castillo, y por Altafulla, antiguamente Palfuriana, y que era descanso de la via romana que conducía desde Arlés á Tarragona, también con un viejo castillo, propio del marqués de Tamarit, y tres torreones, restos de sus fortalezas de otros tiempos. A la derecha se encuentra el antiguo y célebre monumento llamado el Sepulcro de los Escipiones. Es una especie de torreón cuadrado de 28 pies de altura, aunque se deja ver tuvo antes mucha mas, y compuesto de muchos sillares y dos cuerpos. En la fachada que mira al camino hay entalladas dos grandes estátuas en actitud de tristeza. Habia, según se dice, en esta torre, una gran lápida que fué remitida al cardenal Cisneros, y aunque existen algunos restos de inscripción no están legibles. Muy cerca se desenterraron una urna de vidrio con parle del esqueleto de un niño, dos lacrimatorios y una moneda del tiempo de Augusto. Opinan muchos eruditos que este monumento es un cenotafio ó sepulcro vacío, erigido por el ejército romano á la memoria de los tan queridos generales de quien toma nombre, que como es notorio murieron lejos de Tarragona.
Es capital de provincia civil y marítima, de juzgado y de una sede metropolitana, y es también plaza de armas. Su origen es remotísimo, y por consiguiente oscuro y desconocido, asi como la etimología de su primer nombre Tarraco. A la venida de los romanos era como todas las ciudades de España, una población pobre y reducida, y pertenecía á la comarca llamada Cosetania. Cneo Escipion el año 218 antes de Jesucristo, desembarcó en Ampurias á la cabeza de 12,000 hombres y se hizo dueño de Tarragona, que desde luego eligió para cuartel general; y á ella se retiraba á invernar. Sitióla Asdrubal; pero los veteranos de Escipion la defendieron bizarramente, y aquel hubo de retirarse. Desde entonces fué esta ciudad la cabeza ó capital de las posesiones romanas ó de la España Ulterior, y residencia de los gobernadores. Tomó grande incremento, fué elevada á la categoría de convento jurídico y colonia y obtuvo los dictados de Julia, Vencedora y Togada. Cuando Augusto vino á la guerra de Cantabria, se retiró enfermo á esta ciudad, y hallándose en ella recibió sus consulados octavo y noveno, y dio audiencia á los embajadores de la India y de Scitia. Tarragona fué de las primeras ciudades del imperio que divinizaron á Augusto, y le erigieron un templo. Fué también de las primeras en que se predicó el Evangelio, según se cree, por Santiago y San Pablo, siendo el primer prelado, de que consta la existencia, San Fructuoso, martirizado el año 259. El famoso emperador Adriano, natural de Itálica, estuvo algún tiempo en Tarragona y un esclavo quiso asesinarle; pero se dijo estaba loco. Los germanos se apoderaron con facilidad de esta ciudad, la saquearon y destruyeron en parte. Cuando la invasión de los godos y demás naciones del Norte, Tarragona se mantuvo largo tiempo en la devoción romana, hasta que Eurico la dominó en 466; pero siguió con el honor de capital de provincia y con el antiguo derecho de batir moneda. Desde aquellos tiempos aparecen ya los prelados tarraconenses adornados de la dignidad de metropolitanos, y como tales reunían los concilios de esta provincia, siendo el primero el año 516. A los godos se atribuye la variación del antiguo nombre Tarraco, de esta ciudad, en el actual, efecto de su pronunciación particular. El desgraciado San Ermenegildo fué degollado en Tarragona el año 585. El conde Paulo, que se habia rebelado contra el buen rey Wamba, entró en esta ciudad en 672, y su duque Ranosindo se le reunió. Muza la conquistó en 713, y en 773, Abderrahman I fundó aqui un arsenal de marina. El gobernador ó walí de Tarragona, se rebeló contra el califa cordobés el año 789, y hasta 804 no volvió definitivamente al dominio de aquel, habiéndola abandonado todos sus habitantes, que regresaron al poco tiempo. Luis el Benigno, rey de Francia, se hizo dueño de Tarragona en 809, y en 812 volvió al poder de los moros. El año 1096 fué conquistada por el conde de Barcelona, y reedificada, pues habia quedado reducida casi á una aldea; pero en 1108 fué destruida nuevamente por los moros, y en 1117 el conde de Barcelona la cedió con todos sus términos á San Olegario, su arzobispo, para que la repoblase, como lo verificó, recobrando parte de su antiguo esplendor. Después tuvieron lugar grandes disensiones entre Roberto de Aguilon, conde ó príncipe de Tarragona, y el arzobispo, que al fin fué asesinado por los hijos de aquel en 1171; y mas tarde vino á incorporarse entre las posesiones de la corona aragonesa. Hallándose Jaime I en esta ciudad el año 1229, determinó conquistar á Mallorca; en la misma hizo su testamento y reunió Córtes en los años 1234 y en 1260. También se celebraron en 1288 y 1319. El año 1429 se reunió en Tarragona un concilio, en que se puso fin al gran cisma que dividía la iglesia, renunciando Gil Muñoz sus pretensiones á la tiara y al nombre que habia tomado de Clemente VIII. En las guerras del tiempo de Felipe IV y en la de sucesión, siguió Tarragona la suerte general del Principado, sin ocurrir en ella nada de notable; pero en la de la independencia tomó gran parte, pues fortificándose esmeradamente armó una multitud de tropas. Reuniéronse dentro de su recinto la junta suprema de gobierno de Cataluña, la real audiencia y las oficinas de hacienda.
El 3 de mayo de 1811, Súchel vino á cercarla, hostilizándola con todos los medios posibles de destrucción que contiene el arte de la guerra. La defensa fué de las mas obstinadas y heroicas, y al fin fué tomada por asalto el 28 de julio, habiendo muerto el valiente gobernador don José González, con otros diez mil ciento cincuenta patriotas. El número de prisioneros ascendió á ocho mil doscientos, de los que fueron muchos asesinados, y la ciudad quedó muy destruida; pero aun sufrió mas al retirarse los franceses en agosto de 1813 en que pegaron fuego á todos los repuestos de pólvora, causando los mayores estragos. Las armas de Tarragona consisten en unas olas azules en campo de plata y al timbre una corona con palmas. El número de sus hijos ilustres es grandísimo, entre ellos Lucio Antonio Silon, prefecto de una cohorte tarraconense, San Fructuoso, obispo, San Eugenio y San Eulogio, diáconos, Paulo Orosio, erudito historiador, etc., etc. Tarragona se divide en dos partes, la ciudad alta ó simplemente la ciudad, y la ciudad baja ó sea el puerto. La primera edificada en una colina que se eleva quinientos veinte y tres pies sobre el nivel del mar, es la primitiva población. En lo alto está la catedral, antiguo y suntuoso edificio gótico, al que se sube por una espaciosa escalinata. Fué construida por San Olegario, arzobispo de esta diócesis, el año 1120. La fachada principal es de muy buen gusto, aunque desgraciadamente no está terminada la parte superior, y data de 1274. El interior de este gran templo cons-
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