mus, que habiendo sido uno de los que descendieron á Jesucristo de la cruz, debía tener muy fija en la memoria su sagrada presencia, y fué depositado en la ciudad de Beyrrut, en la Siria. Los sarracenos que la dominaban, maltrataron y escarnecieron esta sagrada efigie, y la azotaron cruelmente; aconteciendo el portento de manar sangre de los golpes, cual si aquel cuerpo de madera fuese de carne. Después aquellos hombres impíos lo arrojaron al rio Adonis, en 1226. De este rio se dirigió el crucifijo al mar Mediterráneo, entró en el Ebro contra la corriente, y de este pasó al Segre con la misma prodigiosa circunstancia, y se detuvo cerca de la iglesia de Almata, que era entonces la parroquia de Balaguer, y que hoy subsiste estramaros. Reedificóse magníficamente en 1626, y se y se colocó el Santo Cristo en el altar mayor. Asistieron á esta solemne ceremonia el rey don Felipe IV, el infante don Carlos, su hermano, el conde–duque de Olivares y otros muchos personages de celebridad en aquella época.
Grande es la antigüedad de la ciudad de Lérida pues aparece en la aurora de los tiempos históricos con el nombre de Ilerda, y ya capital ó cabeza de los pueblos ilerdenses ó ilergetes, que tenían muchas ciudades. Annibal se apoderó de Ilerda y del país comarcano cuando empezó su famosa campaña de Italia. Del dominio cartaginés pasó al romano, y entonces fué mejorada y fortalecida con murallas. En la porfiada guerra entre César y Pompeyo, los habitantes de Lérida siguieron la parcialidad del último, y muy cerca de esta ciudad se dió una sangrienta batalla en que el triunfo quedó por Pompeyo, pero á los pocos dias varió la fortuna y Cesar venció. Lérida fué después elevada á municipio, tenia derecho de acuñar moneda, y poseia una universidad, en la que se cree cursó el célebre Poncio Pilato. Casi la misma importancia que Lérida tenia en tiempo de los romanos, conservó bajo la dominación goda, y en ella se celebró un concilio en 546. Poseyéndola los moros, fué tomada por los franceses en 793; pero á los cuatro años volvió al poder de aquellos. En 1031 llegó á Lérida huyendo Hescham, califa de Córdoba de la dinastía de los Ommiades, y Soleiman, walí de la ciudad, lo acogió favorablemente. Ramón Rerenguer IV, conde de Barcelona, conquistó á Lérida en 1149. Aqui se reunieron Córtes el año 1213 para la jura y proclamación de Jaime I. Después, y durante el reinado de éste, los vecinos de dicha ciudad se distinguieron en el cerco de Valencia, siendo los primeros que abrieron brecha y se arrojaron al asalto. El rey premió su valor, mandando fuesen mil jóvenes de Lérida é igual número de doncellas para poblar de cristianos la nueva conquista (1), y que esta tuviese los mismos pesos y medidas que aquella. Por esto cuando Valencia dirigía alguna comunicación á Lérida, le daba el título de Madre. Reunióse aqui un concilio presidido por el legado del papa, el año de 1246, para levantar la escomunion que pesaba sobre el rey don Jaime I, y en 1300 fué restaurada la universidad por Jaime II con autoridad pontificia. Los muchos privilegios y donaciones, y escelentes maestros con que la enriqueció, hicieron de este establecimiento uno de los primeros de su clase. Entre sus glorias debemos referir haber temida por catedrático de derecho á don Alonso de Borja, que fué después pontífice con nombre de Calixto III, y contar entre sus doctores de teología á San Vicente Ferrer. El rey Pedro IV reunió Córtes en Lérida en 1353, y la reina doña Isabel en 1515. En tiempo de Felipe IV sufrió esta ciudad un riguroso sitio por los franceses, mandados por el renombrado Condé, el que tuvo que retirarse con gran pérdida. Habiendo sido esta la primera población del Principado que se alzó en favor del archiduque en la guerra de sucesión, fué cercada por el ejército español–francés, que mandaba el duque de Orleans, y tomada por asalto en 1707. Felipe V suprimió entonces su antigua universidad. También fué asaltada después de haber sufrido un terrible bombardeo é incendio, por el general francés Suchet, en 1810. Esta noble ciudad ha sido víctima de una horrible desgracia el año de 1812; deseando apoderarse de ella el barón de Eroles, se puso de acuerdo con un guarda–almacén llamado Azequinolaza, quien le prometió volar los almacenes de pólvora del castillo grande, como lo verificó, pereciendo muchísimas personas y arruinándose multitud de casas, siendo inútil tanto estrago, porque el barón no se atrevió á entrar en la plaza. Las armas de Lérida se componían de cuatro flores de lis que le dió el emperador Luis el Benigno, y el conde de Barcelona, don Ramón Berenguer IV, aumentó las cuatro barras catalanas. Mas cuando la conquista y repoblación de Valencia, Lérida le cedió una de sus flores de lis para que la pintase en su escudo, y desde entonces el de esta solo ostenta tres. Entre los hombres célebres que tuvieron á Lérida por patria, deben citarse Juan Chico, valeroso guerrero que se señaló en la toma de Ibiza; don Francisco Remolins, cardenal, y don Juan Sentis, obispo de Barcelona y virey de Cataluña. Esta ciudad, edificada sobre una elevada colina á la ribera del Segre, se presenta al viagero en forma de anfiteatro, y ostenta en la parte superior de aquella su estenso castillo. La campiña conocida con el nombre de Llano de Urgel, es de lo mas fértil y magnífico que puede verse, y tiene de largo como trece horas, y seis en su mayor anchura. Forma como un enorme jardín cubierto de olivos, viñedos, árboles frutales plantados con simetría, y multitud de pueblos y caseríos graciosamente salpicados aqui y allá en esta gran llanura terminada por los Pirineos, la sierra de Prades, y los montes de Aragón.
Contiene la ciudad dos mil doscientas casas distribuidas en doce barrios, y varias calles estrechas y tortuosas, como en la mayor parte de nuestras poblaciones. Empezamos nuestro examen por visitar el castillo, de donde se disfruta el mas bello punto de vista. Esta fortaleza, que domina la población, se compone de baluartes y algunas baterías, y se halla en buen estado de defensa: contiene, ademas de los cuarteles, almacenes, cisternas y oficinas necesarias, la catedral vieja y las ruinas del primitivo castillo. Coronaba este la cima de la montaña, y fué fabricado en tiempo de los godos. Los moros le denominaban la Alcazaba ó Azuda, y Ramón Rerenguer IV lo donó á la orden del Temple. Desde el tiempo de la conquista, servia de morada á los reyes de Aragón cuando visitaban á Lérida, y en él estuvo preso el desgraciado don Cárlos, príncipe de Viana, hijo de Juan II. La catedral, cuya primera piedra colocó Pedro I el Católico el año 1278, es uno de los mas bellos edificios de su género. Tiene la figura de una cruz latina: se compone de tres naves y participa de las arquitecturas bizantina,
(1) De estas mil familias procede la actual nobleza valenciana
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