cion de Igualada, consta de dos partes, nueva y antigua. Esta es de calles estrechas y torcidas, la nueva las tiene rectas y anchurosas. La parroquia, con advocación de Santa María, es de arquitectura gótica, ostenta trece altares, y está servida por un numeroso clero. Tiene una capilla, el Sacramento, construida en el siglo pasado. Hubo dos conventos de religiosos, uno de los que está destinado á hospital, y existen varias ermitas, un teatro regular, un buen paseo y fábricas de paños, tejidos de algodón, curtidos, aguardientes y sombreros. Esta villa, que es bastante antigua, perteneció al monasterio de San Cucufate del Valles. En 1416 murió en ella don Fernando I el Honesto, rey de Aragón. Sus habitantes tomaron una parte principal en la guerra de la independencia. Las armas de Igualada consisten en campo azul una aspa de oro, y su población en 10,095 almas. Es cabeza de un partido judicial que comprende sesenta ayuntamientos, ó sean cinco villas, cuarenta y cinco lugares y treinta y cuatro aldeas. Después de Igualada se atraviesa el torrente de Odena por un puente de un solo ojo, y se pasa á Castelloli (1), pequeño lugar compuesto de treinta casas, esparcidas en su mayor parte, con 360 habitantes, y una parroquia dedicada á San Vicente. Nada notable hay que observar aqui; pero en cambio se cuenta la siguiente historia. Eulalia de Oms, joven bonita y pubilla, era solicitada de muchos novios, unos ricos y otros de poca fortuna; mas ella dio la preferencia á uno de estos últimos llamado Feliu de Guimera, que ciertamente la merecía por sus buenas prendas físicas y morales. Sus rivales se conformaron con la elección de Eulalia, y trataron de buscar otra querida; mas Narciso Casademunt, hombre bárbaro y feroz, y hereu, no pudo soportar el desaire, ya porque fuese el mas enamorado ó el mas orgulloso de todos, y juró tomar una venganza catalana, ó sea terrible. Desapareció de repente de Castelloli, y corrió la voz de que se había hecho gefe de una de las muchas bandas de facinerosos que pululaban en las asperezas del Principado, y que llenaban de terror á los pacíticos habitantes por sus horribles crímenes. En tanto Eulalia y Feliu se ocupaban solamente de su dichoso amor y de realizar su enlace, del que ya se había fijado el dia, cuando les sobrevino una gran desgracia, tanto mas terrible cuanto menos esperada. Casademunt, al frente de su gavilla, penetró atrevidamente en el pueblo en mitad del dia, se apoderó de los dos amantes y se los llevó, sin que los sorprendidos habitantes ni el baile lograsen impedírselo. Después de tres largas jornadas por breñas inaccesibles, y tal vez no señaladas hasta entonces con huellas humanas, Eulalia de Oms y Feliu de Guimera, fueron encerrados en una profunda caverna, y sujetos al peñasco que la formaba por gruesas cadenas de hierro, pero muy cortas, para que no pudiesen acercarse. Desde luego el bárbaro Narciso les hizo saber la suerte que les destinaba, que era á Feliu morir de hambre, y á Eulalia presenciar la horrible agonía de su amante, y luego tener siempre á la vista su cadáver. El bandido cumplió su palabra, y después de algunos dias en que el desdichado Feliu de Guimera sufría el mas espantoso de los tormentos, y cuando ya iba á morir, se vio libertado por los mismos facinerosos, que rebelándose contra su capitán por no se qué injusticia en el reparto de una presa, le ataron á la misma cadena de Feliu, sacaron á éste y á Eulalia de la caverna, y les condujeron á otra muy distante, y abandonaron á Narciso de Casademunt á la misma muerte que destinaba á su rival. Este y Eulalia se vieron al poco tiempo en libertad, mediante, á un crecido rescate que pagaron sus parientes; mas no llegaron á casarse, pues ella debilitada por los padecimientos, murió en Castelloli al poco tiempo, y Guimera sentó plaza de soldado, marchó con su regimiento á las provincias del Norte, y no se volvió á tener noticia de él.
Dejando á Castelloli se atraviesa un terreno muy quebrado llamado las Revoltas de Can Llucia; y se pasa por el reducido lugar de San Pablo de la Guardia, llegando al Bruch, distante tres leguas de Igualada y al pie de la célebre montaña de Monserrat. El Bruch, aunque lugar de muy corta población, pues no pasa de 750 habitantes, merece en esta obra particular mención. Pertenecía desde muy antiguo al monasterio de Monserrat, y los muy espesos bosques, jarales y precipicios que le rodeaban, servían de madriguera á multitud de bandoleros, que despojaban ó quitaban la vida á los caminantes que no llevasen una fuerte escolta. Los habitantes del Bruch tienen la gloria de haber sido los primeros españoles que humillaron las altivas águilas de Napoleón en el memorable año de 1808, pues el 6 de junio, casi sin armas, y mandados por un tambor, se arrojaron sobre la división del ejército francés que acaudillaba el general Schrwatz, y que constaba de cerca de cuatro mil hombres, y la derrotaron completamente y obligaron á retroceder á Barcelona en el mayor desorden y abatimiento. Fortificóse después este pueblo (2), y aunque intentó el general francés Chabran con fuerzas considerables, tomarlo por repelidas veces, no solo no lo consiguió, sino que hubo de retirarse con pérdida de 300 hombres y varias piezas de artillería. Estos memorables triunfos fueron perpetuados con una lápida que se colocó á la entrada del Bruch, hacia la parte de Barcelona, con esta inscripción:
Viagero, párate, si,
Que el francés también paró;
Y el que por todo pasó,
No pudo pasar de aqui...
También en la última guerra fué el Bruch teatro de un reñido y sangriento combate. Hallábase en él parte de la bizarra división portuguesa que mandaba el desgraciado Borso di Carminati, protegiendo la construcción de fortificaciones de este interesante punto, cuando fué atacada de improviso por las fuerzas de Mosen Benet Tristani. Este había disfrazado á los suyos con el uniforme de los cuerpos francos, y al grito de viva Isabel II, entró en el pueblo: mas apercibidos los portugueses del engaño, se arrojaron sobre sus enemigos á la bayoneta, y después de la mas terrible pelea lograron rechazarles con mucha pérdida.
Pasemos á Monserrat (3). Antes de referir la historia y la leyenda de este celebrado santuario, hare–
(1) Este nombre quiere decir Castillo del Olivo.
(2) Está dividido en dos barrios, que se denominan Bruch de arriba y Bruch de abajo, bastante separados, y tiene una iglesia parroquial con advocación de Santa María.
(3) Esta palabra quiere decir Monte Serrado, aludiendo sin duda á la forma de sus picos que parecen cortados con una sierra. Las leyendas piadosas del pais suponen que lo serraron los ángeles.
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