nova era una de las repúblicas mas antiguas de Europa; su gobierno era aristocrático, y su gefe llevaba el título de Dux, siendo necesario para obtener esta dignidad tener cincuenta años por lo menos. Cada dos años se renovaba el dux y no podia volver á ser reelegido antes de cinco años. Durante muchos siglos, Génova enriquecida por su inmenso comercio cubrió con sus ilotas el Mediterráneo y el Ponto Euxino, y todavía se ven los restos de muchas de sus colonias en las costas del Asia Menor. El ducado de Génova es en general montuoso y poco fértil, y tiene que llevarse casi siempre de Africa, de la Sicilia y de otros países el trigo necesario para su consumo. Génova está situada casi en medio de su territorio, y construida en forma de anfiteatro en la pendiente de una colina y á la orilla del mar. Su población pasa de 100,000 almas.
«Si se quiere ver la calle mas hermosa que hay en todo el mundo, dice un viagero, es menester ir en Génova á la calle Novissima. Sobre dos líneas muy prolongadas y un pavimento de lavas, una multitud de palacios rivalizando en riqueza, en magnificencia y en elevación, ostentan sus pórticos, sus fachadas, sus peristilos brillantes de estuco negro, blanco y de mil colores. Las casas de Génova son muy altas y las calles muy estrechas; el sol no baja á ellas nunca, y parece que Génova está edificada solamente para una estación, parece una ciudad de verano.
«Nada produce un efecto mas singular que las azoteas cubiertas de jardines y remplazando al tejado de los palacios y de las casas, sobre todo, cuando se ve de lejos. No se limitan á cultivar alli pequeños arbustos y enredaderas, las azoteas están construidas de modo que pueden soportar una espesa capa de tierra, de donde descuellan naranjos de mas de seis metros de altura.
En Génova se admira el aseo y el aire resuelto de las gentes del pueblo; las mugeres son muy elegantes y llevan con mucha gracia un gran velo blanco, llamado mazzaro, con el que cubren la mitad de la espalda y los brazos. Los genoveses poseen cultura, talento, libertad en las ideas y una afición marcada al comercio.»
La Cerdeña, al S. de la Córcega, de quien no está separada mas que por un brazo de mar, de 16 á 20 kilómetros, es una de las grandes islas del Mediterráneo. Los griegos la llamaron Ichnusa ó Sardon, y los romanos Sardinia. Algunos pretenden que la piedra preciosa llamada sardónica ha tomado el nombre de este país, y que la risa sardónica era una enfermedad mortal, producida por la raiz de un ranúnculo que se cría en la isla; lo que sí es mas cierto es, que las sardinas que se pescan en sus costas han recibido realmente de ellas su denominación. La población de la isla asciende á cerca de 500,000 habitantes.
Su fértil suelo producía en otro tiempo tanta abundancia de trigo, que Roma miraba la Cerdeña como uno de los graneros de la república, hoy produciría lo mismo, si no fuera por el terreno que se pierde en bosques inútiles, y en lagunas de aguas estancadas que infestan el aire. El ganado vacuno se multiplica maravillosamente, y produce mucho queso y cueros. Los caballos que se crian en la isla son también muy estimados. Las montañas y colinas abundan en caza de toda especie; por todas partes se ven bosques de olivares, de naranjos y limoneros, y todas las frutas son escelentes en este pais. La tierra está cubierta de flores todo el año; en las montañas hay minas de plomo, de hierro, de alumbre y de azufre, y en las costas se pesca el atún y la sardina. Añadamos á estas ventajas la de tener la Cerdeña muy buenos puertos para el comercio capaces de recibir toda clase de buques, y que aqui como en la India se cria el algodón y el añil.
La principal ciudad es Cagliari, situada á orillas de un gran golfo que lleva su nombre. Su puerto, que es muy seguro, puede contener un gran número de embarcaciones. Las otras ciudades son: Sassari, Oristano, Alghero y Terranova. En tiempo de los romanos, que la conquistaron después de los pelasgos, los fenicios, los etrusos y los cartagineses tenia esta isla cuarenta y dos ciudades.
