto. Por lo demás, Ercilla admira en la pintura de los caracteres, y sobre todo de las víctimas, en la descripción animada y calurosa de las batallas y en la enérgica elocuencia que da á los discursos de sus héroes. Como versificador, si bien fácil y suelto, no es elevado ni elegante en la locución. Como ejemplo de descripciones de combates escojemos al azar las siguientes octavas:

Cual el cerdoso jabalí herido
Al cenagoso estrecho retirado
De animosos sabuesos perseguido
Y de diestros monteros rodeado
Ronca, bufa y rebufa embravecido,
Vuelve y revuelve de uno y otro lado,
Rompe, encuentra, atropella, hiere y mata
Y los espesos tiros desbarata.
...............................................
Como el fiero Tifeo presumiendo
Lanzar de sí el gran monte y pesadumbre
Cuando el terrible cuerpo estremeciendo
Sacude los peñascos de la cumbre
Que vienen con gran ímpetu y estruendo
Hechos piezas abajo en muchedumbre,
Asi la triste gente mal guiada
Rodando al llano va despedazada.

viernes, abril 23, 2010

Viage ilustrado (Pág. 473)

Mas siempre una paz buena en clara lumbre
Contentamiento cierto le acompaña,
No tanta pesadumbre
Como acá va por esta tierra entraña.

También don Francisco Melo, portugués, escribió en español y como poeta aventajado, ademas de haber sido escelente prosista. Gil Polo es conocido por su Diana enamorada, y compuso ademas aquella bella poesía tan conocida de los aficionados, que empieza asi:

En el campo venturoso
Donde con clara corriente
Guadalaviar hermoso,
Dejando el suelo abundoso
Da tributo al mar potente.
Galatea desdeñosa
Del dolor que á Licio daña
Iba alegre y bulliciosa
Por la ribera arenosa
Que el mar con sus ondas baña.

Luis Barahona de Soto, fué autor de un poema titulado las Lágrimus de Angélica, y también de algunas églogas muy dulces y suaves de colorido. Fernando de Acuña cultivó también con buen éxito la égloga y la elegía. Vicente Espinel tradujo el Arte poética de Horacio, y compuso ademas algunas obras, entre ellas la Vida del escudero Marcos de Obregon, el incendio y rebato de Granada, y fué inventor de la décima, que por su nombre se llamó espinela. Don Juan de Arguijo, fué un poeta notablemente distinguido, imitador del género de Herrera, profundo en la inspiración, y fluido y armonioso en el verso. Don Baltasar de Alcázar, sevillano, vivió también en el siglo XVI: cultivó con aceptación el género jocoso, y en sus composiciones, aunque la mayor parte se han perdido, brilla la soltura y el chiste. Suya es aquella que se conoce con el nombre de la Cena jocosa, de la cual citamos las siguientes redondillas:

En Jaén, donde resido,
Vive don Lope de Sosa
Y direte, Inés, la cosa
Mas brava de él que has oido.
Tenia este caballero
Un criado portugués... Pero cenemos, Inés
Si te parece, primero.
......................................
Comience el vinillo nuevo
Y échale la bendición,
Yo tengo por devoción
De santiguar lo que bebo...
¿De qué taberna se trajo?
Mas ya, de la del Castillo,
Diez y seis vale el cuartillo,
No tiene vino mas bajo.
...............................................
Si es ó no invención moderna,
Vive Dios que no lo sé, Pero delicada fué
La invención de la taberna.
Porque allí llego sediento,
Pido vino de lo nuevo,
Mídenlo, dánmelo, bebo,

Págolo y voime contento.
Esto, Inés, ello se alaba,
No es menester alaballo,
Solo una falla le hallo
Que con la prisa se acaba.
........................................
Alegre estoy, vive Dios,
Mas oye un punto sutil
¿No pusiste allí un candil?
¿Cómo me parecen dos?
Pero son preguntas viles:
Ya sé lo que puede ser,
Con ese negro beber
Se acrecientan los candiles.
.........................................
Ya, Inés, que habernos cenado
Tan bien y con tanto gusto,
Parece que será justo
Volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
Que el portugués cayó enfermo...
Las once dan, yo me duermo,
Quédese para mañana.

Séanos dispensado si en obsequio al chiste y donaire de la precedente composición, hemos copiado mas que nos permitían las proporciones de esta reseña histórica. Por lo demás, Alcázar se distinguió especialmente en los sonetos, tanto jocosos como serios.
Gutierre de Cetina, poeta también Sevillano del siglo XVI, escribió poesías de un gusto muy delicado. Es conocido en la república literaria, principalmente por aquel bello madrigal que principia:

Ojos claros, serenos.

Don Antonio María de Amescua, el príncipe de Esquilache, y Baltasar Gracian, escribieron en el período de que nos ocupamos con notable ingenio y aceptación. Pero el último de estos, Gracian, llevó el gongorismo hasta la exageración mas estremada. Citaremos de sus Selvas del año un trozo, únicamente para que se vea hasta qué punto puede estraviarse el gusto público; y decimos el gusto público, porque nadie puede negar que la moda hacia que se leyesen con admiración versos como los siguientes:

Después que en el celeste anfiteatro
El ginete del día
Sobre Flegonte toreó valiente
Al luminoso toro
Vibrando por rejones rayo de oro;
Aplaudiendo sus suertes
El hermoso espectáculo de estrellas,
Turba de damas bellas,
Que á gozar de tu talle alegre, mora
Encima los balcones de la aurora;
Después que en singular metamorfosi
Con talones de pluma
Y con cresta de fuego,
A la gran multitud de astros lucientes
Gallinas de los campos celestiales
Presidió gallo el boquirubio Febo,
Entre los pollos del tindario huevo, etc.

Hemos llegado hasta el siglo XVIII en el examen y apreciación de la poesía lírica. Mas para completar

domingo, abril 18, 2010

Viage ilustrado (Pág. 472)

Con el favor en popa
Saliendo desdichadas
Volvieron venturosas!
No mires los ejemplos
De las que van y tornan
Que á muchas ha perdido
La dicha de las oirás , etc.

