blicas han hecho marcadísimos progresos en su enseñanza. Como estos, han adquirido también bastante desarrollo algunos otros medios de civilización.
Las costumbres de los sardos no dejan de ofrecer cosas dignas de notarse, como que son consecuencia de su carácter especial y de la ausencia del trato de una delicada sociedad. Su valor y su amor á la independencia se han manifestado en todas las épocas, como por ejemplo, en 1789, cuando por espacio de cuatro años defendieron contra los franceses el paso de los Alpes, y en 1772, cuando la espedicion del almirante Truquet. Por su espíritu independiente, con justísima razón les aplicó Tácito las siguientes honrosas palabras: Jam domiti ut pareant, nondum ut serviant.
En la población de la Cerdeña se han operado dos movimientos opuestos desde el período último del pasado siglo uno que comprende la época que corrió desde la muerte del rey Carlos Manuel en 1775 hasta 1816, y otro desde este año en adelante: tiempo en que se han establecido las nuevas comunicaciones al esterior: el primero ha sido retrógrado, y el segundo progresivo.
Los sardos conservan como por herencia las ideas del odio y de la venganza: son como los habitantes de su vecina isla, la Córcega; el puñal asesino hace muchas víctimas en manos de estos hombres. Parecen nacidos para diezmar el género humano, sin ningún linage de consideraciones, de filantropía y de fraternidad. Son tan horribles las relaciones que hacen de sus crímenes los viageros, que se cuenta de un sardo que estuvo siete años colocado sobre un árbol muchas horas cada día, sin perder uno siquiera, con el solo objeto de vengarse de un enemigo. Al cabo de este tiempo se realizó la terrible venganza. Dícese aun mas todavía: que las mugeres sardas enseñaban á sus hijos diariamente, desde que empezaban á hablar, la camisa ensangrentada de su padre asesinado, con el fin de desarrollar en sus niños desde la primera edad la idea de la venganza, y de que, corriendo el tiempo, el asesino de aquel fuese también asesinado. Asi estos no dudarían del mal de que habían de morir, si los herederos de su víctima habían también de sacrificarlos. ¡Magnífica cadena es esta con que se establece la vida de relación entre los sardos! Es asombros leer que en una población de 490,000 almas se verifiquen mil asesinatos al año!
Estos hombres son comunmente de mediana estatura, de formas bellas y de gran desarrollo muscular, por lo que tienen unas fuerzas hercúleas. Sin embargo de las malas inclinaciones de que hemos hablado, son amigos de conceder hospitalidad, y laboriosos por naturaleza, aunque por educación no practiquen estos actos. Son grandes sus facultades intelectuales, y mucho su gusto, y notable su disposición para la literatura y la poesía. No saben atesorar el oro, porque prefieren gastarlo en objetos de lujo, en ricos manjares para la mesa y en sus diversiones favoritas, la caza y la danza. El equilibrio interior de la familia saben mantenerlo perfectamente para no ver nunca turbada la paz; pero la idea de la venganza que los domina, es capaz de dar en tierra á cada momento con esa tendencia á la armonía del orden.
En sus bailes observan con rigor una costumbre, que, ¡ay! del que ose alterarla. Los casados enlazan las manos tocando palma con palma y cruzando los dedos. ¡Desgraciado el soltero que haga esto con la muger agena ó con la joven con quien no haya de desposarse! Castigo digno de los celibatos.
Las costumbres de los sardos no dejan de ofrecer cosas dignas de notarse, como que son consecuencia de su carácter especial y de la ausencia del trato de una delicada sociedad. Su valor y su amor á la independencia se han manifestado en todas las épocas, como por ejemplo, en 1789, cuando por espacio de cuatro años defendieron contra los franceses el paso de los Alpes, y en 1772, cuando la espedicion del almirante Truquet. Por su espíritu independiente, con justísima razón les aplicó Tácito las siguientes honrosas palabras: Jam domiti ut pareant, nondum ut serviant.
En la población de la Cerdeña se han operado dos movimientos opuestos desde el período último del pasado siglo uno que comprende la época que corrió desde la muerte del rey Carlos Manuel en 1775 hasta 1816, y otro desde este año en adelante: tiempo en que se han establecido las nuevas comunicaciones al esterior: el primero ha sido retrógrado, y el segundo progresivo.
