no iguala á la primorosa de San Juan de Amandi de que hemos hablado. El monasterio de San Pedro de Villanueva fué renovado en su totalidad en 1687, y asi solo ofrece de notable los fragmentos que restan del primitivo, que son ademas de la portada y capilla mayor ya indicada, las columnas y arcos que adornan el ingreso de la escalera principal, varias tumbas ó sepulcros ornados profusamente de ricas labores, y una bellísima pila bautismal que data del siglo XII. En el monte cercano se ve una cueva que es en la que, según los naturales, ocurrió la lucha con el oso y la muerte de Favila. En los siglo XVI y XVII, refiere Morales y Carballo que existia en este sitio una cruz para consevrar la memoria del suceso, pero hoy ya no se ve.
En Villanueva empieza la risueña vega de Cangas, que es, segun muchos y graves autores, la misma que los romanos llamaron Cocana, y en la que se elevaba la antigua ciudad cántabra de este mismo nombre, de que nos hace repetida mención el famoso poeta Horacio. No es menos célebre este territorio de la gloriosa época de la restauración española: entonces, como nos muestran los cronicones antiguos se llamaba Canicas. Aqui fué donde Pelayo llegó cuando huyó de Gijon y atravesó el Pionia, y se puso al frente de un puñado de valientes, que según las tradiciones de Asturias, solo llegaban á 519 nobles los que juraron obedecer á Pelayo, intitulándole señor, Dominus, origen del Don de nuestros dias (1) Por eso al considerar tan escaso número, esclama Alfonso el Sabio en la crónica general de España:
«Don Pelayo era solo, é non habia quien le ayudar sino Dios del cielo.» Aqui en esta vega fué donde alcanzó en 718 su primero y memorable triunfo que sirvió de glorioso cimiento a la monarquía española. En Canicas fué donde fijaron su corte aquel soldado rey, y sus sucesores hasta don Silo, que la trasladó á Pravia. En Canicas aconteció la muerte de Vimarano, perpetrada por su hermano el rey don Fruela, y la de éste, ocasionada por su primo Aurelio y varios conjurados en 767, y alli nacieron los seis hijos de Favila ó Fafila, y también los de Alfonso el Católico, que eran Fruela, Vimarano, Adosinda y Mauregato, que todos ciñeron sucesivamente la corona real de Asturias escepto el segundo. No olvidó Cangas en los tiempos modernos sus antiguos timbres, pues en la guerra de la independencia formó con los jóvenes de su concejo un regimiento que denominó de Covadonga, el que en el campo de batalla hizo ver á los franceses no llevaba en vano aquel glorioso renombre. Tenia esta villa voto entero en la junta general, ó sean cortes provinciales, cuya ultima reunion se verificó en 1832, y finalmente, es hoy capital del concejo de su nombre, y de un partido judicial.
Cangas está situada en la confluencia de los dos rios Sella y Güeña, y es una bonita aunque pequeña población, pues no pasa de 700 habitantes. Da entrada á la villa un antiquísimo y magnífico puente de tres arcos de piedra de sillería sobre el Sella, notable
por su elevación sorprendente, pues tiene cerca de 70 pies desde el nivel del agua á la clave del arco principal, y 74 de largo.
La iglesia parroquial está dedicada á Nuestra Señora de la Asuncion, y es un edificio bastante capaz, construido en el siglo pasado, á escepcion de la capilla mayor que permanece aun la antigua. Del palacio que ocuparon los reyes de Asturias, no quedan rastros ni vestigios en Cangas, pero se ve prolijamente representado en un chapitel de la portada de San Pedro de Villanueva, fundación, como ya dijimos, del reinado de Alfonso el Católico. Contigua á Cangas, y muy cerca del lugar de la reunion de los dos rios, se ve la famosa ermita de Santa Cruz. El sitio en que está edificada se llama hoy Vega de Santa Cruz, y por algunos historiadores Campo de Contraquil, que fué donde se reunieron los primeros guerreros de Pelayo.
En el mismo campo se terminó también pocos dias la espresada reunion, la gran batalla comenzada en Covadonga, y aqui fué donde, según el arzobispo don Rodrigo y las leyendas populares perpetuadas hasta hoy, apareció, como en otro tiempo á Constantino, una cruz roía en el cielo en señal de victoria, y á semejanza de la que hizo Pelayo construir una cruz de roble que le servia de bandera ó enseña.
