miércoles, marzo 31, 2010

Viage ilustrado (Pág. 465)

nos. La prudencia y política del cónsul Mételo lograron estinguir casi totalmente estas animosidades; pero su sucesor Quinto Pompeyo, habiendo querido exigir de los numantinos que violasen las leyes de la hospitalidad y del parentesco, entregándole unos rebeldes que en su ciudad se habían acogido, volvió á empeñarse una guerra tan desastrosa como dilatada, en la que los romanos fueron varias veces batidos y humillados por los heroicos numantinos, hasta que P. Escipion Emiliano, convirtió en bloqueo el sitio de la ciudad, no atreviéndose á esperar al enemigo á campo abierto, y logró por este medio no triunfar de aquellos gallardos españoles, que prefirieron darse la muerte por no suscribir á una paz vergonzosa, y á ejemplo de los de Sagunto dejaron al vencedor por único despojo de su victoria los escombros de una ciudad asolada y los cadáveres estenuados de sus moradores.
Siguióse á estas conmociones una aparente tranquilidad, turbada á veces por pequeños movimientos que indicaban estar comprimido, pero no apagado, el fuego de la independencia. Suscitada la guerra civil entre Pompeyo y César, volvió España á ser teatro de nuevas calamidades; pero la batalla de Munda que entregó a César la diadema del imperio romano, restituyó la paz á la Iberia, y desde aquella época fueron acostumbrándose sus moradores á sufrir un yugo que no tenian esperanzas de sacudir impunemente. Dividieron á la España sus conquistadores en dos partes, la Citerior, ó mas vecina á la metrópoli del imperio, y la Ulterior ó mas distante, y subdividiéronla en tres provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania; pero siendo estas demasiado estensas fué preciso sub—dividirlas en varias chancillerías. La provincia Tarraconense era la mayor; formaba sus límites el rio Duero desde Oporto hasta donde concluye con el Esla: todo lo comprendido entre el Duero y el mar Cantábrico correspondia á esta provincia. Desde el punto de confluencia espresado, corrían sus límites por Salamanca y por el Oriente de Avila, cortando el Tajo al Occidente de Talavera: de allí seguían hasta el Guadiana y descendiendo por Almadén, atravesaba el Bétis cerca de Cazorla, dirigiéndose hasta Mujacar en la costa del Mediterráneo: todo el terreno dentro de esta línea formaba la provincia Tarraconense.
La Bética abrazaba el país contenido desde las bocas del Guadiana y su corriente hasta cerca del Carcuvium por Occidente y Septentrión. La Lusitania estaba cerrada al O. por el Occéano desde las bocas del Guadiana hasta el Duero. Este rio la limitaba por el N. como el Guadiana por el S. Su línea oriental cortaba el Guadiana en Carcuvium, y atravesando el Tajo por Talavera subia en busca de la confluencia del Esla y del Duero que la separaban de la Tarraconense.
Para el gobierno de estas provincias establecieron los romanos varias chancillerías ó conventos jurídicos; siete en la España Citerior y cuatro en la Ulterior; pero llegaba á pasos agigantados el período de disolución de un imperio que por tantos siglos había dictado leyes al género humano. El último paso que da un Estado hacia su prosperidad es el primero de su decadencia. Las causas destructoras se multiplicaron con la ostensión de sus conquistas, y asi que el tiempo y la corrupción removieron los puntales de las virtudes á que debia el imperio romano su engrandecimiento, cedió aquel estupendo edificio á su propio peso. La invasion de los pueblos del Norte cogió á los romanos desapercibidos, y sin conocer ni la ostensión del peligro ni el número de sus enemigos. Los godos, nación inculta que habitaba á la otra parte del Danubio, arrojados de su pais y perseguidos por pueblos aun mas feroces que ellos mismos, vinieron de improviso á inundar las provincias romanas bajo el imperio de Valente. El célebre Alarico, conduciendo los godos á la victoria, tomó á Roma, y abrió de este modo á los bárbaros el camino del triunfo y del pillage; hordas numerosas de suevos, vándalos y alanos procedemos de las selvas de Germania, vinieron con los godos a invadir á España á principios del siglo V, y arruinaron esta provincia del imperio romano. Atraídos por la fecundidad y riquezas del pais, se esparcieron por lo que hoy llamamos Castilla la Vieja, Asturias, Galicia, Estremadura y Andalucía baja. Todas las calamidades acompañaban la marcha de aquellos hombres feroces; la guerra, el hambre y la peste convirtieron á España en una especie de desierto hasta que los bárbaros cansados de matanza se enlazaron con los habitantes del pais. La mayor parte de Galicia y Asturias cupieron en suerte á Hermenerico rey de los suevos, y los vándalos ocuparon el resto, hacia la parte occidental. Alacio, rey de los alanos, se apoderó de la Lusitania, y los vándalos acaudillados por Gundérico, tomaron después para sí la mayor parte de la Bélica, conocida desde entonces con el nombre de Vandalucía, que ha conservado después suprimida la primera letra. En el año 414 de J. C. entró en España Ataulfo, primer rey godo, y se estableció en Barcelona; pero habiendo sido asesinado el año siguiente por los godos mismos, le sucedió Sigerico, que al sétimo dia de su reinado murió á manos de sus propios electores. En el año 583 se apoderaron los visigodos de casi toda la Península, acaudillados por Leovigildo, cuyas victorias sobre los suevos establecieron su reputación militar, al paso que mancilló su nombre el haber dado muerte a su hijo San Hermenegildo porque profesaba la fé católica. Diez y siete príncipes de la misma raza ocuparon el trono sucesivamente, hasta que en 710 se apoderó de la corona don Rodrigo, arrancándola de las sienes del tirano Witiza; los dos hijos de este huyeron á Ceuta para sustraerse de la cruel venganza del monarca usurpador y comunicaron sus temores y resentimientos á su tio don Opas, arzobispo de Sevilla, y al gobernador de la referida colonia. El hecho de la violacion por Rodrigo de la hija del conde don Julian, que algunos autores ponen en duda, determinó á éste á pasar á Africa, donde imploró el auxilio de los sarracenos para destronar al rey. Aprovechó Muza, que gobernaba aquellos paises en calidad de teniente del califa Ulid, la buena ocasión que se le presentaba para añadir la España á los dominios de su señor; verificóse la invasion, y el rey godo que cometió la imprudencia de arriesgarlo todo en una sola batalla, hizo frente al enemigo en las márgenes del Guadalete; al principio la victoria se decidió por los cristianos, pero la traición de don Opas que mandando una division se pasó con ella á los infieles, dio el triunfo a estos, y Rodrigo fué á ocultar su vergüenza en las aguas del Guadalete, aunque hay autores que suponen que se ocultó en Portugal, fundados en una inscripción que se encontró sobre una lápida en Viseo que decía: «Aquí yace Rodrigo último rey godo.»
Dominada España por los sarracenos, un puñado de valientes, desdeñando el yugo enemigo, huyeron