Aqui. como se ve, hay sentimiento, naturalidad é intención filosófica, pero hay defectos hijos de la precipitación, del descuido, y á veces del mal gusto.
Góngora marca ya la época en que el género introducido por Herrera, y moderado algún tiempo por los Argensolas, degeneró completamente desde la pompa y sonoridad hasta el artificio en el uso de metáforas raras y monstruosas, de giros violentos y conceptos alambicados. A esta escuela fundada por Góngora, se le llamó con el nombre de culteranismo. Y las poesías cultas llegaron á ser verdaderos logogrifos ininteligibles por su oscuridad metafísica hasta el punto de haberse escrito á este propósito aquellos sabidos versos.

Está hecho un Góngora el cielo
Mas oscuro que su libro.

Don Luis de Góngora poseía las mas altas dotes de poeta, imaginación brillante, pensamiento vigoroso, instinto de armonía y grande fecundidad; pero el deseo de singularizarse entre los poetas célebres de su tiempo le arrastró á abusar lastimosamente de su genio, habiendo logrado legar á nuestra lengua la palabra gongorino como equivalente á embrollado, oscuro y altisonante. Citaremos como ejemplo de su estilo los siguientes versos de las Soledades, en los cuales emplea una algarabía ininteligible de frases para espresar qué «era la primavera.» Dice asi:

Era del año la estación florida
En que el mentido robador de Europa
(Media luna las armas de su frente
Y el sol todos los rayos de su pelo)
Luciente honor del cielo,
En campos de záfiro pace estrellas;
Cuando el que ministrar podia la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida
Naufragó, y desdeñado sobre ausente
Lagrimosas de amor dulces querellas
Da al mar, que condolido
Fué á las ondas... etc., etc.

Sin embargo, seriamos injustos si no dijésemos que Góngora supo á veces apartarse del género oscuro, y escribió buenas composiciones. El soneto que principia asi:

«La dulce boca que á gustar convida
Un licor entre perlas destilado,»

su canción á la Tórtola, sus letrillas sobre todo, pueden servir de modelo.
Don Francisco de Quevedo y Villegas fué, como lo es hoy, uno de los poetas españoles de mayor nombradía; y á la verdad nadie como él ha tenido los dotes de capacidad, intruccion y carácter. Nació en Madrid en 1580, y compartió su vida varia y azarosa entre los cargos públicos y el cultivo de las letras. En este punto se dedicó tanto al género serio como al festivo, por mas que se le conozca vulgarmente tan solo como poeta jocoso. Emitiendo nuestra opinion acerca de Quevedo como poeta, diremos que si bien profundo en sus juicios, gracioso en el decir, y de ingenio facundo y singular, adoleció de pésimo gusto en la mayor parte de sus composiciones, de alambicado y raro en sus conceptos y analogías, y de poco respetuoso por la moral y la decencia. Sin ser Quevedo secuaz, antes diciéndose adversario del estilo de Góngora, incurrió sin embargo en iguales ó parecidos estravíos en punto á conceptos y lenguaje. Amigo de dar tormento á las palabras, del uso de los retruécanos forzados, llega á ser ininteligible en muchas de sus obras. En suma, fué un grande ingenio, pero ingenio estraviado y pervertido en el gusto. Véanse algunos tercetos que tomamos al azar de su sátira contra el matrimonio:

Dime ¿por qué con modo tan estraño
Procuras mi deshonra y desventura
Tratando fiero de casarme ogaño?
.......................................................

Solo se casa ya algún zapatero
Porque á la obra ayudan las mugeres,
Y ellas ganan con carnes si él con cuero.
Los siempre condenados mercaderes
Mugeres toman ya por grangería
Como toman agujas y alfileres.
Dicen que es la mejor mercadería
Porque la venden y se queda en casa
Y lo demás vendido se desvía.
.................................................

Ofrécesme un soberbio casamiento
Sin ver que el ser soberbio es gran pecado
Y que es humilde mi cristiano intento.

No queremos continuar. Bastan los versos copiados, y no sin repugnancia por nuestra parte, para que pueda juzgarse del estilo y género de Quevedo, conceptuoso, amigo de retruécanos y despreciador de la decencia. Hemos dicho que Quevedo era un gran tálenlo, pero talento de gusto corrompido: por eso solo en ciertas obras profundas es donde puede leérsele, y muchas veces admirársele.
A los tres grandes poetas de que acabamos de ocuparnos, debemos añadir una mención de otros que aunque en inferior esfera, se han distinguido en los siglos XVI y XVII. Haremos mérito, pues, de Francisco de Figueroa, poeta lírico, notable por la dulzura y fluidez de sus versos. Una de sus mas bellas poesías, hecha precisamente en versos sueltos, es su égloga de Tirsi. Jorge de Montemayor, portugués de nación, fué contemporáneo de Figueroa y fomentó la afición á las novelas pastoriles por medio de su Diana. Francisco Saa de Miranda, también portugués, y escritor en su patria, publicó ademas en lengua castellana varias composiciones del género campestre, composiciones que si bien adolecen de cierta dureza en la versificación, interesan por su melacolía y sensibilidad. Apostrofando á un amigo suyo que había muerto, se espresa asi:

Lo que ahora satisface
A tus ya claros ojos
No son vanos antojos
De que hay por estos cetros muchedumbre;

martes, abril 13, 2010

Viage ilustrado (Pág. 471)

tiempo don Diego Hurtado de Mendoza, quien sin embargo, fué mejor prosista que versificador, sin que esto quiera decir que no hubiese hecho escelentes versos. Harto conocida es por su sencillez y gracia aquella letrilla que principia asi:

Esta es la justicia
Que mandan hacer
Al que por amores
Se quiso prender.