En el centro de esto campo tan lleno de nobles recuerdos, edificó Fafila en 739, con objeto de celebrar el gran triunfo de su esclarecido padre, una iglesia de sillería «de maravillosa hechura» según el cronicón de Alfonso el Magno, en la que depositó la referida cruz de roble de su padre, y le dio la advocación de Santa Cruz que conserva. La iglesia era muy pequeña, pues no tenia mas que ocho pies de cada lado; pero habia otra igual subterránea según el estilo de aquel tiempo. Muerto Fafila, en el mismo año de la dedicación de este templo, fué sepultado en una cueva que estaba á él muy cercana, y de la que en el siglo XVII sacaban los naturales tierra, atribuyéndole virtud para curar enfermedades como sepultura de un santo. Su esposa la reina Froilima fué sepultada á su lado; pero hoy no se ven ni uno ni otro sepulcro, y en cuanto á Fafila, según nos instruye Mariana, fué trasladado á la iglesia de San Miguel de la villa de Yangüas. La actual iglesia de Santa Cruz es una renovación de la antigua, hecha en 1637 por Fernando de Estrada y su muger doña Marquesa Valdés, cuyos retratos y escudos de armas se ven en el altar; pero está de tal modo abandonada desde la guerra de la independencia por su patrono y poseedor el conde de la Vega de Sella, que, vergüenza da repetirlo, está convertida en establo. Aun conserva, sin embargo, la famosa incripcion votiva que en su puerta colocó Fafila, que es tan renombrada por ser la escritura mas antigua que en España existe desde la entrada de los moros, redactada en aquel bárbaro y corrompido latin, que formaba el lenguage español del siglo VIII. La lápida que contiene esta célebre inscripción, está empotrada en la pared; pero embadurnada y deteriorada de tal modo que solo con trabajo puede leerse.
También subsiste, aunque cegada con escombros, la iglesia subterránea, que visitaron Morales y Carballo, y, es dicho vulgar, hay una mina larga que atraviesa el rio. El erudito anticuario y escritor don Antonio Cortés hizo con objeto de reconocer aquella una excavación en la sacristía, por donde es tradición se bajaba; pero tropezó con los cimientos de la capilla que son muy raros, pues consisten en maderos redondos colocados á lo largo y al través de la pared.
(1) «Fué Pelayo el primero que usó el Don por antenombre impuesto por sus vasallos para mas honralle, hasta entonces solo permitido á los santos; y es palabra interpretada de Dominus, señor en castellano.»
En Villanueva empieza la risueña vega de Cangas, que es, segun muchos y graves autores, la misma que los romanos llamaron Cocana, y en la que se elevaba la antigua ciudad cántabra de este mismo nombre, de que nos hace repetida mención el famoso poeta Horacio. No es menos célebre este territorio de la gloriosa época de la restauración española: entonces, como nos muestran los cronicones antiguos se llamaba Canicas. Aqui fué donde Pelayo llegó cuando huyó de Gijon y atravesó el Pionia, y se puso al frente de un puñado de valientes, que según las tradiciones de Asturias, solo llegaban á 519 nobles los que juraron obedecer á Pelayo, intitulándole señor, Dominus, origen del Don de nuestros dias (1) Por eso al considerar tan escaso número, esclama Alfonso el Sabio en la crónica general de España:
«Don Pelayo era solo, é non habia quien le ayudar sino Dios del cielo.» Aqui en esta vega fué donde alcanzó en 718 su primero y memorable triunfo que sirvió de glorioso cimiento a la monarquía española. En Canicas fué donde fijaron su corte aquel soldado rey, y sus sucesores hasta don Silo, que la trasladó á Pravia. En Canicas aconteció la muerte de Vimarano, perpetrada por su hermano el rey don Fruela, y la de éste, ocasionada por su primo Aurelio y varios conjurados en 767, y alli nacieron los seis hijos de Favila ó Fafila, y también los de Alfonso el Católico, que eran Fruela, Vimarano, Adosinda y Mauregato, que todos ciñeron sucesivamente la corona real de Asturias escepto el segundo. No olvidó Cangas en los tiempos modernos sus antiguos timbres, pues en la guerra de la independencia formó con los jóvenes de su concejo un regimiento que denominó de Covadonga, el que en el campo de batalla hizo ver á los franceses no llevaba en vano aquel glorioso renombre. Tenia esta villa voto entero en la junta general, ó sean cortes provinciales, cuya ultima reunion se verificó en 1832, y finalmente, es hoy capital del concejo de su nombre, y de un partido judicial.