martes, marzo 23, 2010

Viage ilustrado (Pág. 464)

el carnaval. Los glotones de la clase inferior, y hay muchísimos en ella, dan sobre todo una estraordinaria importancia al divertimiento grosero de una especie de cucaña, combate de destreza también conocido entre nosotros, cuya gloria consiste en arrebatar de un árbol el mayor número posible de salchichones, pollos, jamones, en medio de los aplausos y las silbas de una turba inmensa, y con riesgo de romperse la cabeza. El carnaval es, por lo demás, casi lo mismo que en toda Italia.
La Mnaria es la gran fiesta de los habitantes del campo. El dia de San Pedro acuden en multitud al bosque, y se hacen allí carreras de á pie, de caballo y sobre asnos. Se baila en una espaciosa gruta, y cada familia después, reunida bajo un árbol, come ferozmente. Se oye por todas partes música y gritos agudos, y estos gritos espresan en Malta la alegría. El dia de la ascension de San Lorenzo se celebra con paseos sobre el agua, y el puerto cubierto todo el dia y toda la noche de barcas llenas de músicos, y ornadas de banderolas de todos colores, presenta á la vista un espectáculo encantador.

ESPAÑA.
Llegamos al término de nuestra espedicion; vamos á ocuparnos ahora de nuestro pais, y no seriamos justos, si no diéramos á esta parte de nuestro trabajo, la importancia y la estension que de suyo exige. Por lo tanto daremos comienzo á nuestro trabajo anteponiendo á lo relativo á viages, una reseña histórica, literaria comercial á industrial.
Por mucho que sea el interés que produzca la investigación del origen de los pueblos, el trabajo que para ello se emplea es de todo punto inútil. Las tradiciones fundadas en hechos oscuros y dudosos, solo pueden servir para asuntos de pura invención, pero no para establecer sistemas fijos y dignos de crédito. La infancia de las sociedades políticas está destituida de grandes acontecimientos, como desprovista de recursos para trasladarlos á la posteridad. Las artes de la vida civilizada por cuyo medio tan solamente puede conservarse la memoria verídica de los hechos, son producto de las sociedades arregladas; los historiadores empiezan entonces á escribir, y solo la tradición escrita puede trasmitir con seguridad los públicos acontecimientos. Por eso es tan difícil determinar quienes fueron los primeros pobladores de la Península; lo único que puede asegurarse es que antes de la llegada de los fenicios ya estaba muy poblada España y habia sido visitada por muchos estrangeros. Su existencia política data de antes de la fundación de Cartago. Cuando los fenicios arribaron se encontraron con una nación belicosa, poco dispuesta á dejarse imponer el yugo con las armas que aquellos aprestaron por medio de una astuta política, creándose partido, estableciendo una colonia en Gades, hoy Cádiz, y aprovechándose de las riquezas que eran desconocidas á los naturales del pais. Los fenicios llamaron después en su ayuda á los cartagineses, y unidos sostuvieron sangrientas luchas con los indígenas, posesionándose poco á poco del territorio.
El primer capitán cartaginés de quien se tiene noticia exacta que gobernara España, fué Hamilcar Barca que estuvo encargado de las mas importantes empresas por orden de la república. Sujetó las Baleares que habían sacudido el yugo, y pasando al continente tomó el mando del ejército. Fué vencido por los celtíberos acaudillados por Orison, príncipe español, y en su fuga se ahogó en el Ebro (año 230 antes de J, C.), sucediéndole en el mando Asdrubal, su yerno, que continuando las guerras con los naturales, logró algunas ventajas y fundó la ciudad de Cartagena para que sirviese de cómodo puerto á las armadas de Cartago. Pactó ciertas condiciones con los romanos acerca de la estension de las conquistas de los cartagineses, y después de gobernar ocho años, lo asesinó un esclavo de un príncipe español á quien habia dado muerte el caudillo cartaginés
Annibal fué elegido inmediatamente para suceder á Asdrubal, quien se hizo célebre por haber declarado la guerra á Sagunto, ciudad que no ocupó sino después de haberla entregado sus moradores á las llamas y perecido en ellas. Esta conquista envolvió á los romanos en la segunda guerra púnica, y Annibal después de haber sujetado varios pueblos en su marcha, pasó á Italia dejando á su hermano Asdrubal el mando de la provincia. Este caudillo se mantuvo en la Península haciendo siempre la guerra á los romanos, hasta el año 547 de Roma, en cuya época, habiendo pasado á Italia con un numeroso ejército en socorro de su hermano, fué vencido y muerto en una batalla. Hannon quedó en lugar de Asdrubal, pero fué hecho prisionero por M. Silano, legado de Escipion, sucediéndole Asdrubal, Gisgon y Magon en el principal mando, que solo mantuvieron hasta el año siguiente de 548, en que los obligó Escipion á dejar la provincia, concluyendo con el mando cartaginés en España.
Cn. Escipion, hermano del cónsul P. Cornelio Escipion, fué el primer capitán romano que consta haber venido con el ejército y armada á España, en el año 536 de Roma, siendo cónsules P. Cornelio Escipion y Tito Cornelio Longo, el 218 antes de J. C. Desembarcó en Ampurias y comenzó á reducir unos pueblos á su dominio y otros á su alianza, haciendo declaradamente la guerra á los cartagineses, sobre quienes logró algunas ventajas, llegando poco á poco á hacerse dueño de la provincia y obligándoles á retirarse á la Bélica y la Lusitania. Uniósele su hermano P. Escipion, pero separados los celtíberos de la alianza de Roma, ambos capitanes fueron vencidos por los cartagineses, quienes aseguraron su dominación, y hubieran puesto término á la ambición romana, sin las victorias de L. Marcelo, que unidas á los esfuerzos de los dos Escipiones, decidieron tan obstinada lucha, después de una serie de sucesos prósperos á las armas de Roma, logrando la completa espulsion de los cartagineses, etc.
Los españoles que se habían unido á Roma para sacudir el yugo cartaginés, se encontraron con otro mucho mas pesado; las vejaciones que los pueblos esperimentaban continuamente por la rapacidad de los pretores y demás magistrados romanos, fueron causa de sucesivos disgustos y nuevas revueltas. Los lusitanos y celtíberos volvieron á tomar las armas y avivado mas su encono con la perfidia del pretor Galba, consiguieron muy señaladas victorias acaudillados por el célebre Viriato. Los triunfos de este guerrero llenaron de sobresalto á Roma misma, al paso que los segedanos y algunos otros pueblos, entre ellos los numantinos, abrazaban también la causa de la independencia. Varios sucesos señalaron estas campañas en las cuales triunfaron alternativamente la noble decision de los españoles, y la disciplina y valor de los roma—

