llado y muerto el judío Gaon, para que su trágico fin sirviese de escarmiento á los demas usureros que en tales tratos le sucediesen, y no osaran infringir los privilegios de la provincia. Sintió el rey la muerte del judío, y resuelto á vengarla salió de Fuenterrabía con mucho número de caballos; mas habiendo tenido noticia los habitantes de Tolosa de la indignación del monarca, se refugiaron en una montaña vecina y dejaron abierta la villa y despoblada a Enrique, quien mandó derribar la casa en que sucedió la desgracia de Gaon y dictó varias providencias contra los culpables. Enterado luego el rey del injusto proceder de su arrendador, perdonó á los tolosanos, y á ejemplo de sus predecesores mandó que nunca se pidiese el citado tributo.
Otro de los hechos que mas sobresalen en la historia de Tolosa, es la batalla de Beotibar. indignados los navarros contra los guipuzcoanos desde que estos se unieron á los castallanos en el año 1200, hacia sin cesar robos y correrías en la frontera de Guipúzcoa. No quedaban impunes tamañas demasías, puesto que los guipuzcoanos perseguían incesantemente á sus vecinos, de los que tan mal trato recibían. Llegaron á ser las hostilidades entre las gentes de uno y otro pais tan continuadas y tan desoladoras y sangrientas, que según dice Henao, no podia ser mayor la destrucción si hubiesen hecho la guerra con anuencia de sus príncipes.
Acrecentáronse estos males en el año de 1321, porque dueños los navarros de los castillos de Gorriti y Lecumberri, recorrían la comarca de Tolosa, llevando por do quiera la muerte y la ruina, y después de hacer cuanto daño podian, retirábanse al abrigo de sus fuertes. Para que de una vez terminasen tantos desastres, se apoderó un cuerpo de guipuzcoanos del castillo de Gorriti, siendo casi al mismo tiempo demolido el de Lecumberri por la valiente compañía de Tolosa. Sucedió esto muy al principio del reinado de Carlos IV en Francia y I de Navarra, llamado el Hermoso, y siendo gobernador de Navarra Ponce de Morentain, vizconde de Anay, de nación francés, el cual ansioso de recobrar las perdidas fortalezas y conquistar la provincia de Guipúzcoa, al frente de un ejército compuesto de navarros, gascones y franceses, entró en Berástegui, villa que saqueó y quemó, y «en cuya iglesia, dice Garibay, se hizo harto desacato.» Esperábale al osado general el castigo de estos delitos en el pequeño llano de Beotibar.
Forman la entrada de este, viniendo de Navarra, estrechos pasos, difíciles de franquear si hay en ellos una corta fuerza que oponga resistencia, y fatales para una retirada sí la fortuna abandona al invasor.
Llegó á Guipúzcoa la noticia de la venida de Morentain, y reunióse de pronto alguna gente de guerra con la compañía de Tolosa, que como mas próxima fué la primera que acudió al punto amenazado, y viendo la superioridad numérica del enemigo, ocuparon los guipuzcoanos ventajosa posición como prácticos que eran en el terreno, situando parte de su fuerza en el punto oportuno, á la entrada del parage llamado de Beotibar, y la restante en una alta montaña que ofrecía comodidad para colocarse en ella mucha gente. Refiérese que ademas usaron de un ardid, que fué subir á la montaña tablas de cubas, y armándolas atestáronlas de piedras, lo que asimismo hicieron con varias clases de vasijas, y llenas y cerradas unas y otras las arrojaron sobre el enemigo, como también muchas y muy grandes piedras sueltas. Metidos los franceses y navarros en aquellos estrechísimos lugares, destrozados por las piedras que de la dicha montaña con gran ímpetu caian, atacados valerosamente por los guipuzcoanos que en el llano estaban, y abrumados por el mucho número de sus tropas, no fueron poderosos para defenderse ni menos para ofender. Derrotados que fueron por los guipuzcoanos, pusiéronse en fuga, en la que acometidos por todas partes perdieron gran número de soldados, dejándolos ó muertos ó prisioneros entre aquellas angostas y fragosas veredas.