Pero su mejor obra es la fábula de Adonis, escrita en octavas reales.
Tocamos ya un período de progreso muy señalado en nuestra poesía, siempre dentro del carril abierto por Garcilaso. El iniciador de esto, adelanto fué Fernando de Herrera, en el cual la poesía principió á ostentar mas pompa mas armonía y magnificencia: siquiera sea forzoso confesar que perdió mucho de la sencillez y naturalidad en que la habian sabido mantener Boscan y Garcilaso. Herrera, pues, invento nuevos giros, locuciones pomposas, imágenes atrevidas y procuró dar á la forma poética mas sonoridad y ostentación, en lo cual, quizás solo ganó el lenguaje. La oda á don Juan de Austria, es una de las mejores composiciones de Herrera, y puede servir de modelo del nuevo género que se esforzó en popularizar. He aquí la primera estrofa:

Cuando con resonante
Hayo y furor del brazo impetuoso
A Encéfalo arrogante
Júpiter poderoso
Despeñó airado en Etna cavernoso...

Es también muy notable la canción á la batalla de Lepanto, é igualmente la que compuso a la muerte del rey don Sebastian. Herrera se distinguió sobremanera por sus elegías.
Francisco de Rioja, que nació en el año 1600, pertenece á la escuela de Herrera. Su mas célebre composición es la canción á las Ruinas de Itálica, que todas las personas que han leido saben de memoria, y que principia con aquellos versos:

Estos Fábio, ¡ay dolor! que ves ahora
Campos de soledad, mustio collado,
Fueron un tiempo Itálica famosa:

Rioja se distingue por su dulzura y melancolía y por la filosofía y nobleza de sus pensamientos, y es menos afectado y mas correcto que Herrera. No debemos dejar de hacer mención de su Epístola moral composición la mas bella en su género de cuantas se han escrito, y cuya lectura causa tanto placer como admiración.
Estamos ya en pleno siglo XVII, y nos encontramos en el orden cronológico con los hermanos Argensolas (Lupercio y Bartolomé). Ambos unidos en la suerte, desde su nacimiento, dieron un mismo giro á sus composiciones como poetas. Fueron buenos versificadores, puros y correctos en el lenguaje, pero les faltó robustez de estro y de inspiración. Hay que agradecerles el haber contenido los estrados del mal gusto que por entonces principiaba ya á sentirse en nuestra literatura, exagerada la ostentación, y el aparato de sonoridad y pompa que le comunicó Herrera. Cítase como uno de los mejores sonetos de la lengua castellana el que compuso Lupercio Argensola, y principia asi:

Imagen espantosa de la muerte.

Igualmente famoso es aquel otro que dice:

Yo os quiero confesar don Juan primero
Que aquel blanco y carmín de doña Elvira, etc.

Viene después de los Argensolas, Bernardo de Balbuena, que nació en 1568 y falleció en Puerto Rico, siendo obispo, en 1627. Balbuena se distinguió por su poema titulado Bernardo y por la Grandeza mejicana y el Siglo de oro, Balbuena fué un poeta dotado de grandes facultades, pero abusó casi constantemente de ellas. Debemos mencionar tras de este poeta a Esteban de Villegas, que nació en Nájera en 1595; A Villegas le faltó buen juicio, pero aun asi y todo, gracias á sus facultades poéticas, llegó á rivalizar con Teócrito y Anacreonte. Sus Eróticas, compuestas á la edad de veinte años, se distinguen por la ligereza y travesura que en ellas domina. En este género descolló sobre todos y quizás no ha tenido rivales que lo eclipsen. Suya es aquella cantinela tan conocida por su gracia y sencillez.

Yo ví sobre un tomillo
Quejarse un pajarillo
Viendo su nido amado
De quien era caudillo,
De un labrador robado, etc.

También se señaló en esta época don Juan de Jáuregui, cuyo nombre ha pasado hasta nosotros por su escelente traducción del Aminta de Tasso, asi como también por su Farsalia; pero los mas distinguidos entre los poetas de aquel siglo, son Lope de Vega, Góngora y Quevedo. Lope de Vega fué denominado por sus contemporáneos el Fénix de los ingenios; nombre que mereció efectivamente por su prodigiosa fecundidad, por su imaginación rica y flexible, y por su laboriosidad incansable. Uno de sus principales méritos es el de haber creado una poesía popular, animada y ennoblecida con la erudición, haciendo que gustase á la vez al pueblo y á la gente docta. Al tratar de los escritores dramáticos, nos ocuparemos como merece de Lope de Vega; pero como poeta lírico exige que se le coloque en uno de los puestos mas señalados, pues aunque descuidado é incorrecto á veces, supo dar á sus composiciones una novedad especial. Suelen citarse entre sus composiciones sus odas á La barquilla, de una de las cuales (la primera) tomamos los siguientes versos para que puedan juzgar nuestros lectores.

Pobre barquilla mia
Entre peñascos rota
Sin velas desveladas
Y entre las olas sola
¿A dónde vas perdida?
¿A dónde, dí, te engolfas?
Que no hay deseos cuerdos
Con esperanzas locas.
...................................
¡Dirás que muchas barcas

domingo, abril 11, 2010

Viage ilustrado (Pág. 470)

cilmente a la espresion variada de los afectos. Aunque se habia abandonado el verso alejandrino por las coplas de arte mayor, no se habia hallado un metro que tuviese la necesaria flexibilidad para acomodarse á los varios tonos del sentimiento; pero el endecasílabo tomado de la poesía italiana vino felizmente á satisfacer esta necesidad. Esto en cuanto á la forma. En cuanto al fondo, necesitaba la poesía salir del estrecho campo de los epigramas y agudezas, y ambas cosas se verificaron en el siglo de que vamos á hablar. El poeta que se nos presenta en esta época es Juan Boscan, cuya gloria principal consiste en haber inaugurado una favorable revolución en la poesía española, imitador de los italianos, y sobre todos ellos de Petrarca, fácil le fué emprender un nuevo rumbo, libre como se halló de apego alguno á nuestra poesía. Pero su novedad halló opositores, señalándose entre estos Cristóbal del Castillejo, poeta de ingenio sutil y epigramático, pero de escasa elevación. Véase cómo Castillejo atacaba á Boscan y en él á los petrarquistas, como los llamaba, ó sea á los que introdujeron el verso endecasílabo.

Juan de Mena como oyó
La nueva trova pulida
Contentamiento mostró,
Caso que se sonrió
Como de cosa sabida.
Y dixo: según la prueba
¡Once silabas por pie!
No hallo causa por qué
Se tenga por cosa nueva,
Pues yo también las usé.
Don Jorge dixo: no veo
Necesidad ni razón
De vestir nuestro deseo
De coplas que por rodeo
Van diciendo la intención, etc.