domingo, marzo 21, 2010

Viage ilustrado (Pág. 463)

den de San Juan de Jerusalen, y el 13 de noviembre tomaron posesión de la isla los caballeros, que se designaron desde entonces con el nombre de caballeros de Malta, siendo su primer gran maestre en esta ciudad, Villiers de l'Isle—Adam. La orden, en los cinco primeros años, hizo una guerra terrible á los turcos, causándoles tan viva inquietud, que Solimán, irritado, acudió á la cabeza de un ejército formidable á sitiar á Malta. Este fué el sitio que cubrió de gloria á los caballeros de Malta, y particularmente al gran maestre Juan de la Valette. Los turcos se vieron obligados á levantar el sitio, después de haber perdido lo mas escogido de su ejército. La órden de Malta reparó, en breve sus pérdidas y los estragos de la guerra, y los sucesores de la Valette, hasta el gran maestre Hom-pesck, el último, desposeído por los franceses, se han ocupado siempre en aumentar las fortificaciones de la isla, de adornarla de edificios y de engrandecer su comercio.
Hasta hace poco tiempo Malta se había considerado como inespugnable, pero el 11 de junio de 1798 fué tomada por los franceses, á las órdenes del general Bonaparte, aunque algunos meses después, los mismos franceses fueron atacados por las escuadras combinadas de ingleses y portugueses al mando del almirante Nelson. Las hostilidades comenzaron por la insurrección de los malteses, viéndose bien pronto reducidos los franceses á la sola ciudad de Malta. Hicieron salir de ella á la mayor parte de sus habitantes, y sostuvieron un sitio que duró cerca de dos años, y que debe mencionarse entre las operaciones mas memorables de la guerra. El hambre mas horrible pudo reducirlos únicamente á abandonar tan importante conquista. Desde el 23 de setiembre de 1799, según un estracto de un diario de la ciudad, certificado por el general Vaubois, un pollo se vendió á 60 francos, un par de palomos á 24, un conejo a 12, un huevo 80 céntimos, la carne de caballo á dos francos la libra, un ratón al mismo precio, y el pescado á seis francos la libra. El 1.° de julio estaban agotadas todas las provisiones de boca, las cisternas se hallaban secas y se habian declarado infinitas disenterias.
En este estado se hallaban las cosas, cuando la valiente guarnición recibió la octava intimación de rendirse, á la cual todavía respondió con la firmeza que á las anteriores. Solamente en el momento en que no quedaba pan sino para tres dias, fué cuando el general Vaubois se decidió a capitular el 6 de julio de 1800.
La isla de Malta por el tratado de Amiens, debió haberse devuelto á los caballeros, pero en menosprecio de este tratado, los ingleses quisieron conservarla, por lo cual comenzaron nuevamente las hostilidades entre Inglaterra y Francia, de manera que la suerte de esta isla fué incierta hasta 1814, en que se reconoció que pertenecería a la Inglaterra.
La costa meridional de Malta no presenta mas que escollos y rocas inabordables, pero las demás se hallan guarnecidas de radas seguras y cómodas, aparte de los dos grandes puertos Porto—Grande y Porto di Marza Muscetto, entre los cuales está situada la ciudad Valette.
Malta, la capital, está dividida en tres partes que son, la ciudad Valette, nombre del gran maestre que la hizo edificar en 1566, el arrabal Victoriosa, y la isla de San Miguel ó de la Sangle, porque un gran maestre de este nombre la fortificó. La isla de Gozzo está protegida por una ciudadela construida en lo alto de las rocas, y por los fuertes Migiero y Cambray que se hallan situados en la ribera. La pequeña isla del Comino tiene también un fuerte. Al O. de la isla de Malta se encuentra un gran número de casas de campo, y en la parte del E. veinte y dos aldeas ó caseríos. Gozzo tiene seis pueblecitos.
El suelo de Malta se compone de una especie de piedra calcárea, con una doble capa de tierra vegetal, y el agricultor no puede hacerlo fértil, sino esparciendo en él guijarros convertidos en polvo, con lo cual produce abundantemente. Malta produce los mas hermosos melones de Europa, sus naranjas son igualmente las mas ricas, y no hay otro pais que tenga rosas de tan dulce y agradable perfume. La isla está cubierta de naranjos, limoneros, almendros, viñas, olivos é higueras. Las cercas de que estos isleños rodean sus campos para resguardar del viento las plantaciones, impiden á la vista gozar del efecto de aquella estension de verdura, que contrasta singularmente con las altas rocas talladas á pico, y con enormes y vetustas grietas. Los asnos y los perros de esta isla son escelentes, y los romanos apreciaban y buscaban mucho estos últimos.
Los campos de Malta y de Gozzo merecen recorrerse y examinarse por los aficionados á la antigüedad y á los fenómenos de la naturaleza. Las ruinas de la Torre de los Gigantes, que se ve en Gozzo, han atravesado indudablemente muchos siglos, y son, como todos los monumentos que nos quedan de los pueblos primitivos, un conjunto de piedras enormes ensambladas unas con otras, sin ligazon ni cimiento. Al Oeste de Mdina se encuentran los restos de un templo de Proserpina.
Como los malteses han vivido casi siempre con estrangeros, parecen también un conjunto de muchas naciones. Su carácter es una mezcla singular del vigor africano, de la altivez española, de la finura italiana y de la alegría francesa. Su idioma tiene principalmente por base el árabe, pero se encuentran en él voces de otras muchas lenguas. Se alimentan con peces, frutas y legumbres.
El pueblo de Malta y de Gozzo es de los que han conservado mas largo tiempo sus antiguas costumbres. En los funerales los malteses hacen que figuren todavía dos mugeres con manto negro, que llevan en sus cabezas braserillos donde queman aromas y yerbas odoríferas, Cuando nace un niño en el seno de una familia bien acomodada, los padres y los amigos se juntan para lo que llaman cucciha, que consiste en presentar al recien nacido, si es niño, dos cestas, una llena de dulces y de trigo, y la otra de dinero, con un escritorio y una espada; y si es niña, una cesta con cintas, seda y agujas. Los malteses creen de buena fé que la elección casual que aquí se obliga á hacer al niño, determina su carácter, gusto y vocación.
Los malteses son muy amantes de las diversiones, esperan con ansiedad los dias feriados, y tienen muchos en su calendario. Una prueba de lo que gusta el divertirse á las mugeres, es que en la mayor parte de los caseríos hacen á los maridos estipular en los contratos de boda, que las han de llevar á la Mnaria, á Ja fiesta de San Juan y á algunas otras. También se ve por el cuidado que tienen en ingerir esta cláusula, la poca libertad de que disfrutan las mugeres en Malta. Pero la fiesta popular y por escelencia deseada, es

