mos una breve descripción de la prodigiosa y singular montaña en que está edificado. Hallase aislada y á alguna distancia de los otros montes que la rodean, y que aunque elevados no la igualan, pues tiene 3,978 pies sobre el nivel del mar. La circunferencia de su base es casi de ocho leguas. La estructura de este monte es tan estraña, que es tal vez única en su especie en el mundo, pues la multitud de pirámides cónicas (1), que tales parecen las altas y escarpadas rocas de distintos colores de que se compone, le dan desde lejos el aspecto de una inmensa catedral gótica. La parte baja está cultivada y es muy fértil. El famoso santuario á que da nombre, es casi un pueblo, pues ademas del monasterio é iglesia, tiene hospedería para los pobres, hospital, enfermería para los legos, casa para médico, cirujano, herrero y otras varías dependencias. Todos estos edificios están situados sobre peñas á la mitad de la montaña, dominando el rio Llobregat y muy cerca de un valle llamado de Santa María. La iglesia es magnífica y estensa, aunque de una sola nave. Lo que encierra de mas notable es la Virgen, la sillería del coro y el camarín. El todo del santuario está circuido por altísimos peñascos y por una cerca fortalecida con seis torres. Ademas de la iglesia referida, se ven en los picachos y en los huecos de las rocas, varias ermitas que sirvieron de morada á santos cenobitas, la iglesia de Santa Cecilia, que era parroquia, y la capilla de San Miguel, que está muy cerca del monasterio. El origen de este sube al año 880, en que unos pastores del inmediato lugar de Monistrol, buscando unas cabras que se les habían extraviado, penetraron en una cortadura que cortándola la cabeza. Abandonó el motilado cadáver está al pie de una alta roca, y entre dos cerros piramidales, y allí encontraron una devota imágen de la Vírgen, de rostro negro como la de Guadalupe, Almudena, Sagrario de Toledo. etc) rodeada de ángeles de antigüedad remota. Informado de tan feliz hallazgo Wifredo el Velloso, á la sazón conde de Barcelona, convirtió la cueva en una hermosa capilla como está hoy, y á ochocientos pasos de allí y en sitio conveniente, erigió un suntuoso que fue colocada la sagrada efigie. Para hizo venir monjas benedictinas del monasterio de las Puellas de Barcelona, y eligió por abadesa á su hija llamada Richildes. En 976, el conde Borrello puso en lugar de las religiosas, monges del monasterio de Ripoll, en cuya dependencia permaneció Monserrat hasta 1410 en que el prior de éste fué erigido en abad. Desde la fundación fué este célebre santuario enriquecido con muchas donaciones y mercedes de los condes y los reyes, mas saqueado y destrozado por los franceses en la guerra de la independencia debió su reparación al último rey. Ademas de la comunidad, que era numerosa, había una especie de colegio de monacillos ó niños coristas, de los que salieron músicos eminentes. Desde el mas alto picacho, es inexplicable el magnífico panorama que se descubre, y que no puede compararse con ningún otro, pues llegan a avistarse desde allí las islas Baleares, la inmensa llanura del Mediterráneo, los Pirineos y los montes de Aragón y Valencia.
He aquí la leyenda que desde muy antiguo se refiere de la montaña de Monserrat, y que ha servido de asunto a muchos romances y á un poema. Fr Juan Guarin era un santo ermitaño que moraba en una caverna de este monte, donde hacia una vida penitente y ejemplar, mas el diablo de la vanidad asaltó su corazón inspirándole el orgulloso pensamiento de creerte el mejor y mas perfecto santo de la cristiandad, asi de los primeros tiempos, como de aquellos en que él vivia. Cierto dia que estaba en oración, fue interrumpido por el ruido de muchas personas qué se acercaban. Abandonando el rezo salió de la ermita y se encontró con el belicoso conde de Barcelona Wifredo el Velloso, que numerosa comitiva venia acompañando á su bellísima hija Richildes, joven de diez y seis años, que atormentada hacia algun tiempo por los espíritus malignos deseaba ser exorcizada por el santo ermitaño Guarin. Este, por permisión de Dios que queria castigar con severidad su loco orgullo, se enamoró perdidamente de la tierna doncella, y dijo al conde que antes de emplear contra el común enemigo las poderosas armas de la iglesia, era preciso prepararse á este combate espiritual con ayunos y oraciones, y que por lo mismo le aconsejaba dejase á Richildes por algunos dias en esta santa montaña, donde permanecería en la cueva en que se había encontrado poco antes la devota imagen de Nuestra Señora. Wifredo no titubeó un instante en seguir esta opinión, y despidiéndose de su hija, que confió á los cuidados del ermitaño, dio la vuelta á Barcelona. Apenas Fr. Juan Guarin se vio solo con su víctima, cuando amenazándola con un cuchillo que puso sobre su corazón, la violó, y no contento con haber satisfecho sus impúdicos deseos, y con objeto de ocultar su crimen, cometió otro mayor cortándola la cabeza. Abandonó el cadáver en la misma cueva, tapó la entrada de esta con grandes piedras y se apartaba á largos pasos cuando oyó una voz del cielo que le condenaba cual otro Nabucodonosor, á permanecer en el estado de los brutos ya que se había figurado ser mas que hombre, y que asi permanecería hasta que un prodigio le manifestase estaba satisfecha la cólera divina y sus grandes pecados en perdonados. En el instante comenzó el terrible castigo. Cubrióse el cuerpo de Guarin de largo pelo, y dio en andar en cuatro pies como los animales. Sin embargo de esta trasformacion esterior, conservó todas sus potencias intactas, y reconocido y arrepentido de sus gravísimos crímenes, se dirigió con sumo trabajo á Roma, donde se confesó con el papa, que le absolvió, y dio vuelta á Monserrat á continuar su austera penitencia, habiendo tardado viage tres años. Pasaron otros siete durante los que solo se alimentaba con yerbas y raices, y andaba siempre á gatas, cuando en ocasión de hacer una cacería Wifredo el Velloso, por las asperezas de Monserrat, se encontró con Guarin, á quien supuso una fiera de raza estraña, é impidiendo á sus monteros le diesen muerte, le hizo conducir á Barcelona. Corría el año de 895, cuando el mismo conde dio un gran banquete en su casa de campo, que estaba situada en la calle de la Riera de San Juan, (que fué después pertenencia del monasterio de Santas Cruces) de aquella ciudad, y deseando los concurrentes ver la famosa fiera, fué mandada traer. Apenas entró esta en el salón, cuando el niño Miron, hijo del conde, de edad de tres meses y que estaba en brazos de su nodriza, se dirigió á ella, y con el asombro que se puede pensar le gritó. Levántate, Juan Guarin, que ya Dios te perdonó. Obedeció el ermitaño, confesó en voz alta sus enormes delitos, y pidió perdón al conde. Concedióselo
(1) La elevación de estos riscos varía desde 20 hasta 450 pies.
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