lunes, febrero 14, 2011

Viage ilustrado (Pág. 545)

uno y otro fueron fundados por Alfonso III, el Magno, con el titulo de Santa María de Cultrocies y era, como Gauzon, castillo y palacio. El mismo monarca lo donó á los obispos de Oviedo, que solian pasar en él la temporada de verano, y cuya posesión conservaron hasta 1841. Esta fortaleza fué una de las que se apoderaron los turbulentos hijos de Alfonso el Magno cuando se rebelaron contra él. La iglesia, que aun permanece abierta al culto, consta de una sola nave y dos capillas á los lados, y forma un agradable aspecto de buena arquitectura. Sin duda para conservar el recuerdo de su antiguo origen de castillo, está el pintoresco santuario rodeado de una muralla almenada que le embellece y reviste de un carácter muy romántico. El camino de Contrueces á Gijon, cubierto de árboles por ambos lados, es uno de los paseos mas concurridos.
El origen de la villa de que hablamos se pierde en la oscuridad de los tiempos, puesto que con el nombre de Gijia hemos visto la nombran los antiguos geógrafos é historiadores entre las veinte y dos antiguas ciudades de los asturos. También es de presumir conservara importancia esta población durante el dominio romano, pues como ya dijimos, la península que está á su frente y muy próxima, fué el punto elegido por Lucio Sexto Apuleyo para erigir las famosas Aras que llevaron su nombre. En 713 fué conquistada por los sarracenos, que pusieron en ella por gobernador á uno de los capitanes que mas se distinguieran en la conquista, llamado por los cristianos Munuza, y por los árabes Osman–Abu–Nesa, aquel en cuya boca pone Quintana en su hermosa tragedia del Pelayo aquellos robustos versos:


...«¡Aun soy Munuza!!
Pendiente de mis hombros todavía
El formidable alfange centellea
Que huérfanas dejó tantas familias.
Tiemblan de mí velando, aun se estremecen
Si su atemorizada fantasía
Mi aterradora faz les pinta en sueños.


Sabido es lo que se refiere de los amores de Munuza y Hormesinda hermana de Pelayo, y de su casamiento; del resentimiento y huida del ofendido príncipe, etc., ctc. Mas estos hechos, aunque adornados y descritos por la elegantísima pluma de Quintana, no están suficientemente revestidos de verdad histórica: lo que sí consta por los cronistas contemporáneos, es que Munuza, aborrecido por los gijoneses y noticioso del gran triunfo alcanzado por Pelayo en Covadonga, huyó con los suyos de Gijon, pero alcanzado por los cristianos en una aldea cercana llamada Olali, fué muerto con todos los que le seguian. Gijon fué, pues, rescatada en 722 por el mismo Pelayo. Los piratas normandos quisieron acometer esta villa en 842, mas desistieron de su pensamiento al reparar en las formidables fortalezas que la circuian. En 1112 la reina doña Urraca donó la villa de Gijon á la catedral de Oviedo. En el reinado de Alfonso XI era conde de Gijon, Noreñá y Trastamara, don Rodrigo Alvarez de las Asturias, el que habiendo adoptado por hijo á don Enrique, (que era el primogénito de los bastardos del rey, y que después reinó), le dejó á su muerte estos estados, lo que fué ocasión de que éste se hiciera fuerte en Gijon en 1352, declarándose rebelde de su hermano don Pedro el Cruel. El mismo don Enrique cuando ya reinaba y era el segundo de su nombre, dejó el condado de Gijon á su hijo bastardo don Alfonso Enriquez, habido en doña Elvira Iñiguez de la Vega. Suponiendo á este don Alfonso, de acuerdo con el rey de Portugal, dispuso Juan el I, en 1382, que fuesen sus estados confiscados y derruidos los muros de Gijon, lo que por entonces no se verificó, pues vemos que don Alonso Enriquez se rebeló en 1394 contra don Enrique III, y se abrigó en los fuertes muros de Gijon. El rey intentó recobrar la villa, pero la condesa de Gijon, esposa de don Alonso, la defendió con el mayor valor por largo tiempo, hasta que hubo de ceder á numerosas fuerzas y huir á Portugal con sus partidarios. Entonces fué, y no antes, cuando se arrasaron los muros y fortalezas de Gijon. En 1446, el conde de Valencia, don Juan de Acuña, intentó apoderarse de esta villa, aunque no pudo conseguirlo. En 1797 fué desterrado á Gijon su ilustre natural, Jovellanos, y finalmente, en 1808 los gijoneses apedrearon la casa del cónsul francés, lo que fué el principio del pronunciamiento contra aquellos invasores.
Villaviciosa, dista de Gijon cuatro leguas. Siguiendo el camino de la marina, hay á la media legua la bonita aldea de Somió, cubierta de casas de campo de los particulares gijoneses. Nada hay que observar hasta el alto monte que domina al valle de Villaviciosa. Nada es comparable á la bellísima campiña, que desde la cima se descubre, por sus frondosas arboledas, sus variadísimos prados y terrenos de labor de mil verdes distintos, salpicados de multitud de aldeas y caseríos, por entre los que serpentean como una cinta de plata el rio Amandi, el Linares y la ría de Villaviciosa, que separaba el territorio de los asturos de la célebre Cantabria, y que desprendiéndose del ancho Océano viene á morir muy cerca de la villa.
Este territorio fué en los tiempos antiguos conocido con el nombre de Malayo ó Malcayo, y parece que la fundación de la villa no data sino del reinado de Alfonso el Sabio, que reunió en ella la población dispersa en casas de campo y aldeas, y la dio fueros ó carta–puebla. De la misma época son los muros que la circuyen aun por algunas partes.
Hay en Villaviciosa una parroquia, cuyo edificio es de arquitectura bizantina, dos conventos, uno de monjas y otro que fué de franciscanos, y un hospital. Ostenta Villaviciosa, muchas casas de buena apariencia y comodidad, pertenecientes á hacendados comerciantes, y es pueblo civilizado y de fino trato. Desde luego se visita la casa llamada de Vaqueros, en que se alojó Carlos I el 19 de setiembre de 1317, cuando por primera vez aportó á España desde Alemania. Refiérese que apenas tocó con el pie la ribera se arrodilló y besó esta tierra clásica de honor y caballería, de valentía y nobleza, á la que habia debido él ser (1); los navios de la armada que escollaban el en que venia el rey, eran ochenta, en su mayor parte españoles, y enviados al efecto por el cardenal Jimenez de Cisneros, á la sazón regente del reino. Acompañaban á Carlos, su hermana la infanta doña Leonor, Xesbrés, primer ministro y otros muchos cortesanos. Se habia la armada hecho á la

(1) Sabido es que Carlos V nació en Gante, pero sus padres, Felipe el Hermoso y Juana la Loca, acababan de llegar de España.

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