jueves, marzo 18, 2010

Viage ilustrado (Pág. 462)

pareció muy dura y escitó un descontento general.»
Al Noroeste de Girgenti, cerca de Castel—Vetrano, se elevaba un tiempo Selinonte, y antes de ella quizá otra ciudad edificada por una raza mas fuerte ó mas atrevida, á juzgar por los enormes restos que yacen aun en el polvo, y que el siciliano de hoy, asombrado de su inmensidad, llama los Pilares de los Gigantes. Mas al Norte todavía, entre Trápani y Alcano, en un pais estéril donde la vegetación parece haberse ido para dejar brillar sola una de las obras mas hermosas de la mano del hombre, el templo medio destruido de Venus Erycina desierto ya en tiempo de Strabon. Es cuanto subsiste hoy de las ruinas de Segesto.
Por último, en el centro de la costa N. E. de la isla se ostenta, en una llanura fértil y bien delineada, en el fondo de un golfo de ondas de záfiro, Palermo, con un delicioso paseo, la Marina, á lo largo del mar como Villareale en Nápoles. «Aqui, dice un autor, como en otras muchas ciudades del reino, las tiendas de los vendedores de agua de nieve contribuyen al adorno de las calles. Este líquido se vende en tiendecitas donde están apilados á cada lad, limones, naranjas y toda clase de frutas del Mediodía, entre las cuales forman armonías grandes redomas de cristal llenas de peces de colores. Una porción de juegos de agua saltan de las odoríferas flores, y todo este conjunto, en medio de la calle donde el calor abrasa, exhala la mas suave frescura. En el Palacio Real, vasto edificio imponente por su masa, se ofrece á la curiosidad del viagero la capilla, construida por Roger en 1129, y el observatorio donde Piazzi descubrió en 1801 el planeta Ceres.
La catedral es uno de los mas bellos monumentos góticos de Sicilia, y ha habido quien ha dicho que Córdoba, Granada y Sevilla, no tienen nada superior en edificios religiosos. Pero el dia en que conviene verla es el 15 de julio, en el momento en que se celebra en Santa Rosalia, el recuerdo de la salud que concedió á la ciudad devorada por la peste.
Sobre un carro de cerca de 23 metros de longitud, de 9 de anchura y de mas de 26 de altura, soportando una orquesta numerosa, ornado de naranjos, de ramos y guirnaldas, tirado por cincuenta y seis mulas ricamente enjaezadas, se eleva una cúpula que sostienen diez columnas, bajo la cual se halla colocada la estátua gigantesca de Santa Rosalia, de plata maciza. El carro con todo el cortejo y caballería que lo acompañan, se pasea durante el dia y vuelve á entrar por la noche, á la claridad de una brillante iluminación. La fiesta continúa al son de fuegos artificiales, y á media noche, el paseo concurridísimo, y en el cual se ostenta un lujo grande, pasa del Corso á la calle del Cassaro, y concluye á las dos de la madrugada. Al segundo dia hay carreras de caballos montados por elegantes jockeys, y por la noche nuevas iluminaciones. Al tercer dia iguales fiestas, las mismas iluminaciones y hermosos fuegos artificiales. Al cuarto tres carreras de caballos consecutivas, y por la noche, la catedral, alumbrada por veinte ó treinta mil bugías, se llena de devotos y curiosos que acuden á admirar tan magnífico espectáculo. Finalmente, el quinto, ademas de las fiestas ya dichas, hay otra procesión mucho mas brillante y numerosa que la primera, en la cual sale el mismo carro, pero con la particularidad esta vez, de que va escoltado por todos los sacerdotes y religiosos de la ciudad, y de que va en aquella urna de plata que contiene las reliquias de Santa Rosalía. Antes de entrar el cortejo, da la vuelta por la plaza Pretoriana, cuya fuente de improviso en vez de agua, empieza á arrojar fuego. Esta fiesta, que atrae á la capital casi la cuarta parte de la población de la isla, cuesta á la municipalidad unos 60,000 ducados. El interés que tienen en esta fiesta los habitantes de Palermo de toda edad y condiciones, el lujo que á ella preside, y la importancia que cada uno le da, están indicando claramente que corre todavía por las venas de los sicilianos la sangre de los antiguos griegos, tan ansiosos de fiestas religiosas y de ceremonias públicas.
Añadamos á esto que en la época de esta fiesta es cuando el comercio de Palermo se ostenta en toda su actividad. El gusto y el atractivo de las ceremonias públicas inspiran tanto á los pueblos del Mediodía, como la necesidad de bienestar y la energía natural á los pueblos Septentrionales ¿Qué seria del comercio de la Arabia interior sin las peregrinaciones de la Meca?

ISLAS DE MALTA Y DE GOZZO.

Al Sur del cabo Passaro, en Sicilia, están las islas de Malta y de Gozzo, hallándose hoy las dos bajo el dominio de Inglaterra.
La historia de la roca de Malta se remonta á los tiempos mas remotos. No sabemos hasta que punto sea interesante saber que fué habitada con el nombre de Ipecia por unos gigantes que hicieron la guerra á Júpiter, y que cambiando después dicho nombre por el de Ogygia, fué asilo de la diosa Calipso, la cual, recibió tan bien á Ulises, que le hizo casi olvidar su pequeño país de Itaca. La cuna de cada nación se halla envuelta de tantas fábulas, que seria muy raro que Malta no tuviese las suyas. Los griegos dieron después el nombre de Melita á esta isla, y en tiempo de ellos hizo un gran comercio de algodón célebre por su finura. Los pueblos de la Sicilia y de toda Italia le compraban sus telas. Su gobierno era casi republicano; y durante doscientos años los griegos fueron pacíficos poseedores de ella, hasta que una colonia cartaginesa que dejaron establecer se la arrebató. Sus riquezas debian necesariamente ser un incentivo poderoso para los que podían conquistarla. Con efecto, los romanos la tomaron, la perdieron después, y por último la recobraron cuando la ruina de Cartago. Bajo esta dominación floreció mucho, y fué casi libre. En Malta fué donde San Pablo, que iba de Cesárea á Roma para ser juzgado por el emperador, estuvo á punto de naufragar á la entrada del puerto que lleva hoy su nombre, y fué mordido por una serpiente, mordedura que no causó efecto alguno.
Después de la ruina del imperio romano, devastada sucesivamente por los bárbaros y los árabes Malta esperimentó infinitas revoluciones y dominaciones, hasta que en 1516 entró á formar parte de los inmensos dominios de Carlos V. Este monarca conoció la importancia que podia tener por su situación, y concibió el proyecto de restablecer aqui aquella milicia religiosa, aquella orden militar conocida con el nombre de caballeros de San Juan de Jerusalen, que después de un sitio glorioso, acababa de ser espulsada de la isla de Rodas por Solimán, y se encontraba á la sazón errante por las costas de Italia. Carlos V firmó el 23 de marzo de 1530, el diploma de donación á la ór–

martes, marzo 16, 2010

Viage ilustrado (Pág. 461)


