está sostenido por un vicario y treinta beneficiados. También merecen consideración la iglesia de la Sangre de Cristo, la casa de ayuntamiento, el palacio del obispo de Tortosa, y el hospital civil. Hay en Castellon una parroquia, dos anejos, cuatro conventos que fueron de frailes, dos de monjas, diez ermitas, una casa de beneficencia, una de huérfanos, un hospital, un teatro, una plaza de toros, un instituto de segunda enseñanza, una escuela normal, tres mil trescientas casas y 16.952 habitantes. Esta ciudad es cabeza de una provincia compuesta de diez partidos judiciales, tres ciudades, setenta y ocho villas, sesenta y un lugares y veinte y dos aldeas, y también de un juzgado de primera instancia, formado por una ciudad, cinco villas y dos lugares. Celebra dos ferias al año, y dos mercados cada semana. Después de Castellón se pasa por el puente de Villareal, que es magnífico, de sillería y de trece ojos, edificado en tiempo de Cárlos III, y á la media hora, por la villa de aquel nombre. Dista solamente una legua de Castellón, y tiene 8.207 habitantes, una parroquia titulada Santiago, de fabrica del siglo pasado, dos conventos que fueron de religiosos, en la iglesia de uno de los cuales se ve el cuerpo de San Pascual Bailón, cinco ermitas y un hospital. Es cabeza de un juzgado.
Después de Villareal se llega á Nules, que dista dos leguas. Este pueblo, que aun conserva sus antiguas murallas y torreones, tiene una iglesia parroquial (San Bartolomé), cuatro capillas, un hospital pequeño, un convento que fue de frailes, un palacio de los condes de Castellón y 2,873 almas. Es también capital de un partido judicial, que comprende ocho villas y un lugar. A las dos leguas y media de Nules se encuentra la villa de Almenara, último pueblo de la provincia de Castellón, y que cuenta 1270 habitantes, del que no podemos dejar de mencionar sus antiguos recuerdos históricos. Debióse su origen ó un templo de Venus Afrodisia, que aquí edificaron los saguntinos. A este lugar se retiró en varias ocasiones el famoso Viriato, y en el mismo venció por sorpresa este valiente caudillo á Plautio, general romano, que venia en su seguimiento, y también á algunos habitantes de Segorbe en tanto celebraban un sacrificio. Después que el templo Afrodisio se arruinó, se alzo en su solar una elevada atalaya que los moros llamaron en su lengua Almenara, que después se comunicó al pueblo que a su inmediación se edificó. Don Jaime I se hizo dueño de Almenara en 1238, y en 1276 la vendió con título de condado á Juan Prochita. En sus cercanías tuvo lugar una porfiada batalla entre el duque de Segorbe y los germanados de Valencia (que fueron vencidos) el año 1521. Hállase después el valle de Sego ó Valletas de Sagunto, terreno de los mas amenos y frondosos, y en el que están los lugares de Santa Coloma y Benicalaf, por donde se pasa, y en seguida se entra en Murviedro, que ocupa el lugar de la célebre y famosísima Sagunto, de nombradía eterna en la historia del mundo. Débese su origen á los griegos zazintios, de donde vino el nombre, que edificaron para que sirviese de punto de apoyo al activo comercio que hacían en estas costas en compañía de los fenicios. Desde luego tomó este pueblo el mayor incremento, y fundó en el pais cercano varias colonias, como Olba, Artana y Onda. Los saguntinos se contentaron con esto, sino que usurparon varios territorios á los turboletas ó turbitanos, y á los beribraces, lo que dio origen á largas guerras entre unos y otros. Al aparecer los cartagineses en este pais, la ciudad de Sagunto, con objeto de conservar su libertad, buscó la alianza de los romanos, que la aceptaron con gusto, y en el tratado que acordaron con aquellos sobre los países que debían conquistar en Esña, quedó convenido que esta ciudad seria respetada en su independencia. Sin embargo, el ambicioso Annibal, al encargarse del mando de la España cartaginesa, deseando romper con los romanos, á quien odiaba desde su niñez, á pretesto de favorecer á los turboletas emprendió la renombrada guerra saguntina, que fué el principio de la segunda Púnica. A pesar de las reclamaciones de los legados de Roma, Annibal, á la cabeza de 150,000 hombres, vino á sitiar á Sagunto, y la embistió por tres partes á la vez. Los saguntinos, no solo defendían su ciudad con un valor increíble, sino que en sus repetidas salidas rechazaban á los sitiadores hasta sus trincheras, aun después de abierta ya la brecha, quedando en una de ellas herido el mismo Annibal. Disputábase el terreno palmo á palmo, derribando muros los cartagineses, y reemplazándolos con otros improvisados los saguntinos, aunque perdiendo siempre terreno, por la enorme desigualdad del número de combatientes. Fallando ya los víveres, Aleon y Alorco, personas principales de la ciudad, queriendo salvarla, se presentaron á Annibal para tratar de capitular; pero este soberbio guerrero solo les ofreció condiciones irritantes que los saguntinos rechazaron con indignación, y en tanto el senado deliberaba, una gran multitud de ciudadanos amontonando todas sus joyas y muebles mas preciados en la plaza pública, formaron con ellos una inmensa hoguera (1), á la que se arrojaron gustosos los mas. En tanto lograron los sitiadores abrir una nueva brecha y penetrar por ella, por falla de defensores, y pasaron á cuchillo á casi todos los que encontraron aun vivos, reservando unos pocos que quedaron por esclavos de la soldadesca. Tuvo lugar este célebre acontecimiento el año 219 (antes de Cristo), habiendo durado el sitio ocho meses. La guarnición cartaginesa, que quedó en custodia de las ruinas de Sagunto, fué arrojada de ellas por los Escipiones cinco años después de la catástrofe. Entonces fué cuando se reedificó esta noble ciudad, y fué ornada con magníficos edificios y monumentos, y recobró su antiguo comercio y poderío, concediéndose á sus habitantes el derecho de ciudadanos romanos y el de batir moneda. Era en esta población por aquellos tiempos, de grande importancia la industria de fabricar vajillas de barro, muy estimadas en Roma. Cerca de la nueva Sagunto se dio una terrible batalla entre Pompeyo, Metelo y Sertorio. En la irrupción de los bárbaros del Norte se cree volvió á ser destruida, pero se restauró al poco tiempo con el nombre de Murviter, degeneración de Murus–Vetus, ó sea Muro Viejo, de donde se deriva el nombre que hoy la distingue. El wazir ó gobernador moro de esta población, dependía del walí de Valencia, y cuando este se declaró emir ó rey independiente, Murviedro formó parte de sus estados. El valeroso don Jaime I de Aragón se hizo dueño de este pueblo arrojando á los moros en 1238. Posicionados en Murviedro los partidarios de la Union, se retiraron á la llegada de Pedro IV el Ceremonioso el año 1347. En 1363 la tomó Pedro el Cruel, rey de Castilla, y
(1) La esposa de uno de los mas valientes saguntinos llamado Murro, fué la primera que se arrojó á las llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario