Bateleras de Pasages
ron de nosotros media docena de carabineros de hacienda y nos estrecharon entre sus brazos, si no cordial, por lo menos apretadamente, pero no se crea que fué de regocijo por vernos regresar sanos y salvos de tan arriesgada espedicion, sino para ver si traíamos contrabando liado al cuerpo.»
Antes de volver á Irun pasemos á Fuenterrabía. En la ribera izquierda se ven las poblaciones de Irun y Fuenterrabía, al estremo el monte Jaizquibel, cuya elevación es de 1950 pies sobre el nivel de las aguas, y el célebre cabo de Higuer, en el que levantó Felipe II el castillo de San Telmo, á la derecha la famosa isla de los Faisanes que los franceses llaman de las conferencias, por las que se verificaron el año 1639 con motivo del tratado matrimonial de Luis XIV, rey de Francia, con la infanta de España doña María Teresa, cuya boda se celebró por poderes en la iglesia parroquial de Fuenterrabía, habiendo representado al augusto novio el ministro don Luis de Haro; y sin duda la dan también el mismo nombre por haberse ajustado en ella la Paz de los Pirineos. De frente, el mar Océano, en toda su estension tranquilo y quieto, reflejando sus cristalinas aguas con los rayos del sol que asoma por intervalos como si fuesen las de un estanque levemente agitadas por la suave brisa. Jamás espectáculo mas encantador, variado y ameno se presenta á nuestros ojos. Las alteraciones de la luz producidas por el continuo movimiento de las nubes, mas ó menos espesas, contribuyen á darle tal diversidad de tintas y tanta melancolía, que arrebata involuntariamente la imaginación, elevándola hasta las regiones celestes. ¿Dónde se puede admirar mejor, en efecto, la omnipotencia del Creador que á la vista del conjunto de su sublime obra?
La ciudad nada tiene que ver su celebridad es histórica, y la debe á los sitios que ha sufrido en varias épocas, siempre con gloria, y principalmente al de 1638, del que existen dos relaciones escritas por Moret y Palafox. Sesenta y nueve dias sufrió Fuenterrabía los horrores de un asedio, durante los cuales el ejército enemigo disparó once mil cañonazos, voló seis minas y dio tres asaltos sin fruto: llegó por fin el momento de hacer retirar á los sitiadores, que derrotados por tropas españolas venidas en socorro de la plaza, dejaron en el campo ochenta banderas, dos mil prisioneros, casi todo el material y muchos bastimentos y dinero. Concedióse á los defensores de la población el honor de que la caballería de la hueste libertadora penetrase por las brechas para demostrar el estado en que las habían defendido, y entre otras mercedes y honoríficos títulos, recibió una carta autógrafa del rey Felipe IV, en que prodigaba á sus habitantes las mas lisonjeras alabanzas. En la última guerra civil fué fortificada esta plaza por los carlistas; pero la tomaron en 1837 las tropas de la reina, desde cuya época continuaron poseyéndola.