Catedral de Palermo

nas de la antigua Siracusa, murmura una abundante fuente que es Aretusa, la que Alpheo, nuevo Leandro, venia á buscar en otro tiempo á través de las olas del mar, si hemos de dar crédito á Teócrito y á los doctores sus hermanos en imaginación. ¡Actualmente la ninfa trasformada no es mas que un lavadero de la ciudad nueva!
La Siracusa moderna, lo mismo que Catana, se halla sujeta por su proximidad al Etna, á frecuentes temblores de tierra que la originan terribles estragos, por lo cual tiene pocos monumentos, como no sea la famosa prisión llamada Oreja de Dionisio, inmensa caverna abierta en la roca, y tan sonora, que la simple rotura de un pedazo de papel produce en ella tanto ruido como cuando se da con un palo en una plancha metálica.
En medio, sobre poco mas ó menos, de la costa que mira á Africa, ocupa Girgenti sobre una alta montaña, no precisamente el lugar de la antigua Agrigento, sino el de su ciudadela. Dos recuerdos han quedado de esta ciudad de los antiguos tiempos; el de uno de sus tiranos, Phalaris, que hacia quemar á sus víctimas en un toro de metal, y el de la molicie de sus voluptuosos habitantes, dignos rivales de 1os sibaritas. «En el tiempo del esplendor de Cartago, dice uno de nuestros mejores geógrafos, fueron amenazados de un ataque por esta potencia ávida de estender sus colonias; los magistrados dispusieron que se pasase la noche en los baluartes, y que para que no estropease mucho este servicio, cada ciudadano en facción llevase consigo una tienda, un cobertor de lana y dos almohadas. Esta disciplina

domingo, marzo 14, 2010

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Vista de Mesina


la tierra donde la huella española no haya quedado gloriosamente impresa.
Junto á Cappaccio, principado de Salerno, están las ruinas de Pestum ó Possidonia. Los edificios que la compusieron, construidos por los sibaritas y destruidos por los sarracenos ó los normandos, consisten en dos templos consagrados á Neptuno y á césar, una basílica y un anfiteatro: las últimas escavaciones han hecho descubrir una calle entera, larga columnata y otro templo.
Tarento, en el golfo del mismo nombre, es célebre por la resistencia que en ella opusieron los romanos á Anibal, y por la pesca que los antiguos hacian del molusco del cual estraian púrpura. Tarento debió su nombre á la tarántula, cuya picadura segun la opinión popular es peligrosa. Una vez picados, dicen, unos rien, otros lloran, estos no cesan de cantar, aquellos se quedan tristes y silenciosos, y otros bailan con furor.
La música cura el mal, y en España es tradición vulgar el que ha de ser con una guitarra, porque en el anverso de aquel animal, añaden, está retarda la figura de este instrumento. Lo seguro y lo en boga hoy es irse á un médico que cura dicha picadura en muy poco tiempo.
Los primeros colonizadores que dieron su nombre á la Sicilia fueron los sicanos, pueblo de raza vasca ó ibera. Griegos, cartagineses, romanos, árabes, españoles y normandos, la conquistaron sucesivamente, porque en realidad era una presa que podia escitar verdaderamente la codicia de las aves de rapiña. Todas las producciones de Egipto, el café, el papiro, el olivo, el naranjo, la caña de azucar, el aloe y otras plantas crecen vigorosamente entre las viñas y cereales de este pais. Los trigos de Sicilia alimentan á Roma. El pórfido, el jaspe, la ágata, la esmeralda, el oro, la plata, el hierro y el cobre yacen sin esplotar en sus montañas. El ámbar se encuentra en la orilla del Garrietta, pero estas y otras muchas riquezas naturales son de todo punto inútiles por la indolencia de sus poseedores.
Mesina, segun parece, diez siglos antes de nuestra era, está casi enfrente de Reggio, en la calabria. Bajo sus muros se agitan las aguas del estrecho donde los antiguos colocaban un tiempo los escollos de Carybdis y Scylla. A 48 kilómetros al Sur-Oeste, sobre el monte Tauro, está asentada Taormina, cuyo antiguo teatro se ve tallado en la roca, dando por su conservación la idea mas exacta de lo que eran entre los antiguos esta clase de edificios. Despues, en la ribera, al pie del etna, se estiende Catana, que fué una ciudad fundada siete siglos antes de Jesucristo, y ciudad opulenta, hasta que Hieronte, tirano de Siracusa, desterró á sus habitantes. Su catedral es magnífica, y el viajero que quiera ahorrase la ascensión al etna, no tiene mas que ir a su sacristía, donde verá entre los frescos que la adornan una pintura que representa la erupcion de 1669. Se ve descender de las cimas del volcan un torrente de lava de mas de cuatro kilómetros de anchura, (ya se entiende que no en el cuadro) amontonándose sobre los muros que tienen 20 metros de altura, traspasarlos, atravesar la ciudad, y concluir con depositar una inmensa mole en el mar, que sin embargo, le ha sido conveniente, pues ha aumentado la seguridad de puerto.
Partiendo de Catana se costea el mar para llegar á Siracusa y aunque se deja ver el aspecto de las risueñas campiñas que rodean aquella ciudad, en cambio se encuentran á cada paso recuerdos de la Grecia y de las dulces ficciones de sus poetas. El compañero que os guia lleva en la cabeza un gorro frigio, el rio cuyas márgenes seguis, se llama para él el Garrietta, pero para vos el Simetho; las flores perfumadas que en sus orillas crecen, son las mismas que Proserpina cogia en el momento en que Pluton la arrebató para partir con ella el trono de los infiernos. Entre las rui–

sábado, marzo 13, 2010

Viage ilustrado (Pág. 459)

