cias de Álava y Guipúzcoa; el último pueblo de la primera de estas es el de Salinas, situado á la derecha de la penosa cuesta de su nombre. En su jurisdicción nace el rio Deva, sobre cuya margen derecha está el santuario de nuestra señora del Castillo y la fabrica de sal que se provee de una fuente salobre y da nombre al pueblo. Desde la cuesta de Salinas se descubre el famoso valle real de Leniz, en que al terminar aquella se penetra. Fertilízalo con sus cristalinas aguas el rio Deva, y lo hermosean y enriquecen los montes que orillan sus costados. En él es en donde por la vez primera se ofrece á la vista del viagero la constante laboriosidad del labrador guipuzcoano, á cuyo infatigable afán se deben esas frondosas arboledas, esos prados artificiales y esa admirable vegetacion que cubre las montañas desde sus faldas y laderas hasta sus mas encumbradas cimas.
La primera villa del valle, siguiendo siempre la carretera, es Escoriaza, situada á la falda de la montañuela de Aldaya, entre la corriente del Deva y uno de sus afluentes llamado Bolívar. Su única curiosidad es la iglesia nueva construida á mediados, del pasado siglo á espensas de un joven, que siendo sacristan de la antigua fué á buscar fortuna al Nuevo Mundo, ofreciendo si lo conseguía, dotar á su patria con un templo mas capaz y decente. Hízose rico en breve tiempo y cumplió al punto su promesa.
Antes de entrar en Escoriaza se ve á la derecha del camino el suntuoso, vasto y triste edificio que á fines del siglo XV fundó con destino á hospital y hospedería, y con su correspondiente iglesia, don Juan de Mondragon y Ascarretazabal.
Media legua mas adelante se encuentra la villa de Arachavaleta, situada al pie del montecillo denominado Arizmendi, y célebre por sus famosos baños y por su suntuosa hospedería, la mejor acaso que existe en lodos los establecimientos de esta especie en nuestro pais. En la sierra de Zaraya, no distante de la población que nos ocupa, hay una hermosa gruta ó caverna caliza, y en la montaña de Achorroz, subsisten vestigios del antiguo castillo del mismo nombre. Nada se sabe de la época de su fundación; pero consta que el año 1200 tomó posesión de él el rey don Alfonso el Noble, y que en el siglo XV sirvió para contener á los revoltosos habiéndole defendido los habitantes del valle; en el siglo XVI fué completamente destruido sustituyéndole una hermita del título de la Santa Cruz, que todavía subsiste, y en cuyas inmediaciones hace pocos años se descubrieron y sacaron armas y otros objetos que denotaban estar alli de tiempos muy remotos sepultados. Esto es lo que dice la historia; la tradición por su parte ha embellecido también aquellos sitios con uno de esos cuentos patéticos que cautivan é interesan.
Una de las poblaciones importantes del valle de Leniz es Mondragon, patria del historiador Garibay, que floreció en el siglo XVI y fué el primero que escribió una historia de España, dándole el modesto título de compendio. A media legua de distancia de esta villa esta el Santuario y baños de Santa Águeda, los mas concurridos quizá de toda la Península y de los que mayor número de curas milagrosas se cuentan. Es verdad que son muy antiguos, pues consta que hace mas de cuatrocientos años llegaban gentes en romería á rezar á la santa, y de paso á tomar las aguas; en el dia sucede al revés: van muchos á tomar las aguas y solo algunos rezan de paso á la santa.
Labróse hace tiempo un hospicio para los pobres, del que solo quedan restos, y los demás concurrentes se acomodaban en las inmediatas caserías, hasta que 1826 se construyó una casa de baños y una buena fonda, que aun cuando es menos lujosa que la de Arechavaleta, se disfruta en ella de mucha comodidad y escelente servicio.
Pocos son los bañistas de Santa Águeda que dejan de visitar la gran peña de Udala, donde está la famosa cueva de San Valerio, que es un magnífico palacio de cristal, de sorprendente y mágico efecto, con inmensas bóvedas adornadas de estalactitas y con mil caprichosas figuras cuya descripción seria interminable; alli se ven estensas galerías, suntuosas tumbas y elegantes pabellones, todo labrado por la naturaleza, y en vano es querer tocar los límites que el Criador dio á este recinto, porque los precipicios lo impiden.
