gusto, no fué después sino una de las ideas de Miguel Ángel, el remate de su iglesia de San Pedro. «Vosotros admiráis, dijo él á las naciones, la masa del Panteon, y os espantáis de que la tierra lo sostenga; pues yo lo pondré en el aire.» El genio de Miguel Ángel pronunció estas atrevidas palabras, y su mano lo ejecutó. Dejemos á otros el cuidado de contar todos los mármoles, todo el pórfido, todo el granito que enriquecen el interior de este edificio, que posee ademas el precioso tesoro de las cenizas de Rafael.
Si el Panteón es el mas bello monumento del genio romano, el Coliseo es, sin contradicion», el testimonio mas admirable de su poderío. En el recinto que lo abraza, en la multitud de piedras que lo componen, en la reunion de columnas de todos los órdenes que se elevan circularmente unas sobre otras para sostener tres hileras de pórticos, en todas las dimensiones, en una palabra, de este edificio inmenso, reconocéis inmediamente la obra de un pueblo soberano del universo, y esclavo de un emperador. Vespasiano fué quien hizo levantar este prodigioso anfiteatro, al cual dio el nombre de Flaviano, del nombre de la familia de este emperador, y Colosseum, porque se veía cerca del sitio en que se construyó una estatua colosal de Nerón. Dos mil esclavos judíos, que Vespasiano habia traído de su espedicion á Judea, fueron empleados en su construcción, que quedó terminada en menos de dos años. Su solidez es tal, que habría triunfado completamente del tiempo, si los romanos modernos no hubiesen precipitado su ruina, demoliéndolo para emplear sus materiales en sus construcciones modernas. El palacio Farnesio, la Chancillería, y el palacio de Venecia en Roma fueron edificados con sus restos. La parte izquierda del Coliseo se encuentra felizmente bastante conservada todavía; mas todo lo demás, y casi todo el interior se halla destruido. Los pórticos del piso bajo y los del principal subsisten aun en el lado que mas se conserva, y se ven ademas porciones considerables de bóvedas donde estaban las gradas ó asientos en que se colocaban los espectadores, pero de los cuales no queda ya vestigio alguno. Desde lo alto del plano inclinado que estas bóvedas forman, es desde donde se disfruta todavía del espectáculo de obra tan admirable en toda su estension, y del efecto figurado que debian producir cien mil espectadores reunidos, aplaudiendo unánimemente el triunfo de algún gladiador.
Después de estos principales monumentos, lo que mas recuerda y caracteriza en Roma la grandeza de los antiguos, en sus edificios públicos, es la vista de las agujas ú obeliscos egipcios que se encuentran todavía en algunas de esta ciudad. Los romanos, ilustres bandidos que despojaron á las naciones vencidas de todos los objetos de lujo que en ellas encontraron, cogieron de Egipto, hallando medio de trasportarlas á su pais, aquellas masas enormes, las cuales emplearon después en adornar sus circos y sepulcros. Augusto fué el primero que las dio á conocer en Italia, haciendo colocar en medio del gran circo y consagrando al sol, el obelisco que todavía se ve en la actualidad cuando se llega á Roma por la puerta del Pueblo. En Aurelio Victor, se lee que habia en esta ciudad cuarenta obeliscos semejantes aunque de tamaños distintos. El mas elevado que se ve aun, es el que Sisto V hizo poner delante de la iglesia de San Juan de Letran, y que tiene, comprendiendo el pedestal, 47 metros de altura. Pero el mas hermoso y mejor conservado es el que ocupa el centro de la columnata de San Pedro, y que fué igualmente puesto por orden de Sisto V; es de un pedazo de granito de 24 metros de longitud, y su altura, con el pedestal y la cruz que lo termina, tiene 41 metros. La columna Antonina, que fué levantada en memoria de las victorias de Marco Aurelio es del género de la columna Trajana, y casi tan alta como ella, pero de gusto menos delicado, y adornada con bajos relieves de menor estimación.
El Foro, esta plaza tan célebre en otro tiempo, cubierta de templos, palacios y arcos triunfales, que era el centro de Roma, y por consiguiente del mundo conocido, y el teatro de tantas revoluciones, el Foro, actualmente un montón de ruinas, está reducido al campo de las vacas, Il Campo vaccino.