Pasemos á Oyarzun, pueblo insignificante, cabeza del hermoso valle de su nombre, que lo único notable que tiene es el juego de pelota, reputado por el mejor de España; desde alli, por una vereda que apenas permite el tránsito de las carretas del pais, se pasa á Rentería, bonita villa situada en la parte oriental de Guipúzcoa, á la que el historiador Garibay llama «pueblo gracioso y apreciable.» Fué importante en lo antiguo por su comercio, y hubo en ella tres astilleros, en los que se construían bageles hasta de 800 toneladas, siendo tal el desarrollo de su marina, que llegó á tener 29 galeones propios, y un general, 30 oficiales y 200 marineros empleados á la vez en la escuadra española, lo que parecería imposible atendida su corta población, si no lo confirmasen escritores de crédito y documentos que no dejan lugar á la duda. Su iglesia parroquial es escelente, y el retablo mayor, trazado por el imponderable don Ventura Rodriguez y ejecutado por don Francisco Azurmendi, magnífico. En un ángulo del templo á la parte esterior, mirando á Oeste, hay un arco triangular que es
Antes de volver á Irun pasemos á Fuenterrabía. En la ribera izquierda se ven las poblaciones de Irun y Fuenterrabía, al estremo el monte Jaizquibel, cuya elevación es de 1950 pies sobre el nivel de las aguas, y el célebre cabo de Higuer, en el que levantó Felipe II el castillo de San Telmo, á la derecha la famosa isla de los Faisanes que los franceses llaman de las conferencias, por las que se verificaron el año 1639 con motivo del tratado matrimonial de Luis XIV, rey de Francia, con la infanta de España doña María Teresa, cuya boda se celebró por poderes en la iglesia parroquial de Fuenterrabía, habiendo representado al augusto novio el ministro don Luis de Haro; y sin duda la dan también el mismo nombre por haberse ajustado en ella la Paz de los Pirineos. De frente, el mar Océano, en toda su estension tranquilo y quieto, reflejando sus cristalinas aguas con los rayos del sol que asoma por intervalos como si fuesen las de un estanque levemente agitadas por la suave brisa. Jamás espectáculo mas encantador, variado y ameno se presenta á nuestros ojos. Las alteraciones de la luz producidas por el continuo movimiento de las nubes, mas ó menos espesas, contribuyen á darle tal diversidad de tintas y tanta melancolía, que arrebata involuntariamente la imaginación, elevándola hasta las regiones celestes. ¿Dónde se puede admirar mejor, en efecto, la omnipotencia del Creador que á la vista del conjunto de su sublime obra?
La ciudad nada tiene que ver su celebridad es histórica, y la debe á los sitios que ha sufrido en varias épocas, siempre con gloria, y principalmente al de 1638, del que existen dos relaciones escritas por Moret y Palafox. Sesenta y nueve dias sufrió Fuenterrabía los horrores de un asedio, durante los cuales el ejército enemigo disparó once mil cañonazos, voló seis minas y dio tres asaltos sin fruto: llegó por fin el momento de hacer retirar á los sitiadores, que derrotados por tropas españolas venidas en socorro de la plaza, dejaron en el campo ochenta banderas, dos mil prisioneros, casi todo el material y muchos bastimentos y dinero. Concedióse á los defensores de la población el honor de que la caballería de la hueste libertadora penetrase por las brechas para demostrar el estado en que las habían defendido, y entre otras mercedes y honoríficos títulos, recibió una carta autógrafa del rey Felipe IV, en que prodigaba á sus habitantes las mas lisonjeras alabanzas. En la última guerra civil fué fortificada esta plaza por los carlistas; pero la tomaron en 1837 las tropas de la reina, desde cuya época continuaron poseyéndola.
Pasemos á Oyarzun, pueblo insignificante, cabeza del hermoso valle de su nombre, que lo único notable que tiene es el juego de pelota, reputado por el mejor de España; desde alli, por una vereda que apenas permite el tránsito de las carretas del pais, se pasa á Rentería, bonita villa situada en la parte oriental de Guipúzcoa, á la que el historiador Garibay llama «pueblo gracioso y apreciable.» Fué importante en lo antiguo por su comercio, y hubo en ella tres astilleros, en los que se construían bageles hasta de 800 toneladas, siendo tal el desarrollo de su marina, que llegó á tener 29 galeones propios, y un general, 30 oficiales y 200 marineros empleados á la vez en la escuadra española, lo que parecería imposible atendida su corta población, si no lo confirmasen escritores de crédito y documentos que no dejan lugar á la duda. Su iglesia parroquial es escelente, y el retablo mayor, trazado por el imponderable don Ventura Rodriguez y ejecutado por don Francisco Azurmendi, magnífico. En un ángulo del templo á la parte esterior, mirando á Oeste, hay un arco triangular que es
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