domingo, julio 08, 2012

Viage ilustrado (Pág. 661)

noble escudo.» Apenas podia el noble conde dar crédito á sus ojos, cuando el pérfido calumniador le condujo al aposento de su pupila. «Si, gran señor, hace dias que yo sabia tan viles amoríos y rondaba sin cesar la vivienda de aquella á quien quise llamar esposa, y hoy hallándome oculto, vi entrar al traidor, y le di muerte.—Bien hicistes, por Dios, valiente Rocaberti, y recompensaré vuestra lealtad.» Ermengarda volvió en sí por un instante no mas, pues al ver á su lado y en su mismo lecho un ensangrentado cadáver. volvió á caer en un desmayo. El conde la hizo conducir á una oscura prisión, y la condenó á muerte. La desdichada joven no podia comprender nada de lo que le pasaba, pero se le ocurrió que podría apelar del juicio de los hombres al juicio de Dios. Pidió, pues, y obtuvo la prueba del combate, y partieron desde luego mensageros en todas direcciones para anunciar esta nueva á los habitantes del condado de Barcelona, por si había quien quisiera ser el campeón de la acusada. Ningún guerrero se presentó, porque todos creían á Ermengarda culpable, y era ademas tan temible Gofredo de Roeaberti, que los mas valientes se regocijaban de no verse obligados á pelear con él por no mancillar con un seguro vencimiento los laureles que antes hubiesen adquirido. En tanto era llegado el día de la ejecución. En la plaza del palacio condal, (denominada hoy plaza del Rey), estaba ya dispuesta una liza para el combate, y á su estremo un alto cadalso con el tajo y una afilada cuchilla en que debía morir ó bien la inocente Ermengarda ó su pérfido acusador, si era vencido. Pocas horas faltaban, cuando un joven de diez y ocho años, de alto linage, pidió y obtuvo una audiencia al conde. «Señor, le dijo, yo me llamo Arnaldo de Oms, y desciendo de una familia célebre en los fastos de Cataluña desde los tiempos de Carlo–Magno (1). La desdichada Ermengarda es parienta mía y no tiene quien la defienda; tened á bien, gran conde, de armarme caballero, para poder combatir con su acusador.» Rehusó al pronto Bamon Berenguer, acceder á esta demanda temiendo por la vida del generoso mancebo, mas vencido por sus reiteradas súplicas, le mandó hincar las rodillas, le tomó el juramento de ser fiel á Dios y á las damas, de defender la religión, la inocencia y la hermosura, y desnudando la espada, le dio los tres espaldarazos diciendo: En nombre de Dios, de San Miguel y de San Jorge, yo te hago caballero. A los pocos momentos, cubierto de brillantes armas y cabalgando en un brioso corcel, salió Arnaldo de Oms en busca del temible Gofredo de Rocaberti, que ya le aguardaba en la liza. Sonrióse con desprecio al divisar á su novel adversario y se preparó con flojedad al combate, mas bien pronto vino al suelo atravesado de parte á parte por la lanza de Arnaldo. El pueblo gritó con entusiasmo: He aqui la justicia de Dios, y el pérfido Rocaberti, acobardado con la proximidad de la muerte, pidió con ansia un sacerdote, y dijo en voz tan alta cuanto su mortal herida le permitía, que Ermengarda era inocente. Murió en breves instantes, y Raimundo cabeza de Estopa ordenó que su cadáver fuera degollado en el mismo cadalso preparado para la acusada, y que la cabeza fuese puesta sobre una percha delante del palacio condal. Ermengarda se casó con su libertador y hasta hoy dura su descendencia.
Villafranca parece ser de alguna antigüedad, y su nombre proviene de los muchos privilegios con que los reyes favorecieron á sus habitantes para repoblarla. La parroquia, con nombre de Santa María, es un edificio de sillería, con una sola nave y una elevada torre. El culto está sostenido en esta iglesia por un cabildo de beneficiados. Hubo en Villafranca tres conventos de religiosos y uno de monjas, que aun subsiste. En el de franciscos se reunieron las Córtes de Aragón en 1353 y 1367. Hay otras varias iglesias y capillas; pero la que merece mas la atención del observador es la de San Juan, que perteneció á los caballeros templarios, y es de arquitectura bizantina y edificada á mediados del siglo XII. También son notables los palacios góticos de los barones de Rocafort y San Vicente. Este fué vivienda de los reyes de Aragón. Hay un pequeño teatro, un hospital, y un cuartel que puede contener un batallón y un escuadrón. Villafranca es cabeza del partido judicial de su nombre, que comprende seis villas, treinta y un lugares y doce aldeas, y cuenta de población 5,516 habitantes. Celebra mercados los sábados y cuatro ferias anuales. Arbos, es un pueblo que ya pertenece á la provincia de Tarragona, y que fué casi del todo incendiado por los franceses en 1808. Tiene una magnífica iglesia llamada de San Julián. En Gornal, Bellbey hay un viejísimo palacio señorial, denominado el Castillo. Vendrell es una villa edificada en una cólica cerca del mar; tiene 4,296 almas, una parroquia (San Salvador), cuyo edificio es de bastante estension y de arquitectura elegante, y una ermita. Es también cabeza de un juzgado, que comprende cuatro villas, treinta y siete lugares y nueve aldeas. En las inmediaciones de Vendrell, termina el Panadés y comienza la risueña comarca conocida con el nombre de Campo de Tarragona, en estremo feraz y rica en aceite, avellana y vino.
El viagero se acerca ya á la gran metrópoli de la España Tarraconense, á la insigne ciudad querida de los cónsules y emperadores romanos, pues se pasa por bajo el suntuoso arco de triunfo, denominado de Bara ó de Sura, que cruza el camino real. Este magnífico y elegante monumento es de los mejor conservados que existen de los romanos. Tiene de elevación 43 pies y sus dos fachadas principales están decoradas con cuatro pilastras estriadas, sobre las que corre el friso y una cornisa elegante.
Nada se sabe del verdadero objeto de este bellísimo arco, algunos suponen fué erigido para perpetuar la memoria de alguna célebre victoria alcanzada por los romanos en este parage, y otros que era una de las puertas de Tarragona, pues como nadie ignora, fué esta ciudad en otro tiempo de grande estension. Después del arco de Bara, se pasa por Torredembarra, villa de 1,860 almas, una parroquia y un antiguo

(1) Hoy es su principal representante el marqués de Castell-dosrius. Según las crónicas de Cataluña, el primer ascendiente de esta familia, llamado Arnoldo de Oms, primer vervesor de Montescot, fué encargado de apoderarse de esta plaza, que poseian los moros, por el emperador Carlo–Magno. Cuando se disponía al asalto pasó cerca de él un fiero oso que arrastraba una bandera morisca, y suponiendo que esta insignia pertenecería á algunas tropas que venían en socorro de los cercados, reconoció las inmediaciones y encontró tres caudillos ó reyezuelos moros, con gran número de soldados ocultos en una gran cueva. Atacóles valerosamente, los derrotó y cautivó á los tres gefes, y en seguida se apoderó de Montescot. En memoria de estos hechos llevan los Oms en su escudo una cimera con tres turbantes y un oso con una bandera empuñada. También usan de una corona real antigua por preciarse de descender de Ataúlfo.



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