Los sardos conservan como por herencia las ideas del odio y de la venganza: son como los habitantes de su vecina isla, la Córcega; el puñal asesino hace muchas víctimas en manos de estos hombres. Parecen nacidos para diezmar el género humano, sin ningún linage de consideraciones, de filantropía y de fraternidad. Son tan horribles las relaciones que hacen de sus crímenes los viageros, que se cuenta de un sardo que estuvo siete años colocado sobre un árbol muchas horas cada día, sin perder uno siquiera, con el solo objeto de vengarse de un enemigo. Al cabo de este tiempo se realizó la terrible venganza. Dícese aun mas todavía: que las mugeres sardas enseñaban á sus hijos diariamente, desde que empezaban á hablar, la camisa ensangrentada de su padre asesinado, con el fin de desarrollar en sus niños desde la primera edad la idea de la venganza, y de que, corriendo el tiempo, el asesino de aquel fuese también asesinado. Asi estos no dudarían del mal de que habían de morir, si los herederos de su víctima habían también de sacrificarlos. ¡Magnífica cadena es esta con que se establece la vida de relación entre los sardos! Es asombros leer que en una población de 490,000 almas se verifiquen mil asesinatos al año!
Estos hombres son comunmente de mediana estatura, de formas bellas y de gran desarrollo muscular, por lo que tienen unas fuerzas hercúleas. Sin embargo de las malas inclinaciones de que hemos hablado, son amigos de conceder hospitalidad, y laboriosos por naturaleza, aunque por educación no practiquen estos actos. Son grandes sus facultades intelectuales, y mucho su gusto, y notable su disposición para la literatura y la poesía. No saben atesorar el oro, porque prefieren gastarlo en objetos de lujo, en ricos manjares para la mesa y en sus diversiones favoritas, la caza y la danza. El equilibrio interior de la familia saben mantenerlo perfectamente para no ver nunca turbada la paz; pero la idea de la venganza que los domina, es capaz de dar en tierra á cada momento con esa tendencia á la armonía del orden.
En sus bailes observan con rigor una costumbre, que, ¡ay! del que ose alterarla. Los casados enlazan las manos tocando palma con palma y cruzando los dedos. ¡Desgraciado el soltero que haga esto con la muger agena ó con la joven con quien no haya de desposarse! Castigo digno de los celibatos.
ISLA DE CÓRCEGA
Siguiendo al viagero ya citado, vamos á ocuparnos aqui brevemente de otra isla notable de Italia, de la Córcega, que cuenta entre sus timbres el haber sido patria de la familia del gran conquistador moderno, del emperador Napoleon Bonaparte.
La Córcega, llamada por los antiguos Kirnos, fué sucesivamente ocupada por todos los pueblos que estendieron su poder hasta esa parle del Mediterráneo.
Habiéndose, hecho independiente en la edad media, fué sojuzgada mas tarde por los písanos y genoveses, contra quienes sostuvo las mas sangrientas y encarnizadas guerras, hasta que estos la entregaron á la Francia en 1786. Esta isla esta atravesada en toda su longitud de S. á N. por una cadena de montañas, cuyas ramificaciones se estienden por toda ella. Sus eminencias mas notables son el monte de Oro y el Rotondo. En las partes montañosas reinan constantemente el frio y la nieve, mientras que en sus valles se desarrolla una admirable y frondosa vegetación, particularmente de viñedos.
Una ancha carretera divide la isla y abre comunicacion entre sus ciudades principales, Bastia y Ajaccio la cual fué comenzada en 1770. Otro camino notable conduce desde Bastia á San Fiorenzo.
Bastia, antigua capital de la Córcega, fué construida en forma de antiteatro, y circundada de apretadísimos bosques. Tiene un puerto pequeño y poco seguro, y su población asciende á 9,500 habitantes, mientras la de su circunferencia llega á 58,000. En ella residen el gobernador militar, el subprefecto y los tribunales superiores. Sus principales iglesias son, la grandiosa y rica catedral, no acabada aun, la Concepcion, y el antiguo convento de San Francisco, convertido hoy en un vasto hospital militar. La biblioteca, existente en el convento de jesuitas, es riquísima por la multitud de legados que se le han hecho.
Ajaccio es la capital actualmente, y residencia del obispo y del prefecto. Está situada en una agradable posición, y tiene un bellísimo puerto. Consta de 9,000 almas.
En la catedral, fábrica del siglo XIV, llama la atención su admirable cúpula y su riquísimo altar mayor. En ella fué bautizado Napoleon en 1771. La casa paterna de este grande hombre se encuentra en una pequeña plaza llamada de Santa Letizia. La ha bitacion donde el bizarro emperador vio la luz primera es objeto de una especie de culto por todos los viageros, á pesar de su miserable aspecto, pues solamente tiene una ventana. Cerca hay un hermoso retrato de Napoleon, debido al pincel de Gerard. El palacio municipal, el teatro, la casa de la familia de Pozzo di Borgo, y la del cardenal Fesch son los edificios particulares mas notables. Este cardenal ha dejado una suma de 400,000 reales para la adquisición de las antiguas propiedades de que gozaba la familia de Bonaparte, y una inmensa riqueza en pinturas que había adquirido en Roma, para establecer en Ajaccio un magnífico museo. La última cosa digna de esta población, es la ciudadela que edificó Enrique II hacia la mitad del siglo XVI.
La provincia principal de la Córcega ofrece vistas tan deliciosas y pintorescas como el amenísimo valle
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