Antes de llegar á Vergara se encuentra la ermita de San Prudencio, de donde parte un hermoso camino para Oñate. Oñate es celebre por su famosa universidad, por sus edificios y por el importante papel que representó en la última lucha civil, pues ademas de haber sido residencia de don Cárlos, se firmó en ella el memorable convenio de Vergara. La iglesia colegial de San Miguel es bellísima, y merecen verse con detención las capillas llamadas del Conde y de San Emeterio y San Celedonio, asi como la elevada torre que al estremo occidental del edificio construyó el arquitecto guipuzcoano don Manuel Carrera en 1779 y siguientes hasta el de 1784.
El colegio universidad, fundación hecha por don Rodrigo de Mercado y Zuazola, obispo de Mallorca, de Sigüenza y de Avila, y virey de Navarra, se trazó y comenzó el año 1542. El edificio forma un cuadro, con un patio en el centro al que circundan dos galerías de piedra. Adornan su fachada cuatro especies de torres; las dos de los ángulos tienen tres cuerpos, y las del centro solo dos, y unas y otras sientan sobre pedestales y rematan en cupulillas
Matriculábanse anualmente en esta universidad sobre doscientos discípulos, y de ella han salido en todos tiempos esclarecidos varones, honra y prez de la nación española. En el dia se halla suprimida desde el último arreglo.
En la plaza, que es grande y de forma irregular, se ve la casa de ayuntamiento, edificio costoso, pero de mal gusto, en su planta baja tiene soportal con tres arcos por el frente y dos por los costados. Cerca de este edificio y en el mismo lienzo orizontal esta la casa que habitó don Cárlos.
En jurisdicción de Oñate y á dos leguas de distancia de la misma villa se halla el devoto santuario de Nustra Señora de Aránzazu, patrona de los guipuzcoanos, y uno de los principales objetos de su devoción, circunstancia que nos mueve á dar noticia de su historia. Estaba un joven llamado Rodrigo de Balzategui, hijo, y posteriormente señor de la casa de su apellido, apacentando los rebaños de su padre en la falda de la montaña Alona, en virtud de las costumbres patriarcales de este pais, costumbres que la mano del tiempo está insensiblemente borrando, é internándose un dia mas de lo que acostumbraba por aquellos tan ásperos lugares, vio sobre un espino «una devota imagen, dice, Garibay, de la Virgen María, de pequeña proporción, con la figura de su Hijo precioso en los brazos y una campana á manera de gran—
La primera villa del valle, siguiendo siempre la carretera, es Escoriaza, situada á la falda de la montañuela de Aldaya, entre la corriente del Deva y uno de sus afluentes llamado Bolívar. Su única curiosidad es la iglesia nueva construida á mediados, del pasado siglo á espensas de un joven, que siendo sacristan de la antigua fué á buscar fortuna al Nuevo Mundo, ofreciendo si lo conseguía, dotar á su patria con un templo mas capaz y decente. Hízose rico en breve tiempo y cumplió al punto su promesa.
Antes de entrar en Escoriaza se ve á la derecha del camino el suntuoso, vasto y triste edificio que á fines del siglo XV fundó con destino á hospital y hospedería, y con su correspondiente iglesia, don Juan de Mondragon y Ascarretazabal.
Media legua mas adelante se encuentra la villa de Arachavaleta, situada al pie del montecillo denominado Arizmendi, y célebre por sus famosos baños y por su suntuosa hospedería, la mejor acaso que existe en lodos los establecimientos de esta especie en nuestro pais. En la sierra de Zaraya, no distante de la población que nos ocupa, hay una hermosa gruta ó caverna caliza, y en la montaña de Achorroz, subsisten vestigios del antiguo castillo del mismo nombre. Nada se sabe de la época de su fundación; pero consta que el año 1200 tomó posesión de él el rey don Alfonso el Noble, y que en el siglo XV sirvió para contener á los revoltosos habiéndole defendido los habitantes del valle; en el siglo XVI fué completamente destruido sustituyéndole una hermita del título de la Santa Cruz, que todavía subsiste, y en cuyas inmediaciones hace pocos años se descubrieron y sacaron armas y otros objetos que denotaban estar alli de tiempos muy remotos sepultados. Esto es lo que dice la historia; la tradición por su parte ha embellecido también aquellos sitios con uno de esos cuentos patéticos que cautivan é interesan.