De esta isla interesante por mas de un concepto, y que ha dado nombre á los estados sardos, ha hecho una descripción muy exacta un viagero va citado por nosotros en esta obra, el señor Gutiérrez de la Vega, de cuyo viage hemos tomado los siguientes apuntes, que no vacilamos en añadir, porque en un libro de esta especie no pueden de modo alguno ser prolijos.
Esta isla fué ocupada en sus primitivos tiempos por los griegos, y después sucesivamente por los iberos, tespienses, troyanos, libios, cartagineses, pueblo del bajo imperio, Carlo–Magno, moros, genoveses y písanos, hasta que los españoles se apoderaron de ella en el reinado de don Jaime II de Aragón, los cuales, después del tratado de 1720, la entregaron a la casa de Saboya.
Sus primeros habitadores le dieron el nombre de Ichnusa, ó planta del pie, en vista de su rara configuración, asi como compararon a una galena la Mesopotamia, y el Peloponeso á una hoja de plátano. Después cambió aquel nombre por el de Sardan, caudillo de los libios. De este se deriva el de sardina, pescado que se cria en abundancia en las playas de la Cerdeña.
Durante los ocho siglos en que esta isla estuvo sometida al poder de los romanos, corrió una época de completa prosperidad por lo mucho que se multiplicaron sus habitantes, las grandes obras, eternos monumentos de las artes, que hicieron sus conquistadores, y las ricas producciones que ofrecían sus fértiles campiñas. No obstante esta circunstancia, el clima de la Cerdeña es tan desagradable, que los romanos constituyeron la isla en destierro de los criminales, sin tener en cuenta, que tal castigo puede muy bien tolerarse en medio de una frondosa y pintoresca vegetación como la que tiene, ofreciendo los mas poéticos y risueños paisages. Para que nada fallase en esta época tan brillante para la antigua Ichnusa, entonces fué cuando el apóstol San Pablo esparció sobre ella la fecunda semilla de la religion cristiana, al hacer su viage desde el Africa á España.
Esta isla está atravesada en distintas direcciones por cinco cadenas de montañas, una que corre desde las rocas de Bonifacio hasta el cabo de Carbonera, que es la mas considerable; otra que desde el cabo de la Frasca, cerca del golfo de Oristano, pasa al cabo de Tenlada; la tercera, continuación de esta, que ocupa el Norte Occidental de la Cerdeña, y otras dos que constituyen los montes de Ales y de Santa Lisurgia, que se pierden en el mar de la Córcega. En la primera, cadena de montañas se levanta el Genargen
«Si se quiere ver la calle mas hermosa que hay en todo el mundo, dice un viagero, es menester ir en Génova á la calle Novissima. Sobre dos líneas muy prolongadas y un pavimento de lavas, una multitud de palacios rivalizando en riqueza, en magnificencia y en elevación, ostentan sus pórticos, sus fachadas, sus peristilos brillantes de estuco negro, blanco y de mil colores. Las casas de Génova son muy altas y las calles muy estrechas; el sol no baja á ellas nunca, y parece que Génova está edificada solamente para una estación, parece una ciudad de verano.
«Nada produce un efecto mas singular que las azoteas cubiertas de jardines y remplazando al tejado de los palacios y de las casas, sobre todo, cuando se ve de lejos. No se limitan á cultivar alli pequeños arbustos y enredaderas, las azoteas están construidas de modo que pueden soportar una espesa capa de tierra, de donde descuellan naranjos de mas de seis metros de altura.
En Génova se admira el aseo y el aire resuelto de las gentes del pueblo; las mugeres son muy elegantes y llevan con mucha gracia un gran velo blanco, llamado mazzaro, con el que cubren la mitad de la espalda y los brazos. Los genoveses poseen cultura, talento, libertad en las ideas y una afición marcada al comercio.»
La Cerdeña, al S. de la Córcega, de quien no está separada mas que por un brazo de mar, de 16 á 20 kilómetros, es una de las grandes islas del Mediterráneo. Los griegos la llamaron Ichnusa ó Sardon, y los romanos Sardinia. Algunos pretenden que la piedra preciosa llamada sardónica ha tomado el nombre de este país, y que la risa sardónica era una enfermedad mortal, producida por la raiz de un ranúnculo que se cría en la isla; lo que sí es mas cierto es, que las sardinas que se pescan en sus costas han recibido realmente de ellas su denominación. La población de la isla asciende á cerca de 500,000 habitantes.