La moderna Roma no tiene la grandeza de la antigua, pero los edificios que la adornan, la hacen quizá llevar ventaja sobre la de otros tiempos. Esta ciudad, cuando era reina del mundo, no tenia nada que pudiese compararse á la iglesia de San Pedro, al palacio del Vaticano, y tal vez, otras muchas iglesias modernas oscurecen á los templos antiguos por la belleza de la arquitectura, y la riqueza de los materiales y ornamentos. Pero detengámonos enfrente de la iglesia de San Pedro que hemos visto al paso; una plaza magnífica se abre en círculo delante de este soberbio templo; en medio de este inmenso recinto, coronado circularmente de un vasto pórtico que sostiene sobre cuatrocientas columnas magestuosas, doscientas estatuas colosales, se eleva atrevidamente al aire, el magnífico obelisco de granito de que hace poco hemos hablado. No es cosa sorprendente que la iglesia de San Pedro haya venido á convertirse en un edificio tan prodigioso: fué proyectada por Julio II, emprendida por el genio de Leon X que ambicionaba obras maestras, y en fin, al cabo de muchos siglos, acabada por un hombre como Sisto V, que todo lo quería dejar concluido. Este monumento es uno de los mas estensos que se conocen. Divide en dos partes el monte Vaticano, cubre el circo de Nerón sobre el cual se halla fundado, y acaba de formar, entre Roma y el universo, la célebre via Triunfal. Podria amontonarse á mayor altura, sobre una superficie mas grande, mayor cantidad de piedras; pero de tantas porciones colosales, hacer un conjunto que solo respira grandeza, de tantas y tan brillantes riquezas construir un monumento que solo parece magnífico, y por último, de tantas partes hacer un todo, he aqui la obra maestra del arte, y la obra que se debe en parte á Miguel Ángel. Bramante, fué quien hizo el primer plano de esta iglesia, y quien empezó á ejecutarla: él llegó á concebir una cúpula mas atrevida y soberbia que la que tiene, pero pareció imposible el construirla. Miguel Ángel corrigió á su predecesor, é imaginó solamente lo que los hombres podian ejecutar mas grande y magnífico en arquitectura, en una palabra, el último grado de la posibilidad, que es donde el verdadero genio debe detenerse. Se halla edificada en forma de cruz latina, y del centro de esta cruz es desde donde se eleva magestuosamente la cúpula, cuya idea fué concebida por la vista del Panteón. Bajo esta cúpula está el altar mayor. El soberbio pabellón que le cubre y corona es lo que mas llama la atención cuando se entra en el templo; se halla sostenido por cuatro grandes columnas compuestas, las cuales fueron hechas por entonces, lo mismo que la cátedra de San Pedro, con el bronce que se saco de la
Si el Panteón es el mas bello monumento del genio romano, el Coliseo es, sin contradicion», el testimonio mas admirable de su poderío. En el recinto que lo abraza, en la multitud de piedras que lo componen, en la reunion de columnas de todos los órdenes que se elevan circularmente unas sobre otras para sostener tres hileras de pórticos, en todas las dimensiones, en una palabra, de este edificio inmenso, reconocéis inmediamente la obra de un pueblo soberano del universo, y esclavo de un emperador. Vespasiano fué quien hizo levantar este prodigioso anfiteatro, al cual dio el nombre de Flaviano, del nombre de la familia de este emperador, y Colosseum, porque se veía cerca del sitio en que se construyó una estatua colosal de Nerón. Dos mil esclavos judíos, que Vespasiano habia traído de su espedicion á Judea, fueron empleados en su construcción, que quedó terminada en menos de dos años. Su solidez es tal, que habría triunfado completamente del tiempo, si los romanos modernos no hubiesen precipitado su ruina, demoliéndolo para emplear sus materiales en sus construcciones modernas. El palacio Farnesio, la Chancillería, y el palacio de Venecia en Roma fueron edificados con sus restos. La parte izquierda del Coliseo se encuentra felizmente bastante conservada todavía; mas todo lo demás, y casi todo el interior se halla destruido. Los pórticos del piso bajo y los del principal subsisten aun en el lado que mas se conserva, y se ven ademas porciones considerables de bóvedas donde estaban las gradas ó asientos en que se colocaban los espectadores, pero de los cuales no queda ya vestigio alguno. Desde lo alto del plano inclinado que estas bóvedas forman, es desde donde se disfruta todavía del espectáculo de obra tan admirable en toda su estension, y del efecto figurado que debian producir cien mil espectadores reunidos, aplaudiendo unánimemente el triunfo de algún gladiador.
