domingo, noviembre 14, 2010

Viage ilustrado (Pág. 515)

de cencerro al lado.» Sorprendido Rodrigo con tan inesperado hallazgo esclamó: Aranzan-zuc (vos en el espino) y cubriendo con ramas el venerable simulacro se apartó de aquel sitio é hizo sabedores del raro suceso á los vecinos de Oñate, muchos de los cuales precedidos del concejo fueron á cerciorarse del relato de Rodrigo, y descendiendo por una de las mas fragosas vertientes de la citada peña, hallaron la efigie en el mismo punto que habia dicho el sencillo pastor. Hicieron al pronto una capilla de tablas, labrándose después una ermita, á la que se retiró luego una señora guipuzcoana, llamada doña Juana de Arrian, la cual consiguió que se fundase un convento pequeño por no permitir otra cosa la desigualdad y aspereza del terreno. Ocupáronle primeramente los frailes mercenarios, y no pudiendo sufrir lo frio, incómodo y escondido del local, le abandonaron, apoderándose entonces de él los tercerones de San Francisco, que continuaron la obra por los anteriores comenzada. Llegó la época de la reforma de estos frailes, y no queriendo hacerse observantes los que en Aránzazu residían, abrazaron la orden de Santo Domingo, causa y principio de serias y largas discordias. Disputáronse los franciscos y dominicos la posesión de este santuario, y al fin quedó por los primeros. En el año de 1552 un horroroso incendio destruyó el referido convento; reduciendo á cenizas su archivo y todas sus curiosidades, que no eran pocas. Hízose otro edificio mas vasto y suntuoso que el anterior, con el producto de las limosnas de las muchas personas que venían á implorar en esta iglesia los favores de la Reina de los Angeles, distinguiéndose por la riqueza de las ofrendas, los marinos y navegantes vascongados. Celebrábanse por su magnificencia en el convento, el refectorio y la enfermería, y habia elegantes retablos en la iglesia, hechos por Diego Basoco, y adornados con bellas efigies de Gregorio Hernandez. Todo pereció en 1834 por haber entregado á las llamas este santuario las tropas que perseguían á los carlistas. La sagrada imagen fué conducida á la villa de Oñate y colocada en el convento de Vidaurreta, por los religiosos que la sacaron de entre el fuego.
En 1846 ha sido de nuevo llevada la imagen de Nuestra Señora al santuario que nos ocupa, reedificado con las limosnas de los guipuzcoanos, que han hecho los mayores sacrificios hasta conseguir este objeto. Penetrando de nuevo en la carretera de Francia se llega á San Sebastian.
Esta ciudad, por cuatro veces incendiada, quedó completamente destruida en 1813. Ocupábanla las tropas de Napoleon, y habiéndola sitiado los aliados dieron varios asaltos, en uno de los cuales se voló casualmente un almacén de combustibles, y aturdidos los sitiados con el estruendo que produjo, corrieron á guarecerse al castillo dejando la plaza abierta á los anglos—portuguescs, que aprovechándose del no esperado suceso, en un instante y sin obstáculo, la ocuparon toda. Grande fué la alegría de los vecinos de San Sebastian viendo que era llegada la hora de conseguir su deseada libertad; pero la recibían de estrangera mano, y de uno ú otro modo habia de serles muy costosa. Desbandáronse los sitiadores por la población, y roto el freno de la disciplina, no quedó linage de esceso que no cometieran. En medio de tanta calamidad, empezó, y se estendió con la mayor rapidez, un horroroso incendio que hizo desaparecer los mejores edificios, pues mas de setecientos que habia, solo quedaron treinta y seis, y se redujeron á cenizas sus archivos, acaso los mas ricos de todas las ciudades de España.
Desde esta época no ha dejado de trabajarse en la reedificación, y tanto se ha echo, que en el día puede decirse que se halla terminada. San Sebastian es por consiguiente una ciudad moderna, con sus calles rectas y limpias con sus casas de lindo aspecto, simétricas é iguales todas en altura, con una hermosa plaza, un bonito teatro, construido hace pocos años, un escelente hospital estramuros de la población, buena casa de baños, paseos, fondas, cafés y todo cuanto es necesario para gozar de las comodidades de la vida.
En la estación del calor es muy concurrida á causa de su benigna temperatura, que no escede de 18 á 24 grados de Reaumur, y de su bellísima playa ó concha, la mejor y mas segura de toda esta costa para bañarse en el mar. Los vascongados son aficionadísimos al juego de la pelota, y raro es el pueblo, por pequeño que sea, donde no lo hay.
Llegamos á Irun, se ignora el origen de esta villa, último pueblo de España por esta parle, pues ha sido varias veces incendiada, yen su consecuencia perecieron los papeles de su archivo; pero ha quedado, sin embargo, memoria de muchos sucesos históricos con que se han señalado sus moradores defendiendo la frontera. Compónese el casco de la población de varias calles con buenos edificios, entre los que sobresalen la aduana, de moderna construcción, y la casa de ayuntamiento de buena arquitectura, cuya magestuosa fachada de piedras sillares areniscas, ocupa el frente meridional de la plaza principal que es muy capaz, y ofrece una perspectiva agradable: en ella se ve una columna con la efigie de San Juan Bautista erigida en memoria de un hecho de armas que honra á los naturales del país, quienes vencieron en este punto, y dia 15 de marzo de 1470, á una columna de 1,000 franceses labortanos; debiendo notarse que en su huida se quisieron defender muchos de ellos en la torre Aranzate, y su dueño, el señor Urdanibia, fué el primero que mandó prenderla fuego para que muriesen abrasados los franceses, como sucedió con 120, entre los que se contaba su gefe. En el corto espacio que media desde esta villa al puente de Behobia sobre el rio Vidasoa, que divide los dos reinos de España y Francia, se halla á la derecha del camino real la montaña de San Marcial, célebre por las dos batallas que en ella se han dado, igualmente gloriosas para las armas de nuestro país. La primera sucedió en el primer tercio del siglo XVI, y fueron acuchillados los alemanes y franceses que en gran número habían pasado la frontera; la segunda, el 31 de agosto de 1813, precisamente el mismo dia que ocurrió el incendio y toma de la plaza de San Sebastian. Los franceses al mando del mariscal Soult, venían al socorro de esta plaza y de la de Pamplona, igualmente sitiada por los aliados, y sufrieron una derrota que les costó 4,000 hombres muertos y heridos, viéndose obligados á repasar el río precipitadamente. En la cima del monte hay una ermita donde se ve una lápida de mármol negro, con letras de oro, que refiere este suceso, erigida por la villa de Irun en 30 de junio de 1815, y en la iglesia al lado del Evangelio hay otra losa tumularia de la misma especie, también con letras de oro, que cubre el sepulcro de los españoles que murieron en la batalla. Fernando VII concedió

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