Pero á pesar de la oposición de Castillejo y otros, el nuevo género de versificación se adoptó por genios distinguidos, entre los cuales debemos contar el primero a Garcilaso de la Vega, desde el cual puede decirse que principia la verdadera poesía castellana. Garcilaso de la Vega escribió poco, pero lo bastante para inmortalizar su nombre y para crear nuestro lenguaje poético. ¡Qué gusto, qué corrección, y sobre todo, qué naturalidad y qué sentimiento en sus poesías! ¡Qué ternura, qué fluidez y qué verdad en sus églogas y en la pintura de las escenas y de los amores del campo! Como sus versos tienen el privilegio de ser recitados de memoria por toda clase de personas, nos creemos dispensados de citar trozo alguno como modelo. Séanos lícito, sin embargo, trascribir por ejemplo aquella estrofa que pone en boca del pastor abandonado, tan notable por su ternura.
¿Quién me dijera, Elisa, vida mia,
Cuando en aqueste valle al fresco viento
Andábamos cogiendo tiernas flores,
Que habia de ver con largo apartamiento
Venir el triste y solitario día
iQue diese amargo fin á mis amores?
El cielo en mis dolores
Cargó la mano tanto!
Que á sempiterno llanto
Y á triste soledad me ha condenado.
Y lo que siento mas es verme alado
A la pesada vida y enojosa:
Solo, desamparado,
Ciego sin lumbre, en cárcel tenebrosa.


Garcilaso no fué tan feliz como en sus églogas, en sus canciones, en las cuales es á veces sutil y conceptuoso. Por lo demás, Garcilaso, imitador á un tiempo de la antigüedad y de los poetas italianos, supo por lo general aprovechar lo bueno de todos; y los defectos que alguna vez se notan en sus producciones, son tomados de los últimos.
No puede menos de concederse á Garcilaso, ademas de la gloria como poeta, la de haber abierto el camino por donde habían de marchar genios tan privilegiados, como los que dieron altísimo esplendor á nuestra poesía en el siglo XVI. Entre ellos citaremos á Fray Luis de Leon, que nació en 1527, y profesó en 1544 en el convento de Agustinos de Salamanca, habiendo llegado á ser nombrado provincial de la orden. Fray Luis de Leon es uno de aquellos poetas, que sin aspirar á la pompa en el lenguaje, ni al oropel de las formas, sino por el contrario, sencillo y natural siempre, sabe, sin embargo, producir las mas profundas emociones en el alma. Rebosando su espíritu en pensamientos elevados y en ideas sublimes, le basta espresar lo que siente y piensa, para hacer el mayor efecto. Sus odas están impregnadas de la filosofía cristiana, y revelan el desden por lo deleznable de las cosas de la tierra y la aspiración á otra vida imperecedera. Sirvan de ejemplo las siguientes estrofas:

Cuando contemplo el cielo
De innumerables luces adornado
Y miro hacia el suelo
De noche rodeado
Y en sueño y en olvido sepultado,
El dolor y la pena
Despiertan en mi pecho una ansia ardiente,
Despiden larga vena
Mis ojos hechos fuente,
Oloarte, y digo al fin con voz doliente.
¡Morada de grandeza!
¡Templo de claridad y de hermosura!
¡El alma que á tu alteza
Nació! ¿qué desventura
La tiene en esta cárcel baja, oscura?


Véase que sencillez en la forma y que sublime elevación en el pensamiento. A primera vista parecería que estas estrofas nada dicen, y sin embargo, por poca atención que se ponga, admira la grandeza de la idea del poeta. Debemos observar que Fray Luis de Leon empleó con predilección especial el género de versificación de las estrofas que preceden, es decir, la estrofa de cinco versos, llamada lira, en cuyo uso se apartó del método italiano y de las canciones de largas estancias.
Francisco de la Torre, que vivió en esta época, fué un poeta dulce y sencillo, y aficionado á tratar asuntos campestres, en que supo siempre salir airoso. En punto á la versificación, ensayó la Torre el empleo de versos sueltos á la manera de los antiguos, pero a pesar de haberlo hecho con felicidad, no tuvo imitadores.
Merece también citarse entre los poetas de aquel

jueves, abril 08, 2010

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no á todas las reglas del poema épico. Hay, sin embargo, rasgos poéticos á cada paso y bellas imágenes, espresadas según lo permitía la rudeza de la lengua. Júzguese por estos versos:

El mes era de mayo, un tiempo glorioso
Quando lacea las aves un solaz deleytoso
Son vestidos los prados de vestido fermoso
Da sospiro» la duenna la que non ha esposo, etc.

El mismo Alfonso el Sabio, cuyas obras en prosa dejamos mencionadas, compuso un libro de cántigas, y según la opinion de varios eruditos, otro titulado Tesoro, en el cual trata de la manera de formar la piedra filosofal. He aquí el principio de dicho libro:

Llegó pues la fama á los mis oidos
Quen tierra d' Egipto un sabio vivía
E con su saber oí que facia
Notos los casos que non son venidos.
Los astros juzgaba, é apuestos movidos
Por disposición del ciello fallaba
Los casos que el tiempo futuro ocultaba,
Bien fuesen antes por este entendidos.
Cobdicia del sabio movió mi afición, etc.

