martes, febrero 01, 2011

Viage ilustrado (Pág. 541)

cía, que aun se bailaba preso en Gauzon, y abdicó solemnemente en él la corona de Leon; en Ordoño el condado de Galicia, y en Fruela el de Ovido. Al castillo de Gauzon se refugió en tiempo de Alfonso VIl un rico–hombre, muy poderoso llamado Gonzalo Pelaez, declarándose en rebeldía contra el emperador, hasta que fué cercado y rendido por el mismo. En el reinado de don Pedro el Cruel, suena por última vez en la historia el nombre del castillo de Gauzon; pues fué donado por don Rodrigo Alvarez de Asturias, padre adoptivo de don Enrique de Trastamara, su poseedor, al monasterio de Aviles De este famoso castillo nada resta en el dia, y aun es dudosa su situación precisa; pues unos quieren que haya estado situado en el Cabo de Peñas, otros cerca de Aviles. En 1133 era merino de esta comarca de Gauzon Munio García, que confirma las cartas y privilegios reales de aquel tiempo. En 1373 cuando la tierra de Gauzon, fué denominada como alfoz ó agregado á la villa de Aviles, se dispuso que los moradores de Gauzon se rigiesen y juzgasen por los fueros de Aviles, y acudiesen á sus llamamientos.
Preséntase por fin á la vista del viagero la inmensa mole del Cabo de Peñas, cual un corpulento gigante que avanza con osadía en el mar Océano, desafiando impávido su terrible cólera. Este cabo era conocido en la antigüedad con el nombre de Promontorio Scitico, como nos dice Pomponio Mela, lo que también es un argumento para probar la antigua opinion de que este pais fué poblado en remotísimos tiempos por los escitas, como dijimos en otro lugar. Es también muy nombrado el cabo de que hablamos por ser el punto mas septentrional de España, y por donde se mide la longitud (desde aqui á la punta de Tarifa). Su aspecto es magnífico. A la derecha se ven en lontananza los altísimos y siempre nevados Picos de Europa que separan á Asturias de la Liébana. Por la izquierda se descubren las riberas de Galicia, y el cabo Ortegal, y al frente el inmenso piélago en que marchando en línea recta no se encuentra tierra hasta Inglaterra. El Cabo de Peñas que tiene á su lado el islote de la Gabiera, presenta al Norte un fronton de casi una milla, escarpado, blanquizco y de terreno horizontal. Su altura sobro el nivel del mar es de 330 pies. Hasta ahora con mengua de la civilización del siglo, este importantísimo punto de la costa cantábrica estaba de todo punto abandonado, sin un faro que sirviese de guia á los navegantes, siendo causa esta incuria de numerosos naufragios: por fin el gobierno decretó últimamente la construcción de una torre que sustente un fanal, y en el momento que trazamos estas líneas están llevándose á cabo las obras necesarias con recomendable actividad. Después se pasa por el Ferrero, que es el primer lugar que se encuentra y contiene un arruinado palacio y una ermita cercana dedicada á la Virgen de la O. Uno y otra pertenecieron á la antigua y preclara familia de Valdés, y hoy á los condes de Marcel de Peñalva. Nada ofrecen de notable: el palacio parece por su gusto arquitectónico datar del siglo XVI, y la capilla del XVII.
Del Ferrero se baja á un bonito valle en que está situada la parroquia á que pertenece, llamada San Cristóbal de Verdicio. No lejos de esta iglesia se alzaba hace pocos años, la gigantesca y fuerte torre de Fiame, hoy covertida en una buena casa ó palacio de aldea. Perteneció esta casa en el siglo XVI á un denodado capitán de Cárlos V, llamado Juan de las Alas de la Vega y Luera, que fué gobernador de una plaza en Flandes, y acompañó al emperador en las guerras de Alemania, Italia, Flandes, Fuenterrabía, Perpiñan, Argel y Túnez. Después marchó con Pizarro á la conquista del Perú, y allí fundó mayorazgo de todos sus bienes, con la cláusula de que el poseedor hubiera de ser militar, sin llevar sueldo, antes al contrario, sostener á su costa una compañía de hombres de armas, lo que observaron largo tiempo sus descendientes. La casa conserva aun la lanza, la mesa y silla del noble capitán de Cárlos V, y su grande escudo de armas, en que figura el cuartel del antiguo apellido de la Vega, que ostenta las letras del Ave–Maria. Diré algo de este escudo. En la famosa batalla del Salado (28 de octubre de 1340), se distinguieron particularmente García Laso de la Vega, mayordomo mayor de don Fadrique, hijo del rey y merino mayor de Castilla, que mandaba la vanguardia, y su hermano Gonzalo Ruiz de la Vega, mayordomo mayor del infante don Fernando, hijo del rey. Ambos hermanos, descendientes de Dia Gomez, fueron los primeros que con los pendones de sus señores, seguidos solos de 800 caballeros, atravesaron el rio Salado y acometieron bravamente á 2,500 moros , que defendían por aquella parte la orilla opuesta, dando muerte por su mano á muchos; y decidiendo aquel memorable triunfo. El cronista de Alfonso XI que refiere este suceso, añade que los dos hermanos y sus caballos llevaban sobrevestas amarillas con unas letras que decian Ave–María, «é el rey don Pedro por galardón de tan gran fecho, hízole matar en Burgos por los ballesteros de maza». Entre los muchos hombres célebres que produjo esta nobilísima, familia, ademas de los ya nombrados, distinguióse otro, Garci–Laso de la Vega, en tiempo de los reyes Católicos, y en el sitio de Granada, venciendo al moro Tarfe.
Habiendo Hernán Perez del Pulgar llamado el de las Hazañas, penetrado en Granada seguide otros seis caballeros, la noche del 9 de diciembre de 1491, dejó clavado con su daga en la puerta de la gran mezquita, un pergamino que llevaba preparado en el que estaba escrita la oración del Ave–María, en señal de tomar posesión de aquella mezquita y de consagrarla en iglesia dedicada á la Virgen. Al dia siguiente de este arrojo, el moro Tarfe, uno de los mas arrogantes defensores de Granada, se dejó ver delante del campamento cristiano, arrojando una manopla en señal de desafio, y llevando por escarnio atado á la cola de su caballo el pergamino de Pulgar. Garci–Laso, page de los reyes á la sazón y que llevaba por armas, como hemos visto, las letras del Ave-María, creyóse obligado por esta razón á rescatar con las armas el pergamino que el moro arrastraba. Trabóse un combate porfiado en el que el joven Garci–Laso dio muerte al soberbio Tarfe y le cortó la cabeza, que ató por los cabellos á la cola de su corcel, elevando en la punta de su lanza el disputado pergamino que fuera causa de aquel memorable y reñido combate. Para perpetuar su memoria se colocó la cabeza de Tarfe ejecutada en piedra como pedestal de la cruz que coronaba la portada de la iglesia de Santa Fé, que á la sazón se estaba edificando. Descúbrese en seguida el antiguo palacio de Manzaneda, defendido por un viejísimo y robusto torreón feudal que es nombrado con frecuencia en las crónicas y nobiliarios de Asturias. Su fundación se remonta á

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