Una de las poblaciones importantes del valle de Leniz es Mondragon, patria del historiador Garibay, que floreció en el siglo XVI y fué el primero que escribió una historia de España, dándole el modesto título de compendio. A media legua de distancia de esta villa esta el Santuario y baños de Santa Águeda, los mas concurridos quizá de toda la Península y de los que mayor número de curas milagrosas se cuentan. Es verdad que son muy antiguos, pues consta que hace mas de cuatrocientos años llegaban gentes en romería á rezar á la santa, y de paso á tomar las aguas; en el dia sucede al revés: van muchos á tomar las aguas y solo algunos rezan de paso á la santa.
Labróse hace tiempo un hospicio para los pobres, del que solo quedan restos, y los demás concurrentes se acomodaban en las inmediatas caserías, hasta que 1826 se construyó una casa de baños y una buena fonda, que aun cuando es menos lujosa que la de Arechavaleta, se disfruta en ella de mucha comodidad y escelente servicio.
Pocos son los bañistas de Santa Águeda que dejan de visitar la gran peña de Udala, donde está la famosa cueva de San Valerio, que es un magnífico palacio de cristal, de sorprendente y mágico efecto, con inmensas bóvedas adornadas de estalactitas y con mil caprichosas figuras cuya descripción seria interminable; alli se ven estensas galerías, suntuosas tumbas y elegantes pabellones, todo labrado por la naturaleza, y en vano es querer tocar los límites que el Criador dio á este recinto, porque los precipicios lo impiden.
Antes de llegar á Vergara se encuentra la ermita de San Prudencio, de donde parte un hermoso camino para Oñate. Oñate es celebre por su famosa universidad, por sus edificios y por el importante papel que representó en la última lucha civil, pues ademas de haber sido residencia de don Cárlos, se firmó en ella el memorable convenio de Vergara. La iglesia colegial de San Miguel es bellísima, y merecen verse con detención las capillas llamadas del Conde y de San Emeterio y San Celedonio, asi como la elevada torre que al estremo occidental del edificio construyó el arquitecto guipuzcoano don Manuel Carrera en 1779 y siguientes hasta el de 1784.
El colegio universidad, fundación hecha por don Rodrigo de Mercado y Zuazola, obispo de Mallorca, de Sigüenza y de Avila, y virey de Navarra, se trazó y comenzó el año 1542. El edificio forma un cuadro, con un patio en el centro al que circundan dos galerías de piedra. Adornan su fachada cuatro especies de torres; las dos de los ángulos tienen tres cuerpos, y las del centro solo dos, y unas y otras sientan sobre pedestales y rematan en cupulillas
Matriculábanse anualmente en esta universidad sobre doscientos discípulos, y de ella han salido en todos tiempos esclarecidos varones, honra y prez de la nación española. En el dia se halla suprimida desde el último arreglo.
En la plaza, que es grande y de forma irregular, se ve la casa de ayuntamiento, edificio costoso, pero de mal gusto, en su planta baja tiene soportal con tres arcos por el frente y dos por los costados. Cerca de este edificio y en el mismo lienzo orizontal esta la casa que habitó don Cárlos.
En jurisdicción de Oñate y á dos leguas de distancia de la misma villa se halla el devoto santuario de Nustra Señora de Aránzazu, patrona de los guipuzcoanos, y uno de los principales objetos de su devoción, circunstancia que nos mueve á dar noticia de su historia. Estaba un joven llamado Rodrigo de Balzategui, hijo, y posteriormente señor de la casa de su apellido, apacentando los rebaños de su padre en la falda de la montaña Alona, en virtud de las costumbres patriarcales de este pais, costumbres que la mano del tiempo está insensiblemente borrando, é internándose un dia mas de lo que acostumbraba por aquellos tan ásperos lugares, vio sobre un espino «una devota imagen, dice, Garibay, de la Virgen María, de pequeña proporción, con la figura de su Hijo precioso en los brazos y una campana á manera de gran—
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