Es cosa reconocida que Alfonso comunicó un notable impulso á la lengua y á la poesía castellana, asi como lo es que á su muerte lejos de continuar adelantando, retrocedió nuestra literatura por efecto, entre otras causas, de las disensiones, revueltas y guerras que sobrevinieron á Castilla; hasta tal punto, que el siglo XIV se presenta en orden á las letras con todos los caracteres de un siglo bárbaro y rudo. A pesar de todo, no podríamos dejar de mencionar al infante don Juan Manuel y a don Pedro Lopes de Ayala, los cuales se distinguen muy señaladamente en esta época. El primero uniendo la pericia y el valor de la profesion del guerrero al buen gusto y escogido ingenio en el cultivo de las letras, compuso varias obras, de las cuales solo se conserva una titulada El Conde Lucanor, obra en la cual bajo la forma de una fábula enseña máximas morales las mas acertadas y escogidas. No podemos como quisiéramos, detenernos á analizar esta producción tan notable por la sana razón que en ella domina como por su amenidad, é igualmente recomendable por el fondo y por la forma. En cuanto á Lopez de Ayala, también guerrero distinguido, canciller de Castilla y señor de Salvatierra, fué autor de las crónicas de cuatro reyes, desde don Pedro basta don Enrique III, y su estilo, si bien desafinado y árido, es natural y fácil. También escribió un libro de poesías todavía inédito, titulado El Rimado de Palacio, en el cual se propuso como asunto adoctrinar á los príncipes en el gobierno de sus pueblos. Sirvan de muestra de su versificación los siguientes versos, en que trata de los malos consejeros y aduladores de los palacios.

Los privados del rey é los sus allegados
Assaz tienen de quejas é de grandes cuidados
Ca, mal pecado, muchos consejos son errados
Por querer tener ellos los reyes lisonjados.
El rey dellos se fia, por ende quien lo daña
A muy mala ventura quien con lisonja lo engaña
Dígale su servicio, ca si un ora se ensaña
El rey no le echara por ende su compaña, etc.

Obsérvese cómo estos versos se resienten del retroceso de la literatura que, según hemos apuntado, se sintió después de Alfonso el Sabio, y cuan inferiores son en armonía y estilo aun á los del mismo Berceo.
Por lo dicho puede juzgarse de los primeros arranques de nuestra literatura en la poesía lírica, de la cual hemos creido conveniente presentar breves ejemplos para que se pueda conocer su origen y apreciar mejor los adelantos que hizo después.
Llegamos al siglo XV, en el cual volvió nuevamente á reanimarse el cultivo de las letras. Durante nuestro retroceso del siglo anterior, habían florecido en Italia Dante y Petrarca, y el brillo de sus obras, irradiando sobre España, produjo nueva vida en nuestra literatura y le comunicó un impulso prodigioso. Mucho contribuyó á esto el marqués de Villena, creador del Consistorio de la ciencia gaya, que inauguró la nueva época literaria. La corte de don Juan II parecía una academia, pues desde el rey hasta el último cortesano, estaban todos consagrados al culto de las musas. El mas notable de los poetas de aquel tiempo fué Juan de Mena, hombre de aventajadas dotes, de elevación en las ideas y fuerza de pensamiento, aunque duro en el lenguaje é inarmónico en la versificación. Otro de los poetas distinguidos del tiempo de don Juan II, fué el Marqués de Santillana, poeta inferior á Juan de Mena en elevación yen ingenio, pero superior en corrección, pureza y armonía de forma. Debemos mencionar especialmente á Jorge Manrique, hijo del conde de Paredes, y cuyo nombre ha pasado hasta nosotros en aquellas célebres coplas que compuso á la muerte de su padre, y principian asi:

Recuerde el alma adormida
Avive el seso y despierte
Contemplando
Como se pasa la vida
Como se viene la muerte
Tan callando.
Cuan presto se va el placer,
Como después de acordado
Da dolor; etc.

Nótese que estos versos se diferencian tan poco del lenguaje actual, que casi pudieran haber sido escritos en nuestros dias.
Florecieron también en este siglo Alonso de Cartagena, arzobispo de Burgos; el Bachiller de la Torre; Juan de Padilla (a) el Cartujano; Fernán Gomez de Cibdad Real, autor del Centón epistolario; el Bachiller Alfonso de la Torre que vivia en la corte de Navarra y compuso para la instrucción del príncipe de Viana una obra titulada La vision delectable; Fernán Peres de Guzman, célebre en su época por sus Setecientas coplas de bien vivir y autor de la Crónica de don Juan II y de las Generaciones y semblanzas, obra de relevante mérito, en la que pinta con admirable verdad y colorido á los personages ilustres de su tiempo; Fernando del Pulgar, autor de los Claros varones de Castilla y de las Letras á la reina: y finalmente, otros escritores menos notables, aunque dignos de alabanza.
Examinemos ahora la literatura en el siguiente siglo XVI. A principios de este siglo todavía la versificación era pesada y embarazosa y no se prestaba fá—

