lunes, julio 07, 2008

Viage ilustrado (Pág. 258)

Sully se ocupó de embellecer los grandes caminos, é hizo plantar árboles por ambos lados; Colbert; continuó mejorándolos; Desmarest, que le sucedió, formó el primer cuerpo de ingenieros de puentes y calzadas, y Trudaine hizo medir los caminos, poner señales de mil en mil toesas, y fijó como punto de partida el pie de Notre―Dame. Desde 1815 se ha trabajado constantemente en dar solidez a los caminos, en allanar las pendientes, y se han puesto peones camineros de distancia, en distancia, que armados de rastrillos y azadones no cesan de limpiar el lodo y reparar lo que se descompone.
Desde hace medio siglo, y principalmente desde 1815, ha hecho la Francia grandes progresos en agricultura y en industria, lo que ha llevado el bienestar y la comodidad hasta las clases mas bajas, aumentándose la propiedad hasta lo infinito. Por cualquier parte que se vaya, se ven las ciudades y las aldeas tomar cada día un aspecto mas elegante, y en todas partes se construyen nuevas y suntuosas casas. La gente del campo, bien alimentada y bien vestida, por todas partes manifiesta en su esterior la comodidad y el bienestar. En fin, para reasumir, diremos que la Francia puede hoy sin fatiga ni esfuerzo ocupar y alimentar 35,000.000 de habitantes, mantener un ejército de 300,000 hombres, sin contar la marina, y pagar al Estado un presupuesto de 1,500.000,000.
La Francia estaba en otro tiempo dividida en treinta y dos provincias, que cada una presentaba en su terreno un aspecto diferente, asi como eran tambien distintas las costumbres de sus habitantes. Asi es que el Flandre y el Artois son Paises llanos y muy cultivados; la Lorena es montuosa y está cubierta de espesos bosques; la Borgoña con sus colinas verdes y sus viñedos, no se parece en nada á la Champagne, que es llana y uniforme, y su tierra arcillosa en muchas partes; la Bretaña, con sus landas, es pintoresca, pero severa y pobre; la Normanía se muestra por todas partes rica, coqueta y admirable por sus paisajes llenos de verdor; el Limosin con sus castañares tambien presenta muy bellos cuadros; el Franco―Condado, es una Suiza en miniatura; la Auvernia, que reposa tranquila entre los cráteres de antiguos volcanes, contrasta caprichosamente con el Languedoc y la Provenza, cuya vista risueña y aspecto meridional hacen ya presentir á la España y la Italia. La Gascuña y la Solaña son estériles y desnudas; pero en cambio, el Delfinado es montuoso y cortado por hermosos valles, como los Vosges, y verde como la Turena.
Hoy dia, confundidas estas provincias en la unidad de la Francia, han olvidado sus antiguas rivalidades, y el pais entero cojido en una vasta red administrativa, cuyo centro es París, se divide en ochenta y seis departamentos, comprendida la Córcega. Cada uno de estos depártametos tiene su capital y su cabeza de distrito; en cada capital hay un prefecto; en cada cabeza de distrito un subprefecto, y un tribunal civil, y en cada canton, un juzgado de paz. Muchos departamentos están juntamente sujetos a la jurisdiccion de un tribunal de apelación, de una división militar, de un obispo, ó de una academia; pero todas estas subdivisiones judiciales, militares, eclesiásticas y universitarias dan cuenta de sus actos á las administraciones centrales establecidas en París.
No entra en nuestro plan el profundizar el sistema gubernamental de la Francia; asi es que lo pasaremos por alto, y dirigiremos la vista y daremos algunos detalles de los lugares mas dignos de llamar la atención.
París es naturalmente la primera ciudad de que debemos ocuparnos. Cuando César llegó á ella cincuenta y cinco años antes del nacimiento de Jesucristo, la pequeña nación de los parisis, que la ocupaba, la llamaba Luthlonezi, y los romanos la nombraron después Lutecia. Con esta palabra recordaban el verdadero y primitivo nombre, y al mismo tiempo marcaban la posición de la ciudad, situada en los pantanos del Sena. Hasta el tiempo de Clovis, en 508, no llegó á ser París la residencia de los reyes.
La larga permanencia de este príncipe en la ciudad contribuyó mucho á su primer acrecentamiento. Carlo―Magno, que por su genio y sus trabajos coloca á la Francia á la altura de los primeros Estados de Europa, agrandó y embelleció también la capital de su reino. Estos progresos continuaron hasta la época en que los normandos, después de haber devastado muchas provincias, fueron á sitiarla y saquearla. Felipe Augusto la rodeó de murallas, y comprendió en su recinto un gran número de cabañas y aldeas que antes estaban en los alrededores. Tales eran las aldeas de Santa Genoveva, San Germán de los Prados, San Marcelo, el Bourg―l'Abbé, el Beaubourg, el Bourg Thibourt, etc. Estos trabajos duraron veinte años, y este mismo rey hizo empedrar por primera vez las calles de París. Francisco I, que tenia muy buen gusto, se interesó por todo lo que pudiera contribuir al adorno de su capital, é hizo revivir al lado de la arquitectura gótica, la griega y la romana. Luis XIV, Luis XV y Luis XVI dotaron á París de magníficos monumentos, y el Imperio creó muelles, calles, soberbios puentes, y comenzó grandes edificios. En fin, desde 1830, el gobierno y la municipalidad han rivalizado en esfuerzos para ensanchar y alinear las calles, terminar los edificios comenzados, restaurar y adornar las antiguas iglesias, y llevar á cabo la grande obra del reinado de Luis Felipe, las fortificaciones de París y de los fuertes separados que las completan.
La población de París era en 1838 de 1.034,000 almas, sin comprender las tropas, ni los obreros transeuntes. Alli, como en todas las grandes ciudades, la población está mezclada y confundida; todas las fortunas de Francia van á consumirse á París, y todas las miserias á buscar un abrigo, y con frecuencia sucede que un simple tabique separa el estremo lujo de la estrema miseria. Las calles del antiguo París son estrechas é irregulares, y la altura de las casas impide penetrar al sol; pero nada hay mas magnifico que las calles modernas, como las de Castriglione, de Rívoli, de la Paz, etc. Desde hace algunos años, se han abierto ademas, galerías de un lujo deslumbrador, como los pasages Vivienne, Colbert, Veró―Dodat, de los Panoramas, de la Opera, de Saumon, Verdeau, etc.
Paris está dividido en dos partes por el Sena, que forma ademas dos islas; la de San Luis y la Cité, cuna de la antigua Lutecia. Veinte y tres puentes reúnen sus diferentes cuarteles; los mas bellos son, los de Gena, de Luis XVI, de Asterlitz, y el puente Nuevo, en cuyo centro se eleva la estatua ecuestre de Enrique IV, que fué quien edificó este puente; el de las Artes, el de los Santos Padres, el de Luis Felipe, ó de la Reforma y el de Arcole merecen también llamar la atención. Grandes y hermosas plazas adornan la ciudad. La de los Vosges, llamada no hace mucho tiempo Plaza Real, notable por los recuerdos de la

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