trario, y por centenares, y aun por miles, aumenta el número de los prisioneros, hasta que en medio de tantas ruinas se levantan los gritos de victoria. Aquellas hermosas naves españolas, que como bellísimos cisnes resbalan sobre las tranquilas aguas del golfo, nos traen á la memoria una curiosa anécdota, que demuestra el sosegado y el agudo ingenio de que solia hacer alarde el Gran Capitan, aun en los mas críticos momentos. Concluida la jornada que acabamos de citar, los españoles repararon en una barquilla qua velozmente se acercaba hacia la arena: dentro de ella, distinguiase á Cervellon, caballero catalán, vestido de todas armas. Al verlo Diego Mendoza, preguntó quién era aquel que tan á deshora y cubierto de acero desde las uñas hasta los dientes venia hacia la orilla. Riendo el Gran Capitan por la tardanza de Cervellon y queriéndola, sin embargo, reproducir con un epigrama inolvidable, contestó, aludiendo á las lucecillas que suelen ver los marineros entre la arboladura de los buques, después de pasada la tormenta: «Como sois corto de vista, no habéis podido distinguir, mi buen Mendoza, que aquella aparición es, ni mas ni menos, que San Telmo, que se presenta en las gavias.»
Estrechadas asi, y derrotadas y confundidas las armas francesas, bajo las garras del valeroso león de Castilla, no les quedaba ya mas amparo que decidirse á rendir la ciudad, si las reliquias de aquel ejército no habían de sepultarse entre el polvo de una tierra, tan venturosa siempre para los españoles. El laurel de la conquista se alzaba lozano sobre la tostada frente del Gran Capitán, y la última hora de la Francia había sonado desde la encrespada cumbre de los Abruzaos hasta las tranquilas y deliciosas riberas de la Sicilia. Todos los cuidados de los enemigos se dirigieron desde entonces á disponerse para el rendimiento de la ciudad, y solo este pensamiento, comunicado por el general en gefe y acogido como única aurora de salvación entre los soldados, fué lo que pudo reanimar algún tanto á aquellos infelices
A otro día fueron al campo español, con el fin de estipular las condiciones del rendimiento de la ciudad, tres capitanes en representación de las tres nacionalidades que figuraban en el ejército sitiado, franceses, suizos é italianos. En brevísimas palabras acordaron que entregarían á Gaeta con la artillería y las vituallas, y que ellos tomarían la vuelta de Francia por mar ó por tierra, con la única condición de que los caballeros llevasen sus caballos, y los peones conservasen sus espadas y sus picas; estas sin aceros. Asi desalojaron pobre y miserablemente á Gaeta los que tuvieron la osadía de medir sus armas con las del Gran Capitán, dejando en manos de este, como una preciosísima perla con que ornar la brillante corona de Castilla, enriquecida ya á la sazón con el Nuevo Mundo que le había conquistado el célebre almirante genovés, nada menos que la hermosísima tierra que acarician á porfía las aguas del Mediterráneo y del Adriático.
Dolorido Gonzalo Fernandez de Córdoba de la mala estrella de los vencidos, capitán, que sea dicho de paso, tuvo por sistema en toda su vida ahorrar el derramamiento de sangre, y ser liberal y compasivo con todos, los mandó proveer de cuantos medios les fuesen indispensables para su humilde retirada, y especialmente de caballos. Con tan hidalgo proceder contrastó extraordinariamente la ingratitud del general Daubeni, quien con tono sarcástico y con el ánimo de un hombre que quiere venir de nuevo á las manos, le dijo: «Os ruego que nos proveáis de buenos caballos, que no solamente puedan llevarnos á Francia, sino traernos otra vez á Italia.» El Gran Capitán le contestó con habla arrogante y corazón levantado: «Los mismos vestidos y caballos y salvo–conducto que os doy para retiraros á Francia, os ofrezco para tornar á Italia, el día que queráis probar nuevamente los botes de mi lanza.»
La desnudez, el frió, el hambre, la miseria, y por último, hasta la degradación, acompañaron á los vencidos, que tomaron por tierra la vuelta, de la Francia, y no fueron pocos los que habiendo tenido la fortuna de escapar de los mosquetes españoles, no pudieron resistir las calamidades que los persiguieron, sucumbiendo á la muerte. Mas desdichados aun los capitanes que los soldados, se vieron espuestos á las mismas desgracias de estos, viendo aumentar sus dolores hasta llevarlos al sepulcro, á unos el remordimiento, á otros el ver empañado el brillo de pasadas glorias y a todos la vergüenza y el oprobio que sufrieron allí donde esperaban encontrar un dilatado palenque para sus triunfos.
Volvamos ya la vista hacia Gaeta, hacia esa rejuvenecida ninfa del Mediterráneo, hacia esa ciudad que es mas antigua que Roma, puesto que fué fundada por Eneas, que la consagró á su nodriza Cajeta. En otro tiempo estuvo esclusivamente bajo la dominación de sus duques, siendo luego incorporada al reino de Nápoles, por lo que recibieron sus príncipes en cambio otras tierras del interior. En la actualidad tiene una población de 10,000 almas. Aquella torre, vulgarmente llamada de Orlando, que se eleva sobre el monte Corvo, es la tumba de Lucio Manuzio Planeo, erigida diez y seis años antes de Jesucristo: aquella otra que lleva el nombre de Latratina, pasa por ser el palpable recuerdo de un antiguo templo de Mercurio. Esas notables fortificaciones que hicieron inexpugnable á la ciudad por la parte de tierra, hasta que la tomó Massena, fueron sacadas de cimientos por Antonino Pio, levantadas por Alfonso de Aragón en 1440, y restauradas posteriormente por el emperador Carlos V. Al lado de unas miserables ruinas está el Formianum, lugar de retiro de Cicerón. Aqui murió el célebre orador latino, bajo el puñal homicida de un miserable á quien en otro tiempo había favorecido. Aquel importante castillo sirve de tumba al condestable de Borbon, muerto en 1328 en el cerco de Roma. En una palabra, cada uno de esos parapetos recuerda un acontecimiento notable, ó un nombre digno de conmemoración honrosa. No debemos pasar en silencio el grande hecho de armas que tanto se distingue entre los muchos que han dado celebridad á Gaeta: aludimos al asedio de ingleses y austriacos en 1815. La catedral, dedicada á San Erasmo, encierra entre otras cosas notables, un grandioso monumento antiguo, algunos bajos relieves de mucho mérito, una de las columnas del templo de Salomon, un bello cuadro de Paolo Veronés, y el magnífico estandarte regalado á don Juan de Austria por el pontífice Pio V, en premio del glorioso lauro alcanzado en la batalla naval de Lepanto.
Nos hemos detenido en estos recuerdos históricos por lo mucho que interesan á España, y también porque los estrangeros en sus impertinentes descripciones afectan haber olvidado, que apenas hay un pais en

miércoles, marzo 10, 2010

Viage ilustrado (Pág. 458)