martes, abril 06, 2010

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dad de su pronunciación y en la armonía y cadencia.
Hechas estas breves indicaciones acerca de la formación de la lengua castellana, pasemos á examinar cómo fué manifestándose en las diversas producciones del ingenio, ó sea en la literatura. La literatura, en el sentido mas lato de esta palabra, comprende todas las producciones del ingenio humano, manifestadas por medio de la escritura. Si tratásemos de considerar filosóficamente la literatura, nos seria fácil demostrar que es la espresion de la vida moral ó intelectual de un pueblo, es decir, de las necesidades mas elevadas del alma. Hay, en efecto, en el alma humana necesidades de la imaginación que concibe y realiza lo bello en la espresion artística: hay necesidades de la inteligencia que busca lo verdadero en la conciencia humana por medio de la filosofía, y en el mundo esterior por medio de las ciencias físicas; hay necesidades de la voluntad, de nuestro ser moral que propende á practicar lo bueno y á simbolizar el infinito en la religion, y encarnar la idea de la justicia en las leyes y costumbres. El hombre siente una necesidad de emociones que nada puede satisfacer. El presente no nos basta. Lo real no puede llenar nuestro espíritu: de aqui la aspiración que nos arrastra á enseñorearnos en un campo mas vasto que el que limitan el tiempo y el espacio. Y este esceso de actividad que nos atormenta y demanda su empleo aun después de satisfechas las necesidades del cuerpo, este esceso del cual se sirve la Providencia para conducirnos por las vias de la perfectibilidad, es el que se revela en las varias producciones de la literatura. En este sentido, repetimos, la literatura espresa el carácter, las ideas y las costumbres, en suma, la vida moral de un pueblo. Y si bajo este punto de vista considerásemos la literatura española, fácilmente podriamos descubrir en su fondo y elementos constitutivos, el carácter del pueblo que representa. La religion, el honor y la galantería, han sido los rasgos mas marcados de su fisonomía, por que eran los tres principales elementos de la sociedad española. Añádase á esto una cualidad de carácter propia de un pueblo meridional y fomentada ademas con el contacto de los árabes, á saber, cierto colorido oriental, y grande propensión á las imágenes y metáforas atrevidas, cualidad que si no pudo revelarse en nuestras producciones literarias mientras la lengua era ruda y trabajosa, se ostentó con esceso tan pronto como esta adquirió flexibilidad y cultura.
Absteniéndonos de entrar en mas prolijas consideraciones sobre este punto, vamos á apreciar la literatura española tal cual se nos presenta en la historia, juzgándola principalmente con relación á su mérito y valor propio.
Para proceder con orden principiaremos estableciendo una division de la literatura en estética y científica, comprendiendo bajo la primera denominación á la literatura que tiene por objeto lo bello según dejarnos atrás indicado, y en la cual tiene la mayor parte la imaginación, como facultad del alma; y bajo la segunda la literatura, cuyo objeto es lo verdadero ó lo justo, y en que tiene mas parte el entendimiento y la razón humana. Nos ocuparemos, pues, en primer tugar de la literatura estética y en segundo de la científica.
La literatura estética puede distinguirse bajo el punto de vista de su forma en verso y prosa: por lo cual trataremos, primero de los escritos y escritores en verso, distinguiendo el lírico del dramático, y después de los escritores en prosa.
El mas antiguo monumento de la poesía castellana es el poema El Cid Campeador. Se cree que este poema fué escrito á fines del siglo XII ó á principios del siglo XIII: como quiera, solo es un conato, un primer esfuerzo de nuestra literatura, y mas que el nombre de poema merece el de crónica, siquiera se hubiese empleado el uso de la rima. El arte métrica estaba entonces en su infancia, según se ve por dicho poema, cuyos versos carecen de medida regular: ademas la obra carece de inspiración poética, por cuyo doble motivo no escita grande interés su lectura aun cuando á trozos se descubra talento en su
autor. Para que pueda juzgarse de lo que decimos, citaremos algunos versos: v. gr., los siguientes:

Tu eres rey de los reyes é de tod' el mundo padre,
A ti adoro é creo de toda volunta
E ruego à San Peydro que me ayude à rogar
Por mio Cid el Campeador que Dios le curie de mal.

Por lo demás la lengua castellana hizo en poco tiempo rápidos progresos, como se ve en la traducción del Fuero Juzgo mandada hacer por Fernando el Santo en el siglo XIII, é igualmente en las obras de Alfonso el Sabio, las cuales se distinguen tanto por la belleza de la espresion, que parecen escritas uno ó dos siglos después. Entre las obras de Alfonso el Sabio deben citarse con elogio especial bajo este punto de vista: El Fuero Real, Las Partidas, la Paráfrasis castellana de la historia bíblica y sagrada, y la Crónica general de España. Juzgúese de la soltura y fluidez de la lengua ya en aquella época por el siguiente trozo que tomamos de las Partidas:
«Ira luenga no debe el rey haber, pues que ha poder vedar luego las cosas mal fechas... é porque la ira del rey es mas fuerte é mas dañosa que la de los otros homes, porque la puede mas aina complir, por ende debe ser mas apersibido, cuando la oviere, en saberla sofrir.»
En cuanto al verso en la época de que nos ocupamos, es decir, en el siglo XIII, llegó á alcanzar grandes y considerables mejoras, asi en su cadencia como en su rima. Distínguense en este tiempo Gonzalo Berceo, que tomó generalmente por asunto de sus composiciones las vidas de los santos. Asi es que la de Santo Domingo de Silos da principio con aquellos versos tan conocidos que dicen:

En el nome del Padre Sennor de toda cosa
E de Don Jesucristo fijo de la gloriosa,
E del Spiritu Santo que á par de ellos posa
De un confesor santo quiero fer una prosa.
Quiero fer una prosa en roman paladino
En el cual suele el pueblo fablar á su vecino
Ca non so tan letrado por fer otro latino
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

Berceo fué un poeta erudito aunque demasiado popular y á veces bajo en su lenguaje. En el mismo tiempo floreció Juan Lorenzo Segura de Astorga, autor del Poema de Alejandro, en el cual empleó versos de catorce sílabas, por cuyo motivo se cree que los de esta medida se llamaron posteriormente versos alejandrinos. Este poema es una crónica fabulosa de las hazañas de aquel conquistador de la antigüedad; pero no solo falta á las condiciones de la verdad histórica, si—

sábado, abril 03, 2010

Viage ilustrado (Pág. 467)

