»Sueltas las colas de las sotanas, revestidos con unas albas cortas y con mucetas grana, entraron los seis canónigos en el coro y á los acordes del órgano empezaron los cánticos de acción de gracias. Cediendo á un movimiento maquinal caímos de hinojos y clavando la vista en el suelo; en todo el tiempo que duró la oración ni nos atrevimos á respirar una emoción profunda nos dominaba, emoción indescriptible, que jamás habíamos esperimentado, una emoción mezclada de respeto y de terror; si, alli, á 8,000 pies de elevación, alli, colocados entre el cielo y la tierra; segregados enteramente de ésta, envueltos en una niebla que no nos permitía ver á diez pasos; rodeados de la muerte y de la destrucción, donde solo viven los que habitan el Hospicio, se ve patente el dedo de la Providencia, el poder inmenso de Dios, la bondad infinita del Creador, que sostiene la fé de aquellos monges para bien de la humanidad; de aquellos monges, que sin el incentivo del lucro, porque no le tienen, sin el de la fama, porque sus nombres quedarán sepultados en la nieve; corren á una muerte cierta y solo de desolación y muerte se hallan rodeados y que, sin embargo, con voz entrecortada, porque tienen una y otra vez que suspender el canto para respirar, alaban y glorifican al Dios que estos trabajos les ofrece; el mas insensible corazón se doma y la mas fuerte organización se clava de rodillas y el descreído el mas ateo reza y teme.
»No, jamás olvidaremos el 7 de setiembre, jamás á aquellos varones evangélicos.
«De vuelta al comedor trajeron un perro, al cual una señorita inglesa cortó un mechón de pelo para colocarlo en un alfiler con cerco de brillantes, que llevaba al pecho; son los perros de gran tamaño y de un olfato prodigioso, tanto, que el camino que una vez recorren, recorren siempre sin desviarse una sola linea, aunque se halle cubierto por diez varas de nieve, y evitan asi que los monges den en despeñaderos, si bien no los libran de las avalanchas, que diezman la comunidad.
»E1 organista acompañó al piano á la inglesa, y tocaron y cantaron varias piezas escogidas de óperas italianas con bastante afinación y gusto: á las diez nos retiramos á nuestra habitación y nos preparamos con un sueño reparador á abandonar el hospicio al dia siguiente. ¡Plegué á Dios que vuelva á pisar las ruinas del templo de Júpiter Penino!»
La Saboya fué habitada antiguamente por los nantuatos, que ocupaban las orillas del lago Léman, los centrones y los allobroges. Los centrones estaban al pie de los Apeninos, y es la que hoy se llamaba la Tarentesia. Por aquí fué por donde pasó César cuando fué á las Galias con aquellas cinco legiones que tan notables llegaron á hacerse. Los allobroges, pueblo estraordinariamente temido de los mismos invencibles romanos, se estendieron por todo el país que está entre el Ródano, al salir del lago Léman, y el Isére. Este pais se divide en seis partes: la Saboya propiamente llamada, el Genovesado, el Chablais, el Faucigni, la Tarentesia, y la Moriena. Hasta el quinto siglo no principió á aparecer en la historia el nombre Sapandia.
La capital de la intendencia general de la Saboya es Chambery, ciudad situada en un hermoso valle pero poco notable por sus edificios, aunque tiene algunas calles anchas y bien alineadas, especialmente una con arcos, debida á la munificencia del general de Boigne. Aix, á 12 kilómetros al Norte de Chambery, es célebre por sus baños. Annecy, sobre el camino de Genova, es la segunda ciudad de la Saboya; situada á la orilla de un lago en un pintoresco valle es igualmente notable por el antiguo castillo de los condes de Genova, como por lo recuerdos de San Francisco de Sales, que está enterrado en su catedral, y Santa Chantal, que instituyó por sus consejos la congregación religiosa de la Visitación, célebre pollos servicios que ha prestado en la educación de las niñas.
Al otro lado de los Alpes y al pie de estos montes, como su nombre indica, está el Piamonte, que
»No, jamás olvidaremos el 7 de setiembre, jamás á aquellos varones evangélicos.
«De vuelta al comedor trajeron un perro, al cual una señorita inglesa cortó un mechón de pelo para colocarlo en un alfiler con cerco de brillantes, que llevaba al pecho; son los perros de gran tamaño y de un olfato prodigioso, tanto, que el camino que una vez recorren, recorren siempre sin desviarse una sola linea, aunque se halle cubierto por diez varas de nieve, y evitan asi que los monges den en despeñaderos, si bien no los libran de las avalanchas, que diezman la comunidad.
»E1 organista acompañó al piano á la inglesa, y tocaron y cantaron varias piezas escogidas de óperas italianas con bastante afinación y gusto: á las diez nos retiramos á nuestra habitación y nos preparamos con un sueño reparador á abandonar el hospicio al dia siguiente. ¡Plegué á Dios que vuelva á pisar las ruinas del templo de Júpiter Penino!»
La Saboya fué habitada antiguamente por los nantuatos, que ocupaban las orillas del lago Léman, los centrones y los allobroges. Los centrones estaban al pie de los Apeninos, y es la que hoy se llamaba la Tarentesia. Por aquí fué por donde pasó César cuando fué á las Galias con aquellas cinco legiones que tan notables llegaron á hacerse. Los allobroges, pueblo estraordinariamente temido de los mismos invencibles romanos, se estendieron por todo el país que está entre el Ródano, al salir del lago Léman, y el Isére. Este pais se divide en seis partes: la Saboya propiamente llamada, el Genovesado, el Chablais, el Faucigni, la Tarentesia, y la Moriena. Hasta el quinto siglo no principió á aparecer en la historia el nombre Sapandia.
La capital de la intendencia general de la Saboya es Chambery, ciudad situada en un hermoso valle pero poco notable por sus edificios, aunque tiene algunas calles anchas y bien alineadas, especialmente una con arcos, debida á la munificencia del general de Boigne. Aix, á 12 kilómetros al Norte de Chambery, es célebre por sus baños. Annecy, sobre el camino de Genova, es la segunda ciudad de la Saboya; situada á la orilla de un lago en un pintoresco valle es igualmente notable por el antiguo castillo de los condes de Genova, como por lo recuerdos de San Francisco de Sales, que está enterrado en su catedral, y Santa Chantal, que instituyó por sus consejos la congregación religiosa de la Visitación, célebre pollos servicios que ha prestado en la educación de las niñas.
Al otro lado de los Alpes y al pie de estos montes, como su nombre indica, está el Piamonte, que
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