tomado las formas del esqueleto como un molde, y aun puede ver el viagero impreso el busto de una muger joven y fresca: era la infeliz Julia. Parece al observador que el aire debió irse cambiando gradualmente en un vapor sulfuroso, que se precipitarían hacia la puerta los habitantes de los subterráneos, mas la hallarían bloqueada esteriormente por las escorias, y en sus esfuerzos para abrirla, debieron de quedar ahogados por la atmósfera que los rodeaba.
«En el jardín se halló un esqueleto con una llave en su descarnada mano, y á su lado un talego de dinero. Se cree que era el amo de casa, el desgraciado Diomedes, que probablemente trató de huir por el jardín, y murió con los vapores ó con alguna pedrada. Al lado de algunos vasos de plata habia otro esqueleto, probablemente de un esclavo.
»Las casas de Saluslio y de Pansa, el templo de Isis con los nichos detrás de las estatuas desde donde se pronunciaban los oráculos, están espuestos en la actualidad á las miradas de los curiosos. En uno de los cuartos de ese templo se ha descubierto un enorme esqueleto con una hacha á su lado: habia echado abajo dos paredes, pero no pudo avanzar mas. En medio de la ciudad se encuentra también otro esqueleto cargado de monedas y de varios ornamentos místicos del templo de Isis. Sorprendióle la muerte en su avaricia, y Caleño pereció al mismo tiempo que Burbo. En el curso de las escavaciones se vio un esqueleto de hombre, partido por medio por una columna. Era el cráneo de tan notable conformación y sus desarrollos intelectuales y físicos presentaban tal osadía, que no ha cesado de ser la admiración de todos los adeptos de Spurzheim, que han podido contemplar aquel arruinado palacio de la inteligencia. Después de diez y ocho siglos puede contemplar el viagero aquella sala llena de galerías curiosas y de cuartos singularmente dispuestos, en medio de los que en otro tiempo pensaba, discurría y soñaba el alma criminal de Arbaus el egipcio.» (1)
Terminado el cuadro de Pompeya, vamos á dar noticia ahora de otros puntos notables, principalmente para nosotros, por los recuerdos de España que atesoran.
Fondi, Itri y Mola fueron el teatro donde se representó la última escena del sangriento drama de Cirignola y del Garigliano; la arena donde se celebraron los últimos juegos olímpicos en loor del mas valiente soldado español, del héroe andaluz del siglo XV, del Gran Capitán Gonzalo Fernandez de Córdoba.
Ya la primavera vestia de flores la campaña, y los panes crescian, y el mayo se mostraba, como dice elegantemente un cronista contemporáneo, cuando el horroroso incendio de los depósitos de la pólvora española, bastante por sí solo para desanimar al ejército quiso el cielo que fuese la antorcha de la victoria alcanzanda sobre los franceses en Cirignola, como inspiradamente dijo el bizarro general de nuestras armas. La derrota de los contrarios fué tal, que tuvieron hasta cuatro mil muertos sobre el campo, contándose entre ellos el general en gefe del ejército, sin que llegase á un ciento el número de víctimas de los españoles. Tan precipitada fué la fuga que emprendieron los franceses, que sin orden ni concierto se vió á unos tomar la vuelta de la Venosa, seguidos del intrépido Diego García de Paredes, y á otros 1a de Capúa, llevando al alcance á sus vencedores, hasta coger el camino de Gaeta. Al tratar de la célebre batalla de Cirignola, refieren las crónicas una anécdota curiosísima. Próspero Colonna, siendo uno de los que con mas ardimiento cargaron á los franceses, logró apoderarse de la tienda del general en gefe, que como hemos dicho, murió de la bala de un arcabuz, y alli partió con los suyos la suntuosa y opípara cena que en un riquísimo aparador de plata dorada habian preparado los contrarios para celebrar el triunfo. Despues del banquete, se arrojó en una magnífica cama que encontró á propósito para descansar de las fatiga de la jornada. Esta tardanza puso en gran conflicto por la suerte de Próspero á su hermano Fabricio y al Gran Capitán, hasta que con el nuevo sol se presentó aquel ufano y contento en el campo español, disipando las angustias en que estos habían pasado la noche.
A poco de la segunda derrota que los franceses sufrieron en las memorables márgenes del Garigliano, donde ya alcanzó finalmente Gonzalo Fernandez de Córdoba la completa conquista del rico y floreciente reino de Nápoles, volvemos á ver á aquellos en ese pintoresco camino que ya iban animando los primeros respiros del alba; pero otra vez los hallamos desalentados, después de haber embarcado su artillería; corriendo en busca de un punto algo favorable para hacer el último esfuerzo y dejar mas honrado el nombre de la Francia. Pero los heroicos golpes que constantemente les iba dando la caballería española, y aun la infantería del valentísimo conde Pedro Navarro, los pusieron en la mas vergonzosa dispersion, siendo aun mayor el destrozo que sufrían de sus mismos caballos, entre los que en confuso remolino corrian mezclados los infantes, sin atender á las leyes de la disciplina ni á los preceptos de sus gefes, que en vano se esforzaban por apartar siquiera el estrago que hacia entre ellos tan desordenada huida, que no ha podido menos de dejar un triste renombre en los fastos de nuestras conquistas en Italia.
Por fin consiguieron reponerse algún tanto en Mola di Gaeta, y aquí lidiaron con ventaja unos momentos. El Gran Capitán, viendo la osadía del enemigo, que no era mas que la última llamarada de una luz que va á estinguirse, la postrera convulsion del moribundo, habló á los suyos con voz de trueno, y cargando con la velocidad del rayo, causó una completísima derrota en los franceses, les mató uno de sus mas escogidos capitanes, y los obligó á acogerse con las últimas reliquias de su ejercito dentro de los muros de Gaeta.
Continuemos nuestro camino, y sigamos al mismo tiempo con la imaginación el postrer lauro por nuestras armas al coronar por completo su gloriosa y señalada conquista. La consternación y el espanto reina en las tropas francesas que huyen despavoridas hacia esta última ciudad. Por alli, Gonzalo Fernandez de Córdoba lleva la desolación y la muerte al corazón de las huestes enemigas; por el otro lado Pedro de Paz y el conde Pedro Navarro les han cortado la retirada, y la sangre francesa corre á torrentes por entre las sinuosidades de los montes Fornianos; más allá, García de Paredes y Diego de Mendoza, cansados de la horrorosa carnicería, intiman la rendicion á su con—


(1) Ya hemos indicado que el lector debe prescindir aquí de los nombres propios; y atender solo á los objetos á quienes se aplican, encontrados todos en la ciudad de Pompeya.

viernes, marzo 05, 2010

Viage ilustrado (Pág. 457)