Dióse esta sangrienta batalla un sábado á 10 de setiembre del citado año 1321, siendo los primeros gefes de la gente guipúzcoana Juan Perez de Loyola y Gil Lopez de Oñaz. Garibay, Mariana, Henao, y otros historiadores refieren este suceso, y dudan con razón que el número de soldados de una y otra hueste fuese el que consta por antiguos documentos, y es de 800 los guipuzcoanos y 70,000 en el campo enemigo, lo que se atribuye á equivocación en los números; Garibay opina que serian 8,000 los guipuzcoanos; empero habiéndose reunido estos de pronto y habiendo formado la mayor parte de su fuerza la compañía de Tolosa, puede creerse que el error esté en dar á los enemigos 70,000 hombres, siendo acaso 7,000.
Entre los muchos franceses y navarros que en este combate murieron, cúpoles tal suerte al almirante Bernaul, á un hermano del general Morentain, y otros principales personages. Contábase entre los prisioneros Martin de Aibar, hombre cruel que había prometido hacer tanto daño á los guipuzcoanos que ni aun la luz del sol gozarían si por ella no diesen dinero. Tan inhumanos deseos no pudieron realizarse, pues quedó prisionero de los mismos á quienes pensaba perseguir y atormentar, y á los tres dias murió; si de heridas, si de pesar no lo dicen las historias.
Hiciéronse dueños los guipuzcoanos de un rico botin, y de las armas y de los pertrechos de guerra del enemigo, volviendo á Tolosa cubiertos de gloria y cargados de despojos de sus poderosos contrarios.
En memoria de este hecho de armas se celebran aun en el dia grandes fiestas por San Juan que son muy concurridas.
El camino que de Tolosa conduce á Bilbao es una obra atrevida del genio vascongado, abierto al través de enormes montañas, cuya cumbre se eleva á veces por encima de las nubes y presenta á cada paso sorprendentes vistas que cautivan la atención del viagero. A cuatro leguas de distancia y al descenso del puerto llamado Mauria, se encuentra la villa de Azpeitia y el nunca bastante ponderado valle de Loyola, cuyo territorio, que se considera con razón aun el mas pingüe de la provincia, ofrece el aspecto de un vasto, ameno y bien cultivado jardín. Al estremo de este valle está la peña Itzarritz, obra portentosa de la mano del Altísimo, y al frente de ella como para añadir primor á primor, grandeza á grandeza y maravilla á maravilla, el santuario de Loyola, verdadero prodigio del arte levantado por la mano del hombre. Mandó construir esta gran fábrica la reina doña María Ana de Austria, viuda del señor don Felipe IV, la cual deseosa de que en la casa nativa de San Ignacio se erigiese un colegio de la compañía de Jesús, consiguió que en su favor hiciesen cesión del palacio de Loyola, hoy Santa Casa, sus poseedores don Luis
Otro de los hechos que mas sobresalen en la historia de Tolosa, es la batalla de Beotibar. indignados los navarros contra los guipuzcoanos desde que estos se unieron á los castallanos en el año 1200, hacia sin cesar robos y correrías en la frontera de Guipúzcoa. No quedaban impunes tamañas demasías, puesto que los guipuzcoanos perseguían incesantemente á sus vecinos, de los que tan mal trato recibían. Llegaron á ser las hostilidades entre las gentes de uno y otro pais tan continuadas y tan desoladoras y sangrientas, que según dice Henao, no podia ser mayor la destrucción si hubiesen hecho la guerra con anuencia de sus príncipes.
Acrecentáronse estos males en el año de 1321, porque dueños los navarros de los castillos de Gorriti y Lecumberri, recorrían la comarca de Tolosa, llevando por do quiera la muerte y la ruina, y después de hacer cuanto daño podian, retirábanse al abrigo de sus fuertes. Para que de una vez terminasen tantos desastres, se apoderó un cuerpo de guipuzcoanos del castillo de Gorriti, siendo casi al mismo tiempo demolido el de Lecumberri por la valiente compañía de Tolosa. Sucedió esto muy al principio del reinado de Carlos IV en Francia y I de Navarra, llamado el Hermoso, y siendo gobernador de Navarra Ponce de Morentain, vizconde de Anay, de nación francés, el cual ansioso de recobrar las perdidas fortalezas y conquistar la provincia de Guipúzcoa, al frente de un ejército compuesto de navarros, gascones y franceses, entró en Berástegui, villa que saqueó y quemó, y «en cuya iglesia, dice Garibay, se hizo harto desacato.» Esperábale al osado general el castigo de estos delitos en el pequeño llano de Beotibar.