Su fértil suelo producía en otro tiempo tanta abundancia de trigo, que Roma miraba la Cerdeña como uno de los graneros de la república, hoy produciría lo mismo, si no fuera por el terreno que se pierde en bosques inútiles, y en lagunas de aguas estancadas que infestan el aire. El ganado vacuno se multiplica maravillosamente, y produce mucho queso y cueros. Los caballos que se crian en la isla son también muy estimados. Las montañas y colinas abundan en caza de toda especie; por todas partes se ven bosques de olivares, de naranjos y limoneros, y todas las frutas son escelentes en este pais. La tierra está cubierta de flores todo el año; en las montañas hay minas de plomo, de hierro, de alumbre y de azufre, y en las costas se pesca el atún y la sardina. Añadamos á estas ventajas la de tener la Cerdeña muy buenos puertos para el comercio capaces de recibir toda clase de buques, y que aqui como en la India se cria el algodón y el añil.
La principal ciudad es Cagliari, situada á orillas de un gran golfo que lleva su nombre. Su puerto, que es muy seguro, puede contener un gran número de embarcaciones. Las otras ciudades son: Sassari, Oristano, Alghero y Terranova. En tiempo de los romanos, que la conquistaron después de los pelasgos, los fenicios, los etrusos y los cartagineses tenia esta isla cuarenta y dos ciudades.
De esta isla interesante por mas de un concepto, y que ha dado nombre á los estados sardos, ha hecho una descripción muy exacta un viagero va citado por nosotros en esta obra, el señor Gutiérrez de la Vega, de cuyo viage hemos tomado los siguientes apuntes, que no vacilamos en añadir, porque en un libro de esta especie no pueden de modo alguno ser prolijos.
Esta isla fué ocupada en sus primitivos tiempos por los griegos, y después sucesivamente por los iberos, tespienses, troyanos, libios, cartagineses, pueblo del bajo imperio, Carlo–Magno, moros, genoveses y písanos, hasta que los españoles se apoderaron de ella en el reinado de don Jaime II de Aragón, los cuales, después del tratado de 1720, la entregaron a la casa de Saboya.
Sus primeros habitadores le dieron el nombre de Ichnusa, ó planta del pie, en vista de su rara configuración, asi como compararon a una galena la Mesopotamia, y el Peloponeso á una hoja de plátano. Después cambió aquel nombre por el de Sardan, caudillo de los libios. De este se deriva el de sardina, pescado que se cria en abundancia en las playas de la Cerdeña.
Durante los ocho siglos en que esta isla estuvo sometida al poder de los romanos, corrió una época de completa prosperidad por lo mucho que se multiplicaron sus habitantes, las grandes obras, eternos monumentos de las artes, que hicieron sus conquistadores, y las ricas producciones que ofrecían sus fértiles campiñas. No obstante esta circunstancia, el clima de la Cerdeña es tan desagradable, que los romanos constituyeron la isla en destierro de los criminales, sin tener en cuenta, que tal castigo puede muy bien tolerarse en medio de una frondosa y pintoresca vegetación como la que tiene, ofreciendo los mas poéticos y risueños paisages. Para que nada fallase en esta época tan brillante para la antigua Ichnusa, entonces fué cuando el apóstol San Pablo esparció sobre ella la fecunda semilla de la religion cristiana, al hacer su viage desde el Africa á España.
Esta isla está atravesada en distintas direcciones por cinco cadenas de montañas, una que corre desde las rocas de Bonifacio hasta el cabo de Carbonera, que es la mas considerable; otra que desde el cabo de la Frasca, cerca del golfo de Oristano, pasa al cabo de Tenlada; la tercera, continuación de esta, que ocupa el Norte Occidental de la Cerdeña, y otras dos que constituyen los montes de Ales y de Santa Lisurgia, que se pierden en el mar de la Córcega. En la primera, cadena de montañas se levanta el Genargen
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