martes, febrero 22, 2011

Viage ilustrado (Pág. 548)

veda natural sostiene á mas de cien pies de altura, amenas praderas salpicadas de corpulentos árboles, donde retozan los ganados, formando el todo de este sitio el mas caprichoso y sorprendente cuadro. La gran cueva, que tiene 196 pasos de largo, 32 de ancho, y sobre 80 pies de altura, (en su mayor distancia) contiene dentro de su recinto tres ermitas ó capillas bastantes capaces y dos casas. La ermita mas antigua, que es también la mas reducida, está dedicada á Nuestra Señora de la Cueva, pequeña imagen de talla, que se dice aparecida en época remota en el mismo lugar, donde se halla á unos pastores. Fué erigida por el señor de la Torre de Lodeña, á quien pertenecía aquel territorio. A la capilla de la Virgen sigue la de San José, mas moderna, y construida con mas suntuosidad que la anterior, y que no data mas allá de principios del siglo XVIII. Al frente de esta se ve la otra capilla dedicada á la Virgen del Carmen; que fué fundada en 1706 , por don Diego Alonso de Rivera y Posada, señor de la Torre de Lodeña. Contigua á esta capilla del Carmen, están las casas del capellán y del ermitaño, que vienen á parar al frente de la primera capilla que hemos nombrado, y que con una larga fila de confesonarios fijos en la peña, y una baranda de piedra que cierra el lado opuesto, dejan libre una espaciosa plazuela en forma de rectángulo, dentro del que crecen varios árboles, todo cubierto por el peñasco que en forma de una gran concha, protege y oculta todas estas originales construcciones. En los frontales de los altares se ven pintadas las armas de los fundadores. El 8 de setiembre tiene lugar en el inmediato bosque que ocupa la orilla opuesta del rio de la Cueva, la gran romería que en honor de la Virgen se celebra, la que es muy concurrida, y que solo rinde parias en Asturias, á la de Cangas, Lugás y Covadonga.
A la salida del Infiesto para Cangas de Onis, en el sitio llamado la Corredoría, permanece una memoria notable del rey Pelayo. Dicese, pues, que al dirigirse el valiente caudillo de Gijon á Covadonga, seguido de un solo guerrero, y acosado por gran número de soldados moros, qué iban en su seguimiento, se arrojó con su caballo al rio que llevaba un gran caudal de agua. Encontró felizmente vado en aquel sitio y para animar á su compañero que titubeaba imitar su ejemplo, le gritó Pelayo desde el rio ¡Pie allá! aludiendo á su caballo. Ambos paladines llegaron salvos á la opuesta orilla y los moros no se atrevieron á esponer su vida por seguirlos. Para perpetuar el recuerdo de este suceso, se dio el nombre de Pie alla al vado y á las tierras inmediatas que aun la conservan, y en la casa de escuelas, que está á pocos pasos, se colocó el escudo de armas del concejo de Piloñaa, que consiste en dos caballeros completamente armados que sobre sus caballos atraviesan unas ondas. De la boca del primero sale una leyenda que dice Pie alla; y en la cabeza del escudo se ve la cruz de la Victoria.
El camino del Infiesto á Covadonga (que dista seis leguas) es de los mas vistosos y variados que puede haber, y á cada paso se tropieza con un recuerdo histórico ó alguna belleza artística. Largo tiempo se marcha á orillas del Piloña, y cerca de un cuarto de legua del vado de Pie alla se encuentra una colina denominada Peleon, que, según las tradiciones del pais, sirvió de teatro á un reñido combate entre los moros, y los primeros caballeros y peones que seguían á Pelayo antes de la batalla de Covadonga. No ha pasado aun mucho tiempo desde que un labrador desenterró en aquel sitio con la punta de su arado, una hacha de dos cortes semejante á aquellas que usaban los guerreros francos y que de su nombre se decian franciscas. A la legua del Infiesto está la graciosa aldea de Villa mayor, que posee una iglesia bizantina muy parecida, aunque no tan bella, á la de San Juan de Amandi y que perteneció en otros tiempos á un monasterio de benedictinas, y hoy desplomada su techumbre sirve de cementerio público.
Dejando el concejo de Piloña se entra en el de Parres, muy montuoso y no tan fértil ni poblado de árboles como aquel en donde se hallan los solares de las dos antiguas familias de Nevares y Corderas que se precian de descender de los paladines de Pelayo: se pasa por el lugar de Llames de Parres ó Collado del Otero, situado en la parroquia de Biabaño, no lejos del Piloña, y por otros varios, y á las tres leguas y media del Infiesto, se divisa á la izquierda del camino por donde se marcha y á las riberas del rio Sella, el histórico monasterio de San Pedro de Villanueva, que se alza al pie del elevadisimo monte llamado en viejas crónicas Olicio, y hoy Osuna, antiguo edificio, siendo un monumento erigido para recordar un hecho notable de nuestra historia, y era en sus principios un palacio ó casa de campo de los duques de Cantabria, á cuya provincia pertenecia, como ya hemos dicho en otro lugar, este territorio y el en que moraba el duque Alfonso, desposado con Hormesinda, hija de Pelayo. Pasaron dos años desde la muerte de este gran príncipe, y corría el de 739, cuando su hijo y sucesor Favila, mancebo robusto y belicoso, se arrancó una tarde de los brazos de su joven esposa la bella Froilima, para entregarse á la diversion de la caza. Alejado de sus monteros, se empeñó en seguimiento de un corpulento oso, con el que penetró en la cueva que le servia de vivienda, y en la que se travo un combate terrible, que dio por resultado la muerte del rey y de la fiera. El valiente Alfonso, duque de Cantabria, fué elegido unánimemente por sucesor de Favila, y uno de los primeros actos de su reinado fué, accediendo á las deseos de su esposa, convertir su palacio, que estaba muy cercano al lugar de la catástrofe, en una iglesia con la advocación de Santa María, que fué despues monasterio de monges benedictinos con la de San Pedro de Villanueva que hoy conserva. A la puerta del templo se colocaron los muy renombrados bajo relieves que representaban la muerte de Favila, y la salida de su palacio para la cacería en que perdió la vida que tan prolijamente describió en el siglo XVI el cronista obispo Sandoval; hoy no existen estos, pero si la portada bizantina, en cuyos chapiteles y en figuras delicadamente escultadas, se ve en uno á Favila montado á caballo con un alcon en la mano, y á Foilima á la puerta de su palacio; en otro chapitel está el rey en trage de guerrero, combatiendo con el oso que está en pie, y tiene la espada de aquel casi del todo introducida en su pecho; Finalmente, en el tercero se ve á Favila entre las fauces de una espantosa fiera, con multitud de gentes que parece intentan, aunque inútilmente, evitar la desgracia.
La capilla mayor, que también es del tiempo de Alfonso el Católico, está adornada de bellas columnas bizantinas en cuyos chapiteles se ve repetida la trágica cacería de Favila, y aunque de mucho mérito,

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