Cangas está situada en la confluencia de los dos rios Sella y Güeña, y es una bonita aunque pequeña población, pues no pasa de 700 habitantes. Da entrada á la villa un antiquísimo y magnífico puente de tres arcos de piedra de sillería sobre el Sella, notable
por su elevación sorprendente, pues tiene cerca de 70 pies desde el nivel del agua á la clave del arco principal, y 74 de largo.
La iglesia parroquial está dedicada á Nuestra Señora de la Asuncion, y es un edificio bastante capaz, construido en el siglo pasado, á escepcion de la capilla mayor que permanece aun la antigua. Del palacio que ocuparon los reyes de Asturias, no quedan rastros ni vestigios en Cangas, pero se ve prolijamente representado en un chapitel de la portada de San Pedro de Villanueva, fundación, como ya dijimos, del reinado de Alfonso el Católico. Contigua á Cangas, y muy cerca del lugar de la reunion de los dos rios, se ve la famosa ermita de Santa Cruz. El sitio en que está edificada se llama hoy Vega de Santa Cruz, y por algunos historiadores Campo de Contraquil, que fué donde se reunieron los primeros guerreros de Pelayo.
En el mismo campo se terminó también pocos dias la espresada reunion, la gran batalla comenzada en Covadonga, y aqui fué donde, según el arzobispo don Rodrigo y las leyendas populares perpetuadas hasta hoy, apareció, como en otro tiempo á Constantino, una cruz roía en el cielo en señal de victoria, y á semejanza de la que hizo Pelayo construir una cruz de roble que le servia de bandera ó enseña.
En el centro de esto campo tan lleno de nobles recuerdos, edificó Fafila en 739, con objeto de celebrar el gran triunfo de su esclarecido padre, una iglesia de sillería «de maravillosa hechura» según el cronicón de Alfonso el Magno, en la que depositó la referida cruz de roble de su padre, y le dio la advocación de Santa Cruz que conserva. La iglesia era muy pequeña, pues no tenia mas que ocho pies de cada lado; pero habia otra igual subterránea según el estilo de aquel tiempo. Muerto Fafila, en el mismo año de la dedicación de este templo, fué sepultado en una cueva que estaba á él muy cercana, y de la que en el siglo XVII sacaban los naturales tierra, atribuyéndole virtud para curar enfermedades como sepultura de un santo. Su esposa la reina Froilima fué sepultada á su lado; pero hoy no se ven ni uno ni otro sepulcro, y en cuanto á Fafila, según nos instruye Mariana, fué trasladado á la iglesia de San Miguel de la villa de Yangüas. La actual iglesia de Santa Cruz es una renovación de la antigua, hecha en 1637 por Fernando de Estrada y su muger doña Marquesa Valdés, cuyos retratos y escudos de armas se ven en el altar; pero está de tal modo abandonada desde la guerra de la independencia por su patrono y poseedor el conde de la Vega de Sella, que, vergüenza da repetirlo, está convertida en establo. Aun conserva, sin embargo, la famosa incripcion votiva que en su puerta colocó Fafila, que es tan renombrada por ser la escritura mas antigua que en España existe desde la entrada de los moros, redactada en aquel bárbaro y corrompido latin, que formaba el lenguage español del siglo VIII. La lápida que contiene esta célebre inscripción, está empotrada en la pared; pero embadurnada y deteriorada de tal modo que solo con trabajo puede leerse.
También subsiste, aunque cegada con escombros, la iglesia subterránea, que visitaron Morales y Carballo, y, es dicho vulgar, hay una mina larga que atraviesa el rio. El erudito anticuario y escritor don Antonio Cortés hizo con objeto de reconocer aquella una excavación en la sacristía, por donde es tradición se bajaba; pero tropezó con los cimientos de la capilla que son muy raros, pues consisten en maderos redondos colocados á lo largo y al través de la pared.
(1) «Fué Pelayo el primero que usó el Don por antenombre impuesto por sus vasallos para mas honralle, hasta entonces solo permitido á los santos; y es palabra interpretada de Dominus, señor en castellano.»
(Mendez Silva, poblacion de España.)