Después de estos principales monumentos, lo que mas recuerda y caracteriza en Roma la grandeza de los antiguos, en sus edificios públicos, es la vista de las agujas ú obeliscos egipcios que se encuentran todavía en algunas de esta ciudad. Los romanos, ilustres bandidos que despojaron á las naciones vencidas de todos los objetos de lujo que en ellas encontraron, cogieron de Egipto, hallando medio de trasportarlas á su pais, aquellas masas enormes, las cuales emplearon después en adornar sus circos y sepulcros. Augusto fué el primero que las dio á conocer en Italia, haciendo colocar en medio del gran circo y consagrando al sol, el obelisco que todavía se ve en la actualidad cuando se llega á Roma por la puerta del Pueblo. En Aurelio Victor, se lee que habia en esta ciudad cuarenta obeliscos semejantes aunque de tamaños distintos. El mas elevado que se ve aun, es el que Sisto V hizo poner delante de la iglesia de San Juan de Letran, y que tiene, comprendiendo el pedestal, 47 metros de altura. Pero el mas hermoso y mejor conservado es el que ocupa el centro de la columnata de San Pedro, y que fué igualmente puesto por orden de Sisto V; es de un pedazo de granito de 24 metros de longitud, y su altura, con el pedestal y la cruz que lo termina, tiene 41 metros. La columna Antonina, que fué levantada en memoria de las victorias de Marco Aurelio es del género de la columna Trajana, y casi tan alta como ella, pero de gusto menos delicado, y adornada con bajos relieves de menor estimación.
El Foro, esta plaza tan célebre en otro tiempo, cubierta de templos, palacios y arcos triunfales, que era el centro de Roma, y por consiguiente del mundo conocido, y el teatro de tantas revoluciones, el Foro, actualmente un montón de ruinas, está reducido al campo de las vacas, Il Campo vaccino.
La moderna Roma no tiene la grandeza de la antigua, pero los edificios que la adornan, la hacen quizá llevar ventaja sobre la de otros tiempos. Esta ciudad, cuando era reina del mundo, no tenia nada que pudiese compararse á la iglesia de San Pedro, al palacio del Vaticano, y tal vez, otras muchas iglesias modernas oscurecen á los templos antiguos por la belleza de la arquitectura, y la riqueza de los materiales y ornamentos. Pero detengámonos enfrente de la iglesia de San Pedro que hemos visto al paso; una plaza magnífica se abre en círculo delante de este soberbio templo; en medio de este inmenso recinto, coronado circularmente de un vasto pórtico que sostiene sobre cuatrocientas columnas magestuosas, doscientas estatuas colosales, se eleva atrevidamente al aire, el magnífico obelisco de granito de que hace poco hemos hablado. No es cosa sorprendente que la iglesia de San Pedro haya venido á convertirse en un edificio tan prodigioso: fué proyectada por Julio II, emprendida por el genio de Leon X que ambicionaba obras maestras, y en fin, al cabo de muchos siglos, acabada por un hombre como Sisto V, que todo lo quería dejar concluido. Este monumento es uno de los mas estensos que se conocen. Divide en dos partes el monte Vaticano, cubre el circo de Nerón sobre el cual se halla fundado, y acaba de formar, entre Roma y el universo, la célebre via Triunfal. Podria amontonarse á mayor altura, sobre una superficie mas grande, mayor cantidad de piedras; pero de tantas porciones colosales, hacer un conjunto que solo respira grandeza, de tantas y tan brillantes riquezas construir un monumento que solo parece magnífico, y por último, de tantas partes hacer un todo, he aqui la obra maestra del arte, y la obra que se debe en parte á Miguel Ángel. Bramante, fué quien hizo el primer plano de esta iglesia, y quien empezó á ejecutarla: él llegó á concebir una cúpula mas atrevida y soberbia que la que tiene, pero pareció imposible el construirla. Miguel Ángel corrigió á su predecesor, é imaginó solamente lo que los hombres podian ejecutar mas grande y magnífico en arquitectura, en una palabra, el último grado de la posibilidad, que es donde el verdadero genio debe detenerse. Se halla edificada en forma de cruz latina, y del centro de esta cruz es desde donde se eleva magestuosamente la cúpula, cuya idea fué concebida por la vista del Panteón. Bajo esta cúpula está el altar mayor. El soberbio pabellón que le cubre y corona es lo que mas llama la atención cuando se entra en el templo; se halla sostenido por cuatro grandes columnas compuestas, las cuales fueron hechas por entonces, lo mismo que la cátedra de San Pedro, con el bronce que se saco de la
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