Forman la entrada de este, viniendo de Navarra, estrechos pasos, difíciles de franquear si hay en ellos una corta fuerza que oponga resistencia, y fatales para una retirada sí la fortuna abandona al invasor.
Llegó á Guipúzcoa la noticia de la venida de Morentain, y reunióse de pronto alguna gente de guerra con la compañía de Tolosa, que como mas próxima fué la primera que acudió al punto amenazado, y viendo la superioridad numérica del enemigo, ocuparon los guipuzcoanos ventajosa posición como prácticos que eran en el terreno, situando parte de su fuerza en el punto oportuno, á la entrada del parage llamado de Beotibar, y la restante en una alta montaña que ofrecía comodidad para colocarse en ella mucha gente. Refiérese que ademas usaron de un ardid, que fué subir á la montaña tablas de cubas, y armándolas atestáronlas de piedras, lo que asimismo hicieron con varias clases de vasijas, y llenas y cerradas unas y otras las arrojaron sobre el enemigo, como también muchas y muy grandes piedras sueltas. Metidos los franceses y navarros en aquellos estrechísimos lugares, destrozados por las piedras que de la dicha montaña con gran ímpetu caian, atacados valerosamente por los guipuzcoanos que en el llano estaban, y abrumados por el mucho número de sus tropas, no fueron poderosos para defenderse ni menos para ofender. Derrotados que fueron por los guipuzcoanos, pusiéronse en fuga, en la que acometidos por todas partes perdieron gran número de soldados, dejándolos ó muertos ó prisioneros entre aquellas angostas y fragosas veredas.
Dióse esta sangrienta batalla un sábado á 10 de setiembre del citado año 1321, siendo los primeros gefes de la gente guipúzcoana Juan Perez de Loyola y Gil Lopez de Oñaz. Garibay, Mariana, Henao, y otros historiadores refieren este suceso, y dudan con razón que el número de soldados de una y otra hueste fuese el que consta por antiguos documentos, y es de 800 los guipuzcoanos y 70,000 en el campo enemigo, lo que se atribuye á equivocación en los números; Garibay opina que serian 8,000 los guipuzcoanos; empero habiéndose reunido estos de pronto y habiendo formado la mayor parte de su fuerza la compañía de Tolosa, puede creerse que el error esté en dar á los enemigos 70,000 hombres, siendo acaso 7,000.
Entre los muchos franceses y navarros que en este combate murieron, cúpoles tal suerte al almirante Bernaul, á un hermano del general Morentain, y otros principales personages. Contábase entre los prisioneros Martin de Aibar, hombre cruel que había prometido hacer tanto daño á los guipuzcoanos que ni aun la luz del sol gozarían si por ella no diesen dinero. Tan inhumanos deseos no pudieron realizarse, pues quedó prisionero de los mismos á quienes pensaba perseguir y atormentar, y á los tres dias murió; si de heridas, si de pesar no lo dicen las historias.
Hiciéronse dueños los guipuzcoanos de un rico botin, y de las armas y de los pertrechos de guerra del enemigo, volviendo á Tolosa cubiertos de gloria y cargados de despojos de sus poderosos contrarios.
En memoria de este hecho de armas se celebran aun en el dia grandes fiestas por San Juan que son muy concurridas.
El camino que de Tolosa conduce á Bilbao es una obra atrevida del genio vascongado, abierto al través de enormes montañas, cuya cumbre se eleva á veces por encima de las nubes y presenta á cada paso sorprendentes vistas que cautivan la atención del viagero. A cuatro leguas de distancia y al descenso del puerto llamado Mauria, se encuentra la villa de Azpeitia y el nunca bastante ponderado valle de Loyola, cuyo territorio, que se considera con razón aun el mas pingüe de la provincia, ofrece el aspecto de un vasto, ameno y bien cultivado jardín. Al estremo de este valle está la peña Itzarritz, obra portentosa de la mano del Altísimo, y al frente de ella como para añadir primor á primor, grandeza á grandeza y maravilla á maravilla, el santuario de Loyola, verdadero prodigio del arte levantado por la mano del hombre. Mandó construir esta gran fábrica la reina doña María Ana de Austria, viuda del señor don Felipe IV, la cual deseosa de que en la casa nativa de San Ignacio se erigiese un colegio de la compañía de Jesús, consiguió que en su favor hiciesen cesión del palacio de Loyola, hoy Santa Casa, sus poseedores don Luis
No hay comentarios:
Publicar un comentario