jueves, marzo 18, 2010

Viage ilustrado (Pág. 462)

pareció muy dura y escitó un descontento general.»
Al Noroeste de Girgenti, cerca de Castel—Vetrano, se elevaba un tiempo Selinonte, y antes de ella quizá otra ciudad edificada por una raza mas fuerte ó mas atrevida, á juzgar por los enormes restos que yacen aun en el polvo, y que el siciliano de hoy, asombrado de su inmensidad, llama los Pilares de los Gigantes. Mas al Norte todavía, entre Trápani y Alcano, en un pais estéril donde la vegetación parece haberse ido para dejar brillar sola una de las obras mas hermosas de la mano del hombre, el templo medio destruido de Venus Erycina desierto ya en tiempo de Strabon. Es cuanto subsiste hoy de las ruinas de Segesto.
Por último, en el centro de la costa N. E. de la isla se ostenta, en una llanura fértil y bien delineada, en el fondo de un golfo de ondas de záfiro, Palermo, con un delicioso paseo, la Marina, á lo largo del mar como Villareale en Nápoles. «Aqui, dice un autor, como en otras muchas ciudades del reino, las tiendas de los vendedores de agua de nieve contribuyen al adorno de las calles. Este líquido se vende en tiendecitas donde están apilados á cada lad, limones, naranjas y toda clase de frutas del Mediodía, entre las cuales forman armonías grandes redomas de cristal llenas de peces de colores. Una porción de juegos de agua saltan de las odoríferas flores, y todo este conjunto, en medio de la calle donde el calor abrasa, exhala la mas suave frescura. En el Palacio Real, vasto edificio imponente por su masa, se ofrece á la curiosidad del viagero la capilla, construida por Roger en 1129, y el observatorio donde Piazzi descubrió en 1801 el planeta Ceres.
La catedral es uno de los mas bellos monumentos góticos de Sicilia, y ha habido quien ha dicho que Córdoba, Granada y Sevilla, no tienen nada superior en edificios religiosos. Pero el dia en que conviene verla es el 15 de julio, en el momento en que se celebra en Santa Rosalia, el recuerdo de la salud que concedió á la ciudad devorada por la peste.
Sobre un carro de cerca de 23 metros de longitud, de 9 de anchura y de mas de 26 de altura, soportando una orquesta numerosa, ornado de naranjos, de ramos y guirnaldas, tirado por cincuenta y seis mulas ricamente enjaezadas, se eleva una cúpula que sostienen diez columnas, bajo la cual se halla colocada la estátua gigantesca de Santa Rosalia, de plata maciza. El carro con todo el cortejo y caballería que lo acompañan, se pasea durante el dia y vuelve á entrar por la noche, á la claridad de una brillante iluminación. La fiesta continúa al son de fuegos artificiales, y á media noche, el paseo concurridísimo, y en el cual se ostenta un lujo grande, pasa del Corso á la calle del Cassaro, y concluye á las dos de la madrugada. Al segundo dia hay carreras de caballos montados por elegantes jockeys, y por la noche nuevas iluminaciones. Al tercer dia iguales fiestas, las mismas iluminaciones y hermosos fuegos artificiales. Al cuarto tres carreras de caballos consecutivas, y por la noche, la catedral, alumbrada por veinte ó treinta mil bugías, se llena de devotos y curiosos que acuden á admirar tan magnífico espectáculo. Finalmente, el quinto, ademas de las fiestas ya dichas, hay otra procesión mucho mas brillante y numerosa que la primera, en la cual sale el mismo carro, pero con la particularidad esta vez, de que va escoltado por todos los sacerdotes y religiosos de la ciudad, y de que va en aquella urna de plata que contiene las reliquias de Santa Rosalía. Antes de entrar el cortejo, da la vuelta por la plaza Pretoriana, cuya fuente de improviso en vez de agua, empieza á arrojar fuego. Esta fiesta, que atrae á la capital casi la cuarta parte de la población de la isla, cuesta á la municipalidad unos 60,000 ducados. El interés que tienen en esta fiesta los habitantes de Palermo de toda edad y condiciones, el lujo que á ella preside, y la importancia que cada uno le da, están indicando claramente que corre todavía por las venas de los sicilianos la sangre de los antiguos griegos, tan ansiosos de fiestas religiosas y de ceremonias públicas.
Añadamos á esto que en la época de esta fiesta es cuando el comercio de Palermo se ostenta en toda su actividad. El gusto y el atractivo de las ceremonias públicas inspiran tanto á los pueblos del Mediodía, como la necesidad de bienestar y la energía natural á los pueblos Septentrionales ¿Qué seria del comercio de la Arabia interior sin las peregrinaciones de la Meca?

ISLAS DE MALTA Y DE GOZZO.

Al Sur del cabo Passaro, en Sicilia, están las islas de Malta y de Gozzo, hallándose hoy las dos bajo el dominio de Inglaterra.
La historia de la roca de Malta se remonta á los tiempos mas remotos. No sabemos hasta que punto sea interesante saber que fué habitada con el nombre de Ipecia por unos gigantes que hicieron la guerra á Júpiter, y que cambiando después dicho nombre por el de Ogygia, fué asilo de la diosa Calipso, la cual, recibió tan bien á Ulises, que le hizo casi olvidar su pequeño país de Itaca. La cuna de cada nación se halla envuelta de tantas fábulas, que seria muy raro que Malta no tuviese las suyas. Los griegos dieron después el nombre de Melita á esta isla, y en tiempo de ellos hizo un gran comercio de algodón célebre por su finura. Los pueblos de la Sicilia y de toda Italia le compraban sus telas. Su gobierno era casi republicano; y durante doscientos años los griegos fueron pacíficos poseedores de ella, hasta que una colonia cartaginesa que dejaron establecer se la arrebató. Sus riquezas debian necesariamente ser un incentivo poderoso para los que podían conquistarla. Con efecto, los romanos la tomaron, la perdieron después, y por último la recobraron cuando la ruina de Cartago. Bajo esta dominación floreció mucho, y fué casi libre. En Malta fué donde San Pablo, que iba de Cesárea á Roma para ser juzgado por el emperador, estuvo á punto de naufragar á la entrada del puerto que lleva hoy su nombre, y fué mordido por una serpiente, mordedura que no causó efecto alguno.
Después de la ruina del imperio romano, devastada sucesivamente por los bárbaros y los árabes Malta esperimentó infinitas revoluciones y dominaciones, hasta que en 1516 entró á formar parte de los inmensos dominios de Carlos V. Este monarca conoció la importancia que podia tener por su situación, y concibió el proyecto de restablecer aqui aquella milicia religiosa, aquella orden militar conocida con el nombre de caballeros de San Juan de Jerusalen, que después de un sitio glorioso, acababa de ser espulsada de la isla de Rodas por Solimán, y se encontraba á la sazón errante por las costas de Italia. Carlos V firmó el 23 de marzo de 1530, el diploma de donación á la ór–

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