Bulwer, infatigable y enérgico escritor que no ha perdonado medio alguno de investigación acerca de la desgraciada ciudad de Pompeya, ha hecho el cuadro mas aterrador y sublime de la gran catástrofe que borró á aquella del catálogo de las ciudades vivientes. Nosotros, que como habrá conocido el lector, no hemos perdonado medio alguno de hacer interesante este artículo, trasladamos á continuación la animada pintura del célebre novelista inglés. Colocando la acción en el día mismo de la funesta erupción del Vesubio, dice de esta manera:
«La nube que cubrió el dia de tan espeso velo, se habia cambiado poco á poco en una masa sólida ó impenetrable; menos se parecía á las tinieblas de la noche que á las de un cuarto pequeño y cerrado; mas á medida queso ennegrecían, aumentaban la vivacidad y el resplandor de los relámpagos que despedia el Vesubio. No se limitaba su horrible hermosura á las tintas comunes que presenta la llama; nunca ofreció arco—iris alguno, colores mas variados y brillantes. Unas veces eran de un azul oscuro, como el mas hermoso cielo del Mediodía, otras de un verde lívido, cual la piel de una serpiente, é imitaban las sinuosas roscas de un enorme reptil; otras, de un rojo naranjado, que apenas podían sufrir los ojos, pero que petrando las columnas de humo alumbraba toda la ciudad, y debilitándose luego por grados, se volvía de una palidez mortal, no dejando ver ya mas que el fantasma de su propia existencia.
»En el intervalo de los chaparrones, se oia el ruido que agitaba las entrañas de la tierra, ó los gemidoras olas de la atormentada mar; ó bien mas bajo todavía el agudo murmullo, perceptible solo, por un vivísimo gemido, de los gases que exalaban las quiebras de la montaña. A veces parecia que se rasgaba la masa sólida de la nube, y á la luz de los relámpagos presentaba formas estravagantes de hombres ó de monstruos persiguiéndose en las tinieblas, empujándose unos á otros, y disipándose todos juntos en el turbulento abismo de la sombra; de suerte, que á los ojos de la imaginación de los consternados transeúntes, aquellos vapores sin sustancia, parecían verdaderos gigantes enemigos, ministros de terror y de muerte. «Ya en muchos parages llegaban las cenizas á la rodilla, y la hirviente lluvia que salía del volcan penetraba en las casas, impregnándolas de una atmósfera que ahogaba. En algunas partes, inmensos pedazos de piedra, lanzados sobre el techo de las casas, llevaban á las calles confusas masas de ruinas, que aumentaban los obstáculos de que se veian sembrados los caminos: conforme adelantaba el dia, y se notaba mas claramente el movimiento de la tierra, parecia huir el suelo debajo de los pies, y ni carro ni litera podian conservar su equilibrio, aun en la tierra mas firme.
»A veces chocando entre sí, al caer las piedras mas enormes, se rompían en mil pedazos, saltando de ellas chispas que incendiaban todos los combustibles que había al paso. Entonces se disipó la oscuridad fuera del pueblo, las llamas se habían apoderado de muchas casas y viñedos, y se alzaban amenazadoras, en medio de las espesas tinieblas. A fin de aumentar esta claridad parcial habían puesto los ciudadanos de Pompeya de trecho en trecho hileras de antorchas en las encrucijadas, en los pórticos de los templos y en las avenidas del foro; pero no solian arder mucho tiempo. La lluvia y el viento las apagaban, y la doble oscuridad que seguia á su luz, era tanto mas terrible, cuanto demostraba la impotencia de los esfuerzos del hombre y le enseñaba á desesperar.
»Muchas veces se encontraban grupos de fugitivos al pasagero resplandor de aquellas antorchas, los unos corriendo hacia la mar, y los otros volviendo del mar hacia el interior, pues el Océano habia cejado de sus riberas, profundas tinieblas cubrían su seno; sobre sus agitadas y mugrientas olas, caian las cenizas y las piedras, sin que se pudiera hallar en él el abrigó que proporcionaban las casas en tierra. Atolondrados, perdidos, espantados, se encontraban aquellos grupos, mas sin tener tiempo de hablar, de consultarse, de discurrir, porque los turbiones que caian con frecuencia, apagaban las antorchas con cuyo auxilio distinguían mutuamente sus descompuestas facciones.
«Por otra parte, era general la prisa de guarecerse en el abrigo mas inmediato. Todos los elementos de la civilización estaban destruidos; se hubiera podido ver al ladrón pasando junto al grave depositario de la ley, cargado con riquezas robadas, y regocijándose con la idea de la imprevista ganancia que acababa de hacer. Si en la oscuridad se separaba la muger de su esposo, el padre de su hijo, inútil era que hubiesen esperado juntarse. "Unos y otros corrían á ciegas y sin orden; de todo el complicado mecanismo de la existencia social, solo quedaba lo que habia tomado de la vida salvage: ¡la ley primitiva de la salvación personal!»
Concluiremos lo relativo á Pompeya, con las siguientes líneas, iguamente emitidas por Bulwer, las cuales, aun que estractadas de su novela ya dicha, en la que están formando uno de sus mejores cuadros, no pueden menos de interesar al lector, porque están hechas con presencia de los descubrimientos hechos en la misma Pompeya, en cuyos alrededores escribía Bulwer su obra.
«Diez y siete siglos habían pasado cuando salió de su silenciosa tumba la ciudad de Pompeya, brillante con los colores que nada habían perdido de su viveza; con sus artesonados, cuyas frescas pinturas parecían de ayer, sin borrarse una tinta de sus pavimentos de mosaico, con las columnas de su foro, inacabadas como las dejó la mano del obrero, con el trípode del sacrificio delante de los árboles de sus jardines, el cofre del tesoro en sus salas, el strigil (estregador) en sus baños, los billetes de entrada en sus teatros, los muebles y lámparas en sus salones, en sus triclinios los restos del último festín, en sus cubículos los perfumes y aceites de sus malhadadas hermosuras; mas por todas partes los huesos ya esqueletos de los que en dicho tiempo hacian mover los resortes de aquella pequeña pero primorosa máquina de lujo y vida.
»En los subterráneos de la casa de Diomedes (1) se descubrieron veinte esqueletos agrupados á una puerta, entre ellos el de un niño de pecho. Estaban cubiertos de un polvo fino, de una ceniza que sin duda habia ido penetrando por las aberturas, hasta que lo llenó todo.
»Alli se encontraron joyas y monedas, candelabros para esparcir una luz inútil y vino cuajado en las ánforas; vanas precauciones para prolongar una lenta agonía. Solidificada la arena por la humedad, habia


(1) El autor aplica á varios esqueletos y casas encontradas los nombres de su novela.