temente á la Península de mas de 900,000 individuos los mas útiles é industriosos de la población. Fellipe IV que reinó desde 1621 hasta 1665, subyugado, por la influencia de un favorito, acometió guerras imprudentes, de cuyas resultas perdimos el Rosellon, el Portugal, los Países Bajos, la Isla Barbada y la Jamáica. Su sucesor Carlos II, llamado el Hechizado, tenia cuatro años cuando murió su padre, y su reinado acabó de poner el solio á los desastres sufridos en los dos anteriores. Murió en 1700 sin sucesión, dejando por heredero del trono al duque de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia, quien vino á tornar posesión de la corona en 1703; pero Leopoldo, emperador de Alemania, que la pretendía también para su hijo el archiduque Carlos, declaró la guerra á Felipe y principió la terrible lucha conocida en nuestra historia con el nombre de guerras de sucesión, lucha que no terminó sino trece años después con la paz de Utrecht, y en la que también perdimos algo de nuestros dominios, pues tuvimos que ceder á los ingleses el Gibraltar.
En 1724 renunció Felipe la corona en favor de su primogénito Luis; pero murió este príncipe á los siete meses, y volvió Felipe á tomar las riendas del gobierno que conservó hasta su fallecimiento acaecido en 1746. Sucedióle su hijo Fernando VI, principe pacífico y bondadoso, el cual reformó muchos abusos y promovió el comercio y prosperidad de la nación. Murió en 1739, recayendo la corona en su hermano Carlos, rey de Nápoles. El reinado de Cárlos III es una de las páginas mas brillantes de la historia de España. Asistido por ministros ilustrados fomentó las artes y las ciencias, afianzó la tranquilidad en sus dominios, se hizo respetar por los estrangeros, construyó numerosas escuadras que se enseñorearon de los mares y mantuvo ejércitos brillantes y disciplinados; su muerte acaecida en 1788 fué de todos llorada y sentida. Mas desgraciado su hijo Carlos IV sufrió continuos reveses en la guerra con Francia, y se vio perecer nuestra escuadra en la desgraciada batalla de Trafalgar sostenida contra los ingleses.
Bien conocidos son los sucesos de la famosa guerra de la independencia sostenida contra Bonaparte, y su glorioso resultado, y no lo son menos todos los acontecimientos del reinado de Fernando VII, tan hábilmente trazado por un escritor célebre, que hace figurar en primer término entre los calamitosos la pérdida total de las Americas. Muerto este último monarca en 1833, y ocupado el trono por su augusta hija doña Isabel II, encendióse una nueva guerra civil cuyo motivo y término en los campos de Vergara sabemos todos. Las revueltas políticas acaecidas en los doce años trascurridos desde la muerte de Fernando, están demasiado recientes para que necesitemos enumerarlas aqui. Su resultado ha sido cambiar el sistema de gobierno de absoluto en representativo, y asegurar la corona de España en las sienes de su hija, declarada mayor de edad por las Cortes en noviembre de 1843, desde cuya época rige los destinos de la nación.
Fácilmente se comprenderá al leer esta reseña, que no ha sido nuestro ánimo escribir la historia de España, sino señalar los sucesos históricos que mas han contribuido á la formación, engrandecimiento y decadencia de la monarquía, porque esto y no otra cosa era lo que cumplía al objeto de la presente obra. Vamos ahora á considerar la España bajo el punto de vista literario.
La naturaleza de esta obra de Viages nos obligará á ser mas lacónicos que quisiéramos al ocuparnos de un asunto de tanta importancia, como es la literatura que descuella tanto entre la de los demás paises: sin embargo, procuraremos caracterizar a la España literaria, presentando un resumen histórico—crítico de la marcha que ha seguido la literatura entre nosotros, desde los primeros tiempos hasta nuestros días, y mencionando á los autores que mas señaladamente se han distinguido por su ingenio.
Para proceder con orden principiaremos diciendo algo acerca de la formación de la lengua. Los habitantes primitivos, ó sea los iberos, debieron emplea un idioma rudo é inculto, como era su estado social. Después, sabido es que la dominación de los romanos aclimató en España la lengua latina, al mismo tiempo que sus leyes, administración y costumbres: si bien se conservaron algunos dialectos particulares de idioma primitivo en varios rincones de España como refiere Luitprando, según el cual todavía en el siglo VIII se hablaba en algunos puntos de España el hebreo, el cántabro y el celtíbero ademas del latin y del árabe, sin embargo, es lo cierto que á la venida de los godos el latin era la lengua dominante y mas generalmente usada. Naturalmente la lengua latina sufrió muchas alteraciones y corrupciones a causa del roce en que estaban con los demás dialectos y que, asi sucediese se comprueba leyendo a San Isidoro, arzobispo de Sevilla, en la época de que hablamos; pero en honor de la verdad el latin en España no llegó a corromperse tanto como en los demás paises conquistados por los bárbaros, habiendo contribuido á esto, entro otras causas, la influencia que adquirieron los obispos en el gobierno tan pronto como se hubo consolidado el régimen godo. Como quiera, la verdad es que al verificar se la invasion sarracena, el 1atin siquiera se hallase algo adulterado, era la lengua mas usada y oficial en España.
Destruido el imperio godo y estendidos los árabes por el territorio español, sucedió que los pocos españoles que se refugiaron en las montañas del Norte pudieron conservar largo tiempo en ellas el idioma latino, habiendo llegado á alterarse y perderse tan pronto, que en el siglo IX no era comprendido por los legos del latin de los libros. Resultó de aquí, que el lenguaje de los españoles refugiados vino á ser un dialecto informe, mitad latín y mitad godo, que se ha llamado romano—rústico. Al mismo tiempo, los pueblos dominados por los árabes, veían descomponerse su lengua propia con el contacto de la estraña, y cuando los pueblos del Norte, a medida que avanzaba en la reconquista se mezclaron con los del Mediodía, adoptaban palabras árabes y a su vez empleaban otras góticas, resultando de esta mezcla de elementos la formación de lo que entonces fué el romance vulgar, y hoy es la lengua castellana. A pesar de esto se veia formar en los diferentes ángulos de España, dialectos particulares que llevaban el carácter y el sello de cada localidad: en Cataluña, por ejemplo, prevaleció la lengua limosina: en la parte de Galicia, el gallego, dialecto común á las poblaciones fronterizas á Portugal; pero el romance, que era el idioma de la corte, preponderó sobre todos estos dialectos locales. El romance, después lengua castellana, conservó mas que ninguna otra de Europa, a escepcion de la italiana, el sello y carácter de la latina, señaladamente en la rotundidad de sus terminaciones, en la clari–

jueves, abril 01, 2010

Viage ilustrado (Pág. 466)

á las montañas de Asturias y eligieron por caudillo á don Pelayo, vastago de la real familia de los godos. Los cántabros se unieron á su estandarte y mantuvieron á los moros en continua alarma haciendo frecuentes correrías en los territorios de que se habían apoderado. Asi el valiente Pelayo estendió los limites de su pequeño estado, se adelantó hacia las montañas de Leon y se apoderó de varias plazas, echando los primeros cimientos de la monarquía española, cuyos guerreros debían á su vez arrojar á los invasores hasta los lejanos peñascos del Atlas.
Imposible seria en los pequeños límites á que estamos reducidos, dar una idea ni aproximada siquiera, de las continuas guerras sostenidas por espacio de mas de siete siglos entre los españoles y los musulmanes; guerras en que mil capitanes valientes, cuyo nombre y fama ha llegado hasta nosotros, se inmortalizaron. Por fortuna las guerras civiles empezaron á devorar á los sarracenos debilitando sus fuerzas, al paso que crecían las de los cristianos, que aunque también divididos, adquirieron vigor con la reunion de las coronas de Castilla y de Leon en San Fernando, que logró apoderarse de Jaén, Córdova, Murcia y Sevilla, haciendo tributario al rey de Granada (año 1252,) último atrincheramiento de los musulmanes. Don Jaime de Aragón conquistó á Valencia y las Baleares, y reuniendo por último don Fernando, hijo de don Juan II de Aragón, esta corona y la de Castilla por su casamiento con doña Isabel llamada después la Católica, se apoderó de Granada el 2 de enero de 1492, terminando con este glorioso acontecimiento la dominación sarracena en España. El año de la conquista de Granada se hizo mas célebre también por los grandes descubrimientos de Cristóbal Colon en la América, los cuales condujeron á una nueva serie de triunfos y de conquistas. A estos sucesos siguieron otros que llevaron la monarquía á su mayor engrandecimiento. La reina Isabel murió en 1504 llorada por sus vasallos, y quedó gobernando el reino su esposo, como tutor de su hija doña Juana hasta su muerte, ocasionada en 1516. Entonces empuñó el cetro Carlos I de España y V de Alemania; los principios de su reinado fueron combatidos por varias revoluciones civiles, entre otras la célebre conocida con el nombre de Comunidades de Castilla, que terminó con la batalla de Villalar y muerte de su caudillo Juan de Padilla. Siguió la guerra con los franceses, y su rey Francisco I que turbaba la paz del continente, quedó prisionero en Pavía, recobrando la libertad bajo las condiciones que quiso imponerle el vencedor. Llamó en seguida la atención del emperador una nueva guerra promovida por los estados berberiscos; atacó la ciudad de Túnez, derrotó á Barbaroja que había usurpado la soberanía de aquel país, y después de repelidos triunfos cedió aquella ciudad á un rey tributario. Renovóse en 1536 la guerra con la Francia, pero en las campañas que sucedieron no acompañó la misma favorable suerte á las armas españolas. En 1545 emprendió Carlos una espedicion contra los argelinos, cuyo éxito fué también desastroso, al paso que en la guerra que declaró á los protestantes, la victoria coronó sus empresas con la derrota y prisión de Federico elector de Sajonia. Por este tiempo, hallándose el emperador sumamente achacoso de la gota, y conociendo que no bastaban ya sus fuerzas para sostener el peso de tan vasta monarquía, abdicó la corona de España en su hijo Felipe en 1556, y murió dos años después en el monasterio de YusTe en la Vera de Plasencia.
El príncipe sucesor se halló envuelto al subir al trono en varias guerras que aumentaron el lustre de su monarquía. Las tropas del papa y sus aliados los franceses sufrieron algunas repulsas en Nápoles por la pericia y valor del duque de Alba, y en las fronteras de Flandes y de Picardía fueron vencedoras las tropas españolas al mando del duque de Saboya. Alli el día de San Lorenzo de 1557, se libró la célebre batalla de San Quintín, en la que quedó derrotado el ejercito francés, y en cuya memoria Felipe II mandó erigir el magnífico monasterio del Escorial. El celo por la religion católica tuvo á Felipe ocupado en continuas guerras contra los infieles y los rebeldes de Flandes. A pesar de algunos descalabros sufridos por las armas católicas, sirvieron de gloriosa recompensa las muchísimas victorias decisivas, y entre otras la que en el golfo de Lepanto ganaron á la liga, anonadando en una sola acción el poder naval de los turcos, y los triunfos conseguidos sobre los moriscos de Granada por don Juan de Austria, hermano natural del rey, que también mandó como generalísimo la armada de la liga en Lepanto, y finalmente los descubrimientos y conquistas cada vez mayores del Nuevo Mundo.
No podemos resistir á la tentación de dar aqui una lijera noticia de los vastos dominios que por entonces poseía España, acaso sin igual en nación alguna ni antigua ni moderna. En la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII, nuestro gobierno abarcaba tantos paises y regiones, que apenas se concibe como podían manejarse, cuando tanta dificultad cuesta solo enumerarlos. En Europa era nuestra toda la península Ibérica incluso el Portugal y las posesiones de ambos reinos; Nápoles y Sicilia, Cerdeña, Malta, el Rosellon y el Bearnés, con la Baja Navarra, Parma, Plasencia y Milanesado, y todos los Paises Bajos. En Africa, ademas de las Canarias, Azores, Cabo Verde y Madera, presidios actuales, y todas las pertenencias portuguesas de Angola, Congo y Mozambique, poseíamos á Oran, Mazalquivir, Mostagán, Tánger, Túnez y la Goleta. En Asia eran nuestras las costas y factorías de Malabar, Coromandel y de la China con Goa y Macao, y los Santos Lugares de Palestina y sus accesorios. En la Occeanía, ademas de las Filipinas, Bisayas, Carolinas, Marianas y Palaos, teníamos gran parte de las de Sonda, Timor, las Molucas y multitud de archipiélagos y grupos é islas sueltas del mar Pacífico, por nosotros antes que por nadie reconocido. Y en América gozábamos aquel inmenso continente casi entero, pues era nuestra toda la meridional con el Brasil y toda la parte septentrional de Méjico, Californias, las Floridas, Nuevo Méjico, etc., sin mas escepcion que el Canadá y demás posesiones inglesas, a lo que añadiamos las grandes y pequeñas Antillas que después han provisto de colonias á toda la Europa marítima. Señorío tan colosal escedía de 60.000,000 de habitantes, y ocupaba una superficie de mas de 800,000 leguas cuadradas, que es cerca de la octava parte del mundo que conocemos. Todo ha desaparecido en el trascurso de dos siglos. El primer contratiempo impórtame que sufrimos en el mismo reinado de Felipe II, fué la destrucción por una borrasca de la invencible armada, con que quiso aquel monarca atacar la Inglaterra en 1588. Diez años después le sucedió en el trono Pelipe III, que señaló su reinado con la espulsion de los moriscos, privando impruden—